11-Mar-2009 Horizonte político José A. Crespo Historia del PRI… según el PRI Los países, las regiones y los regímenes políticos configuran una historia a modo, una que convenga a sus respectivos intereses políticos, a proteger o reivindicar su imagen pública. Se trata de una “historia de bronce”, donde desaparecen o se minimizan los errores y abusos, en tanto que se magnifican —o incluso se inventan— épicas heroicas y asombrosas proezas. Los partidos también construyen su propia historia oficial (definida por Napoleón como “una sencilla fábula que todos hemos aceptado”). Por ejemplo, Pol Pot, asesino de millones de disidentes y “líder nato” del Partido Comunista de Camboya, instruyó a sus correligionarios: “Debemos dar una imagen pura y perfecta de la historia del partido”. Aspectos importantes de la historia del PRI desde su fundación misma, ayudan a entender por qué ese muerto sigue gozando de cabal salud. Desde su famoso discurso de 1928, Plutarco E. Calles convocó a la oposición a promover su ideario y luchar por el poder mediante la vía partidaria y la electoral. El PRI no podía ser partido único —como el soviético, el nazi o el fascista— porque los estadunidenses no hubieran permitido semejante régimen en su traspatio. Para dar su reconocimiento a los gobiernos mexicanos, siempre exigieron que al menos se mantuviera un formato democrático, aunque en los hechos no se aplicase. Esa simulación implicaba permitir el registro a partidos opositores, lo cual irónicamente le daría al régimen y su partido una organización relativamente más flexible y adaptable que la respectiva a los regímenes de partido único o a las dictaduras militares. La dinámica hegemónica le permitió al PRI descansar menos en la represión y más en la cooptación. Por lo cual su pasado, aunque oscuro, es menos denso que el de los partidos únicos o las dictaduras militares. La represión en tiempos del PRI fue selectiva, no masiva, por lo cual su eventual retorno al poder (algo nada seguro pero tampoco descabellado) sería visto como más aceptable —o al menos tolerable— por muchos ciudadanos de lo que sería, por ejemplo, el regreso al poder de los comunistas soviéticos o los militares sudamericanos. Al celebrar su 80 aniversario, Beatriz Paredes convocó a sus correligionarios a escribir su propia historia. Aceptó que en el pasado el PRI cometió algunos errorcillos por ahí, nada significativo, que además ya corrigió (¿?). Afirma que el saldo de su larga dominación fue claramente positivo. Pero el balance que hacen los priistas en vísperas del Centenario de la Revolución recuerda al fantasioso corte de caja que hizo Porfirio Díaz en el Centenario de la Independencia: “El pueblo de México, con vigoroso empuje y lúcido criterio, ha pasado de la anarquía a la paz, de la miseria a la riqueza (y) del desprestigio al crédito”. Eso, a unas semanas de que estallara la primera revolución social del siglo XX. La dirigente nacional del tricolor ofrece que, de regresar el PRI al poder, se adaptarán los ideales de la Revolución para construir una nueva gobernabilidad democrática en el siglo XXI. El PRI logró, es cierto, instaurar una firme y prolongada gobernabilidad, aunque de carácter autoritario, no de corte democrático como la que ahora promete ese partido. ¿Podrá y querrá el tricolor construir ahora una gobernabilidad democrática? Eso no queda nada claro, sobre todo al ver quiénes siguen encabezando ese partido. La gerontocracia tricolor continúa manejando las riendas del PRI, y sus jóvenes promesas (los llamados “bebesaurios”) no son sino émulos de sus mentores, quienes los han llevado de la mano a elevados cargos de poder, sabedores de que la ciudadanía premia en las urnas caras nuevas, así sean de engañosa frescura. Se trata de un PRI que preserva la impunidad de sus militantes, incluso de los menos presentables, arguyendo que los demás partidos hacen lo propio. ¿Ese es el nuevo compromiso democrático que hace el PRI con la ciudadanía? Por eso resulta al menos dudoso que ese partido quiera y pueda encabezar la democratización. Como bien dijo Paredes, ni siquiera los promotores históricos de la democracia lo hicieron al arribar al poder. Paredes identifica a los panistas como “los que perdieron la Revolución”. El PAN podría argüir que también fue resultado de una parte del programa revolucionario: el ideal democrático-electoral de Francisco Madero. Pero hoy no pueden alegar eso con autoridad moral y de manera convincente. En cambio, sí el blanquiazul sí se ha empeñado en aplicar la parte que más lo acerca al conservadurismo decimonónico: su añejo moralismo social y su desprecio por el Estado laico. Niega Paredes que el eventual retorno del tricolor al poder signifique un regreso al pasado, pues: “Si hay un partido que ha evidenciado su aptitud de regeneración ante las nuevas circunstancias… ese es el PRI”. Nadie, es cierto, puede dudar de su asombrosa capacidad de adaptación. Esa ha sido su virtud política más notable desde que se fundó. Pero, paradójicamente, si las encuestas lo ubican ahora en primer lugar, es sobre todo porque muchos ciudadanos quieren regresar a un pasado de orden y gobernabilidad, pues sienten que eso se ha puesto en riesgo bajo los gobiernos del PAN. Al constatar la ineptitud de los gobiernos panistas y la rijosidad del PRD, así como la polarizada confrontación entre esos dos rivales, muchos parecieran resignados a que la democratización no fue sino un bonito sueño de opio, del cual estamos despertando amargamente (para descubrir que el dinosaurio seguía ahí). Por ello, el voto mayoritario por el PRI —no estará ahí el mío—, principalmente, de ocurrir en 2012 (lo que no puede garantizarse pero tampoco desecharse), habría que entenderlo menos como una nueva esperanza democratizadora y más como una resignada abdicación a ese empeño. |
kikka-roja.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentarios. HOLA! deja tu mensaje ...