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Soy, eres, somos, México
En la histeria discursiva que intenta divertir la atención pública del triste rosario de tragedias y gazapos que es este país, el gobierno federal gasta ingentes cantidades del erario en propaganda ramplona para la televisión, como si ello bastara para arreglar tantas cosas que van mal. Varias son las campañas con las que el gobierno federal, a base de repetir mentiras, intenta torcer un poco la realidad nacional, aunque sea de manera pírrica. Aquella que últimamente más recursos devora es la que busca enaltecer la idiosincrasia mexicana a propósito de sendas centenarias conmemoraciones, la de la independencia y la de la revolución (así, con minúsculas porque en materia de dignidad nacional, justicia y distribución de la riqueza vinieron después de dos siglos a significar poca cosa), o sea el cacareado hasta la náusea bicentenario . Fue creada para ello una serie de comerciales de radio y televisión, dilapidando el que se presume un presupuesto más gordo que quien esto escribe, de factura impecable en fotografía pero argumento simplón. Tales anuncios están hechos de segmentos, una voz en audio que enuncia y un correspondiente encuadre de video. Por ser mexicano, dice la voz en off , eres (soy, somos) un recuerdo de amigos de la secundaria, un taco picante, una bandera que ondea al viento, un grito en una feria de pueblo o una trajinera de las que todavía hay, y así. Pero la verdad cruda es que esos… ¿comerciales?, ¿espacios de propaganda?, ¿ardores chovinistas?, ¿cursitos de valor cívico?, ¿capítulos de revisionismo histórico?, por más que mudan los innumerables atisbos que hace la cámara de lo mexicano , se quedan cortos, muy cortos en sus apreciaciones, tan cortos como la estatura moral del régimen que los confecciona. Porque callan otras muchas definiciones de lo mexicano que la corrección política encontrará ingratas y acá ocurren algunas que habrán de leerse imaginando la voz del locutor de los anuncios, y las atroces imágenes donde nos lleva: eres México, soy, somos añeja rapiña de gobernantes ineptos y fraudes electorales: eres, soy, somos pandillas de delincuentes armados en las calles de las ciudades de todo el país. Eres, soy, somos un país de homófobos mojigatos. Eres, soy, somos nación de analfabetas funcionales, los últimos de la lista en aprovechamientos escolar y una cultura general estrecha, paleta, tugurizada, donde reina el mal gusto y un enervante culto al crimen, al desenfreno y a la irresponsabilidad; eres, soy, somos, un reguetón vulgar y un narcocorrido que se presume ejemplar porque venera cuernos de chivo y a los asesinos despiadados que los esgrimen. Eres, soy, somos la ley mexicana, esa letra muerta.
Eres, soy, somos muy poquitos casos de sindicalismo redentor y, en cambio, una plétora de líderes sindicales corruptos y cabrones, traidores de la clase trabajadora, palafreneros y lameculos del reyezuelo en turno. Eres, soy, somos una masa idiotizada por la televisión, el futbol, el chisme de farándula de arrabal, el escándalo político, una masa maleable y dúctil para politicastros rapaces y empresarios explotadores, de ésos que quiebran una empresa pero habitan palacetes.
Eres, soy, somos una izquierda traidora al pueblo que le dio cuerpo y le brindó confianza, y una derecha timorata, racista, clasista, cuentachiles y amafiada con un clero rijoso, rencoroso, integrista, profundamente hipócrita y venal, incapaz de reconocer sus propios crímenes y abusos a pesar del clamor lastimero y público de quienes han sido sus víctimas. Eres, soy, somos unas fuerzas armadas convertidas en presuntas policías, creadas para combatir enemigos extranjeros inexistentes y trucadas en amenaza latente contra la disidencia con el pretexto endeble de la lucha contra el narcotráfico, cuyos verdaderos poderes están enquistados en el gobierno y la industria y el comercio, allí donde se lavan inmensos, verdaderos grandes capitales.
Eres, soy, somos un fracaso histórico, república de agachones, una catásrofe ecológica, una inconsecuencia demográfica, una rediviva manifestación del fanatismo religioso. Eres, soy, somos obesidad infantil generalizada, alcoholismo desde temprana edad, un creciente consumo interno de drogas.
Eres, soy, somos México. Gente buena pero ignorante, y gente mala, muy mala, e incompetente e imbécil haciendo que dirige las cosas pero trucando el país en colapso imperecedero ante un horizonte muy, muy poco halagador.
Eres, soy, somos el águila altiva del escudo nacional, sí, pero devorada por la serpiente.
kikka-roja.blogspot.com/
Eres, soy, somos muy poquitos casos de sindicalismo redentor y, en cambio, una plétora de líderes sindicales corruptos y cabrones, traidores de la clase trabajadora, palafreneros y lameculos del reyezuelo en turno. Eres, soy, somos una masa idiotizada por la televisión, el futbol, el chisme de farándula de arrabal, el escándalo político, una masa maleable y dúctil para politicastros rapaces y empresarios explotadores, de ésos que quiebran una empresa pero habitan palacetes.
Eres, soy, somos una izquierda traidora al pueblo que le dio cuerpo y le brindó confianza, y una derecha timorata, racista, clasista, cuentachiles y amafiada con un clero rijoso, rencoroso, integrista, profundamente hipócrita y venal, incapaz de reconocer sus propios crímenes y abusos a pesar del clamor lastimero y público de quienes han sido sus víctimas. Eres, soy, somos unas fuerzas armadas convertidas en presuntas policías, creadas para combatir enemigos extranjeros inexistentes y trucadas en amenaza latente contra la disidencia con el pretexto endeble de la lucha contra el narcotráfico, cuyos verdaderos poderes están enquistados en el gobierno y la industria y el comercio, allí donde se lavan inmensos, verdaderos grandes capitales.
Eres, soy, somos un fracaso histórico, república de agachones, una catásrofe ecológica, una inconsecuencia demográfica, una rediviva manifestación del fanatismo religioso. Eres, soy, somos obesidad infantil generalizada, alcoholismo desde temprana edad, un creciente consumo interno de drogas.
Eres, soy, somos México. Gente buena pero ignorante, y gente mala, muy mala, e incompetente e imbécil haciendo que dirige las cosas pero trucando el país en colapso imperecedero ante un horizonte muy, muy poco halagador.
Eres, soy, somos el águila altiva del escudo nacional, sí, pero devorada por la serpiente.