Para los sin tierra de Brasil, la crisis trae esperanza Los líderes del mayor movimiento de reforma agraria del mundo ven la crisis como una oportunidad de vigorizar su batalla contra las grandes compañías, a las que culpan por perpetuar una distribución desigual de la tierra. Reuters Publicado: 09/02/2009 13:09 Asentamiento 17 de abril. Ozano dos Santos admite saber poco sobre la crisis económica mundial, más allá de datos aislados de las noticias de la televisión brasileña y de conversaciones en su pequeño bar. Sin embargo, presiente que podría ser algo bueno para el movimiento al que se refiere como su "padre". "Esto nos dará más fuerza", afirmó Santos, quien se unió al Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) a mediados de la década de 1990 y es uno de los miles que se sumaron a una dura lucha por la tierra, que el mes pasado cumplió 25 años. En el asentamiento 17 de abril, en el estado amazónico de Para, al noreste del país, Santos administra su pequeño bar por las noches y trabaja su tierra junto a otras 700 familias. "Vemos que las grandes compañías están despidiendo gente y lo único que puede ocurrir es que estos trabajadores ingresen al movimiento y luchen por la tierra", aseveró Santos. La opinión de Santos resuena entre los líderes del mayor movimiento de reforma agraria del mundo, quienes ven la crisis como una oportunidad de vigorizar su batalla contra las grandes compañías, a las que culpan por perpetuar una distribución desigual de la tierra. Pero con 25 años, el grupo que antes fue considerado el movimiento social más importante del mundo y que ganó tierras para cientos de miles de personas en Brasil, está mostrando signos de madurez. Algunos consideran que ha perdido su rumbo, ya que ha expandido su lucha a las grandes corporaciones y se ha apegado a una ideología de base leninista, que tiene poca resonancia clara en Brasil. Sus esperanzas de que el presidente Luiz Inacio Lula da Silva apresure la reforma agraria se estrellaron, ya que las redistribuciones de tierras por parte del gobierno se han detenido casi por completo en el segundo mandato de Lula, que comenzó en 2007. El grupo dice que el mandatario ha tomado cada vez más partido por las grandes compañías y la expansión agrícola. En tanto, el programa de Lula de bonos para las familias ha hecho enormes incursiones en la pobreza rural, que avivó la lucha del MST y lo convirtió en gran fuera de la década pasada. Lenta reforma Usando la estrategia de enviar cientos de activistas para ocupar tierras por la fuerza, el MST dice que ha ubicado a 350 mil familias desde que los campesinos montaron su primera operación en 1984 en el sur del estado Rio Grande do Sul. En total, más de un millón de familias han sido ubicadas desde la década de 1990, ayudando a corregir una de las distribuciones de tierra más desiguales del mundo. Pero el número de personas ubicadas ha estado disminuyendo desde 2006 y el MST estima que llegó a un piso de sólo 20 mil familias en 2008. La desaceleración también se debe a la modernización agrícola que ha reducido marcadamente la demanda de una reforma agraria, dijo Zander Navarro, un sociólogo brasileño que solía estar involucrado en la lucha del MST. "Ya no hay una significativa demanda social por la tierra", indicó Navarro, agregando que el noreste del país es una excepción. Aseguró que en los últimos años aquella tendencia había conducido al MST a ampliar su lucha para incluir su oposición al pacto comercial NAFTA, a los cultivos genéticamente modificados y a acciones contra las grandes firmas, alienando a muchos que simpatizaban con su causa por la tierra. En abril, miles de activistas del MST invadieron los complejos de compañías, cortaron caminos y realizaron marchas. La falta de identidad legal del movimiento es una fuente de frustración para granjeros y comerciantes, quienes dicen que a menudo se sale con las suyas en hechos de vandalismo. "En lo que a mí respecta, son sólo ladrones y rateros", dijo Peter Bodman-Morris, un empresario británico cuya finca de uvas en Bahía fue invadida por 150 familias del MST en 2006. Asegura haber perdido inversiones por 3 millones de dólares y ha sido incapaz de llevar a la organización ante la justicia. En palabras de Joao Pedro Stedile, un fundador del MST es considerado como su fuerza intelectual: "Si quisiéramos popularidad, fundaríamos una banda de rock". "Los terratenientes devinieron en capitalistas modernos (...) quienes se aliaron con multinacionales, dijo a periodistas el mes pasado en Para. "Los tiempos de crisis muestran que esto no funciona y entonces la crisis nos ofrecerá la posibilidad de ampliar y defender la reforma agraria popular", agregó. Hambre de tierra La crisis ha enfriado gran parte del auge agrícola exportador de Brasil de los últimos años. El MST espera que la caída de los precios de materias primas deje más tierras improductivas para ser ocupadas. Pero Navarro dijo que la crisis no ayudaría mucho al MST porque los niveles de productividad habían aumentado y Lula se ha negado a firmar un decreto que abriría el camino para una mayor redistribución. El sur del estado de Para, una región cuya economía está dominada por la gran agroindustria y minera Vale, está al frente de la batalla anticorporativa del MST. En un recorrido de la región organizado por el MST a fines del mes pasado, las críticas de los activistas contra las compañías se concentraban mayormente en su impacto ambiental. La región tiene unos 500 asentamientos, entre las mayores concentraciones en el país, pero la demanda de reforma sigue siendo fuerte. En Parauapebas, con una economía dominada por la mina de hierro de Vale, los trenes llevan de 60 a 70 familias por semana desde el empobrecido estado vecino de Maranhao. Muchos no logran encontrar trabajo y terminan acampando a la espera de tierra, según un funcionario de la ciudad. Pero las esperanzas de nuevas reformas agrarias son cada vez menores. Sólo se han creado tres asentamientos en la región del sur de Para desde 2002, según informó el MST. En Palmares, un asentamiento de unos 2 mil ranchos, los líderes del movimiento inauguraron el mes pasado la cancha de futbol Che Guevara al sonido de fuegos artificiales. A cinco minutos a pie desde las celebraciones, Catia Fernandes de 29 años estaba sentada junto a su hermana cuidando de sus cuatro hijos. Separada del padre, dijo que no había trabajo y que la pobre atención médica en el asentamiento y una serie de asesinatos la habían convencido de irse lo más pronto posible. Por decisión del MST, la comunidad no tiene presencia policial. "Aquí pasan las semanas sin que aparezca un doctor", sostuvo. "Quiero irme cuando pueda casarme", agregó. |
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