Ebrard, sin grandeza áLVARO DELGADO MÉXICO, DF, 8 de diciembre (apro).- En medio de una fauna de gobernantes frívolos, ineptos, demagogos, ladrones y criminales --lastimar derechos humanos y tolerar homicidios como en Puebla, Oaxaca, Coahuila y Chiapas son crímenes--, parecía que el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, podría haber despuntado como un mandatario distinto y distinguible, y por tanto aspirante legítimo a ser presidente de la República. Comentarios: delgado@proceso.com.mxPero dos años de ejercicio de gobierno, que se cumplieron el viernes 5, son suficientes para concluir que Ebrard no sólo no ha logrado articular un proyecto sólido para la capital de la República --cargo al que llegó a pesar de la multimillonaria campaña que le hizo el banquero Roberto Hernández a Demetrio Sodi--, sino que padece el mismo mal que los prospectos de los otros partidos políticos a suceder a Felipe Calderón: el coqueteo con los factores de poder --y no con la sociedad-- para recibir su venia. Puede parecer, en efecto, que un tercio de la gestión gubernamental hace prematuro llegar a tal concusión, pero hay una multiplicidad de signos, algunos de ellos alarmantes, sobre la falta de empaque -o de plano desarticulación-- de un gobierno que ofreció ser, si no de izquierda, al menos no tan depredador de la sociedad como los de signo panista, priista y aun perredista, como los de Guerrero y Chiapas. El exhibicionismo de Ebrard en programas de farándula de las cadenas de televisión, que se han traducido en una popularidad ficticia por transitoria, y las mentiras que exhibió el diario Reforma por la alteración de contratos en materia de difusión, de suyo elevados, son los casos más recientes de un gobierno que, como el de Calderón, no da muestras de grandeza. De hecho, y a manera de otro prócer de la derecha, Vicente Fox, a menudo confunde lo grande con lo grandote, como la pistota de hielo para patinar y el arbolote de Navidad, aunque no hay que olvidar que --a seis meses de iniciado su gobierno-- pretendió prohibir la magna concentración de hombres y mujeres desnudos ante la lente de Spencer Tunick. Tampoco se debe olvidar que, mientras públicamente proclamaba repudiar a Calderón, en privado había pactado con el gobierno "espurio" dejarle libre el Zócalo para el Grito de Independencia y hacer una "verbena" del gobierno capitalino en el Ángel de la Independencia, para de esa manera acorralar a los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador. El truque de aceptar el Ángel, emblema del partido de la derecha, a cambio de ceder el Zócalo, símbolo de los movimientos de izquierda, se frustró, y Ebrard tuvo que retardar su distanciamiento con López Obrador, al que a veces parece renunciar porque no ignora que, aunque sea arropado por Los Chuchos que se han apoderado de lo que queda del Partido de la Revolución Democrática (PRD), no le garantizan más que la derrota. Pero, salvo la convocatoria que encabezó para celebrar la consulta sobre la reforma a Petróleos Mexicanos (Pemex), Ebrard ha sido más bien conservador, sino es que apocado, en materia política, si bien en los programas de televisión ha dado muestras de audacia, como impartir recetas de cocina y hornear galletitas. Ha sido, por recomendación de Rudolf Giulliani, un gobierno de mano dura, como se acreditó en la represión policiaca que condujo a la muerte de 12 personas, la mayoría jóvenes, en la discoteca News Divine, en junio, cuando --no hay que olvidarlo-- ofreció una política articulada de atención a los jóvenes que no existe. Ese mismo talante lo exhibió el jefe de la policía capitalina, Manuel Mondragón y Kalb, al declarar que si por él fuera sacaría a patadas a los manifestantes del Movimiento de los 400 Pueblos, y al expresar también un racismo deleznable en cualquier autoridad, sobre todo de un gobierno que se dice de izquierda. Otra muestra de los alcances del gobierno de Ebrard es la demanda del oficial mayor, Ramón Montaño, quien se pronunció por derogar la Ley de Austeridad, promulgada por López Obrador, porque "atora" el ejercicio presupuestal. En realidad, ya se sabe para qué quiere no el oficial mayor, sino Ebrard, la derogación de esa normatividad: para hacer lo que sea necesario en el proyecto de lanzarse como candidato presidencial en el 2012. Y por eso no sólo destina abundante presupuesto en materia de difusión, que ya se ve que altera para evitar escándalos, sino asume las mismas posturas de los priistas Enrique Peña Nieto y Humberto Moreira, así como los panistas Marco Antonio Adame, Juan Manuel Oliva, Emilio González Márquez, aspirantes todos a la Presidencia de la República, para congraciarse con los factores de poder. Ya se sabe que Los Chuchos le han ofrecido a Ebrard hacerlo candidato presidencial, pero debería preguntarse por qué ofrecen exactamente lo mismo a Juan Ramón de la Fuente, exrector de la UNAM. Es sabido, también, que goza de la simpatía de la cacique Elba Esther Gordillo y de empresarios que lo ven como parte de la "izquierda moderna", pero quizá debería reflexionar si lo que hay detrás de tales alientos es, en realidad, una mascarada para quitar de en medio a quien ven como el enemigo a vencer, a López Obrador. Pero más aún: si en el hipotético caso que con tales apoyos, no los de la sociedad, conquista la Presidencia de la República, ¿qué podría hacer para México? Sólo un Calderón más. Apuntes Este domingo 7 los panistas celebraron elecciones en San Luis Potosí para "elegir" a su candidato a la gubernatura. En realidad, lo que se materializó fue la imposición, desde el gobierno federal y la dirigencia nacional del PAN, de Alejandro Zapata Perogordo sobre el también senador Eugenio Govea. El "cochinero", claro, quedará impune. |
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