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jueves, 6 de septiembre de 2007

Guadalupe Loaeza

¡Cinco lustros!

Cumplimos 25 años de estar juntas. Se dice fácil veinte y cinco años, y sin embargo es un cuarto de siglo, lo que en lo personal me parece una eternidad.

Querida Sofía:
La semana pasada, tú y yo, cumplimos 25 años de estar juntas. Se dice fácil veinte y cinco años, y sin embargo es un cuarto de siglo, lo que en lo personal me parece una eternidad. Gracias a tus enfoques tan singulares en ese periodo he podido escribir muchos, muchos textos alrededor de temas sumamente diversos que iban de Las Niñas Bien hasta el Partenón del “Negro Durazo”; pasando por las más recientes primeras damas. ¿Te acuerdas del primero que escribimos juntas? Se publicó a fines de agosto de 1982 en el diario Uno más uno, con el título de: Con el Alma en un Hilo y trataba de la conversación telefónica entre dos señoras de Las Lomas que se quejaban amargamente de las devaluaciones que se habían dado durante el periodo de José López Portillo. Quiero decirte, Sofía, que tu mirada me ha sido fundamental y por ello siempre te viviré eternamente agradecida. Sin ella, yo no hubiera podido haber imaginado tantas y tantas cosas, especialmente, acerca de la burguesía mexicana. ¿Te acuerdas de todo lo que nos tachaban a causa de nuestras descripciones? De descastadas, traidoras de clase, incongruentes, arribistas, levanta falsos no nos bajaban. No obstante tú siempre me decías: “No hagas caso. Sigamos adelante. Lo que sucede es que sus más dignos representantes no soportan que los ‘balconeemos’ porque nosotras sí los conocemos bien”. Te confieso que había temporadas en que sí me dejaba caer y me preguntaba qué tan valioso era lo que escribíamos. ¿Te acuerdas que muchas veces te dije que lo mejor sería que nos dedicáramos a otra cosa? “Pongamos un negocio, Sofía. ¿Por qué no abrimos una chocolatería o una oficina de Relaciones Públicas, o una librería o un cafecito con música de nostalgia o, incluso, un cine club que proyectara puras películas viejas en blanco y negro?”, te decía, pero tú siempre te negabas. “¡Imposible! Seguro quebramos. Mejor sigamos con la escritura, con el periodismo que es un oficio tan noble. ¿Para qué entonces me elegiste como tu álter ego? Yo no quiero ser tu socia en un negocio. No se me dan los negocios. Lo que deseo es seguir siendo tu otro yo para que puedas escribir lo que te venga en gana. ¿Acaso no te he servido cuando has escrito cosas bien ‘gruesas’?, ¿cuántas barbaridades has llegado a poner en mi boca?, ¿cuántas veces no me has comprometido cuando has querido denunciar a un funcionario? ‘Como dice Sofía...’. ‘Ayer, me llamó Sofía y me comentó...’. ‘¡Ay, qué cosas se le ocurren a Sofía!...’, has escrito. Claro, tú quedas súper bien; en cambio yo paso por ser tu ‘supuesta amiga’ ignorante, cándida, chismosa, mensa y hasta por una mujer profundamente superficial. Okey. Está bien. No te reprocho nada. Ése fue nuestro acuerdo desde que empezaste a escribir. ‘Así lo convenimos’”, me decías. A pesar de ello, las crisis de inseguridad continuaban repitiéndose. “Ni un texto más a propósito de la gente bien”, te gritaba furiosa. Por otro lado, tengo la impresión que también a ti ya te había fatigado el tema. ¿Te acuerdas cuando te me perdiste durante varios meses y que no aparecías por ninguna parte? “¿Por qué ya no escribe sobre su amiga Sofía?”, me preguntaban algunos lectores. Te confieso que a veces me daba envidia que te extrañaran tanto. El hecho de que te echaran de menos, ¿quería decir que los otros temas que abordaba, y en donde tú no surgías, no interesaban? Entonces, no nada más te pedía ayuda en relación a los tópicos de “la gente bien”, sino que te empecé a incluir en donde hablaba de política. Curiosamente a veces te hacía pasar como la típica burguesa súper reaccionaria, para luego pintarte el corazón de amarillo como lo tienen las verdaderas perredistas. Ah, cómo se enojaban mis lectores a propósito de tus tendencias políticas. “No, Sofía no puede creer en ese pinche partido. Estoy segura que ella o es panista o es priista; pero jamás perredista”, me escribían en numerosos correos. Reconozco que nunca te pregunté por qué partido te inclinabas. ¿Pueden las álter egos actuar con independencia? Me temo que no, Sofía. Y así te lo di a entender. Al principio no te gustó mucho la idea. Pero después y con toda humildad te conformaste. La verdad es que no tenías de otra. ¡Pobrecita! Créeme que a veces te compadecía y me preguntaba: “¿y si yo, Guadalupe, fuera el álter ego de Sofía?, ¿qué papel me daría?”. Con todo respeto, mi querida, Sofía, no me gustaría ser tu álter ego. Temo que te vengarías muy feo y me pondrías en situaciones patéticas y muy pueriles. Sí, sí... ya sé... que yo lo he hecho contigo... y aunque no lo creas, me arrepiento. Es cierto, he abusado de ti a más no poder a lo largo de más de dos décadas. Pero por otro lado, te he hecho famosa, eres como la Claudine de Colette y el Sherlock Holmes de Conan Doyle, mis lectores no nada más te quieren, hasta te extrañan...

No, no, Sofía, no te puedes quejar. Te he incluido en cuentos, en mi primera novela, en centenas y centenas de textos y hasta en conversaciones con mis amigas. Eres, ¡la gran Sofía!, cuyo nombre además de significar “sabiduría” está nuevamente de moda. ¿No has escuchado últimamente un comercial creo que de celulares cuya protagonista se llama precisamente como tú? Lo que haré de ahora en adelante es describirte mucho más sensata y prudente. Te prometo que te haré pasar por una mujer mucho más madura y tolerante. ¿Te gusta la idea? Además, no te olvides que tenemos la misma edad y que ninguna de las dos podemos ocultar la cruz de nuestra parroquia. Es decir que aunque tú y yo lleguemos hasta los 105 años, seguiremos siendo las eternas “niñas bien”.

Bueno, Sofía, te dejo, no sin felicitarte una vez más por nuestros 25 años de convivencia profesional. Creo que tú y yo no nos vamos a separar jamás. Tenemos una relación simbiótica; estamos más unidas que un par de siamesas. No te olvides que juntas hemos crecido (ya no nos cocemos al primer hervor), hemos enfrentado muchos embates y miles de correos agresivos, pero también nos podemos sentir muy orgullosas de nuestro trabajo. Siempre, siempre hemos “dado cumplimiento”, como decían las señoras de antes; a ninguna de las dos nos gusta fallar y hemos procurado ser muy honestas y genuinas. Y una cosa más, muy importante, jamás hemos hecho concesiones. Lo que pensábamos hace 25 años, lo seguimos pensando hoy en día. Es decir, que si juntas leemos nuestro primer texto y uno de los más recientes veremos que “genio y figura hasta la sepultura”.

Gracias por todo, Sofía. GL.

gloaeza@yahoo.com
Felices 25 años !!

Kikka Roja

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