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lunes, 25 de junio de 2007

La guerrilla toma nota del combate entre el narco y militares

isaín mandujano

Tuxtla Gutiérrez, Chis., 25 de junio (apro).- Desde la clandestinidad la guerrilla mexicana podría estar aprendiendo del combate que libran en varias entidades del país las bandas de narcotraficantes contra el Ejército Mexicano y los cuerpos policiacos federales y estatales, opina Jorge Lofredo, analista de los movimientos armados en América Latina,. Si bien la guerrilla en México le apuesta más a la “vía política” que a la militar, las acciones y reacciones de narco y Estado mexicano servirían de referente a los reclamos de los “luchadores sociales”, considera el especialista. El coordinador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados en América Latina (Cedema) habla sobre la violencia que se vive en México, del narco, de la movilización y el despliegue policiaco-militar, pero sobre todo de la guerrilla que hasta ahora se ha mantenido al margen de estos choques. “Nunca la guerrilla ha representado una amenaza seria para la seguridad interior, y sí lo ha sido el narco. Hoy la amenaza la constituye el narco, no la guerrilla”, considera Lofredo. Explica que en este escenario de violencia cruzada y operativos militares de gran despliegue, la guerrilla ha optado por mantener –como lo viene sosteniendo desde hace un par de años– su “silencio armado”. “Este no significa la renuncia a la actividad militar --por cierto, limitada desde el 98 a la fecha--, sino se privilegia la actividad política y clandestina”, dice el argentino conocedor de la guerrilla latinoamericana.

Recuerda que se han registrado algunas emisiones de comunicados, conferencias de prensa o alguna otra actividad subterránea pero nunca estas acciones van más allá de su presencia virtual. “Esta circunstancia, vale recordar, arrancó con el zapatismo como movimiento que ha llegado a utilizar la tecnología como medio de desarrollo político y social. En este aspecto, su ‘silencio’ se destaca debido a que no agrega episodios ni cuotas de violencia mayores a las que ya ocurren, lo que le ofrece –al menos– un aspecto diferenciador de otros grupos armados”, observa Lofredo. Indica que más que la guerrilla, la principal preocupación para el Estado mexicano es el narco, pues la expansión de la actividad insurgente no va más allá de sus alcances locales o regionales; en cambio, el narco ha desarrollado una expansión territorial demasiado importante y poderosa. Lofredo hace una lectura política de los recientes operativos, y señala que eso significan precisamente para el Estado mexicano, “recuperar territorio”, y ese espacio está ahora en manos del narco y no de la guerrilla. “Aquí no se habla de ‘zonas liberadas’ ni de ‘exclusión’ –etapa que se alcanza luego de la reversión de la ‘asimetría de fuerzas’-- sino de ‘áreas de influencia e interés’. La colombianización de la que hoy tanto se habla, no se condice con la realidad de aquel país con la de México, sino que este efecto puede referir exclusivamente al narco. Hoy la amenaza la constituye el narco, no la guerrilla”, insiste Lofredo. Dice que los guerrilleros presos reconocidos como tales, han sido condenados a largas penas y mezclados en los penales con narcotraficantes y asesinos comunes:

“El mensaje del Estado mexicano es, pues, que no hay diferencia entre narco, delincuente y guerrillero”.

Recuerda que en tiempos de Lucio Cabañas pasaba lo mismo: para el gobierno mexicano el maestro rural y cabeza del Partido de los Pobres era un “roba-vacas” o “gavillero”. Señala que mientras la guerrilla no ‘desestabilice’, el Estado mexicano articulará políticas que hoy están reservadas para desplegar los operativos con la presencia de militares en las calles y poblados, lo que también es un mensaje muy fuerte para las comunidades en resistencia social desde hace muchos años. Sobre una posible fusión clandestina o pactos del narco y la guerrilla en México, como en alguna ocasión se dio en Colombia, señala que el poderío del primero es tan fuerte que es imposible no suponer que algunos de los grupos armados hayan sido alcanzados por los narcotraficantes. Refiere que algunos grupos armados han acusado públicamente a otras organizaciones clandestinas de haberse ligado al narco, pero que es difícil saberlo a ciencia cierta y desvincularlo de campañas de descalificación entre aquéllas. “Pero lo que sí se ve –advierte Lofredo--, es la manipulación que las bandas del narco pueden hacer de una sigla que se presenta como guerrillera, pero que en verdad es una estrategia de alguno de estos cárteles. Históricamente ha ocurrido, y la cuestión también ha sido conocida en otros lugares, cuando los Estados han recurrido a esta circunstancia para desprestigiar a los guerrilleros”.

Sostiene que la guerrilla en México es la misma fuerza que siempre ha sido, no ha variado, permanece en una circunstancia latente, sin vida aparente, que apela al factor sorpresa para aparecer y de inmediato volver al “silencio”. “En esta ocasión no habría que esperar acciones armadas de la guerrilla, y menos aún en aquellos estados donde se realizan operativos, como por ejemplo en Guerrero, cuna de los movimientos armados mexicanos”, dice Lofredo. En su opinión en esta coyuntura la guerrilla mexicana no tiene mucho margen de acción, pues sus incursiones podrían ser equiparadas a las incursiones del narco y se les traté de la misma forma. “La guerrilla en México enfrenta otra batalla: la de la credibilidad –que el gobierno también está dando a partir de los operativos–, y la de trascender como una fuerza diferenciada a la del mero asesinato, descuartizamientos, decapitación, etcétera. “Esa crueldad con los cuerpos no refiere a una actitud política –que la guerrilla reivindica para sí--, sino a una de tipo mafiosa. No hay un mensaje político tras las decapitaciones, sino de miedo, terror y disputa de poder y territorio”, evalúa el analista.

El ‘silencio armado’

En el escenario de la guerra entre el narco y el Estado mexicano, abunda que la guerrilla está obligada a diferenciarse de esta circunstancia: de ahí lo de “silencio armado”. Ese es un silencio que no se niega a si mismo su razón de ser –pues no hay que olvidar que son organizaciones “político-militares”–, sino que produce una política diferente a la legal y, a la vez, de la actividad meramente criminal o delincuencial, recuerda Lofredo. Explica que el silencio hoy es un reaseguro de su existencia, de la diferenciación de sus políticas frente al resto de los actores y como una ‘imantación’ de confianza hacia la opinión pública después de tanto desprestigio que ha sufrido. Sobre la embestida militar contra el narco en México, dice que la guerrilla podría tener dos procesos de aprendizaje, uno de ellos desde las perspectiva política: “Reafirmará sus puntos de vista, sobre todo los que refieren a la caracterización del Estado mexicano, también del narco (como subproducto del neoliberalismo) y la lucha entre factores de poder que no dan alternativa al statu quo”. Y que el otro proceso de aprendizaje es el militar, pues esta guerra le sirve para medir la fuerza real del narco y la capacidad de respuesta del Ejército.

“Las decisiones políticas que el Estado y el narco toman a partir de este enfrentamiento también resultarán políticas a futuro, y esas lecturas se están elaborando paulatinamente y están viendo la luz de a poco, en distintos comunicados que las organizaciones están dando a conocer”, acota Lofredo. Sin embargo, observa que actualmente el debate que dan las guerrillas es de corte político y no militar, y que un ejemplo de ello es la referencia a “luchadores sociales” y no guerrilleros, como fue el caso de los integrantes del Ejército Popular de Revolucionario (EPR) desaparecidos en Oaxaca. “Esto no es extraño –advierte--, pues todas las guerrillas lo han hecho, pues ilustra el momento por el que transitan”. Considera que existe un posicionamiento político previo muy fuerte en el sentido de que el guerrillero es, antes que nada, un luchador social.

“Lo que sucede es que la inversión de la fórmula no es cierta --no todo luchador social es guerrillero—“.

Pero las corporaciones de seguridad y algunos medios invierten los medios: y ahí están los casos de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y los macheteros de Atenco. “Hoy la lucha guerrillera es particularmente social y política, no militar”, concluye.

Kikka Roja

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