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domingo, 18 de enero de 2009

Israel, ese genocida: Jorge Moch

Israel, ese genocida
Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
moch
Me llamo Jorge Moch. Soy mexicano y soy ateo. Mi madre, alguna vez católica, me bautizó sin mi permiso. Mi padre hacía lo que mi madre dictara. Dios hizo lo que dicté yo cuando lo mandé al carajo. Mi abuelo era masón y me enseñó cosas buenas. Mi bisabuelo era judío. Moch viene del hebreo moshé . Un tío abuelo mío estuvo en Auschwitz y fue liberado en 1944 por los rusos. Fue combatiente con las tropas comandadas por De Gaulle. Desde niño tuve amigos judíos y alguna vez pensé en convertirme, pertenecer: los Arakanchi, los Maymón, los Canarek. Buchwald, Ilitzky, Bross. En la sinagoga de Guadalajara podía entrar sin problemas porque los vigilantes creían, de tanto verme por allí, que yo era parte de la congregación. Los padres de algunos de mis amigos a veces me hablaban en yiddish sin que yo entendiera un cuerno, y la sangre judía en mis venas hasta hace poco era motivo de orgullo para mí. El Holocausto es para mí una tragedia cósmica, conmovedoramente real y descarnada: casi toda mi ascendencia en Francia fue diezmada por los nazis. Los Moch, además de judíos, eran maquis, es decir, guerrilleros de la resistencia contra la ocupación. Hay en la familia historias espeluznantes de aquella guerra y de nuestros muertos. El tema del Holocausto pega durísimo en el plexo. Me hace llorar.

Pero el Estado de Israel hoy ha desgarrado mi vena judía. Me ha traicionado. Ha traicionado los mismos ideales por los que millones de judíos sacrificaron su vida y padecieron terrible martirio; el Estado de Israel hoy se ha traicionado a sí mismo, ha escupido los fundamentos sobre los que se sostiene, sobre los ideales de Ben-Gurión, de Golda Meir, en fin, sobre sí mismo y sobre la cauda del suplicio colectivo padecido en las garras del Tercer Reich durante la primera mitad del siglo pasado. Israel es hoy, como sus verdugos de antaño, un asesino de niños, de mujeres, de gente que dormía en sus casas hasta que les cayó encima una bomba de racimo con la estrella de David como insignia y la leyenda, minúscula para que no se vea demasiado: made in usa.

Al imbécil fronterizo de la Casa Blanca que destripó la paz en el mundo por casi una década, se le llena el hocico al decir que la masacre de Gaza es culpa de los palestinos que arrojan proyectiles caseros a territorio que, en los hechos y según el derecho internacional, es suyo; territorio ocupado a la mala, cercado a la mala por una barda peor que la que los mismos gringos nos recetan como bofetada de desprecio en la frontera: los palestinos de Gaza buscan recuperar lo que les fue arrebatado porque Israel tiene más y mejores armas y, según parece, una inmensa avidez por tierra ajena al tiempo que un nimio, minúsculo, inexistente escrúpulo, porque el respeto al derecho ajeno, etcétera.

Quién hubiera pensado que un premier como Olmert, marido de una novelista, pudiera ser acusado de genocida y puesto en la misma apestosa colección de monstruos, con Hitler, Stalin, Amin, Pinochet, Milosevic o Franco… sin utilidad real en el mundo, sin mérito, como no sea para demostrar que la especie humana es capaz de cualquier cosa y que la ultraderecha, aunque se pinte de rojo, ebria de poder, de dogmas, de certezas de papel y cortedad de miras no sirve más que para inventarse santos y matar al prójimo cuando sale respondón, porque en todos lados, en toda época es la misma mierda.

Quién iba a decir que fuera Israel capaz de cometer una masacre como ésta, tan abusivo con sus bombas, si ya eran vergonzosas y criminales la matanzas de los campos de refugiados de Rafah, Jenín, Nahr al-Bared, Sabra y Chatila, masacres inexistentes en el discurso oficial de Occidente, pero con muertos reales, mujeres, varones, niños que alguna vez nacieron y recibieron arrullos para terminar con hoyos sangrantes, hoyos de bala en el cuerpo o despedazados por un bombazo justificado primero en los medios estadunidenses, allí las cbs , cnn , Fox News, y el resto del mundo agachón ante el poder del dinero. Quién iba a decir que los actos de la derecha en Israel restarían valor a la Guerra de los seis días, a sus justicieros pero brutales actos cuando Septiembre Negro, a la gesta vindicativa de Simon Wiesenthal, al heroísmo de Moshé Dayán, al rescate de los secuestrados de Entebbe…

Me llamo Jorge Moch y por primera vez en mi vida me avergüenzo de la sangre que corre en mis venas, de que alguna vez quise probar la aventura del kibutz, de que el segundo apellido de mi bisabuelo fuera Levy. Pobres judíos. Pobres palestinos. Pobre mundo.


kikka-roja.blogspot.com/

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