Andrés Manuel López Obrador, su hoja de vida: salió respondón
El temperamento, le ha traído problemas, pero también abrió las puertas de la política al tabasqueño, quien a los 23 años ya era coordinador de campaña
Alejandro Sánchez
Andrés Manuel López Obrador, su hoja de vida: con vocación social
AMLO, su hoja de vida: del beis a la misa
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de mayo.- A los 23 años de edad, Andrés Manuel López Obrador coordinó la campaña a senador de su paisano Carlos Pellicer, a quien admiraba por protestar con poesía y reclamar con política. Si bien, en la competencia electoral de 1976 Pellicer era el abanderado del PRI, la campaña se llevó a cabo destacando una característica peculiar para la época: que se trataba de un candidato ciudadano.
Por esas fechas, Pellicer sostuvo un encuentro con el ingeniero Leandro Rovirosa Wade, entonces secretario de Recursos Hidráulicos del presidente Luis Echeverría y aspirante a la gubernatura de Tabasco, para hablar de los problemas de abastecimiento de agua potable y obras públicas en la entidad, sobre todo en la zona indígena de La Chontalpa.
El aspirante a senador iba acompañado de López Obrador, quien intervino en la conversación con un tono de pocos amigos. Él mismo ha contado que esa vez “fui poco prudente porque alcé la voz y me exalté. Al salir le ofrecí disculpas al maestro Pellicer y él me dijo serio: ¡‘A usted no lo vuelvo a traer’! Luego soltó la risa, se carcajeó”.
Nunca pensó López Obrador que aquel encuentro y carácter mostrado le traería un gran fruto en su trayectoria, pues Rovirosa Wade mandó investigar al muchacho, descubriendo que era un tipo querido por los habitantes a quienes sirvió de enlace entre sí, ya que las comunidades vivían en distanciamiento.
Empezada la presidencia de José López Portillo, Andrés Manuel fue designado delegado del Instituto Nacional Indigenista, luego de que Pellicer se lo pidiera a Rovirosa y éste lo recomendara ampliamente con Ignacio Ovalle, director general del INI.
Durante su gestión, la administración federal designó recursos nunca antes vistos para aquella comunidad indígena que no sólo alcanzaron para construir caminos y puentes, sino escuelas, otorgar créditos para reactivar su producción regional e incluso la inauguración de una radiodifusora que transmitía en chontal y español.
En Tabasco, todavía a finales de los setenta, ser del PRI significaba no tener oposición. Se acercaba la sucesión de Rovirosa Wade, y el que sonaba fuerte para sucederlo al frente de la administración local era Enrique González Pedrero.
El entonces delegado nacional del INI apoyó la candidatura de ese hombre, en buena medida porque era esposo de una escritora con quien López Obrador había hecho una muy buena amistad: Julieta Campos. Andrés Manuel se adhirió a la campaña, manteniéndose al margen de la militancia, pero tras el arrasador triunfo de 1982, Pedrero le propuso la presidencia del Revolucionario Institucional en Tabasco, y López Obrador aceptó.
“No pertenecíamos al PRI sino que los hicimos por esta circunstancia especial… además, en esos tiempos, no teníamos realmente otra opción. En Tabasco no había una tradición opositora. El PRI era predominante y la política se hacía básicamente en ese partido”, ha escrito en sus memorias.
Por esas fechas en que otro tabasqueño de su generación, Roberto Madrazo Pintado, fortalecía su liderazgo en la Ciudad de México asesorando al regente capitalino Carlos Hank González, López Obrador buscaba hacer política en un instituto al que acababa de ingresar muy a su manera: esas secciones vecinales que había establecido en La Chontalpa comenzó a formarlas por toda la entidad hasta tener unas mil 300 con la encomienda de convertirse en ojos ciudadanos de los alcaldes.
A González Pedrero se le vino una rebelión de presidentes municipales, más de 15 le presionaron y éste cedió echando a Andrés Manuel de la dirigencia. “El ensayo duró siete meses: había entrado a la presidencia del PRI en 1983 y para septiembre se había desatado la crisis”, ha contado López Obrador.
La figura del tabasqueño había dado de qué hablar durante su paso por la dirigencia estatal del PRI y en su corta trayectoria política había hecho buenos amigos que no se olvidaron de él. Ignacio Ovalle estaba de embajador de México en Buenos Aires cuando se enteró que Clara Jusidman, entonces titular del Instituto Nacional del Consumidor, buscaba a una persona que ayudara en la capacitación de los derechos al consumidor. Y le presentó a López Obrador
“Supe que era él. Entendió inmediatamente la propuesta de cómo capacitar para la orientación al consumo”, cuenta Clara Jusidman a Excélsior. López Obrador buscó salir a dar pláticas en varios lugares y constituyó brigadas de capacitadores que salían a la calle ofreciendo alternativas de consumo en una época en que la fuerte crisis de 1982 aún hacía daño a las familias mexicanas.
Se le proponía a la gente preparar productos ricos y nutritivos, se les enseñaba a seleccionar productos, leer etiquetas y, por primera vez en México a escala federal se impulsaba la defensa de los derechos a consumidores promoviendo ley de protección al consumo. Uno de los lugares favoritos de López Obrador para ir a dar ese tipo de pláticas era afuera en los hospitales.
Para sorpresa de muchos en el Instituto, el tabasqueño consiguió a precios muy accesibles canastas de verduras traídas de la Central de Abasto y que la gente aprovechaba bien. Quiso intentar una modalidad colectiva, que grupos de personas hicieran compras en común como base organización de consumidores, pero allí no hubo mucho éxito porque la gente no confía en eso debido a que debía dar dinero por anticipado a un líder. Aun así en esos dos campos, el de la capacitación y orientación al consumo, a Andrés Manuel le fue bien.
Durante el terremoto del 85 seguía al frente del área de capacitación al consumidor, y Clara Jusidman apoyada de López Obrador hicieron brigadas para ayudar al rescate de personas y desempeñaron actividades de vinculantes de oferentes de servicios y necesidades. Había, por ejemplo, una empresa que ofrecía excavadoras y ellos señalaban el lugar donde era necesaria la ayuda.
La última vez que Jusidman vio a López Obrador en el Instituto debió haber sido el año de 1988. Se suponía que Andrés Manuel se había ido de vacaciones a Cuba para encontrarse con Ovalle, pero la directora se lo encontró en el elevador de la oficina.
—¿Qué hace por aquí? —le dijo un tanto asombrada. Y añadió: —¿No que se iba a ir a Cuba?
—Cambio de planes. Hay una propuesta que no puedo rechazar. He decidido contender por la gubernatura de Tabasco.
—Es muy joven, tiene un futuro por delante.
Pero López Obrador se había hastiado del priismo y decidió aceptar la propuesta del Frente Democrático Nacional, un movimiento que buscaba derrocar al Revolucionario Institucional en el país que fue la antesala política del PRD, proyecto que irritó a destacados priístas entre ellos a Carlos Salinas de Gortari, quien estaba a punto de ser nombrado oficialmente el candidato presidencial y cuyo triunfo quedaría en duda.
El tabasqueño había buscado la oportunidad vía el PRI para la presidencia municipal de Villahermosa, pero el mandamás del tricolor en su entidad, Salvador Neme, le contestó que ni soñando aspirara a ser el candidato porque la posición estaba comprometida para el sindicato petrolero. Su trabajo en favor de los indígenas, sin embargo, influyó para que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas designara una comisión encabezada por Graco Ramírez para buscar a López Obrador y ofrecerle la candidatura no a una alcaldía sino al gobierno de Tabasco.
En una reunión meses después que Clara Jusidman sostuvo con Carlos Salinas, en carácter de secretaria de la comisión de Alimentación del instituto de estudios políticos del PRI, ella entregó una investigación a él. Salinas de Gortari no se detuvo para tocar el tema Andrés Manuel. Le preguntó por el tabasqueño, pues sabía de su amistad por el paso de ambos en el Instituto Nacional del Consumidor.
—¿Cómo va López Obrador? —le cuestionó.
Andrés Manuel estaba en intensa lucha por fortalecer su campaña frente a Salvador Neme, el aspirante del PRI a Tabasco, cuyo coordinador de campaña era Roberto Madrazo.
—Pues ahí va —contestó Jusidman, pero inmediatamente fue atajada:
—No va.
López Obrador perdió la contienda.
Carta de presentación
La pasión de López Obrador por el trabajo social en comunidades desfavorecidas fue su carta de presentación en el despegue como actor político, en los años ochenta:
“Me enteré que López Obrador estaba viviendo una crisis económica muy fuerte y me propuse ayudarle”, ha relatado Ignacio Ovalle, quien como director del Instituto Nacional Indigenista (INI), fue jefe de López Obrador en los años ochenta.
“Clara Jusidman necesitaba un político joven, con pasión social, y yo dije quién mejor que Andrés Manuel, que tiene pasión nacida del corazón”.
Era el invierno de 1984 cuando Andrés Manuel dejó de capacitar priistas en Tabasco junto con Arturo Núñez y empezó a hacerse cargo de las estrategias para orientar al consumidor en sus derechos.
En una conversación de 30 minutos, Jusidman supo que era López Obrador el que entendió mejor el proyecto, pues además de que conocía el trabajo que hizo con indígenas —enseñando técnicas de construcción de casas, hacer los famosos camellones chontales (relleno de terrenos pantanosos)— su preocupación por buscar acercarse a las personas fue determinante para quedarse con el empleo.
"No pertenecíamos al PRI, sino que lo hicimos por esta circunstancia especial… además, en esos tiempos, no teníamos realmente otra opción. El PRI era predominante y la política se hacía básicamente en ese partido.” Andrés Manuel López Obrador, aspirante presidencial
Los pininos de los Candidatos
A los 23 años, Andrés Manuel López Obrador coordinó una campaña electoral. Enrique Peña Nieto comenzó en la política a los 24 años. Gabriel Quadri de la Torre se forjó en manifestaciones ecologistas en los años 80, y Josefina Vázquez Mota fue conferencista en los años 90.
http://www.excelsior.com.mx/
Enrique Peña Nieto, su hoja de vida: echado pa’delante
Josefina Vázquez Mota, su hoja de vida: ese modo de hablar
Gabriel Quadri, su hoja de vida: con vena ecológica
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kikka-roja.blogspot.com
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CIUDAD DE MÉXICO, 2 de mayo.- A los 23 años de edad, Andrés Manuel López Obrador coordinó la campaña a senador de su paisano Carlos Pellicer, a quien admiraba por protestar con poesía y reclamar con política. Si bien, en la competencia electoral de 1976 Pellicer era el abanderado del PRI, la campaña se llevó a cabo destacando una característica peculiar para la época: que se trataba de un candidato ciudadano.
Por esas fechas, Pellicer sostuvo un encuentro con el ingeniero Leandro Rovirosa Wade, entonces secretario de Recursos Hidráulicos del presidente Luis Echeverría y aspirante a la gubernatura de Tabasco, para hablar de los problemas de abastecimiento de agua potable y obras públicas en la entidad, sobre todo en la zona indígena de La Chontalpa.
El aspirante a senador iba acompañado de López Obrador, quien intervino en la conversación con un tono de pocos amigos. Él mismo ha contado que esa vez “fui poco prudente porque alcé la voz y me exalté. Al salir le ofrecí disculpas al maestro Pellicer y él me dijo serio: ¡‘A usted no lo vuelvo a traer’! Luego soltó la risa, se carcajeó”.
Nunca pensó López Obrador que aquel encuentro y carácter mostrado le traería un gran fruto en su trayectoria, pues Rovirosa Wade mandó investigar al muchacho, descubriendo que era un tipo querido por los habitantes a quienes sirvió de enlace entre sí, ya que las comunidades vivían en distanciamiento.
Empezada la presidencia de José López Portillo, Andrés Manuel fue designado delegado del Instituto Nacional Indigenista, luego de que Pellicer se lo pidiera a Rovirosa y éste lo recomendara ampliamente con Ignacio Ovalle, director general del INI.
Durante su gestión, la administración federal designó recursos nunca antes vistos para aquella comunidad indígena que no sólo alcanzaron para construir caminos y puentes, sino escuelas, otorgar créditos para reactivar su producción regional e incluso la inauguración de una radiodifusora que transmitía en chontal y español.
En Tabasco, todavía a finales de los setenta, ser del PRI significaba no tener oposición. Se acercaba la sucesión de Rovirosa Wade, y el que sonaba fuerte para sucederlo al frente de la administración local era Enrique González Pedrero.
El entonces delegado nacional del INI apoyó la candidatura de ese hombre, en buena medida porque era esposo de una escritora con quien López Obrador había hecho una muy buena amistad: Julieta Campos. Andrés Manuel se adhirió a la campaña, manteniéndose al margen de la militancia, pero tras el arrasador triunfo de 1982, Pedrero le propuso la presidencia del Revolucionario Institucional en Tabasco, y López Obrador aceptó.
“No pertenecíamos al PRI sino que los hicimos por esta circunstancia especial… además, en esos tiempos, no teníamos realmente otra opción. En Tabasco no había una tradición opositora. El PRI era predominante y la política se hacía básicamente en ese partido”, ha escrito en sus memorias.
Por esas fechas en que otro tabasqueño de su generación, Roberto Madrazo Pintado, fortalecía su liderazgo en la Ciudad de México asesorando al regente capitalino Carlos Hank González, López Obrador buscaba hacer política en un instituto al que acababa de ingresar muy a su manera: esas secciones vecinales que había establecido en La Chontalpa comenzó a formarlas por toda la entidad hasta tener unas mil 300 con la encomienda de convertirse en ojos ciudadanos de los alcaldes.
A González Pedrero se le vino una rebelión de presidentes municipales, más de 15 le presionaron y éste cedió echando a Andrés Manuel de la dirigencia. “El ensayo duró siete meses: había entrado a la presidencia del PRI en 1983 y para septiembre se había desatado la crisis”, ha contado López Obrador.
La figura del tabasqueño había dado de qué hablar durante su paso por la dirigencia estatal del PRI y en su corta trayectoria política había hecho buenos amigos que no se olvidaron de él. Ignacio Ovalle estaba de embajador de México en Buenos Aires cuando se enteró que Clara Jusidman, entonces titular del Instituto Nacional del Consumidor, buscaba a una persona que ayudara en la capacitación de los derechos al consumidor. Y le presentó a López Obrador
“Supe que era él. Entendió inmediatamente la propuesta de cómo capacitar para la orientación al consumo”, cuenta Clara Jusidman a Excélsior. López Obrador buscó salir a dar pláticas en varios lugares y constituyó brigadas de capacitadores que salían a la calle ofreciendo alternativas de consumo en una época en que la fuerte crisis de 1982 aún hacía daño a las familias mexicanas.
Se le proponía a la gente preparar productos ricos y nutritivos, se les enseñaba a seleccionar productos, leer etiquetas y, por primera vez en México a escala federal se impulsaba la defensa de los derechos a consumidores promoviendo ley de protección al consumo. Uno de los lugares favoritos de López Obrador para ir a dar ese tipo de pláticas era afuera en los hospitales.
Para sorpresa de muchos en el Instituto, el tabasqueño consiguió a precios muy accesibles canastas de verduras traídas de la Central de Abasto y que la gente aprovechaba bien. Quiso intentar una modalidad colectiva, que grupos de personas hicieran compras en común como base organización de consumidores, pero allí no hubo mucho éxito porque la gente no confía en eso debido a que debía dar dinero por anticipado a un líder. Aun así en esos dos campos, el de la capacitación y orientación al consumo, a Andrés Manuel le fue bien.
Durante el terremoto del 85 seguía al frente del área de capacitación al consumidor, y Clara Jusidman apoyada de López Obrador hicieron brigadas para ayudar al rescate de personas y desempeñaron actividades de vinculantes de oferentes de servicios y necesidades. Había, por ejemplo, una empresa que ofrecía excavadoras y ellos señalaban el lugar donde era necesaria la ayuda.
La última vez que Jusidman vio a López Obrador en el Instituto debió haber sido el año de 1988. Se suponía que Andrés Manuel se había ido de vacaciones a Cuba para encontrarse con Ovalle, pero la directora se lo encontró en el elevador de la oficina.
—¿Qué hace por aquí? —le dijo un tanto asombrada. Y añadió: —¿No que se iba a ir a Cuba?
—Cambio de planes. Hay una propuesta que no puedo rechazar. He decidido contender por la gubernatura de Tabasco.
—Es muy joven, tiene un futuro por delante.
Pero López Obrador se había hastiado del priismo y decidió aceptar la propuesta del Frente Democrático Nacional, un movimiento que buscaba derrocar al Revolucionario Institucional en el país que fue la antesala política del PRD, proyecto que irritó a destacados priístas entre ellos a Carlos Salinas de Gortari, quien estaba a punto de ser nombrado oficialmente el candidato presidencial y cuyo triunfo quedaría en duda.
El tabasqueño había buscado la oportunidad vía el PRI para la presidencia municipal de Villahermosa, pero el mandamás del tricolor en su entidad, Salvador Neme, le contestó que ni soñando aspirara a ser el candidato porque la posición estaba comprometida para el sindicato petrolero. Su trabajo en favor de los indígenas, sin embargo, influyó para que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas designara una comisión encabezada por Graco Ramírez para buscar a López Obrador y ofrecerle la candidatura no a una alcaldía sino al gobierno de Tabasco.
En una reunión meses después que Clara Jusidman sostuvo con Carlos Salinas, en carácter de secretaria de la comisión de Alimentación del instituto de estudios políticos del PRI, ella entregó una investigación a él. Salinas de Gortari no se detuvo para tocar el tema Andrés Manuel. Le preguntó por el tabasqueño, pues sabía de su amistad por el paso de ambos en el Instituto Nacional del Consumidor.
—¿Cómo va López Obrador? —le cuestionó.
Andrés Manuel estaba en intensa lucha por fortalecer su campaña frente a Salvador Neme, el aspirante del PRI a Tabasco, cuyo coordinador de campaña era Roberto Madrazo.
—Pues ahí va —contestó Jusidman, pero inmediatamente fue atajada:
—No va.
López Obrador perdió la contienda.
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La pasión de López Obrador por el trabajo social en comunidades desfavorecidas fue su carta de presentación en el despegue como actor político, en los años ochenta:
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“Clara Jusidman necesitaba un político joven, con pasión social, y yo dije quién mejor que Andrés Manuel, que tiene pasión nacida del corazón”.
Era el invierno de 1984 cuando Andrés Manuel dejó de capacitar priistas en Tabasco junto con Arturo Núñez y empezó a hacerse cargo de las estrategias para orientar al consumidor en sus derechos.
En una conversación de 30 minutos, Jusidman supo que era López Obrador el que entendió mejor el proyecto, pues además de que conocía el trabajo que hizo con indígenas —enseñando técnicas de construcción de casas, hacer los famosos camellones chontales (relleno de terrenos pantanosos)— su preocupación por buscar acercarse a las personas fue determinante para quedarse con el empleo.
"No pertenecíamos al PRI, sino que lo hicimos por esta circunstancia especial… además, en esos tiempos, no teníamos realmente otra opción. El PRI era predominante y la política se hacía básicamente en ese partido.” Andrés Manuel López Obrador, aspirante presidencial
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A los 23 años, Andrés Manuel López Obrador coordinó una campaña electoral. Enrique Peña Nieto comenzó en la política a los 24 años. Gabriel Quadri de la Torre se forjó en manifestaciones ecologistas en los años 80, y Josefina Vázquez Mota fue conferencista en los años 90.
http://www.excelsior.com.mx/
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