La política no es engaños, no es traicionar, no es corrupción, la política es un noble oficio, es tan limpia la política, que no los más sucios políticos han podido mancharla. Es un oficio para servir.
Participación de Andrés Manuel López Obrador, precandidato a la Presidencia de la República por el Movimiento Progresista, en el Foro sobre los fundamentos para una República Amorosa
*La cita será a las 9 de la mañana en el Museo de la Ciudad de México.
Amigas, amigos. Muchas gracias por su participación en este foro sobre los Fundamentos para una República Amorosa.
Muchas gracias a quienes expusieron. Mujeres y hombres inteligentes. Muchas gracias a todos.
Como he venido sosteniendo, la decadencia que padecemos se ha producido, tanto por la falta de oportunidades de empleo, estudio y otros satisfactores básicos, como por la pérdida de valores culturales, morales y espirituales. Por eso, nuestra propuesta para lograr el renacimiento de México busca hacer realidad el progreso con justicia y, al mismo tiempo, auspiciar una manera de vivir, sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria.
Cuando hablamos de una república amorosa, con dimensión social y grandeza espiritual, estamos proponiendo regenerar la vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor. Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública; el amor para promover el bien y lograr la felicidad.
La honestidad es una virtud que aún poseemos, que se tiene, que es la herencia de los pueblos, que representan todo el mosaico cultural de nuestro país, los que mantienen principios, valores de la gran civilización mesoamericana.
Como aquí se dijo, en los pueblos indígenas de nuestro país existe una reserva de valores, que nos puede permitir la regeneración de la vida pública de nuestro país.
Digo esto porque por una modernidad malentendida y también por el racismo y por la imposición, se ha querido soslayar los valores que hay en nuestros pueblos, comunidades indígenas y campesinas.
Tenemos muchos valores en nuestro país, pero no se les exalta. Es cosa, por eso, de revalorar lo que significa la honestidad, darle su lugar, ponerla en el centro del debate público y aplicarla como principio básico para la regeneración nacional.
Es increíble que siendo la corrupción política el principal problema de México no esté el tema del combate a la corrupción en la agenda nacional. No se habla de este asunto y ha sido la corrupción política lo que más ha dañado a nuestra nación, es lo que ha dado al traste con todo, es la causa de la desigualdad social, de la desigualdad económica, es la causa de esta tragedia de nuestros tiempos, lo que ha llevado a que pocos tengan mucho y muchos tengan poco.
Por eso la propuesta es elevar a la honestidad como la principal virtud pública, lo cual nos traerá muchos beneficios, que se piensa que eso es filosófico, teórico. No, la corrupción la tenemos que combatir por razones de índole moral, pero también porque es mucho el dinero del presupuesto, que es dinero del pueblo, que se va por el caño de la corrupción.
Qué obtendríamos elevando a rango supremo la honestidad, haciendo el acuerdo entre todos de que vamos a establecer como forma de vida y de gobierno la honestidad.
Para empezar los gobernantes contarían con autoridad moral para aplicar la ley y exigir a todos un recto proceder. Nadie tendría privilegios. Se podría aplicar un plan de austeridad republicana para reducir los sueldos elevadísimos de los altos funcionarios públicos y eliminar todos los gastos superfluos.
Asimismo, con este imperativo ético por delante se recuperarían recursos –como lo he dicho-- que hoy se van por el caño de la corrupción y esos recursos se destinarían al desarrollo y al bienestar del pueblo. Eso por lo que corresponde a la honestidad.
La justicia, al igual que la honestidad, no aparece en la agenda de la llamada clase política. Qué es lo que hay en la agenda nacional o qué es lo que se trata en el Congreso. Son las llamadas reformas estructurales, los temas son reforma energética, que ya sabemos lo que significa, que es la privatización del petróleo y de la industria eléctrica. La reforma laboral para pagarle a los trabajadores por hora, a razón de siete pesos por hora, que son 28 pesos por cuatro horas, para ya no tener ni siquiera la obligación de pagar salario mínimo. La reforma fiscal para cobrarle impuesto a todos, menos a los de mero arriba.
Esa agenda que se dicta desde el extranjero, se aplica en México, España, Rusia y en cualquier país. Desgraciadamente nosotros no tenemos una agenda propia, porque desde que se viene aplicando el modelo neoliberal, no tenemos un programa de desarrollo que recoja las necesidades del pueblo de México, que le dé respuesta a los grandes y graves problemas nacionales.
Por eso no está en la agenda la honestidad y no está la justicia.
No obstante, la falta de justicia en nuestro país es la sombra que nos persigue, el pecado social que nos impide estar bien con nuestras conciencias y poder desarrollarnos plenamente como seres humanos.
La pobreza en México es una amarga realidad, entristece, parte el alma y se encuentra por todos lados. Y, desde luego, no existe ninguna razón natural o geográfica que la justifique. Nuestro país todavía es de los que poseen más recursos naturales en el mundo, a pesar de que lo han saqueado por siglos.
De modo que se padece la paradoja de vivir en un país rico con pueblo pobre y, como es obvio, esta contradicción no es por la fatalidad, el destino o la mala suerte, sino por la corrupción política, por la ausencia de justicia y por el mal gobierno.
Es tanta la insensibilidad de las élites del poder que aún en medio de la profunda crisis de inseguridad y de violencia se padece, se niegan a aceptar que la pobreza y la falta de oportunidades y de bienestar, originaron este estallido de odio y resentimiento. Desde luego, menos les importa atender las causas del problema.
Por el contrario, en una especie de enajenación autoritaria, pretenden resolverlo con medidas coercitivas, enfrentando la violencia con la violencia, como si el fuego se pudiese apagar con fuego. Olvidan que no es la violencia, sino el bien lo que suprime el mal.
A este pensamiento y proceder reaccionario y conservador, debemos oponer el criterio de que la inseguridad y la violencia solo pueden ser vencidas con cambios efectivos en el medio social y con la influencia moral que se puede ejercer sobre la sociedad en su conjunto.
En otras palabras, hay que combatir la desigualdad para tener una sociedad más humana y de esa manera evitar la frustración y las trágicas tensiones que provoca.
Estamos, pues, preparados y decididos a resolver la actual crisis de inseguridad y de violencia. Lo haremos bajo el principio de que la paz y la tranquilidad son frutos de la justicia. La solución de fondo, la más eficaz y la más humana, pasa por enfrentar el desempleo, de la falta de trabajo, pasa por enfrentar la pobreza, la desintegración familiar, la pérdida de valores y por incorporar a los jóvenes al trabajo y al estudio.
Pero también nuestra propuesta busca que el sentido de la vida no se reduzca sólo a la obtención de lo material, a lo que poseemos o acumulamos, porque no solo de pan vive el hombre; de ahí que consideremos indispensable auspiciar una corriente de pensamiento que exalte y promueva valores éticos individuales y colectivos.
Tenemos que convencer y persuadir de que, si no buscamos alcanzar un ideal moral, esa utopía de la que se habló, ese sueño que se debe convertir en realidad, no se podrá transformar a México. Sólo así podremos hacer frente a la mancha negra de individualismo, codicia y odio que se viene extendiendo cada vez más y que nos ha llevado a la degradación progresiva como sociedad y como nación.
Quienes piensan que este tema no corresponde a la política, olvidan que el fin último de éste noble oficio es hacer el bien, porque de ello depende la verdadera felicidad.
La política no es engaños, no es traicionar, no es corrupción, la política es un noble oficio, es tan limpia la política, que no los más sucios políticos han podido mancharla. Es un oficio para servir.
Nuestra propuesta implica enaltecer por eso todo lo bueno que hay en los seres humanos y fortalecer los valores cívicos que hacen que la convivencia sea digna y respetuosa.
Aquí abro un paréntesis para insistir sobre el por qué el tema principal de la política debe ser buscar la felicidad del pueblo. Ya está establecido en otras naciones, en la Constitución de Estados Unidos hay un artículo principal, fundamental que habla de que se debe buscar la felicidad del pueblo para el fortalecimiento de la Unión,
En la Constitución francesa de finales del siglo XVIII, lo mismo, el objetivo es buscar la felicidad del pueblo. En la Constitución de Apatzingán, de 1814, se garantizaba el derecho del pueblo a la felicidad.
Por eso tenemos que pensar que la política sí tiene ese objetivo, en esencia es el fin último, lograr la felicidad del pueblo.
El propósito es contribuir en la formación de mujeres y hombres buenos y felices, con la premisa de que ser bueno es el único modo de ser dichoso. El que tiene la conciencia tranquila duerme bien, vive contento. La felicidad no se logra acumulando riquezas, títulos o fama, sino estando bien con nuestra conciencia, con nosotros mismos y con el prójimo.
Y aún cuando la idea del bien atañe a las convicciones personales, según sea nuestra manera de ser y de pensar, nuestra historia vital y nuestra circunstancia, existen preceptos generales que son aceptados por la inmensa mayoría de los seres humanos. Por eso hemos propuesto la elaboración de una cartilla moral o código del bien o constitución moral o guía para la conducta ciudadana o carta de virtudes cívicas o como finalmente se le llame, sin dejar de lado lo sustantivo que es hacer el catálogo de los valores personales, cívicos y sociales que deben reafirmarse y promoverse en los distintos espacios de la vida pública.
No sé por qué tanto miedo a hablar de estos temas. Tenemos que poner en claro que hay valores que deben de fortalecerse y esto es muy importante.
En esencia, se trata de poner en la agenda nacional los conceptos del amor, la honestidad, la justicia; la austeridad, la verdad, la dignidad, la no violencia, la diversidad, la no discriminación, la igualdad, el respeto, la fraternidad, la tolerancia, la transparencia, la pluralidad, la congruencia, la libertad, la felicidad y la verdadera legalidad y otros más.
En consecuencia, hoy –aquí en Puebla-- se da a conocer la convocatoria para elaborar con la participación de todas y todos, el documento con los preceptos básicos que serán las bases para una convivencia futura sustentada en el amor y en hacer el bien para alcanzar la verdadera felicidad.
Este Congreso para constituir las bases de una República Amorosa se celebrará el 21 de marzo de este año, desde las 9 de la mañana, en el Museo de la Ciudad de México.
En el comité organizador han decidido participar Alfredo López Austin, Laura Esquivel, Gabriel Vargas, Raquel Serur, Hugo Gutiérrez Vega, Enrique Dussel, Manuel Pérez Rocha, Emma Laura Manjarrez, Julio Glockner, Ernesto Lammoglia, Pedro Mendoza, Pío Bautista Ruiz, Honorio Alcántara, Luisa Cortés y José Luis Marín.
Se está haciendo esta convocatoria, queremos que con la participación de todos, ese grupo organizador de ese Congreso, que se va a celebrar el 21 de marzo, con la participación amplia y plural. Ya vimos aquí lo que pueden aportar las comunidades indígenas. Ya escuchamos lo que es la sabiduría de nuestro pueblo.
Es una convocatoria abierta a la participación de todos, padres, madres de familia, jóvenes, ancianos venerables de comunidades indígenas, filósofos, antropólogos, pedagogos, sociólogos, psicólogos, de todas las disciplinas, mujeres y hombres libres y conscientes con el interés de regenerar la vida pública de nuestro país.
Vamos pues a lograr el renacimiento de México.
Yo termino diciendo, se nos pregunta y quiero que se sepa qué opino, creo que ser de izquierda en la actualidad, en nuestros tiempos es ser honesto, pero le agregaría que ser de izquierda es ser honesto, pensar en el prójimo y actuar en consecuencia.
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