Agustín Basave
02-Feb-2009
A Carlos Payán; que cumpla muchos más.
En estos tiempos de desideologización son cosas aparentemente llanas las que distinguen a un gobernante de izquierda. Quedaron en el siglo pasado, aunque algunos pretendan reciclarlas, las discusiones sobre el viejo estatismo. Hoy un progresista defiende entre otras cosas una política económica productiva y no especulativa, una política fiscal redistributiva y una política social que trascienda el asistencialismo. Se trata, simple y complejamente, de contrarrestar los excesos del anarcocapitalismo y sacar al Estado de la anomia y la anemia en que lo han dejado los templarios de la mano invisible y cuyos efectos resentimos todos. Pero no sólo del plan vive el hombre. A veces lo que hace la diferencia son las prioridades en materia de presupuesto y deuda pública que un gobernante manifiesta en forma casuística.
Me explico. El criterio para determinar la existencia de una coyuntura crítica es lo que ahora deslinda ideologías. Para la derecha, la miseria y la desesperación de grandes grupos marginados no constituye una crisis que amerite atención urgente mediante la consecución de recursos extraordinarios; en ese caso pide paciencia en aras del realismo y la responsabilidad presupuestal. Pero cuando las grandes empresas se derrumban, para esa misma derecha ser realista y responsable es incurrir en déficits, endeudarse, socializar las pérdidas, hacer hasta lo imposible para salvarlas. En México tenemos un ejemplo muy ilustrativo. En 1995 el gobierno enfrentó una situación financiera crítica y no reparó en restricciones de presupuesto para resolverla: salió inmediatamente a contratar empréstitos por cantidades exorbitantes de dinero a efecto de salvar a los bancos. Con toda atingencia se pidió un préstamo enorme a Estados Unidos y no se dudó en darle todas las garantías que pedía a cambio. Hoy nos dice el ex presidente Ernesto Zedillo, con mal disimulado orgullo, que esa operación de salvamento fue más grande que la que nuestro vecino está realizando, porque su monto alcanzó 20% de nuestro PIB.
Yo no cuestiono la ineludible intervención estatal en esa crisis, pero sí repruebo las causas, las prioridades y la corrupción del Fobaproa. ¿Cuánto nos han costado las privatizaciones fallidas de los bancos, las carreteras, las aerolíneas?, ¿cuántos de los accionistas y directivos que por ilegalidad o ineptitud perjudicaron a tanta gente pagaron con la cárcel o la ruina y cuántos mexicanos de a pie perdieron todo lo que tenían? Ahora bien, hay distintas maneras de hacer un rescate, como en cierta medida ha demostrado Barack Obama: ¿por qué en México se canalizó el dinero a la banca y no, al menos en parte, a la sociedad afectada por la crisis?; ¿no era acaso crítica la situación de millones de los mexicanos más desprotegidos, y una ayuda directa a ellos no habría ayudado también a las finanzas del país y de paso habría evitado que los banqueros abusaran del erario para compensar sus errores y premiar su voracidad? Sin embargo, para evitar el error de diciembre y sus secuelas habría sido preciso que existiera la voluntad política de proteger primordialmente los empleos y por añadidura a los empleadores, y no al revés.
Pero vayamos un poco más lejos. Yo digo que sí era prioritaria una acción del Estado en 1995, aunque ciertamente no la que se realizó, pero también digo que eran y son igualmente prioritarias acciones de mucha mayor magnitud para combatir la pobreza y las desigualdades. Si entonces se decidió endeudar al país al grado de comprometer nuestro futuro, ¿por qué se regatean fondos mucho más modestos para proyectos sociales? ¿No es acaso tan crítica o más la situación de millones de indígenas y campesinos y de marginados urbanos? Los proyectos para crear un seguro contra el desempleo o la infraestructura hospitalaria de un sistema de salud auténticamente universal y gratuito, que implicarían un menor endeudamiento, han sido sistemáticamente descalificados por los gobiernos neoliberales como propuestas inviables del populismo. No hay dinero suficiente, dicen, y hay prioridades...
Por supuesto que hay prioridades. Ése es justamente el problema, que se han priorizado privilegios minoritarios por sobre el bienestar de la mayoría. ¿Decir esto es retórica populista? ¿De veras? ¿Todavía queda alguien que pueda honestamente sostener que habría sido imposible destinar más presupuesto para construir un país menos desigual, y que ese esfuerzo nos habría dejado en mejores condiciones para enfrentar la actual adversidad? No cabe duda: lo que marca la diferencia, lo que hoy distingue en buena medida a la izquierda de la derecha, es el criterio para determinar qué constituye una crisis.
Sven y Felipe. El director técnico de la Selección Mexicana de Futbol parece cojear del mismo pie que el presidente de México. Tras haber sorteado exitosamente los primeros obstáculos, en estos momentos no ve la luz al final del túnel. Por si la mala suerte, los castigos y las bajas no fueran suficientes, carece de una estrategia bien planeada e incurre en tácticas conservadoras, demasiadas alineaciones, cambios tardíos. Si libra el descontento interno enfrentará adversarios muy difíciles en canchas adversas. El arranque de la siguiente fase nos tiene a todos con el alma en un hilo. Tendrá que verse las caras con la renovada, impredecible y poderosa escuadra de Estados Unidos.
abasave@prodigy.net.mx
El criterio para determinar una coyuntura crítica es lo que deslinda ideologías. Para la derecha, la miseria y la desesperación de grandes grupos marginados no constituye una crisis. Pero cuando las grandes empresas se derrumban, ser realista y responsable es incurrir en déficits, endeudarse, hacer lo imposible para salvarlas.
Me explico. El criterio para determinar la existencia de una coyuntura crítica es lo que ahora deslinda ideologías. Para la derecha, la miseria y la desesperación de grandes grupos marginados no constituye una crisis que amerite atención urgente mediante la consecución de recursos extraordinarios; en ese caso pide paciencia en aras del realismo y la responsabilidad presupuestal. Pero cuando las grandes empresas se derrumban, para esa misma derecha ser realista y responsable es incurrir en déficits, endeudarse, socializar las pérdidas, hacer hasta lo imposible para salvarlas. En México tenemos un ejemplo muy ilustrativo. En 1995 el gobierno enfrentó una situación financiera crítica y no reparó en restricciones de presupuesto para resolverla: salió inmediatamente a contratar empréstitos por cantidades exorbitantes de dinero a efecto de salvar a los bancos. Con toda atingencia se pidió un préstamo enorme a Estados Unidos y no se dudó en darle todas las garantías que pedía a cambio. Hoy nos dice el ex presidente Ernesto Zedillo, con mal disimulado orgullo, que esa operación de salvamento fue más grande que la que nuestro vecino está realizando, porque su monto alcanzó 20% de nuestro PIB.
Yo no cuestiono la ineludible intervención estatal en esa crisis, pero sí repruebo las causas, las prioridades y la corrupción del Fobaproa. ¿Cuánto nos han costado las privatizaciones fallidas de los bancos, las carreteras, las aerolíneas?, ¿cuántos de los accionistas y directivos que por ilegalidad o ineptitud perjudicaron a tanta gente pagaron con la cárcel o la ruina y cuántos mexicanos de a pie perdieron todo lo que tenían? Ahora bien, hay distintas maneras de hacer un rescate, como en cierta medida ha demostrado Barack Obama: ¿por qué en México se canalizó el dinero a la banca y no, al menos en parte, a la sociedad afectada por la crisis?; ¿no era acaso crítica la situación de millones de los mexicanos más desprotegidos, y una ayuda directa a ellos no habría ayudado también a las finanzas del país y de paso habría evitado que los banqueros abusaran del erario para compensar sus errores y premiar su voracidad? Sin embargo, para evitar el error de diciembre y sus secuelas habría sido preciso que existiera la voluntad política de proteger primordialmente los empleos y por añadidura a los empleadores, y no al revés.
Pero vayamos un poco más lejos. Yo digo que sí era prioritaria una acción del Estado en 1995, aunque ciertamente no la que se realizó, pero también digo que eran y son igualmente prioritarias acciones de mucha mayor magnitud para combatir la pobreza y las desigualdades. Si entonces se decidió endeudar al país al grado de comprometer nuestro futuro, ¿por qué se regatean fondos mucho más modestos para proyectos sociales? ¿No es acaso tan crítica o más la situación de millones de indígenas y campesinos y de marginados urbanos? Los proyectos para crear un seguro contra el desempleo o la infraestructura hospitalaria de un sistema de salud auténticamente universal y gratuito, que implicarían un menor endeudamiento, han sido sistemáticamente descalificados por los gobiernos neoliberales como propuestas inviables del populismo. No hay dinero suficiente, dicen, y hay prioridades...
Por supuesto que hay prioridades. Ése es justamente el problema, que se han priorizado privilegios minoritarios por sobre el bienestar de la mayoría. ¿Decir esto es retórica populista? ¿De veras? ¿Todavía queda alguien que pueda honestamente sostener que habría sido imposible destinar más presupuesto para construir un país menos desigual, y que ese esfuerzo nos habría dejado en mejores condiciones para enfrentar la actual adversidad? No cabe duda: lo que marca la diferencia, lo que hoy distingue en buena medida a la izquierda de la derecha, es el criterio para determinar qué constituye una crisis.
Sven y Felipe. El director técnico de la Selección Mexicana de Futbol parece cojear del mismo pie que el presidente de México. Tras haber sorteado exitosamente los primeros obstáculos, en estos momentos no ve la luz al final del túnel. Por si la mala suerte, los castigos y las bajas no fueran suficientes, carece de una estrategia bien planeada e incurre en tácticas conservadoras, demasiadas alineaciones, cambios tardíos. Si libra el descontento interno enfrentará adversarios muy difíciles en canchas adversas. El arranque de la siguiente fase nos tiene a todos con el alma en un hilo. Tendrá que verse las caras con la renovada, impredecible y poderosa escuadra de Estados Unidos.
abasave@prodigy.net.mx
El criterio para determinar una coyuntura crítica es lo que deslinda ideologías. Para la derecha, la miseria y la desesperación de grandes grupos marginados no constituye una crisis. Pero cuando las grandes empresas se derrumban, ser realista y responsable es incurrir en déficits, endeudarse, hacer lo imposible para salvarlas.
kikka-roja.blogspot.com/
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