Distrito Federal– Recuerdo su tono y su semblante, hace casi dos años. Concretamente, el 5 de febrero de 2010, cuando casi terminaba mi tarea de campo para la publicación de “2012: La Sucesión” –gracias a mis amables lectores, un éxito de librerías pese a las trabas de la editorial Océano de México–. Josefina, en principio, se resistía a nuestro encuentro, acaso alertada sobre mi condición de periodista incómodo, siempre indispuesto contra las lisonjas pero no a las cortesías necesarias para no convertirse en patán, pero la tenacidad pudo más. Y hablamos, largamente, en una oficina privada del Hotel “El Presidente”, claro, desde donde podía divisarse a Los Pinos.
En un momento le hice la rutinaria pregunta acerca de su mayor satisfacción y ella, en plan de política madura, respondió sin dudar:
–El haber podido recorrer varias veces nuestro país y adentrarme en sus problemas, sentirlo.
Era, claro, una preparación para afilar navaja e irme al otro extremo, esto es lo que ella podía considerar lo peor. Fue entonces cuando se tomó unos segundos, respiró hondo, miró hacia la mesa, inclinando ligeramente la cabeza y juntando las palmas quizá para disimular cierto dejo de nerviosismo y me soltó:
–¿Lo peor? Sin duda, la mezquindad... incluso dentro de mi propio partido.
Bien sabía a qué se refería: las trabas por su condición de mujer en el partido que se caracterizó, hasta el pasado domingo 5, como el más misógino aunque postulara a algunas alcaldesas y candidatas a gobernadoras –en Colima, por ejemplo, un tanto para cubrir las apariencias–; y también los golpes bajos recibidos con entereza como cuando debió dejar la Secretaría de Educación Pública, luego de haber sido coordinadora de la campaña de Felipe Calderón por la Primera Magistratura –mucho de lo ocurrido en 2006, para bien y para mal, se le debe a ella–, porque, sencillamente, no soportó hollar su dignidad en beneficio de las presiones de la célebre y poderosa “maestra” Elba Esther Gordillo quien, al optar Josefina por una diputación federal, se equivocó, de plano, exaltando al nuevo secretario de la SEP, el ahora enfermo Alonso Lujambio Irazábal.
Cuando la interrogué al respecto, no evadió una dura contestación:
–Pregúntenle a mi antecesor –Reyes Tamez Guerra–, dónde está ahora y así sabrá usted de lo que habla.
El personaje en cuestión “saltó” de la SEP a una candidatura por el “elbista” Panal hasta que su vergüenza lo superó optando por alejarse. Finalmente, tal episodio sirvió para medir el temple de Josefina ante el poder fáctico y su capacidad para defenderse aunque pusiera cara de niña regañada, y muy angustiada, durante sus comparecencias anuales ante el Legislativo, posteriores a la entrega del informe presidencial desacralizado por mandato popular.
Seguramente el momento clave para la señora Vázquez Mota fue cuando contrató –o fichó, según el caló hispano–, a Antonio Solá, la eminencia gris detrás del “triunfo” –fraudulento– de Calderón y autor de la célebre “campaña negra” sobre los “peligros” para México que tanto inhibió al extenso grupo informe de electores mediáticos. Mexicanizado por decisión unilateral de Calderón, la presencia de Solá ha resultado clave en el desmantelamiento de los Moreira en Coahuila –como preví hace un año–, y en las sacudidas en las entidades priístas que proporcionan un mayor número de votos, después del complejo Distrito Federal en donde el PRI parece arrugarse por motivos que iremos desmenuzando. Esto es: como si los que tienen verdaderas posibilidades de dar la batalla prefirieran asestarle un traspiés a su correligionario Enrique Peña para luego negociar, debajo del agua, al estilo... de Elba Esther, quien seguramente estaría perdida si llegase Josefina a la victoria.
Fue curioso que hubiese una bifurcación entre la familia presidencial y los cuadros operativos del mandatario en funciones. Los Zavala Gómez del Campo, por ejemplo, optaron por Ernesto Cordero; y Solá, en cambio, artífice del encumbramiento a mansalva de Calderón, se decantó por la señora Vázquez Mota. En ese instante comprendimos la estrategia: cualquiera de los dos tendría motivos de gratitud para el mandatario en funciones... aunque era evidente que el estratega de cabecera determinaría la última palabra como fue.
Quizá por ello, la puesta de blanco de la flamante y digna candidata resultó su primer y costoso error: la visita automática de la nueva pareja “presidencial”, Margarita y Felipe, para tomarle de las manos y ampliar con ellos el círculo de las confianzas, con pleno apoyo, digo, de la parafernalia presidencial.
Antes de que todas estas cosas ocurrieran, planteamos lo siguiente:
A).- Que sería muy saludable observar a Josefina Vázquez Mota en las boletas electorales porque con ella se adecentarían los debates entre postulantes presidenciales y se frenarían –seguimos creyéndolo pese al anuncio del “plan infalible” de Solá–, los intentos por socavar la contienda con golpes bajísimos relacionados con cuestiones de índole personal con cargadas dosis de hipocresías. Nadie está libre, por completo, de pecados.
B).- Que si no era Josefina la candidata ello demostraría, sin duda, una odiosa intervención del señor Calderón y del presidencialismo autoritario en la contienda panista con resultados funestos dada la escasa capacidad de liderazgo de quien parecía el “delfín” natural, Cordero Arroyo. No obstante ello, la manera sorprendente como se rezagó Santiago Creel, quien llevaba en apariencia amplia ventaja sobre Cordero, sigue levantando sospechas lo mismo que la forma como “La Cocoíta”, la hermana mayor del supremo mandante, pasó del último sitio al primero en las encuestas en Michoacán en tan sólo tres días. Luego, los hechos marcaron las truculencias de todo género.
Josefina, sin duda, alguna, es quien más votos puede proveer al PAN. ¿Serán suficientes para contrarrestar a quien se mantiene a la vanguardia de la carrera pese a sus monumentales traspiés? ¿Y al líder de la izquierda capaz de ampliar su convocatoria en semanas a pesar de cuantos le daban por muerto precipitadamente?
Debate— La señora Vázquez Mota está casada con un ingeniero en informática, Sergio Ocampo Muñoz, cuyo papel, en la discreción, fue de toral importancia: el manejo adecuado de las redes sociales, un elemento que, sin duda, habrá de gobernar buena parte del proceso así como el manejo tendencioso de las encuestas hizo lo propio en 2006. Es, además, madre de tres niñas: María José, Celia María y Monserrat, dentro de un hogar católico y sin tacha. Esta es su mejor carta, sin duda, aun cuando pueda ser discutible el rol del marido en esta lid.
Es obvio que levantará polvaredas con sus discursos de campaña y su recurrencia a la moral social, la unidad familiar y la fidelidad personal y a las ideas, cuestiones en las que sus adversarios flaquean. Pero éstos insisten en que, de acuerdo a la experiencia, es difícil que las mujeres sufraguen por las mujeres, un tópico que, como todos los demás, puede ser superado en cualquier momento. Y no dudo que así podría ocurrir ante otro tabú insuperable: que las damas tienden menos hacia la corrupción que los varones, un hecho que deviene, en buena medida, en la inequidad de género en la vida política de México.
En fin, contra la opinión de muchos, el PAN rompió las cadenas de su vieja misoginia y también logró evitar que el capricho presidencial se impusiera... aunque Josefina no fuera del todo mal vista por Calderón si nos atenemos a los antecedentes. Digamos que jugó igual que Felipe, quien se rebeló a Fox para luego ser apoyado por éste hasta la ignominia ante la perspectiva de un cambio radical hacia la izquierda. Será una buena candidata en los tiempos políticos más turbulentos de nuestra historia moderna cuando habrán de conjugarse, como un adelanto al Apocalipsis anunciado por los mayas, antes de los comicios federales.
Analista Político | 06-02-2012 | 22:26
. . . kikka-roja.blogspot.com/
En un momento le hice la rutinaria pregunta acerca de su mayor satisfacción y ella, en plan de política madura, respondió sin dudar:
–El haber podido recorrer varias veces nuestro país y adentrarme en sus problemas, sentirlo.
Era, claro, una preparación para afilar navaja e irme al otro extremo, esto es lo que ella podía considerar lo peor. Fue entonces cuando se tomó unos segundos, respiró hondo, miró hacia la mesa, inclinando ligeramente la cabeza y juntando las palmas quizá para disimular cierto dejo de nerviosismo y me soltó:
–¿Lo peor? Sin duda, la mezquindad... incluso dentro de mi propio partido.
Bien sabía a qué se refería: las trabas por su condición de mujer en el partido que se caracterizó, hasta el pasado domingo 5, como el más misógino aunque postulara a algunas alcaldesas y candidatas a gobernadoras –en Colima, por ejemplo, un tanto para cubrir las apariencias–; y también los golpes bajos recibidos con entereza como cuando debió dejar la Secretaría de Educación Pública, luego de haber sido coordinadora de la campaña de Felipe Calderón por la Primera Magistratura –mucho de lo ocurrido en 2006, para bien y para mal, se le debe a ella–, porque, sencillamente, no soportó hollar su dignidad en beneficio de las presiones de la célebre y poderosa “maestra” Elba Esther Gordillo quien, al optar Josefina por una diputación federal, se equivocó, de plano, exaltando al nuevo secretario de la SEP, el ahora enfermo Alonso Lujambio Irazábal.
Cuando la interrogué al respecto, no evadió una dura contestación:
–Pregúntenle a mi antecesor –Reyes Tamez Guerra–, dónde está ahora y así sabrá usted de lo que habla.
El personaje en cuestión “saltó” de la SEP a una candidatura por el “elbista” Panal hasta que su vergüenza lo superó optando por alejarse. Finalmente, tal episodio sirvió para medir el temple de Josefina ante el poder fáctico y su capacidad para defenderse aunque pusiera cara de niña regañada, y muy angustiada, durante sus comparecencias anuales ante el Legislativo, posteriores a la entrega del informe presidencial desacralizado por mandato popular.
Seguramente el momento clave para la señora Vázquez Mota fue cuando contrató –o fichó, según el caló hispano–, a Antonio Solá, la eminencia gris detrás del “triunfo” –fraudulento– de Calderón y autor de la célebre “campaña negra” sobre los “peligros” para México que tanto inhibió al extenso grupo informe de electores mediáticos. Mexicanizado por decisión unilateral de Calderón, la presencia de Solá ha resultado clave en el desmantelamiento de los Moreira en Coahuila –como preví hace un año–, y en las sacudidas en las entidades priístas que proporcionan un mayor número de votos, después del complejo Distrito Federal en donde el PRI parece arrugarse por motivos que iremos desmenuzando. Esto es: como si los que tienen verdaderas posibilidades de dar la batalla prefirieran asestarle un traspiés a su correligionario Enrique Peña para luego negociar, debajo del agua, al estilo... de Elba Esther, quien seguramente estaría perdida si llegase Josefina a la victoria.
Fue curioso que hubiese una bifurcación entre la familia presidencial y los cuadros operativos del mandatario en funciones. Los Zavala Gómez del Campo, por ejemplo, optaron por Ernesto Cordero; y Solá, en cambio, artífice del encumbramiento a mansalva de Calderón, se decantó por la señora Vázquez Mota. En ese instante comprendimos la estrategia: cualquiera de los dos tendría motivos de gratitud para el mandatario en funciones... aunque era evidente que el estratega de cabecera determinaría la última palabra como fue.
Quizá por ello, la puesta de blanco de la flamante y digna candidata resultó su primer y costoso error: la visita automática de la nueva pareja “presidencial”, Margarita y Felipe, para tomarle de las manos y ampliar con ellos el círculo de las confianzas, con pleno apoyo, digo, de la parafernalia presidencial.
Antes de que todas estas cosas ocurrieran, planteamos lo siguiente:
A).- Que sería muy saludable observar a Josefina Vázquez Mota en las boletas electorales porque con ella se adecentarían los debates entre postulantes presidenciales y se frenarían –seguimos creyéndolo pese al anuncio del “plan infalible” de Solá–, los intentos por socavar la contienda con golpes bajísimos relacionados con cuestiones de índole personal con cargadas dosis de hipocresías. Nadie está libre, por completo, de pecados.
B).- Que si no era Josefina la candidata ello demostraría, sin duda, una odiosa intervención del señor Calderón y del presidencialismo autoritario en la contienda panista con resultados funestos dada la escasa capacidad de liderazgo de quien parecía el “delfín” natural, Cordero Arroyo. No obstante ello, la manera sorprendente como se rezagó Santiago Creel, quien llevaba en apariencia amplia ventaja sobre Cordero, sigue levantando sospechas lo mismo que la forma como “La Cocoíta”, la hermana mayor del supremo mandante, pasó del último sitio al primero en las encuestas en Michoacán en tan sólo tres días. Luego, los hechos marcaron las truculencias de todo género.
Josefina, sin duda, alguna, es quien más votos puede proveer al PAN. ¿Serán suficientes para contrarrestar a quien se mantiene a la vanguardia de la carrera pese a sus monumentales traspiés? ¿Y al líder de la izquierda capaz de ampliar su convocatoria en semanas a pesar de cuantos le daban por muerto precipitadamente?
Debate— La señora Vázquez Mota está casada con un ingeniero en informática, Sergio Ocampo Muñoz, cuyo papel, en la discreción, fue de toral importancia: el manejo adecuado de las redes sociales, un elemento que, sin duda, habrá de gobernar buena parte del proceso así como el manejo tendencioso de las encuestas hizo lo propio en 2006. Es, además, madre de tres niñas: María José, Celia María y Monserrat, dentro de un hogar católico y sin tacha. Esta es su mejor carta, sin duda, aun cuando pueda ser discutible el rol del marido en esta lid.
Es obvio que levantará polvaredas con sus discursos de campaña y su recurrencia a la moral social, la unidad familiar y la fidelidad personal y a las ideas, cuestiones en las que sus adversarios flaquean. Pero éstos insisten en que, de acuerdo a la experiencia, es difícil que las mujeres sufraguen por las mujeres, un tópico que, como todos los demás, puede ser superado en cualquier momento. Y no dudo que así podría ocurrir ante otro tabú insuperable: que las damas tienden menos hacia la corrupción que los varones, un hecho que deviene, en buena medida, en la inequidad de género en la vida política de México.
En fin, contra la opinión de muchos, el PAN rompió las cadenas de su vieja misoginia y también logró evitar que el capricho presidencial se impusiera... aunque Josefina no fuera del todo mal vista por Calderón si nos atenemos a los antecedentes. Digamos que jugó igual que Felipe, quien se rebeló a Fox para luego ser apoyado por éste hasta la ignominia ante la perspectiva de un cambio radical hacia la izquierda. Será una buena candidata en los tiempos políticos más turbulentos de nuestra historia moderna cuando habrán de conjugarse, como un adelanto al Apocalipsis anunciado por los mayas, antes de los comicios federales.
Analista Político | 06-02-2012 | 22:26
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