- Presentó su libro El país de ''El llorón de Icamole'', publicado por el FCE
- El viejo aparato ideológico del régimen permanece intacto, deplora El Fisgón
- Tenemos un gobierno que censura y un clero que excomulga, dice el monero de La Jornada
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
¡Cuánto nos parecemos a lo que éramos en el siglo XIX!, dijo Rafael Barajas, El Fisgón, ayer, al disertar sobre la historia de la caricatura en México, tema de su libro Foto: María Meléndrez Parada
Rafael Barajas, El Fisgón, hizo de la presentación de su libro El país de ''El llorón de Icamole", una lección de historia de la caricatura en México, desde la Colonia hasta el siglo XIX.
Barajas -quien desde hace más de 20 años se dedica a investigar el tema- condujo al público asistente al auditorio de la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (FCE), a un viaje que se remontó a los tiempos de la Colonia, cuando la sátira política era prácticamente inexistente hasta la primera presidencia de Porfirio Díaz y la de Manuel González, su sucesor (sumados, ambos periodos comprenden de 1877 a 1884).
Cuando se empezó a adentrar en el tema, El Fisgón se dio cuenta que él y sus colegas contemporáneos, se consideran caricaturistas ''muy gruesos, muy radicales y agresivos". Pero al avanzar en sus investigaciones, descubrió que los periodistas y caricaturistas del siglo XIX lo eran en una proporción infinitamente mayor y en circunstancias bastante más difíciles: ''Ellos sí eran radicales, sí tenían libertad de expresión y sí la utilizaban.
''Por ejemplo, en el peor momento de la dictadura de Porfirio Díaz, estos señores se atrevían a llamarle El llorón de Icamole, porque así le llamaba la gente". De ahí el título del libro de Barajas publicado por el FCE.
El autor ya dedicó con anterioridad un libro a otro aspecto histórico de la caricatura, El país de 'El Ahuizote', publicado también por el FCE (2005). Ahora, de acuerdo con los editores, en El país de ''El llorón de Icamole" Rafael Barajas ''rescata una imagen de Porfirio Díaz que resulta poco familiar para nosotros, una imagen que la solemnidad del mito porfirista paternal y la crítica revolucionaria han opacada: la del presidente inexperto que es abrumado por acontecimientos difíciles y escarnecido por una crítica feroz".
En su conferencia, El Fisgón recordó que durante la Colonia no había periódicos, papel, tinta e imprentas: ''Las pocas expresiones de sátira se daban en las calles: pintas que hacía la gente en la noche en las paredes o papeles con cuartetas satíricas que pegaban en la puerta de algún funcionario o de alguna iglesia. A veces hasta pintaban alguna caricatura".
Así fue hasta que en España entró en crisis el régimen borbónico. En la todavía Nueva España empezaron a circular imágenes con intención política, lamentando el golpe de Napoleón y glorificando a Fernando VII. A partir de ese momento y durante la guerra de Independencia, ''se dio la lucha por abrir la libertad de prensa y de expresión".
Movimiento pendular
El caricaturista de La Jornada se refirió a las publicaciones hechas por Miguel Hidalgo y Francisco Javier Mina. Pero es hasta 1816 que empiezan a circular periódicos con intención satírica: ''Los primeros escritores que hacen piezas con intención satírica son Carlos María de Bustamante y, en especial, Joaquín Fernández de Lizardi, a quien Luis Villoro señala como el primer escritor liberal mexicano; lo es en los últimos años de la Colonia y en los primeros del México Independiente, con Iturbide".
Ya por entonces la libertad de imprenta y expresión se enfrentaba a dos enemigos persistentes: ''Un gobierno que censura y un clero que excomulga. Como vemos, el viejo aparato ideológico del régimen está perfectamente intacto".
La prensa mexicana ''nace efectivamente en un pleito constante contra la Iglesia y contra el viejo orden conservador. A lo largo del todo el siglo XIX, en cuanto se forman los bandos liberal y conservador, vamos a ver un movimiento pendular en el que cada que suben al poder los liberales se abren las libertades de prensa y de imprenta, y cada que suben los conservadores, éstas se cierran".
Actualmente ''hay una corriente de historiadores que plantea que liberales y conservadores del siglo XIX no eran tan diferentes. Quizá no lo eran en muchos sentidos, pero sí tenían diferencias profundas en temas sustanciales: unos buscaban construir un Estado laico, los otros no; unos buscaban la libertad de prensa, la libertad de expresión, otros no. Estas son diferencias fundamentales".
Rafael Barajas contó que en la medida en que se empezó a adentrar en el tema, su asombro fue aumentando: ''Resulta increíble todo el periplo que ha tenido México: ¡cuánto nos parecemos a lo que éramos en el siglo XIX; resulta increíble lo poco que hemos cambiado; resulta increíble establecer los pocos cambios que hemos tenido".
Kikka Roja
Barajas -quien desde hace más de 20 años se dedica a investigar el tema- condujo al público asistente al auditorio de la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (FCE), a un viaje que se remontó a los tiempos de la Colonia, cuando la sátira política era prácticamente inexistente hasta la primera presidencia de Porfirio Díaz y la de Manuel González, su sucesor (sumados, ambos periodos comprenden de 1877 a 1884).
Cuando se empezó a adentrar en el tema, El Fisgón se dio cuenta que él y sus colegas contemporáneos, se consideran caricaturistas ''muy gruesos, muy radicales y agresivos". Pero al avanzar en sus investigaciones, descubrió que los periodistas y caricaturistas del siglo XIX lo eran en una proporción infinitamente mayor y en circunstancias bastante más difíciles: ''Ellos sí eran radicales, sí tenían libertad de expresión y sí la utilizaban.
''Por ejemplo, en el peor momento de la dictadura de Porfirio Díaz, estos señores se atrevían a llamarle El llorón de Icamole, porque así le llamaba la gente". De ahí el título del libro de Barajas publicado por el FCE.
El autor ya dedicó con anterioridad un libro a otro aspecto histórico de la caricatura, El país de 'El Ahuizote', publicado también por el FCE (2005). Ahora, de acuerdo con los editores, en El país de ''El llorón de Icamole" Rafael Barajas ''rescata una imagen de Porfirio Díaz que resulta poco familiar para nosotros, una imagen que la solemnidad del mito porfirista paternal y la crítica revolucionaria han opacada: la del presidente inexperto que es abrumado por acontecimientos difíciles y escarnecido por una crítica feroz".
En su conferencia, El Fisgón recordó que durante la Colonia no había periódicos, papel, tinta e imprentas: ''Las pocas expresiones de sátira se daban en las calles: pintas que hacía la gente en la noche en las paredes o papeles con cuartetas satíricas que pegaban en la puerta de algún funcionario o de alguna iglesia. A veces hasta pintaban alguna caricatura".
Así fue hasta que en España entró en crisis el régimen borbónico. En la todavía Nueva España empezaron a circular imágenes con intención política, lamentando el golpe de Napoleón y glorificando a Fernando VII. A partir de ese momento y durante la guerra de Independencia, ''se dio la lucha por abrir la libertad de prensa y de expresión".
Movimiento pendular
El caricaturista de La Jornada se refirió a las publicaciones hechas por Miguel Hidalgo y Francisco Javier Mina. Pero es hasta 1816 que empiezan a circular periódicos con intención satírica: ''Los primeros escritores que hacen piezas con intención satírica son Carlos María de Bustamante y, en especial, Joaquín Fernández de Lizardi, a quien Luis Villoro señala como el primer escritor liberal mexicano; lo es en los últimos años de la Colonia y en los primeros del México Independiente, con Iturbide".
Ya por entonces la libertad de imprenta y expresión se enfrentaba a dos enemigos persistentes: ''Un gobierno que censura y un clero que excomulga. Como vemos, el viejo aparato ideológico del régimen está perfectamente intacto".
La prensa mexicana ''nace efectivamente en un pleito constante contra la Iglesia y contra el viejo orden conservador. A lo largo del todo el siglo XIX, en cuanto se forman los bandos liberal y conservador, vamos a ver un movimiento pendular en el que cada que suben al poder los liberales se abren las libertades de prensa y de imprenta, y cada que suben los conservadores, éstas se cierran".
Actualmente ''hay una corriente de historiadores que plantea que liberales y conservadores del siglo XIX no eran tan diferentes. Quizá no lo eran en muchos sentidos, pero sí tenían diferencias profundas en temas sustanciales: unos buscaban construir un Estado laico, los otros no; unos buscaban la libertad de prensa, la libertad de expresión, otros no. Estas son diferencias fundamentales".
Rafael Barajas contó que en la medida en que se empezó a adentrar en el tema, su asombro fue aumentando: ''Resulta increíble todo el periplo que ha tenido México: ¡cuánto nos parecemos a lo que éramos en el siglo XIX; resulta increíble lo poco que hemos cambiado; resulta increíble establecer los pocos cambios que hemos tenido".
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