Y crecieron los enanos
Lorenzo Meyer
AGENDA CIUDADANA
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“Pasamos del estado aparentemente fuerte, pero autoritario a uno que no es realmente democrático, pero sí probadamente debil, ninguno es el que necesitamos”
Quienes Crecieron. Por sí mismo, un Estado fuerte no es una garantía de bien vivir para el súbdito o el ciudadano, como bien lo demuestran numerosos casos históricos, desde Egipto o Esparta hasta la Alemania nacionalsocialista o la Unión Soviética. En realidad, un Estado robusto puede ser una pesadilla para muchos. Por otra parte, un Estado débil –el sueño de un buen número de liberales- tampoco es la solución ideal pues no podrá cumplir con algunas de sus responsabilidades básicas. La mejor solución posible es una sociedad con un aparato estatal sólido, enmarcado por un régimen político igualmente recio pero de carácter democrático. En México estamos muy lejos de ese ideal; en realidad nos hemos movido entre extremos sin llegar al justo medio. En el origen casi no había Estado y cuando finalmente se fortaleció y consolidó, no tuvo un carácter democrático sino dictatorial –el Porfiriato- o autoritario –desde la posrevolución hasta fines del siglo XX. Hoy, lo que tenemos es, de nuevo, un Estado débil -uno donde los poderes fácticos son cada vez más poderosos y determinantes-, enmarcado por un régimen supuestamente democrático, pero donde una parte mayoritaria de la ciudadanía no está convencida que esa sea su naturaleza –en la encuesta de la Secretaría de Gobernación del año 2005, “Conociendo a los ciudadanos mexicanos”, sólo el 31% consideró que México vivía en democracia, el resto lo negaba, dudaba o simplemente no lo sabía.
En caso de ser democracia, la mexicana de hoy aún está lejos de echar raíces. Su desempeño está por debajo de lo esperado y en el mejor de los casos, se le podría clasificar como una democracia de baja intensidad, débil. Y esa debilidad es doble: por un lado del Estado y por el otro, del régimen. Lo anterior ha llevado a que ciertos actores no gubernamentales que antes vivían políticamente subordinados hoy sean capaces de actuar muy independientemente e incluso de subordinar a sus intereses particulares o intentar hacerlo, la conducta de las estructuras estatales. Ejemplos no faltan; desde grandes empresarios, sindicatos e iglesias hasta organizaciones criminales. Para subrayar la hondura de una mala racha individual, se solía decir que la suerte de tal o cual persona era tan mala que si entonces hubiera manejado un circo, los enanos le hubieran crecido. Pues bien, al Estado mexicano le ha ido tan mal en el último cuarto de siglo que, literalmente, algunos actores políticos que en el origen eran enanos, crecieron. En este caso concreto el crecimiento de tales enanos no fue resultado de ninguna mala suerte. La inversión de los papeles dominador-dominado en el México actual ha sido un resultado lógico e inevitable de decisiones políticas que se tomaron hace buen tiempo combinadas con una alta dosis de irresponsabilidad y corrupción. Son varios los ejemplos conspicuos de esos actores políticos que en su origen fueron dominados y dependieron de un poder estatal que se sirvió de ellos pero que, ahora, parecen incontrolables. En el mundo de las grandes empresas destaca, por sobre cualquier otro, el caso de Carlos Slim; en el de las corporaciones sindicales, el de la maestra Elba Esther Gordillo y su Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Entre las iglesias, la más decidida a recuperar su fuerza histórica, es la Católica. Finalmente, en el mundo del crimen organizado están los cárteles de la droga y en él las organizaciones políticas secretas, “El Yunque”. Todos esos actores y algunos más, han adquirido un poder desproporcionado en los últimos años gracias, no al supuesto cambio de régimen, sino a la debilidad del marco institucional dentro del que ahora operan.
Slim. Hasta hace poco y como bien lo hiciera notar Denise Dresser, el verdadero “innombrable” en la política mexicana no era el ex presidente Carlos Salinas, sino este poderoso empresario. Hoy, gracias a la atención que ha recibido de los medios extranjeros, ya no es el caso. Cada vez es más claro que un elemento central en la discusión sobre la naturaleza del desarrollo mexicano, sobre su modelo económico y su estructura social, es la existencia de un personaje que domina a un conjunto de empresas cuya suma de ingresos diarios se calcula en 27 millones de dólares. Y la enormidad de esa acumulación se vuelve aún más significativa por el hecho de que ocurre en un país donde el 20% de la población sobrevive con dos dólares diarios en promedio y donde la economía ha crecido en términos reales menos del 1% anual a partir de 1983. El artículo que sobre Carlos Slim publicó a principios de agosto David Luhnow en el diario que es el portavoz por excelencia de los grandes negocios mundiales, The Wall Street Jornal (WSJ) y que reprodujo Reforma, (6 de agosto), tiene una tesis tan simple como contundente para explicar el fenómeno: la persona que hoy controla más de 200 compañías y tiene una fortuna personal de 60 mil millones de dólares -que equivale al 7% del PIB mexicano-, acumuló esa riqueza “a la antigüita”, es decir, “ensamblando monopolios”, especialmente en el campo de la telefonía, donde controla el 92% de todas las líneas fijas y el 73% de las móviles. La base de la fortuna del hombre que quizá sea ya el más rico del mundo y así lo admite el WSJ, es el monopolio. No obstante, resulta que la constitución mexicana expresamente prohíbe los monopolios y le impone al Estado la obligación de evitar su surgimiento. La posición de dominio casi total en la telefonía mexicana la adquirió Slim precisamente por la decisión personal del entonces jefe del Estado: Carlos Salinas. Cuando Salinas aceleró la política de privatización de empresas estatales, lo hizo en un entorno de crisis y debilidad tanto de su Gobierno como del régimen y de todo el aparato estatal. Un resultado de lo anterior lo resume muy bien el WSJ: hoy Slim “es considerado un intocable en su país, una fuerza tan grande como el Estado mismo”.
Elba Esther. La líder actual del SNTE es otra criatura de Salinas –él fue quien la puso como la dirigente de ese sindicato en 1989 para neutralizar a Carlos Jonguitud Barrios, que era un obstáculo a su proyecto de reafirmar el control presidencial sobre toda la estructura corporativa sindical, base fundamental e imprescindible del PRI y del régimen. Al final, el proyecto salinista de reciclar por la vía neoliberal el ya muy carcomido autoritarismo priista, no funcionó. Sin embargo, Elba Esther y su grupo supieron aprovechar “magistralmente” el cambio de partido en el poder en el año 2000 para ofrecerse al nuevo poder panista como su sector corporativo, quizá una contradicción en términos doctrinales, pero no en los reales. Vicente Fox, urgido de apoyos, aceptó la alianza que le ofreció el SNTE. Poco después Felipe Calderón refrendó esa alianza en un momento crucial: cuando en vísperas de la elección presidencial de 2006 las encuestas mostraban que pese a la campaña del miedo, la oposición de izquierda encabezada por Andrés Manuel López Obrador aún podía triunfar por un pequeño margen. Fue entonces que un SNTE convertido en una auténtica máquina electoral, echó todo su peso a favor de Calderón –le ofreció medio millón de votos- y éste finalmente se alzó oficialmente con el triunfó con el 0.6% de ventaja, (Alberto Aguirre, El Universal, 12 de agosto). En la elección estatal de Baja California de ese año, la líder del SNTE repitió la operación “fiel de la balanza”. Un sindicato de maestros decidiendo el resultado de elecciones nacionales y estatales sólo se puede dar en situación de debilidad de la sociedad política.
El Yunque. Cuando en México prácticamente no había Estado –en el siglo XIX- las logias masónicas –grupos cerrados semi secretos- aparecieron como fuentes de organización y ejercicio del poder en medio del caos. Hoy, cuando la fuerza del estado ha disminuido notoriamente, una asociación católica de carácter secreto creada en Puebla en 1955, vuelve a presentarse no como un pie de nota sino como un actor importante que busca controlar, desde dentro, al Estado para, supuestamente “traer el reino de Dios en la tierra”.
En Suma. Sólo la debilidad y corrupción de la institucionalidad pueden explicar monopolios económicos fuera de control, la transformación de un sindicato de maestros en la gran maquinaria electoral y fiel de la balanza o la existencia de sociedades secretas de carácter religioso que funcionan como organismos patógenos que invaden, usan y desnaturalizan al cuerpo político mexicano.
Ni lo que teníamos ni lo que tenemos es aceptable. Ni enanos ni gigantes grotescos. El equilibrio sólo es posible dentro del Estado fuerte democrático. Ése es el único futuro mexicano viable.
Quienes Crecieron. Por sí mismo, un Estado fuerte no es una garantía de bien vivir para el súbdito o el ciudadano, como bien lo demuestran numerosos casos históricos, desde Egipto o Esparta hasta la Alemania nacionalsocialista o la Unión Soviética. En realidad, un Estado robusto puede ser una pesadilla para muchos. Por otra parte, un Estado débil –el sueño de un buen número de liberales- tampoco es la solución ideal pues no podrá cumplir con algunas de sus responsabilidades básicas. La mejor solución posible es una sociedad con un aparato estatal sólido, enmarcado por un régimen político igualmente recio pero de carácter democrático. En México estamos muy lejos de ese ideal; en realidad nos hemos movido entre extremos sin llegar al justo medio. En el origen casi no había Estado y cuando finalmente se fortaleció y consolidó, no tuvo un carácter democrático sino dictatorial –el Porfiriato- o autoritario –desde la posrevolución hasta fines del siglo XX. Hoy, lo que tenemos es, de nuevo, un Estado débil -uno donde los poderes fácticos son cada vez más poderosos y determinantes-, enmarcado por un régimen supuestamente democrático, pero donde una parte mayoritaria de la ciudadanía no está convencida que esa sea su naturaleza –en la encuesta de la Secretaría de Gobernación del año 2005, “Conociendo a los ciudadanos mexicanos”, sólo el 31% consideró que México vivía en democracia, el resto lo negaba, dudaba o simplemente no lo sabía.
En caso de ser democracia, la mexicana de hoy aún está lejos de echar raíces. Su desempeño está por debajo de lo esperado y en el mejor de los casos, se le podría clasificar como una democracia de baja intensidad, débil. Y esa debilidad es doble: por un lado del Estado y por el otro, del régimen. Lo anterior ha llevado a que ciertos actores no gubernamentales que antes vivían políticamente subordinados hoy sean capaces de actuar muy independientemente e incluso de subordinar a sus intereses particulares o intentar hacerlo, la conducta de las estructuras estatales. Ejemplos no faltan; desde grandes empresarios, sindicatos e iglesias hasta organizaciones criminales. Para subrayar la hondura de una mala racha individual, se solía decir que la suerte de tal o cual persona era tan mala que si entonces hubiera manejado un circo, los enanos le hubieran crecido. Pues bien, al Estado mexicano le ha ido tan mal en el último cuarto de siglo que, literalmente, algunos actores políticos que en el origen eran enanos, crecieron. En este caso concreto el crecimiento de tales enanos no fue resultado de ninguna mala suerte. La inversión de los papeles dominador-dominado en el México actual ha sido un resultado lógico e inevitable de decisiones políticas que se tomaron hace buen tiempo combinadas con una alta dosis de irresponsabilidad y corrupción. Son varios los ejemplos conspicuos de esos actores políticos que en su origen fueron dominados y dependieron de un poder estatal que se sirvió de ellos pero que, ahora, parecen incontrolables. En el mundo de las grandes empresas destaca, por sobre cualquier otro, el caso de Carlos Slim; en el de las corporaciones sindicales, el de la maestra Elba Esther Gordillo y su Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Entre las iglesias, la más decidida a recuperar su fuerza histórica, es la Católica. Finalmente, en el mundo del crimen organizado están los cárteles de la droga y en él las organizaciones políticas secretas, “El Yunque”. Todos esos actores y algunos más, han adquirido un poder desproporcionado en los últimos años gracias, no al supuesto cambio de régimen, sino a la debilidad del marco institucional dentro del que ahora operan.
Slim. Hasta hace poco y como bien lo hiciera notar Denise Dresser, el verdadero “innombrable” en la política mexicana no era el ex presidente Carlos Salinas, sino este poderoso empresario. Hoy, gracias a la atención que ha recibido de los medios extranjeros, ya no es el caso. Cada vez es más claro que un elemento central en la discusión sobre la naturaleza del desarrollo mexicano, sobre su modelo económico y su estructura social, es la existencia de un personaje que domina a un conjunto de empresas cuya suma de ingresos diarios se calcula en 27 millones de dólares. Y la enormidad de esa acumulación se vuelve aún más significativa por el hecho de que ocurre en un país donde el 20% de la población sobrevive con dos dólares diarios en promedio y donde la economía ha crecido en términos reales menos del 1% anual a partir de 1983. El artículo que sobre Carlos Slim publicó a principios de agosto David Luhnow en el diario que es el portavoz por excelencia de los grandes negocios mundiales, The Wall Street Jornal (WSJ) y que reprodujo Reforma, (6 de agosto), tiene una tesis tan simple como contundente para explicar el fenómeno: la persona que hoy controla más de 200 compañías y tiene una fortuna personal de 60 mil millones de dólares -que equivale al 7% del PIB mexicano-, acumuló esa riqueza “a la antigüita”, es decir, “ensamblando monopolios”, especialmente en el campo de la telefonía, donde controla el 92% de todas las líneas fijas y el 73% de las móviles. La base de la fortuna del hombre que quizá sea ya el más rico del mundo y así lo admite el WSJ, es el monopolio. No obstante, resulta que la constitución mexicana expresamente prohíbe los monopolios y le impone al Estado la obligación de evitar su surgimiento. La posición de dominio casi total en la telefonía mexicana la adquirió Slim precisamente por la decisión personal del entonces jefe del Estado: Carlos Salinas. Cuando Salinas aceleró la política de privatización de empresas estatales, lo hizo en un entorno de crisis y debilidad tanto de su Gobierno como del régimen y de todo el aparato estatal. Un resultado de lo anterior lo resume muy bien el WSJ: hoy Slim “es considerado un intocable en su país, una fuerza tan grande como el Estado mismo”.
Elba Esther. La líder actual del SNTE es otra criatura de Salinas –él fue quien la puso como la dirigente de ese sindicato en 1989 para neutralizar a Carlos Jonguitud Barrios, que era un obstáculo a su proyecto de reafirmar el control presidencial sobre toda la estructura corporativa sindical, base fundamental e imprescindible del PRI y del régimen. Al final, el proyecto salinista de reciclar por la vía neoliberal el ya muy carcomido autoritarismo priista, no funcionó. Sin embargo, Elba Esther y su grupo supieron aprovechar “magistralmente” el cambio de partido en el poder en el año 2000 para ofrecerse al nuevo poder panista como su sector corporativo, quizá una contradicción en términos doctrinales, pero no en los reales. Vicente Fox, urgido de apoyos, aceptó la alianza que le ofreció el SNTE. Poco después Felipe Calderón refrendó esa alianza en un momento crucial: cuando en vísperas de la elección presidencial de 2006 las encuestas mostraban que pese a la campaña del miedo, la oposición de izquierda encabezada por Andrés Manuel López Obrador aún podía triunfar por un pequeño margen. Fue entonces que un SNTE convertido en una auténtica máquina electoral, echó todo su peso a favor de Calderón –le ofreció medio millón de votos- y éste finalmente se alzó oficialmente con el triunfó con el 0.6% de ventaja, (Alberto Aguirre, El Universal, 12 de agosto). En la elección estatal de Baja California de ese año, la líder del SNTE repitió la operación “fiel de la balanza”. Un sindicato de maestros decidiendo el resultado de elecciones nacionales y estatales sólo se puede dar en situación de debilidad de la sociedad política.
El Yunque. Cuando en México prácticamente no había Estado –en el siglo XIX- las logias masónicas –grupos cerrados semi secretos- aparecieron como fuentes de organización y ejercicio del poder en medio del caos. Hoy, cuando la fuerza del estado ha disminuido notoriamente, una asociación católica de carácter secreto creada en Puebla en 1955, vuelve a presentarse no como un pie de nota sino como un actor importante que busca controlar, desde dentro, al Estado para, supuestamente “traer el reino de Dios en la tierra”.
En Suma. Sólo la debilidad y corrupción de la institucionalidad pueden explicar monopolios económicos fuera de control, la transformación de un sindicato de maestros en la gran maquinaria electoral y fiel de la balanza o la existencia de sociedades secretas de carácter religioso que funcionan como organismos patógenos que invaden, usan y desnaturalizan al cuerpo político mexicano.
Ni lo que teníamos ni lo que tenemos es aceptable. Ni enanos ni gigantes grotescos. El equilibrio sólo es posible dentro del Estado fuerte democrático. Ése es el único futuro mexicano viable.
Kikka Roja
Estimado amigo Lorenzo,
ResponderBorrarMe atrevo a mandarte este link de un mail enviado por otra amistad porque tiene dos temas centrales, la MERITOCRACIA y la reestructuración de nuestro méxico por la vía pacífica, ambos conceptos en los que yo confío. Ya me cansé de sentir cómo se va convirtiéndo méxico en un campo de concentración nazi. Nos han ido dejando en estado de indefensión, secuestrando nuestra esperanza y capacidad de acción. Quiero participar en un verdadero cambio, amo a mi país y estoy dispuesta a colaborar, el problema es que hasta ahora lo único que puedo hacer es crear un poco de conciencia sobre esta terrible realidad, pero necesito creer que hay esperanza en una futura acción que no logro visualizar para no sólo decirle al paciente (a mis próximos) tenemos una enfermedad terrible, y dejarlo en un total estado de confusión, sino poder decirles "...pero podemos probar este tratamiento para restaurar su salud". Lorenzo, me puedes ayudar a encontrar esa visión? te agradeceré tus comentarios.
Atte. Una admiradora de tu trabajo, tu intelecto y tu brillante y sarcático buen humor.
Mi email es verovaldesor@gmail.com