Confía María Luisa en la Policía, a pesar de que, sabe, hay corrupción
Henia Prado REFORMA.COM
Ciudad de México (10 mayo 2009).- María Luisa Arreguín García podría ser la mujer que mejor conoce a la Policía. Durante más de 30 años ha vivido sus carencias, sus horarios desgastantes y hasta la muerte a manos de delincuentes, y no porque forme parte de alguna corporación, sino porque es madre de seis policías y viuda de un comandante de la Judicial, que fue asesinado en 1998, cuando rescató a un empresario secuestrado.
La mujer, de 54 años de edad, era adolescente cuando se casó con José Luis Delgado Acosta, quien reparaba máquinas de escribir, pero al paso del tiempo, ya con ocho hijos en su hogar, el dinero no alcanzó y tuvo que cambiar las herramientas por las armas. Invitado por uno de sus hermanos, dejó su vivienda en la Colonia Morelos para probar suerte en la Policía Judicial de Zacatecas. "A él siempre le gustó ese ambiente de policías desde chiquillo, tenía muchos amigos, desgraciadamente estábamos mal económicamente, entonces cuando él se fue me giraba dinero para mis hijos", relató María Luisa.
Después de 9 años, Delgado Acosta regresó y se alistó como agente de la Procuraduría General de Justicia del DF (PGJDF). Para ese entonces sus hijos habían crecido y el cuarto en nacer, Marco Antonio, que en ese entonces tenía 17 años, mostró inquietud por ser policía."Mi papá traía las armas, las dejaba en la mesa y a mí me gustaba desarmarlas, él no quería que fuéramos policías, entonces me daba permiso de limpiarlas para que se me quitara la inquietud, pero yo creo que eso ya lo traes en la sangre", comentó Marco.
Al enterarse de su interés por entrar a una corporación, su mamá lo apoyó.
"A mi esposo nunca le gustó que sus hijos fueran policías, él los protegía mucho; este niño me decía: 'quiero meterme a la Academia', y mi marido dijo no, yo lo convencí diciéndole: 'déjalo, ellos se tienen que enseñar a ganarse la vida'", explicó María Luisa. En 1991, Marco ingresó a la Secretaría de Seguridad Pública local (SSP), y a partir de allí sus hermanos varones siguieron el ejemplo, unos en la misma corporación y otros en Policías de otros Estados.
La madre veía a sus hijos salir de casa para combatir la delincuencia, se sentía contenta y orgullosa, y aunque temía por ellos, entendía que es su trabajo. Todo iba bien hasta que en enero de 1998 recibió una llamada donde le avisaron que su esposo había muerto. Durante un operativo para la liberación de un empresario secuestrado, el mando recibió varios impactos de bala y no resistió la atención médica en un hospital. La mujer dice que confía en la Policía, sin embargo, advierte que hay agentes corruptos y se le ha perdido el respeto a la institución.
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La mujer, de 54 años de edad, era adolescente cuando se casó con José Luis Delgado Acosta, quien reparaba máquinas de escribir, pero al paso del tiempo, ya con ocho hijos en su hogar, el dinero no alcanzó y tuvo que cambiar las herramientas por las armas. Invitado por uno de sus hermanos, dejó su vivienda en la Colonia Morelos para probar suerte en la Policía Judicial de Zacatecas. "A él siempre le gustó ese ambiente de policías desde chiquillo, tenía muchos amigos, desgraciadamente estábamos mal económicamente, entonces cuando él se fue me giraba dinero para mis hijos", relató María Luisa.
Después de 9 años, Delgado Acosta regresó y se alistó como agente de la Procuraduría General de Justicia del DF (PGJDF). Para ese entonces sus hijos habían crecido y el cuarto en nacer, Marco Antonio, que en ese entonces tenía 17 años, mostró inquietud por ser policía."Mi papá traía las armas, las dejaba en la mesa y a mí me gustaba desarmarlas, él no quería que fuéramos policías, entonces me daba permiso de limpiarlas para que se me quitara la inquietud, pero yo creo que eso ya lo traes en la sangre", comentó Marco.
Al enterarse de su interés por entrar a una corporación, su mamá lo apoyó.
"A mi esposo nunca le gustó que sus hijos fueran policías, él los protegía mucho; este niño me decía: 'quiero meterme a la Academia', y mi marido dijo no, yo lo convencí diciéndole: 'déjalo, ellos se tienen que enseñar a ganarse la vida'", explicó María Luisa. En 1991, Marco ingresó a la Secretaría de Seguridad Pública local (SSP), y a partir de allí sus hermanos varones siguieron el ejemplo, unos en la misma corporación y otros en Policías de otros Estados.
La madre veía a sus hijos salir de casa para combatir la delincuencia, se sentía contenta y orgullosa, y aunque temía por ellos, entendía que es su trabajo. Todo iba bien hasta que en enero de 1998 recibió una llamada donde le avisaron que su esposo había muerto. Durante un operativo para la liberación de un empresario secuestrado, el mando recibió varios impactos de bala y no resistió la atención médica en un hospital. La mujer dice que confía en la Policía, sin embargo, advierte que hay agentes corruptos y se le ha perdido el respeto a la institución.
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