La Guadalupana y el Cardenal
Conjeturas
Escribe Max Weber, como una de sus conclusiones tras minuciosas investigaciones sobre el capitalismo, que éste hunde sus raíces desde que, sobre todo, aparecieron los comerciantes (verbigracia: los célebres, por defenestrados, mercaderes del templo). “El capitalismo del comerciante y del proveedor del Estado y todas aquellas modalidades del capitalismo prerracionalista conocidas en el mundo desde hace cuatro milenios”.
Y así hemos llegado al capitalismo salvaje, alias el neoliberalismo económico, que en palabras de Weber es “el capitalismo de aventureros y de rapiña enraizado sobre todo como tal en la política”. Nada, pues, escapa al capitalismo, verbigracia: el matrimonio político del comunismo chino y su actual política económica a toda marcha sobre los rieles del capitalismo. Todo está a la venta, dentro y fuera del mercado (la piratería y el contrabando merodean sus fronteras). Pues bien, en los tribunales se ventila la propiedad y comercialización de la imagen digitalizada de La Guadalupana. El litigio ha pasado ya por esas instancias y en ellas las resoluciones favorecen a un particular que (“¡Eureka!”, como exclamó Arquímedes tras la creación de su hipótesis y comprobación en la experiencia científica) tuvo la idea de registrar la digitalización de esa imagen y por tanto es el propietario.
En la disputa judicial-religiosa la contraparte es el protector de pederastas, enemigo del aborto (y muy amigo-consultor, ayer de los Foxes y, ahora, de los Calderón y la derecha en el poder presidencial) nada menos que el cardenal Rivera Carrera. éste, además de su cita en los tribunales estadounidenses, ha estado apelando para rescatar, para propiedad de la Iglesia Católica, apostólica, romana y guadalupana, esa imagen cuya venta, por su gran éxito, deja millones de pesos. El actual propietario, cuentan, está más que dispuesto a una transacción con el representante de esa Iglesia, pero Rivera Carrera, con tantos fierros en la lumbre no se ha dado tiempo para la negociación. El asunto del pederasta y su lucha perdida contra el aborto (el 70 por ciento de las mujeres católicas lo aprueban y celebran tenerlo como un derecho) lo tienen ocupado y está a punto de perder, definitivamente, la propiedad de la imagen digitalizada de La Guadalupana.
El fondo del asunto litigioso es que de perder, en la tercera y última instancia, la Iglesia citada se quedaría sin una imagen que le acarrearía una constante fuente de ingresos. Pero el cardenal está más interesado en cultivar sus relaciones políticas, su asistencia a grandes comilonas (como su par el obispo Onésimo de Ecatepec) y en darle amparo a quienes, desde los altares, en lugar de oficiar sus ritos, abusan sexualmente de niños. Así que la imagen digitalizada de La Guadalupana lleva visos de quedarse como propiedad privada de un particular, a pesar y muy a pesar de que éste ha tocado en vano a las puertas de la residencia cardenalicia, para tratar de llegar a un arreglo que beneficiaría a la Iglesia para su venta a quienes, con la nueva tecnología, adquieren digitalizada esa imagen. Ya veremos qué pasa en la última instancia, pero no hay duda de que el particular obtendrá la victoria judicial.
Y así hemos llegado al capitalismo salvaje, alias el neoliberalismo económico, que en palabras de Weber es “el capitalismo de aventureros y de rapiña enraizado sobre todo como tal en la política”. Nada, pues, escapa al capitalismo, verbigracia: el matrimonio político del comunismo chino y su actual política económica a toda marcha sobre los rieles del capitalismo. Todo está a la venta, dentro y fuera del mercado (la piratería y el contrabando merodean sus fronteras). Pues bien, en los tribunales se ventila la propiedad y comercialización de la imagen digitalizada de La Guadalupana. El litigio ha pasado ya por esas instancias y en ellas las resoluciones favorecen a un particular que (“¡Eureka!”, como exclamó Arquímedes tras la creación de su hipótesis y comprobación en la experiencia científica) tuvo la idea de registrar la digitalización de esa imagen y por tanto es el propietario.
En la disputa judicial-religiosa la contraparte es el protector de pederastas, enemigo del aborto (y muy amigo-consultor, ayer de los Foxes y, ahora, de los Calderón y la derecha en el poder presidencial) nada menos que el cardenal Rivera Carrera. éste, además de su cita en los tribunales estadounidenses, ha estado apelando para rescatar, para propiedad de la Iglesia Católica, apostólica, romana y guadalupana, esa imagen cuya venta, por su gran éxito, deja millones de pesos. El actual propietario, cuentan, está más que dispuesto a una transacción con el representante de esa Iglesia, pero Rivera Carrera, con tantos fierros en la lumbre no se ha dado tiempo para la negociación. El asunto del pederasta y su lucha perdida contra el aborto (el 70 por ciento de las mujeres católicas lo aprueban y celebran tenerlo como un derecho) lo tienen ocupado y está a punto de perder, definitivamente, la propiedad de la imagen digitalizada de La Guadalupana.
El fondo del asunto litigioso es que de perder, en la tercera y última instancia, la Iglesia citada se quedaría sin una imagen que le acarrearía una constante fuente de ingresos. Pero el cardenal está más interesado en cultivar sus relaciones políticas, su asistencia a grandes comilonas (como su par el obispo Onésimo de Ecatepec) y en darle amparo a quienes, desde los altares, en lugar de oficiar sus ritos, abusan sexualmente de niños. Así que la imagen digitalizada de La Guadalupana lleva visos de quedarse como propiedad privada de un particular, a pesar y muy a pesar de que éste ha tocado en vano a las puertas de la residencia cardenalicia, para tratar de llegar a un arreglo que beneficiaría a la Iglesia para su venta a quienes, con la nueva tecnología, adquieren digitalizada esa imagen. Ya veremos qué pasa en la última instancia, pero no hay duda de que el particular obtendrá la victoria judicial.
cepedaneri@prodigy.net.mx
JAJAJAA otra vez se chingó la Iglesia, já jaa y orita que recuerdo, los del Yunque se inician rezando a la virgen de Guadalupe
Kikka Roja
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