Horizonte político
José A. Crespo
De propaganda, interrupciones y “confusiones”
La Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), desde el año pasado había consultado al IFE sobre si la difusión obligatoria de los spots de los partidos y de las autoridades electorales no afectaría la continuidad de ciertos eventos transmitidos. El IFE le dejó en claro que no, que lo único que la ley estipula es la cantidad de tiempo destinado a esos mensajes (tres minutos por hora), a partir del 31 de enero y dentro del horario hábil (pues, antes, la mayor parte de los mensajes de los partidos con tiempo oficial se transmitían a las tres de la mañana). No había entonces lugar a la confusión en que presuntamente incurrieron los consorcios televisivos al interrumpir los eventos transmitidos para cumplir con la instrucción legal del IFE. Es verdad que hay eventos deportivos o culturales que tienen una duración superior a la hora y que, por tanto, tendrían que interrumpirse para cumplir estrictamente con la emisión de tres minutos cada hora. En tal caso, y para no importunar a la audiencia y no generarle mayor animadversión hacia los procesos electorales, sería recomendable flexibilizar los criterios. También es cierto que los 23 millones de spots programados constituyen una locura y debieran reducirse dramáticamente (y dar paso a espacios de reflexión y debate entre partidos y candidatos).
La CIRT aclara que fue necesaria dicha interrupción, pues los tiempos comerciales habían sido ya vendidos previamente, y que apenas dos semanas antes el IFE distribuyó la pauta partidaria (el Instituto asegura que la envió hace un mes). Pero las televisoras no ignoraban la obligación de dedicar tres minutos por hora de tiempos oficiales a partir de las precampañas, pudiendo reservarlos de antemano para no interrumpir la transmisión de eventos de gran audiencia. No se requiere, pues, ser genio para inferir la verdadera intención del duopolio televisivo: provocar la irritación de los aficionados y dirigirla contra el IFE y la reforma electoral. Eso, como estrategia para hacer fracasar la reforma y echarla abajo antes de la elección presidencial de 2012, en abierto desafío a las instituciones (y luego se sorprenden y se quejan de que el Peje las mande al diablo). Expectativa ahora fortalecida por la declaración del senador Manlio Fabio Beltrones en el sentido de que “todo lo que no funcione hacia 2009 conforme a las nuevas reglas electorales, habremos de corregirlo rumbo a 2012; esperemos a observar hasta dónde fuimos insuficientes y hasta dónde fuimos efectivos, y con esto saquemos nuestras conclusiones rumbo a una elección mucho más importante, que es la federal” (02/feb/09). Los partidos en general, una vez aprobada la controvertida reforma y seguramente para apaciguar la “ira de los dioses” (es decir, de los consorcios mediáticos), la han dejado a la deriva, pues ni siquiera han legislado varios reglamentos y leyes secundarias para su debida aplicación y han transferido al IFE esa responsabilidad. Pese a las aclaraciones del Instituto, éste queda en desventaja frente al embate de las televisoras. ¿Cuántos de quienes veían el Súper Tazón notaron después el desplegado del IFE en la prensa? Los que no lo hicieron (seguramente la abrumadora mayoría), se quedarán con la idea de que la molesta interrupción fue responsabilidad del IFE y de la ley electoral.
Es cierto también que al Instituto le faltó agilidad para anticiparse a la zancadilla que le pusieron las televisoras, pues desde el viernes Televisión Azteca avisó en su noticiario nocturno que tendrían que interrumpirse eventos importantes para cumplir con la ley electoral, de acuerdo con las instrucciones del IFE. Éste debió tomar nota de ese aviso, y el sábado en la mañana enviar a todos los medios electrónicos la aclaración de que no había tal instrucción ni que la ley la obligaba. Es posible que el personal del Instituto ya estuviera gozando del puente vacacional… en pleno año electoral, en el cual se consideran todos los días como potencialmente hábiles.La falta de agilidad en la reacción del IFE constata su carácter de elefante blanco, no precisamente muy eficaz, pero sí muy caro (el sistema electoral y de partidos, sólo a nivel federal, absorberá más de mil millones de pesos cada mes durante este año, incluido el millonario financiamiento a los institutos políticos). Queda por ver si las televisoras incurrieron en falta legal o administrativa —más allá de haber engañado a su audiencia—, pues el artículo 350 del Cofipe prohíbe a los medios “la manipulación, superposición de la propaganda electoral… con el fin de alterar o distorsionar su sentido original o denigrar a las instituciones, a los propios partidos o candidatos”. En cuyo caso, ¿el Instituto Federal Electoral actuará o se quedará pasmado, como en más de una ocasión lo hizo bajo la presidencia de Luis Carlos Ugalde?
Muestrario. Mientras tanto, Vicente Fox confesó que durante su sexenio no gobernó, sino alguien a quien encargó el despacho mientras él se dedicaba a hacer campaña por el PAN. Muchos sospechan que ese alguien era la otra mitad de la pareja presidencial, dado que Fox modificó el precepto constitucional que determina que el Ejecutivo recae en una sola persona. Ese segundo componente del Ejecutivo aprovechó su probable encargo en Los Pinos para favorecer el enriquecimiento de su familia. Fox conmina —de seguro inconscientemente— a los alcaldes panistas a cometer conductas ilícitas, pues hacer campaña en horas de oficina está explícitamente prohibido. Mientras más habla Fox y más confesiones hace, mayor presión se genera en la opinión pública sobre Felipe Calderón. ¿Por qué no ha llamado a cuentas a Fox o a su inenarrable esposa y sus rapaces vástagos? ¿Qué le debe Felipe a Fox o qué le sabe Fox a él?, se preguntan, legítimamente, muchos ciudadanos.
La CIRT aclara que fue necesaria dicha interrupción, pues los tiempos comerciales habían sido ya vendidos previamente, y que apenas dos semanas antes el IFE distribuyó la pauta partidaria (el Instituto asegura que la envió hace un mes). Pero las televisoras no ignoraban la obligación de dedicar tres minutos por hora de tiempos oficiales a partir de las precampañas, pudiendo reservarlos de antemano para no interrumpir la transmisión de eventos de gran audiencia. No se requiere, pues, ser genio para inferir la verdadera intención del duopolio televisivo: provocar la irritación de los aficionados y dirigirla contra el IFE y la reforma electoral. Eso, como estrategia para hacer fracasar la reforma y echarla abajo antes de la elección presidencial de 2012, en abierto desafío a las instituciones (y luego se sorprenden y se quejan de que el Peje las mande al diablo). Expectativa ahora fortalecida por la declaración del senador Manlio Fabio Beltrones en el sentido de que “todo lo que no funcione hacia 2009 conforme a las nuevas reglas electorales, habremos de corregirlo rumbo a 2012; esperemos a observar hasta dónde fuimos insuficientes y hasta dónde fuimos efectivos, y con esto saquemos nuestras conclusiones rumbo a una elección mucho más importante, que es la federal” (02/feb/09). Los partidos en general, una vez aprobada la controvertida reforma y seguramente para apaciguar la “ira de los dioses” (es decir, de los consorcios mediáticos), la han dejado a la deriva, pues ni siquiera han legislado varios reglamentos y leyes secundarias para su debida aplicación y han transferido al IFE esa responsabilidad. Pese a las aclaraciones del Instituto, éste queda en desventaja frente al embate de las televisoras. ¿Cuántos de quienes veían el Súper Tazón notaron después el desplegado del IFE en la prensa? Los que no lo hicieron (seguramente la abrumadora mayoría), se quedarán con la idea de que la molesta interrupción fue responsabilidad del IFE y de la ley electoral.
Es cierto también que al Instituto le faltó agilidad para anticiparse a la zancadilla que le pusieron las televisoras, pues desde el viernes Televisión Azteca avisó en su noticiario nocturno que tendrían que interrumpirse eventos importantes para cumplir con la ley electoral, de acuerdo con las instrucciones del IFE. Éste debió tomar nota de ese aviso, y el sábado en la mañana enviar a todos los medios electrónicos la aclaración de que no había tal instrucción ni que la ley la obligaba. Es posible que el personal del Instituto ya estuviera gozando del puente vacacional… en pleno año electoral, en el cual se consideran todos los días como potencialmente hábiles.La falta de agilidad en la reacción del IFE constata su carácter de elefante blanco, no precisamente muy eficaz, pero sí muy caro (el sistema electoral y de partidos, sólo a nivel federal, absorberá más de mil millones de pesos cada mes durante este año, incluido el millonario financiamiento a los institutos políticos). Queda por ver si las televisoras incurrieron en falta legal o administrativa —más allá de haber engañado a su audiencia—, pues el artículo 350 del Cofipe prohíbe a los medios “la manipulación, superposición de la propaganda electoral… con el fin de alterar o distorsionar su sentido original o denigrar a las instituciones, a los propios partidos o candidatos”. En cuyo caso, ¿el Instituto Federal Electoral actuará o se quedará pasmado, como en más de una ocasión lo hizo bajo la presidencia de Luis Carlos Ugalde?
Muestrario. Mientras tanto, Vicente Fox confesó que durante su sexenio no gobernó, sino alguien a quien encargó el despacho mientras él se dedicaba a hacer campaña por el PAN. Muchos sospechan que ese alguien era la otra mitad de la pareja presidencial, dado que Fox modificó el precepto constitucional que determina que el Ejecutivo recae en una sola persona. Ese segundo componente del Ejecutivo aprovechó su probable encargo en Los Pinos para favorecer el enriquecimiento de su familia. Fox conmina —de seguro inconscientemente— a los alcaldes panistas a cometer conductas ilícitas, pues hacer campaña en horas de oficina está explícitamente prohibido. Mientras más habla Fox y más confesiones hace, mayor presión se genera en la opinión pública sobre Felipe Calderón. ¿Por qué no ha llamado a cuentas a Fox o a su inenarrable esposa y sus rapaces vástagos? ¿Qué le debe Felipe a Fox o qué le sabe Fox a él?, se preguntan, legítimamente, muchos ciudadanos.
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