Raymundo Riva Palacio
Cartucho quemado
Miércoles, 11 de Marzo de 2009
Jorge Tello Peón ha sido escogido por el presidente Felipe Calderón para un cargo dual: asesor de seguridad nacional en la Presidencia, y secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad. Remplazará a Sigrid Arzt, quien nunca pudo con el paquete en Los Pinos, y a Monte Alejandro Rubido, a quien el gobierno perfila como el vocero único para temas de seguridad. Pero no se equivoque, las noticias no son buenas: Tello Peón es un cartucho quemado.
Está desactualizado y fuera de los temas importantes. En la última semana tuvo varios encuentros, uno con empresarios, donde departió toda la mañana con ellos sin enterarse jamás de la violencia desparramada ese día en Reynosa, lo que dejó muy mala impresión entre la gente del capital. Otro con corresponsales extranjeros, donde exhibió una piel sumamente delgada y una ignorancia sobre la estrategia del gobierno en el cual trabaja en contra de la lucha organizada, molestándose y utilizando una retórica hueca y absolutamente decepcionante.
Pero alguna debilidad tiene el presidente Calderón con él, que le perdona todo y todas. Le presentó un programa de Seguridad Pública y Calderón le ofreció el cargo de secretario, que había aceptado hasta que una rebelión familiar, provocó que Tello Peón le dijera que en una mejor ocasión. La abrupta retirada del yucateco que fue director del Cisen, generó un conflicto al entonces presidente electo, quien tuvo que recomponer y demorar el nombramiento de su gabinete, que terminó armando en forma improvisada: el secretario Genaro García Luna se enteró en la víspera que el cargo recaería en él; el general Guillermo Galván fue notificado de que sería secretario de Defensa 45 minutos antes del anuncio; y el secretario de Marina, Francisco Saynez, ni siquiera se enteró hasta que llegó a Los Pinos justo a tiempo para que le prestaran una camisa propia para el acto.
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Aún así, Calderón lo nombró tiempo después asesor especial en seguridad, y soslayó las peleas palaciegas con Arzt que bordeaban lo ridículo, como por ejemplo, pelear la cabecera de las reuniones (que salomónicamente se decidió con dos sillas). Como asesor presidencial, en enero pasado, conmocionó a los embajadores de México en el mundo al afirmar que a los narcotraficantes no había que eliminarlos, sino controlarlos, una sugerencia de negociación con los cárteles que semanas después tuvo que rectificar durante una exposición en Estados Unidos.
Su llegada ahora viene cargada de mucho poder y, podría argumentarse, será una cuña contra quien fuera su pupilo en el Cisen y ahora está distanciado, García Luna. El Sistema Nacional de Seguridad es un cargo más político que policial, que maneja los presupuestos para los estados y depende del secretario de Seguridad Pública. Las fricciones entre ambos han sido crecientes, y dos de las más importantes se dieron cuando el segundo ya fungía como asesor presidencial. Una fue cuando bloqueó la recomendación de García Luna para que Wilfrido Robledo, que había trabajado con ambos, fuera nombrado director del Cisen. La otra, en esa reunión con embajadores, cuando discrepó públicamente con la estrategia contra el narco de García Luna y aseguró que la política de comunicación social que se seguía era un "desastre".
El regreso de Tello Peón al gobierno lo tomó totalmente desubicado. Peor había salido, sin embargo, del servicio público. Nadie puede olvidar que como subsecretario de Gobernación durante el gobierno de Vicente Fox, estaba en la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, en las afueras de Guadalajara, el mismo día en que se fugó Joaquín "El Chapo" Guzmán. Fue una vergüenza institucional que en las narices de Tello Peón se le fuera uno de los jefes máximos del narcotráfico en México.
Años antes, como director del Cisen durante el gobierno de Ernesto Zedillo, fue enviado a investigar el misterioso secuestro de Fernando Gutiérrez Barrios, y cuando llegó a su casa en las primeras fases de la pesquisa, se mostraba desconcertado y, de acuerdo con personas que hablaron con él en ese momento, tan nervioso que perdió su celular al caérsele en el excusado. Otro desastre. No resolvió el secuestro de Gutiérrez Barrios, sino otro policía político, Miguel Nassar Haro, quien negoció duro con los secuestradores, y elaboró un informe sobre los autores intelectuales y materiales del secuestro –oficialmente fue un jardinero y personal de su servicio-, que se mantiene en secreto hasta hoy en día.
Bajo las órdenes de Tello Peón en el gobierno de Fox se espió al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador. Una de las operaciones de espionaje, a través de infiltrados en el equipo cercano del político, fue cuando se reunió con diplomáticos y agentes cubanos, que poco después fueron expulsados de México. El gobierno de Fox reservó por 12 años la información que lo llevó a esa expulsión. En esa plática, de acuerdo con ex funcionarios que supieron de ella de primera mano, los cubanos ofrecían 40 horas de video del interrogatorio en La Habana del empresario Carlos Ahumada, para ayudarlo en su campaña por la Presidencia. López Obrador nunca lo aceptó.
Si uno revisa varios de los episodios en los cuales ha estado involucrado Tello Peón en los últimos años, dejó de ser un funcionario confiable hace tiempo. Sin embargo, el presidente Calderón no lo considera de esa manera al estar listo a asignarle las nuevas responsabilidades que le darán un cargo político, en el Sistema Nacional de Seguridad, y uno estratégico, coordinando al gabinete de seguridad nacional. Pero si en el pasado reciente no podía con una responsabilidad, ¿qué hará pensar al Presidente que podrá con dos? La pregunta es retórica en el gobierno de Calderón, donde la eficiencia no es el eje por donde circulan sus decisiones.
Está desactualizado y fuera de los temas importantes. En la última semana tuvo varios encuentros, uno con empresarios, donde departió toda la mañana con ellos sin enterarse jamás de la violencia desparramada ese día en Reynosa, lo que dejó muy mala impresión entre la gente del capital. Otro con corresponsales extranjeros, donde exhibió una piel sumamente delgada y una ignorancia sobre la estrategia del gobierno en el cual trabaja en contra de la lucha organizada, molestándose y utilizando una retórica hueca y absolutamente decepcionante.
Pero alguna debilidad tiene el presidente Calderón con él, que le perdona todo y todas. Le presentó un programa de Seguridad Pública y Calderón le ofreció el cargo de secretario, que había aceptado hasta que una rebelión familiar, provocó que Tello Peón le dijera que en una mejor ocasión. La abrupta retirada del yucateco que fue director del Cisen, generó un conflicto al entonces presidente electo, quien tuvo que recomponer y demorar el nombramiento de su gabinete, que terminó armando en forma improvisada: el secretario Genaro García Luna se enteró en la víspera que el cargo recaería en él; el general Guillermo Galván fue notificado de que sería secretario de Defensa 45 minutos antes del anuncio; y el secretario de Marina, Francisco Saynez, ni siquiera se enteró hasta que llegó a Los Pinos justo a tiempo para que le prestaran una camisa propia para el acto.
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Aún así, Calderón lo nombró tiempo después asesor especial en seguridad, y soslayó las peleas palaciegas con Arzt que bordeaban lo ridículo, como por ejemplo, pelear la cabecera de las reuniones (que salomónicamente se decidió con dos sillas). Como asesor presidencial, en enero pasado, conmocionó a los embajadores de México en el mundo al afirmar que a los narcotraficantes no había que eliminarlos, sino controlarlos, una sugerencia de negociación con los cárteles que semanas después tuvo que rectificar durante una exposición en Estados Unidos.
Su llegada ahora viene cargada de mucho poder y, podría argumentarse, será una cuña contra quien fuera su pupilo en el Cisen y ahora está distanciado, García Luna. El Sistema Nacional de Seguridad es un cargo más político que policial, que maneja los presupuestos para los estados y depende del secretario de Seguridad Pública. Las fricciones entre ambos han sido crecientes, y dos de las más importantes se dieron cuando el segundo ya fungía como asesor presidencial. Una fue cuando bloqueó la recomendación de García Luna para que Wilfrido Robledo, que había trabajado con ambos, fuera nombrado director del Cisen. La otra, en esa reunión con embajadores, cuando discrepó públicamente con la estrategia contra el narco de García Luna y aseguró que la política de comunicación social que se seguía era un "desastre".
El regreso de Tello Peón al gobierno lo tomó totalmente desubicado. Peor había salido, sin embargo, del servicio público. Nadie puede olvidar que como subsecretario de Gobernación durante el gobierno de Vicente Fox, estaba en la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, en las afueras de Guadalajara, el mismo día en que se fugó Joaquín "El Chapo" Guzmán. Fue una vergüenza institucional que en las narices de Tello Peón se le fuera uno de los jefes máximos del narcotráfico en México.
Años antes, como director del Cisen durante el gobierno de Ernesto Zedillo, fue enviado a investigar el misterioso secuestro de Fernando Gutiérrez Barrios, y cuando llegó a su casa en las primeras fases de la pesquisa, se mostraba desconcertado y, de acuerdo con personas que hablaron con él en ese momento, tan nervioso que perdió su celular al caérsele en el excusado. Otro desastre. No resolvió el secuestro de Gutiérrez Barrios, sino otro policía político, Miguel Nassar Haro, quien negoció duro con los secuestradores, y elaboró un informe sobre los autores intelectuales y materiales del secuestro –oficialmente fue un jardinero y personal de su servicio-, que se mantiene en secreto hasta hoy en día.
Bajo las órdenes de Tello Peón en el gobierno de Fox se espió al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador. Una de las operaciones de espionaje, a través de infiltrados en el equipo cercano del político, fue cuando se reunió con diplomáticos y agentes cubanos, que poco después fueron expulsados de México. El gobierno de Fox reservó por 12 años la información que lo llevó a esa expulsión. En esa plática, de acuerdo con ex funcionarios que supieron de ella de primera mano, los cubanos ofrecían 40 horas de video del interrogatorio en La Habana del empresario Carlos Ahumada, para ayudarlo en su campaña por la Presidencia. López Obrador nunca lo aceptó.
Si uno revisa varios de los episodios en los cuales ha estado involucrado Tello Peón en los últimos años, dejó de ser un funcionario confiable hace tiempo. Sin embargo, el presidente Calderón no lo considera de esa manera al estar listo a asignarle las nuevas responsabilidades que le darán un cargo político, en el Sistema Nacional de Seguridad, y uno estratégico, coordinando al gabinete de seguridad nacional. Pero si en el pasado reciente no podía con una responsabilidad, ¿qué hará pensar al Presidente que podrá con dos? La pregunta es retórica en el gobierno de Calderón, donde la eficiencia no es el eje por donde circulan sus decisiones.
r_rivapalacio@yahoo.com
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