Agustín Basave
10-Ago-2009
El PRI va a apoyar algunas iniciativas panistas menores o incontrovertidas, pero no va a avalar ningún cambio de fondo. No le regalará al PAN un posible repunte económico ni cargará con ningún costo político, mas tampoco va a erigirse en una versión tricolor de la intransigencia opositora perredista.
La nueva correlación de fuerzas en el Congreso de la Unión ha suscitado las más disímbolas apuestas sobre la estrategia del PRI de cara a 2012. Unos dicen que ya tiene en la bolsa la Presidencia de la República y que en los próximos tres años va a apoyar la agenda de “cambios estructurales” del gobierno —reforma fiscal, reforma laboral, reforma energética, etcétera— a fin de recibir un país deteriorado pero viable, sin cargar con la mayor parte del costo político y social de medidas impopulares. Otros afirman que la experiencia de 2003-2006 hará que el PRI no se confíe y a fin de asegurar su retorno al poder presidencial se convierta en oposición frontal del PAN-gobierno, deslindándose inequívocamente de una administración que terminará en situación desastrosa y borrando de la mente del electorado cualquier reminiscencia de alianza o colaboración. Y en medio de esos dos vaticinios extremos nos situamos quienes creemos que el PRI jugará a apoyar y a oponerse al gobierno, respaldando al PAN en aquello que no lo salve de la derrota y bloqueándolo cuando el hacerlo no le granjee la animadversión de la gente. Veamos los argumentos de cada quien.
Escenario 1. Los priistas saben que tienen todo para ganar la próxima elección presidencial. Los resultados electorales del mes pasado demostraron que la mayoría de los mexicanos quiere que vuelvan a gobernar a México, porque con los panistas en el poder ven la misma corrupción y menor oficio. En los próximos tres años contarán con 19 gubernaturas y en el esquema del nuevo cacicato mexicano eso asegurará su regreso a Los Pinos por las buenas o por las malas. Su triunfo contundente, no sólo en la contienda federal sino también en los comicios estatales y municipales, es prueba irrefutable de que la sociedad pide a gritos que la rescaten los políticos experimentados. El PRD no es opción por su caos interno y su radicalismo externo, el PAN carece de precandidatos fuertes y ellos tienen al puntero en las encuestas. Más vale, pues, que el PRI refrende su imagen de partido responsable, que le eche la culpa de lo que salga mal al actual partido gobernante pero que al mismo tiempo apruebe con las bancadas panistas la agenda que habrá de pavimentar el sexenio priista 2012-2018.
Escenario 2. Esta película ya la vieron los priistas. En las elecciones intermedias del gobierno de Vicente Fox ganaron la Cámara de Diputados, y cuando ya festejaban anticipadamente la recuperación del Palacio Nacional empezaron a desgastarse hasta quedar en un humillante tercer lugar en la contienda presidencial. Hay quienes sostienen que las causas de la derrota fueron sus divisiones internas y una mala candidatura. Lo cierto es que el principal problema fue su incapacidad de distinguirse suficientemente del PAN, y que el surgimiento de un candidato de izquierda que se posicionó como la verdadera oposición polarizó al país. Por eso en esta recta final que apunta a una debacle socioeconómica, el PRI va a alejarse de cualquier colaboración que lo identifique como corresponsable de una administración que le hará mucho daño a México. Va, ahora sí, a presentarse ante la opinión pública como el partido que se opuso consistentemente a todo lo que no funcionó. Va a situarse en el imaginario colectivo como el salvador de los mexicanos.
Escenario 3. Ni uno ni otro. A los priistas no les conviene que se aprueben reformas de gran calado que den oxígeno político al gobierno del PAN, y aunque los presuntos frutos económicos de varias de ellas se cosecharían a largo plazo no van a correr el riesgo de que este sexenio termine mejor de lo que se espera. Menos aún si eso los hace copartícipes de proyectos que por su impopularidad son rechazados por muchos mexicanos. Pero de ahí a confundir su imagen con la del PRD, que es percibido por la mayoría de los electores como el partido del no, media una clara distancia. El PRI va a apoyar algunas iniciativas panistas menores o incontrovertidas, pero no va a avalar ningún cambio de fondo. No le regalará al PAN un posible repunte económico ni cargará con ningún costo político, pero tampoco va a erigirse en una versión tricolor de la intransigencia opositora perredista. Una y otra vez se ha demostrado que en México, si bien otorga base social y poder regional, el extremismo no gana elecciones presidenciales.
A fe mía, el tercer escenario es el más probable. No descarto una sorpresa, pero creo que el ADN del PRI lo hace bastante predecible, si no es que inmutable. Esto no quiere decir que no sea capaz de modificar su proyecto de nación, sino que no suele trastocar su instinto político ni sus coordenadas intuitivas. Se trata de un partido pragmático, que posee el mayor acervo de astucia y sagacidad que hay en el país. No es casualidad que su gran virtud sea la eficacia y que su gran vicio sea la corrupción.
Cumbre norteamericana. Ayer y hoy se reúnen en Guadalajara los presidentes de México y Estados Unidos y el primer ministro de Canadá. Los analistas advierten que no hay que esperar resultados específicos, importantes, de una reunión protocolaria. Y yo pregunto: ¿cuándo podremos verlos? Si este encuentro no sirve para persuadir al gobierno canadiense de cambiar su decisión de exigir visa a los mexicanos o para recibir del estadunidense garantías en torno a la prohibición de armas de asalto o al replanteamiento de la certificación de nuestro desempeño en materia de derechos humanos, al menos debe servir para lograr avances concretos. No en todos los foros internacionales se llegan a amarrar acuerdos trascendentales, desde luego, pero en todos los que valen la pena al menos se dan pasos en esa dirección.
La nueva correlación de fuerzas en el Congreso de la Unión ha suscitado las más disímbolas apuestas sobre la estrategia del PRI de cara a 2012. Unos dicen que ya tiene en la bolsa la Presidencia de la República y que en los próximos tres años va a apoyar la agenda de “cambios estructurales” del gobierno —reforma fiscal, reforma laboral, reforma energética, etcétera— a fin de recibir un país deteriorado pero viable, sin cargar con la mayor parte del costo político y social de medidas impopulares. Otros afirman que la experiencia de 2003-2006 hará que el PRI no se confíe y a fin de asegurar su retorno al poder presidencial se convierta en oposición frontal del PAN-gobierno, deslindándose inequívocamente de una administración que terminará en situación desastrosa y borrando de la mente del electorado cualquier reminiscencia de alianza o colaboración. Y en medio de esos dos vaticinios extremos nos situamos quienes creemos que el PRI jugará a apoyar y a oponerse al gobierno, respaldando al PAN en aquello que no lo salve de la derrota y bloqueándolo cuando el hacerlo no le granjee la animadversión de la gente. Veamos los argumentos de cada quien.
Escenario 1. Los priistas saben que tienen todo para ganar la próxima elección presidencial. Los resultados electorales del mes pasado demostraron que la mayoría de los mexicanos quiere que vuelvan a gobernar a México, porque con los panistas en el poder ven la misma corrupción y menor oficio. En los próximos tres años contarán con 19 gubernaturas y en el esquema del nuevo cacicato mexicano eso asegurará su regreso a Los Pinos por las buenas o por las malas. Su triunfo contundente, no sólo en la contienda federal sino también en los comicios estatales y municipales, es prueba irrefutable de que la sociedad pide a gritos que la rescaten los políticos experimentados. El PRD no es opción por su caos interno y su radicalismo externo, el PAN carece de precandidatos fuertes y ellos tienen al puntero en las encuestas. Más vale, pues, que el PRI refrende su imagen de partido responsable, que le eche la culpa de lo que salga mal al actual partido gobernante pero que al mismo tiempo apruebe con las bancadas panistas la agenda que habrá de pavimentar el sexenio priista 2012-2018.
Escenario 2. Esta película ya la vieron los priistas. En las elecciones intermedias del gobierno de Vicente Fox ganaron la Cámara de Diputados, y cuando ya festejaban anticipadamente la recuperación del Palacio Nacional empezaron a desgastarse hasta quedar en un humillante tercer lugar en la contienda presidencial. Hay quienes sostienen que las causas de la derrota fueron sus divisiones internas y una mala candidatura. Lo cierto es que el principal problema fue su incapacidad de distinguirse suficientemente del PAN, y que el surgimiento de un candidato de izquierda que se posicionó como la verdadera oposición polarizó al país. Por eso en esta recta final que apunta a una debacle socioeconómica, el PRI va a alejarse de cualquier colaboración que lo identifique como corresponsable de una administración que le hará mucho daño a México. Va, ahora sí, a presentarse ante la opinión pública como el partido que se opuso consistentemente a todo lo que no funcionó. Va a situarse en el imaginario colectivo como el salvador de los mexicanos.
Escenario 3. Ni uno ni otro. A los priistas no les conviene que se aprueben reformas de gran calado que den oxígeno político al gobierno del PAN, y aunque los presuntos frutos económicos de varias de ellas se cosecharían a largo plazo no van a correr el riesgo de que este sexenio termine mejor de lo que se espera. Menos aún si eso los hace copartícipes de proyectos que por su impopularidad son rechazados por muchos mexicanos. Pero de ahí a confundir su imagen con la del PRD, que es percibido por la mayoría de los electores como el partido del no, media una clara distancia. El PRI va a apoyar algunas iniciativas panistas menores o incontrovertidas, pero no va a avalar ningún cambio de fondo. No le regalará al PAN un posible repunte económico ni cargará con ningún costo político, pero tampoco va a erigirse en una versión tricolor de la intransigencia opositora perredista. Una y otra vez se ha demostrado que en México, si bien otorga base social y poder regional, el extremismo no gana elecciones presidenciales.
A fe mía, el tercer escenario es el más probable. No descarto una sorpresa, pero creo que el ADN del PRI lo hace bastante predecible, si no es que inmutable. Esto no quiere decir que no sea capaz de modificar su proyecto de nación, sino que no suele trastocar su instinto político ni sus coordenadas intuitivas. Se trata de un partido pragmático, que posee el mayor acervo de astucia y sagacidad que hay en el país. No es casualidad que su gran virtud sea la eficacia y que su gran vicio sea la corrupción.
Cumbre norteamericana. Ayer y hoy se reúnen en Guadalajara los presidentes de México y Estados Unidos y el primer ministro de Canadá. Los analistas advierten que no hay que esperar resultados específicos, importantes, de una reunión protocolaria. Y yo pregunto: ¿cuándo podremos verlos? Si este encuentro no sirve para persuadir al gobierno canadiense de cambiar su decisión de exigir visa a los mexicanos o para recibir del estadunidense garantías en torno a la prohibición de armas de asalto o al replanteamiento de la certificación de nuestro desempeño en materia de derechos humanos, al menos debe servir para lograr avances concretos. No en todos los foros internacionales se llegan a amarrar acuerdos trascendentales, desde luego, pero en todos los que valen la pena al menos se dan pasos en esa dirección.
abasave@prodigy.net.mx
kikka-roja.blogspot.com/
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