José A. Crespo
Deslinde del foxismo
El ex presidente Vicente Fox muy pronto salió a deslindarse de los pésimos resultados para su partido, en una carta enviada a Excélsior. Una cosa es Felipe Calderón, afirma, y otra muy distinta el propio Fox. Cierto, pero lo difícil es saber cuál será peor. Fox despliega una serie de indicadores de índole económica y social que, evidentemente, valora muy bien. Sin eximir de responsabilidad a Calderón, éste ha tenido más mala estrella que Fox, con la crisis económica y la dramática reducción de los precios de petróleo y de las remesas provenientes de Estados Unidos. Con esos indicadores al alza durante el gobierno del Fox, pudo y debió entregar mejores cuentas. Pero la razón fundamental para elegir a Fox fue el cambio de régimen político; esa fue su principal oferta del año 2000, misma que sacrificó por buscar, fallidamente, las reformas económicas estructurales, con ayuda del PRI.
Por su parte, otro foxista de primera línea, hizo su respectivo deslinde. Se trata de Santiago Creel, quien, en una carta dirigida a los panistas, hace un juicio severo del comportamiento y las omisiones de su partido desde el poder (12/VII/09). En lo que se ve como un intento de su corriente por influir o recuperar la dirigencia de Acción Nacional, asegura que “el PAN salió a competir con una identidad deslavada. Esa mística originaria que hacía que Acción Nacional fuera espejo de sí mismo se fue perdiendo, al punto de que, hoy, a los ciudadanos les cuesta trabajo saber cuáles son las causas y qué defiende Acción Nacional”. Cierto, pero es peor que eso: la gente parece saber que lo que defiende ese partido es lo mismo que el PRI: el poder por el poder mismo, acompañado por las oportunidades para el enriquecimiento ilícito y los acuerdos de impunidad. Pero la claudicación democrática del PAN no ocurrió con Calderón: con claridad tuvo lugar desde el gobierno de Fox, de quien Creel fue pieza clave.
Afirma también el hoy senador que “es hora de enarbolar las banderas que nos concilien con nuestros valores y con nuestros principios y, también, con los ciudadanos que han confiado en nosotros”. Entonces, la mejor receta para ello es regresar a la oposición, pues fue desde ahí cuando el PAN enarboló con cierta congruencia esos principios históricos. Claro que, de regresar ese partido a la oposición, difícilmente su tradicional discurso democrático gozará de alguna credibilidad: ya vimos cómo es el PAN desde el poder. Muy pronto enseñó el verdadero cobre del que estaba hecho. Tiene razón Creel cuando reclama que “el viejo sistema autoritario sigue vigente con plena fuerza” y se lamenta de que “los panistas no hayan sabido combatir, con inteligencia, al viejo régimen”. Así es, pero el primer responsable de ello fueron Fox y su equipo, incluido el ex secretario de Gobernación, quien se opuso a llamar a cuentas a algunos peces gordos del priismo, pues pronto abandonó la oferta de democratizar el régimen político por el de profundizar el modelo económico. Para lo cual era imprescindible contar con el respaldo del PRI en el Congreso, lo que era incompatible con el fin de la tradicional impunidad y con trastocar algunos de los pilares del autoritarismo priista. Y Creel tuvo un papel decisivo en empujar esa línea de acción frente a quienes, dentro del foxismo, impulsaban lo de llamar a cuentas a algunos peces gordos de la corrupción priista.
Se queja también Creel de que “se ha protegido a gobernadores que cometieron actos que el más elemental sentido de ética y de congruencia nos debió obligar a repudiar y, por todos los medios, juzgarlos políticamente”. Así es, sin duda. Pero resulta que algunos de los gobernadores priistas que cometieron abusos y trapacerías y hoy ganan carro completo para su partido, infringieron la ley justo durante el gobierno de Fox. ¿Quién era el Presidente cuando supimos de la insultante corrupción de Arturo Montiel, cuando Ulises Ruiz recurrió a pistoleros y sicarios y provocó muertes y abusos, cuando Mario Marín usó la justicia de su estado para pagar favores políticos y atentó contra la libertad de expresión y los derechos humanos elementales? Exacto: fue Fox (lo que desde luego no exime a Calderón de tampoco haber llamado a cuentas a absolutamente nadie, a ningún corrupto del PRI o del gobierno foxista).
También se queja Creel de que “hemos dejado en manos de una dirigencia sindical antidemocrática el instrumento más importante para combatir la desigualdad social: la educación. No nos ha bastado mantener una relación institucional con la dirigencia de ese sindicato, sino que además hemos permitido que se entrometa en la propia SEP y que además utilizando su fuerza corporativa del viejo régimen, nos ayuden a ganar unas elecciones”. Creel reconoce con esto la cuestionable intervención corporativa de la maestra Gordillo en el triunfo de Calderón. Pero esa alianza non sancta se fraguó también durante el foxismo, y de no ser porque Creel perdió las primarias del PAN frente a Calderón, él hubiera sido el candidato de la maestra. También se queja de que “algunos medios electrónicos de comunicación construyan y destruyan candidatos y desequilibren las condiciones de equidad en las elecciones”. ¿No fue él quien aceptó sin chistar los acuerdos de Marta Sahagún con Televisa? ¿No favoreció él a esa empresa con permisos de juegos y sorteos a cambio de promoción electoral? Finalmente, Creel dice que “es tiempo de sacudir y romper los amarres del viejo régimen”. Ahora, tras su debacle, el PAN no podrá hacer lo que debió hacer desde 2000. El PAN perdió su oportunidad histórica para encabezar y dirigir la democratización del país. El diagnóstico que hace Creel sobre lo que sucedió con su partido es correcto. Pero ni él ni Fox tienen la autoridad moral para reclamarlo, pues fueron los primeros y principales responsables de la defección que el PAN hizo, desde el gobierno, de su compromiso democrático.
kikka-roja.blogspot.com/
Por su parte, otro foxista de primera línea, hizo su respectivo deslinde. Se trata de Santiago Creel, quien, en una carta dirigida a los panistas, hace un juicio severo del comportamiento y las omisiones de su partido desde el poder (12/VII/09). En lo que se ve como un intento de su corriente por influir o recuperar la dirigencia de Acción Nacional, asegura que “el PAN salió a competir con una identidad deslavada. Esa mística originaria que hacía que Acción Nacional fuera espejo de sí mismo se fue perdiendo, al punto de que, hoy, a los ciudadanos les cuesta trabajo saber cuáles son las causas y qué defiende Acción Nacional”. Cierto, pero es peor que eso: la gente parece saber que lo que defiende ese partido es lo mismo que el PRI: el poder por el poder mismo, acompañado por las oportunidades para el enriquecimiento ilícito y los acuerdos de impunidad. Pero la claudicación democrática del PAN no ocurrió con Calderón: con claridad tuvo lugar desde el gobierno de Fox, de quien Creel fue pieza clave.
Afirma también el hoy senador que “es hora de enarbolar las banderas que nos concilien con nuestros valores y con nuestros principios y, también, con los ciudadanos que han confiado en nosotros”. Entonces, la mejor receta para ello es regresar a la oposición, pues fue desde ahí cuando el PAN enarboló con cierta congruencia esos principios históricos. Claro que, de regresar ese partido a la oposición, difícilmente su tradicional discurso democrático gozará de alguna credibilidad: ya vimos cómo es el PAN desde el poder. Muy pronto enseñó el verdadero cobre del que estaba hecho. Tiene razón Creel cuando reclama que “el viejo sistema autoritario sigue vigente con plena fuerza” y se lamenta de que “los panistas no hayan sabido combatir, con inteligencia, al viejo régimen”. Así es, pero el primer responsable de ello fueron Fox y su equipo, incluido el ex secretario de Gobernación, quien se opuso a llamar a cuentas a algunos peces gordos del priismo, pues pronto abandonó la oferta de democratizar el régimen político por el de profundizar el modelo económico. Para lo cual era imprescindible contar con el respaldo del PRI en el Congreso, lo que era incompatible con el fin de la tradicional impunidad y con trastocar algunos de los pilares del autoritarismo priista. Y Creel tuvo un papel decisivo en empujar esa línea de acción frente a quienes, dentro del foxismo, impulsaban lo de llamar a cuentas a algunos peces gordos de la corrupción priista.
Se queja también Creel de que “se ha protegido a gobernadores que cometieron actos que el más elemental sentido de ética y de congruencia nos debió obligar a repudiar y, por todos los medios, juzgarlos políticamente”. Así es, sin duda. Pero resulta que algunos de los gobernadores priistas que cometieron abusos y trapacerías y hoy ganan carro completo para su partido, infringieron la ley justo durante el gobierno de Fox. ¿Quién era el Presidente cuando supimos de la insultante corrupción de Arturo Montiel, cuando Ulises Ruiz recurrió a pistoleros y sicarios y provocó muertes y abusos, cuando Mario Marín usó la justicia de su estado para pagar favores políticos y atentó contra la libertad de expresión y los derechos humanos elementales? Exacto: fue Fox (lo que desde luego no exime a Calderón de tampoco haber llamado a cuentas a absolutamente nadie, a ningún corrupto del PRI o del gobierno foxista).
También se queja Creel de que “hemos dejado en manos de una dirigencia sindical antidemocrática el instrumento más importante para combatir la desigualdad social: la educación. No nos ha bastado mantener una relación institucional con la dirigencia de ese sindicato, sino que además hemos permitido que se entrometa en la propia SEP y que además utilizando su fuerza corporativa del viejo régimen, nos ayuden a ganar unas elecciones”. Creel reconoce con esto la cuestionable intervención corporativa de la maestra Gordillo en el triunfo de Calderón. Pero esa alianza non sancta se fraguó también durante el foxismo, y de no ser porque Creel perdió las primarias del PAN frente a Calderón, él hubiera sido el candidato de la maestra. También se queja de que “algunos medios electrónicos de comunicación construyan y destruyan candidatos y desequilibren las condiciones de equidad en las elecciones”. ¿No fue él quien aceptó sin chistar los acuerdos de Marta Sahagún con Televisa? ¿No favoreció él a esa empresa con permisos de juegos y sorteos a cambio de promoción electoral? Finalmente, Creel dice que “es tiempo de sacudir y romper los amarres del viejo régimen”. Ahora, tras su debacle, el PAN no podrá hacer lo que debió hacer desde 2000. El PAN perdió su oportunidad histórica para encabezar y dirigir la democratización del país. El diagnóstico que hace Creel sobre lo que sucedió con su partido es correcto. Pero ni él ni Fox tienen la autoridad moral para reclamarlo, pues fueron los primeros y principales responsables de la defección que el PAN hizo, desde el gobierno, de su compromiso democrático.
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