En México está ocurriendo un fenómeno curioso: la ofensiva de la derecha y de la ultraderecha ha acentuado la polarización que vivió el país en los meses previos a la elección presidencial del año pasado, y durante ésta. No estoy diciendo que esa ofensiva se haya inaugurado en los últimos años. Ha existido desde hace décadas. Primero con la Guerra Cristera (ahora tan de moda gracias a un vestido diseñado para un certamen de belleza, y que ya será retirado), luego con los Dorados de Villa de Acción Revolucionaria Mexicanista, además de La Legión y La Base en los años treinta, posteriormente con la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, de la que derivaron los conejos y los tecos (final del gobierno de Abelardo Rodríguez y principios del de Lázaro Cárdenas), más adelante con la Unión Nacional Sinarquista, otra vez, como en las organizaciones no estudiantiles, con gente del campo y abogados provincianos. Después de la Segunda Guerra Mundial, destacaron organizaciones fundadas también por el clero católico, por los lasallistas, por ejemplo (los de la Universidad La Salle de ahora), que patrocinaron a las fuerzas de choque organizadas en el Frente Universitario Anticomunista de triste memoria. De esa misma época es El Yunque, y derivadas de éste otras como el MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación), el Movimiento Familiar Cristiano y, en paralelo, una organización de jesuitas antes de que se izquierdizaran un poco: la Corporación de Estudiantes Mexicanos. Ya en los setenta, el MURO se transformaría en GUIA (Guardia Iberoamericana) que trascendió el ámbito nacional con los mismos propósitos fascistoides del anterior. Tampoco pueden olvidarse a las Falanges Tradicionalistas Mexicanas.
Todos los anteriores grupos han sido auspiciados por la clerigalla católica más reaccionaria del país, anticomunista por antonomasia, antisemita, intolerante como pocas y heredera de la nefasta tradición de grupos más antiguos y muy beligerantes como la Asociación Nacional Católica de Padres de Familia y Acción Católica Mexicana en la que participan a la fecha los Caballeros de Colón (que cuenta con importantes empresarios de Monterrey y otras ciudades) o el mismo Opus Dei (también con empresarios e ideólogos de la derecha franquista en México). Los Legionarios de Cristo son parte activa de la ultraderecha mexicana, como lo fue durante el franquismo en España junto con el Opus Dei.
Insisto, ya estaban, ya existían, no fueron inventados recientemente. Pero con Vicente Fox, Marta Sahagún, Felipe Bravo Mena, Manuel Espino Barrientos, y muchos más que largo sería mencionar, se apoderaron no sólo del gobierno federal y de algunos estatales, sino que, una vez más, han hecho mancuerna con el alto clero católico mexicano, como Norberto Rivera y Juan Sandoval Iñiguez y miles de curas que, convencidos o no, los siguen como se supone que debe de ser en toda Iglesia: dogmáticamente. Hay excepciones muy notables, por ejemplo Raúl Vera, obispo de Saltillo. Bajo la sombra de los gobiernos panistas y del mismo Partido Acción Nacional, se cobijan organizaciones como Provida (existente también desde antes de Fox en Los Pinos), la Fundación Hospitalaria de la Cruz de Malta, la Sociedad Bíblica de México y otras más del mismo signo.
Esta gama de ultraderechistas se siente a sus anchas en la actualidad, primero, porque las reformas constitucionales de Carlos Salinas de Gortari les abrieron más puertas de las que ya tenían; y segundo, porque cuentan con la complicidad de Felipe Calderón, diputados y senadores de su mismo partido, además de gobernadores, presidentes municipales y diputados locales en varios estados de la República. El problema del aborto, tema candente en muchos países y desde hace más de 30 años, ha sido aprovechado por las ultraderechas y las derechas para agitar, manipular y movilizar a sus seguidores con el objeto de medir fuerzas con quienes no se tragan esos dogmas medievales y más propios de la Inquisición que del siglo que con trabajos vivimos. No han logrado convencer, pero sí confundir a mucha gente, aunque no tanta como quisieran, pero ahí van y no soltarán la presa, pues están acostumbrados a las luchas largas, de siglos, y a refrescar la memoria bajo cualquier pretexto, como el aparentemente frívolo vestido diseñado para la belleza mexicana que concursará para ser Miss Universo. Este vestido, por cierto, no fue un diseño inocente. Cualquier especialista en marketing (como se le dice ahora a la mercadotecnia) sabe que el impacto de un mensaje depende de que sea creíble (recurrir a la historia, aunque sea de manera parcial y distorsionada), distintivo (diferente a los demás productos) y atractivo (como lo es cualquier vestido portado por una hermosa mujer).
Hasta ahora, este "asalto", round como se dice en boxeo, lo perdió la ultraderecha, pero no porque sus oponentes estuvieran organizados (como sí lo están los ultraderechistas), sino porque ciertas opiniones aisladas y en contra fueron de peso completo, y como tales fueron reproducidas en los medios. Falta el round del aborto, pero éste se está disputando en la arena más liberal del país: el Distrito Federal. Faltará después el resto, y ahí la pelea no será fácil. El país está claramente polarizado. Para mí no hay duda, el problema es que los que nos consideramos de izquierda, incluyendo al centro izquierda, no nos organizamos para competir con la engallada ultraderecha ni para evitar que siga haciéndose más fuerte.
Todos los anteriores grupos han sido auspiciados por la clerigalla católica más reaccionaria del país, anticomunista por antonomasia, antisemita, intolerante como pocas y heredera de la nefasta tradición de grupos más antiguos y muy beligerantes como la Asociación Nacional Católica de Padres de Familia y Acción Católica Mexicana en la que participan a la fecha los Caballeros de Colón (que cuenta con importantes empresarios de Monterrey y otras ciudades) o el mismo Opus Dei (también con empresarios e ideólogos de la derecha franquista en México). Los Legionarios de Cristo son parte activa de la ultraderecha mexicana, como lo fue durante el franquismo en España junto con el Opus Dei.
Insisto, ya estaban, ya existían, no fueron inventados recientemente. Pero con Vicente Fox, Marta Sahagún, Felipe Bravo Mena, Manuel Espino Barrientos, y muchos más que largo sería mencionar, se apoderaron no sólo del gobierno federal y de algunos estatales, sino que, una vez más, han hecho mancuerna con el alto clero católico mexicano, como Norberto Rivera y Juan Sandoval Iñiguez y miles de curas que, convencidos o no, los siguen como se supone que debe de ser en toda Iglesia: dogmáticamente. Hay excepciones muy notables, por ejemplo Raúl Vera, obispo de Saltillo. Bajo la sombra de los gobiernos panistas y del mismo Partido Acción Nacional, se cobijan organizaciones como Provida (existente también desde antes de Fox en Los Pinos), la Fundación Hospitalaria de la Cruz de Malta, la Sociedad Bíblica de México y otras más del mismo signo.
Esta gama de ultraderechistas se siente a sus anchas en la actualidad, primero, porque las reformas constitucionales de Carlos Salinas de Gortari les abrieron más puertas de las que ya tenían; y segundo, porque cuentan con la complicidad de Felipe Calderón, diputados y senadores de su mismo partido, además de gobernadores, presidentes municipales y diputados locales en varios estados de la República. El problema del aborto, tema candente en muchos países y desde hace más de 30 años, ha sido aprovechado por las ultraderechas y las derechas para agitar, manipular y movilizar a sus seguidores con el objeto de medir fuerzas con quienes no se tragan esos dogmas medievales y más propios de la Inquisición que del siglo que con trabajos vivimos. No han logrado convencer, pero sí confundir a mucha gente, aunque no tanta como quisieran, pero ahí van y no soltarán la presa, pues están acostumbrados a las luchas largas, de siglos, y a refrescar la memoria bajo cualquier pretexto, como el aparentemente frívolo vestido diseñado para la belleza mexicana que concursará para ser Miss Universo. Este vestido, por cierto, no fue un diseño inocente. Cualquier especialista en marketing (como se le dice ahora a la mercadotecnia) sabe que el impacto de un mensaje depende de que sea creíble (recurrir a la historia, aunque sea de manera parcial y distorsionada), distintivo (diferente a los demás productos) y atractivo (como lo es cualquier vestido portado por una hermosa mujer).
Hasta ahora, este "asalto", round como se dice en boxeo, lo perdió la ultraderecha, pero no porque sus oponentes estuvieran organizados (como sí lo están los ultraderechistas), sino porque ciertas opiniones aisladas y en contra fueron de peso completo, y como tales fueron reproducidas en los medios. Falta el round del aborto, pero éste se está disputando en la arena más liberal del país: el Distrito Federal. Faltará después el resto, y ahí la pelea no será fácil. El país está claramente polarizado. Para mí no hay duda, el problema es que los que nos consideramos de izquierda, incluyendo al centro izquierda, no nos organizamos para competir con la engallada ultraderecha ni para evitar que siga haciéndose más fuerte.
Kikka Roja
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