- Más hambrientos y desempleados
- Ingrato paseo por la pobreza
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Jornaleros indígenas acuden a Río Florido, Fresnillo, Zacatecas, en busca de mejores oportunidades de trabajo en la pizca del cultivo de tomatillo verde, tomate y chile, aunque son sometidos a duras condiciones de explotación con escasos pagosFoto Notimex
De por sí complicado el panorama, la nueva crisis (en realidad un capítulo más en el desmoronamiento del modelo económico neoliberal) profundiza la desigualdad y deteriora más los precarios niveles de bienestar social en el mundo. Para el caso de América Latina, un primer efecto, de los muchos que se observan, es el aumento en el número de hambrientos: 6 millones de personas sólo en 2009, 12.3 por ciento más que en 2008, para afectar a 53 millones al concluir el presente año, de acuerdo con las proyecciones de la FAO.
Dicho capítulo ha puesto al mundo ante una perspectiva prolongada de aumento del desempleo y agudización de la pobreza y la desigualdad. Por regla general, en otros casos la recuperación del empleo sólo se ha alcanzado varios años después de la recuperación económica. En algunos países la simple recuperación de los niveles de empleo anteriores a la crisis no bastará para contribuir efectivamente a construir economías fuertes, ni para hacer realidad el trabajo decente para las mujeres y los hombres, según advertencia de la Organización Internacional del Trabajo.
A pesar de todo, lo anterior no resta alegría a los gobiernos y sus sonrientes voceros salen a decir que esta dramática situación es pasajera, que es un natural reacomodo de los mercados y que lo peor ya pasó. Si lo vivieran en carne propia probablemente no serían tan felices ni tendrían la cara dura de afirmar que lo peor ya pasó, pero en vía de mientras el Banco Mundial (Determinantes de las desigualdades regionales de bienestar al interior de los países de América Latina) nos obsequia un ingrato paseo por la pobreza en algunos países de la región, la cual tiende a empeorar, si es que eso es posible.
En el caso mexicano, señala que al analizar la pobreza al interior de sus regiones, el sureste del país (el Pacífico Sur, el Golfo y las regiones del Caribe) tiene niveles de vida sustancialmente más bajos que los del norte, el centro y la ciudad de México. En ésta (2005) se reportó una tasa de pobreza de 32 por ciento (muy por debajo de la media nacional), mientras los tres estados del sur, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, tenían una tasa de 72 por ciento. El ingreso per cápita en la ciudad de México es más de cinco veces que el de los estados del Pacífico Sur. Sin embargo, esto sugiere que la distribución del ingreso es significativamente más desigual en la ciudad de México. Las áreas rurales son apreciablemente más pobres que las urbanas. Las diferencias entre unas y otras son significativas en casi la totalidad de las variables empleadas y los coeficientes de bienestar son consistentes y sustancialmente más bajos en las áreas rurales.
En Brasil, las tasas de pobreza varían considerablemente, tanto al interior como entre las regiones, pero es claro que la pobreza es más alta en las áreas rurales y más baja en las áreas metropolitanas. En el agregado, las tasas de pobreza rural (41 por ciento) representan más del doble de las tasas de pobreza urbanas (18 por ciento). En términos de población, 67 por ciento de la pobreza de Brasil reside en las áreas urbanas y 33 por ciento en las rurales. En las regiones el patrón de pobreza es similar para las áreas metropolitanas, urbanas y rurales: el norte y noreste tienen, consistentemente, las tasas de pobreza más altas en cada una de las áreas, mientras el sur tiene las más bajas. Las tasas de pobreza en la ruralidad del noreste están estimadas en 55 por ciento.
Las tasas de pobreza de Colombia en las seis regiones varían de manera importante, de 37 por ciento en las áreas urbanas de la región del Valle, a 72 por ciento en las áreas rurales de la región Pacífica (las regiones más ricas y más pobres del país). No obstante, aunque la región Pacífica tiene las tasas globales y rurales más altas, las tasas de pobreza urbana (más del 60 por ciento) se encuentran en la región de Antioquia. Las áreas rurales en Colombia son sustancialmente más pobres, comparadas con las áreas urbanas dentro de la misma región. Sin embargo, cuando observamos las regiones, algunas áreas urbanas, tales como la Central y Antioquia, tienen tasas de pobreza más altas que algunas áreas rurales tales como Valle, Bogotá y Oriente.
Ecuador presenta diferencias dramáticas en las tasas de pobreza entre las áreas urbanas y rurales al interior de cada una de las tres regiones de Sierra (altiplano), Costa y Oriente (Amazonas). Las diferencias más pequeñas en las tasas de pobreza entre las áreas urbanas y rurales se dan en la región de la Costa, donde la tasa de pobreza en las áreas rurales es alrededor de 51 por ciento, mientras en las áreas urbanas está ligeramente por encima de 24 por ciento. En Oriente, la región más pobre de Ecuador, la tasa de pobreza en las áreas rurales es cuatro veces mayor que la tasa observada en las áreas urbanas (68 por ciento versus 16 por ciento).
Al analizar las nueve regiones de Bolivia, separando las áreas urbanas de las rurales, los hogares en el área rural de Potosí enfrentan las mayores desventajas estructurales regionales cuando se comparan con otras áreas. La tasa media de bienestar baja en 28 por ciento para el área rural de Potosí con respecto a otras regiones rurales. Las áreas rurales de Tarija, Santa Cruz y Beni tienen algunas ventajas regionales sobre La Paz, como también el área rural de Pando, que muestra la mayor ventaja regional. Es evidente que aunque este país muestra diferencias similares entre regiones y entre áreas urbanas y áreas prósperas, las desigualdades no son tan impactantes. Esto no debe disminuir el hecho de que la pobreza en todas las áreas es muy alta. Aun en las áreas urbanas más ventajosas, como lo es Pando, la tasa de pobreza es de 38 por ciento, mientras que la extremadamente pobre área rural de Potosí tiene la asombrosa tasa de pobreza de 92 por ciento.
No son las únicas naciones en América Latina, pero las citadas muestran cabalmente cómo funcionan los naturales reacomodos del mercado.
Las rebanadas del pastel
Como lo peor ya pasó, la FAO informa que sufre hambre uno de cada seis habitantes del planeta, y no por escasez de alimentos (La Jornada, Roberto González Amador). Mil 20 millones de personas se encuentran en tal condición, 200 millones más que al arrancar el siglo XXI. Y el modelito económico va por más.
Dicho capítulo ha puesto al mundo ante una perspectiva prolongada de aumento del desempleo y agudización de la pobreza y la desigualdad. Por regla general, en otros casos la recuperación del empleo sólo se ha alcanzado varios años después de la recuperación económica. En algunos países la simple recuperación de los niveles de empleo anteriores a la crisis no bastará para contribuir efectivamente a construir economías fuertes, ni para hacer realidad el trabajo decente para las mujeres y los hombres, según advertencia de la Organización Internacional del Trabajo.
A pesar de todo, lo anterior no resta alegría a los gobiernos y sus sonrientes voceros salen a decir que esta dramática situación es pasajera, que es un natural reacomodo de los mercados y que lo peor ya pasó. Si lo vivieran en carne propia probablemente no serían tan felices ni tendrían la cara dura de afirmar que lo peor ya pasó, pero en vía de mientras el Banco Mundial (Determinantes de las desigualdades regionales de bienestar al interior de los países de América Latina) nos obsequia un ingrato paseo por la pobreza en algunos países de la región, la cual tiende a empeorar, si es que eso es posible.
En el caso mexicano, señala que al analizar la pobreza al interior de sus regiones, el sureste del país (el Pacífico Sur, el Golfo y las regiones del Caribe) tiene niveles de vida sustancialmente más bajos que los del norte, el centro y la ciudad de México. En ésta (2005) se reportó una tasa de pobreza de 32 por ciento (muy por debajo de la media nacional), mientras los tres estados del sur, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, tenían una tasa de 72 por ciento. El ingreso per cápita en la ciudad de México es más de cinco veces que el de los estados del Pacífico Sur. Sin embargo, esto sugiere que la distribución del ingreso es significativamente más desigual en la ciudad de México. Las áreas rurales son apreciablemente más pobres que las urbanas. Las diferencias entre unas y otras son significativas en casi la totalidad de las variables empleadas y los coeficientes de bienestar son consistentes y sustancialmente más bajos en las áreas rurales.
En Brasil, las tasas de pobreza varían considerablemente, tanto al interior como entre las regiones, pero es claro que la pobreza es más alta en las áreas rurales y más baja en las áreas metropolitanas. En el agregado, las tasas de pobreza rural (41 por ciento) representan más del doble de las tasas de pobreza urbanas (18 por ciento). En términos de población, 67 por ciento de la pobreza de Brasil reside en las áreas urbanas y 33 por ciento en las rurales. En las regiones el patrón de pobreza es similar para las áreas metropolitanas, urbanas y rurales: el norte y noreste tienen, consistentemente, las tasas de pobreza más altas en cada una de las áreas, mientras el sur tiene las más bajas. Las tasas de pobreza en la ruralidad del noreste están estimadas en 55 por ciento.
Las tasas de pobreza de Colombia en las seis regiones varían de manera importante, de 37 por ciento en las áreas urbanas de la región del Valle, a 72 por ciento en las áreas rurales de la región Pacífica (las regiones más ricas y más pobres del país). No obstante, aunque la región Pacífica tiene las tasas globales y rurales más altas, las tasas de pobreza urbana (más del 60 por ciento) se encuentran en la región de Antioquia. Las áreas rurales en Colombia son sustancialmente más pobres, comparadas con las áreas urbanas dentro de la misma región. Sin embargo, cuando observamos las regiones, algunas áreas urbanas, tales como la Central y Antioquia, tienen tasas de pobreza más altas que algunas áreas rurales tales como Valle, Bogotá y Oriente.
Ecuador presenta diferencias dramáticas en las tasas de pobreza entre las áreas urbanas y rurales al interior de cada una de las tres regiones de Sierra (altiplano), Costa y Oriente (Amazonas). Las diferencias más pequeñas en las tasas de pobreza entre las áreas urbanas y rurales se dan en la región de la Costa, donde la tasa de pobreza en las áreas rurales es alrededor de 51 por ciento, mientras en las áreas urbanas está ligeramente por encima de 24 por ciento. En Oriente, la región más pobre de Ecuador, la tasa de pobreza en las áreas rurales es cuatro veces mayor que la tasa observada en las áreas urbanas (68 por ciento versus 16 por ciento).
Al analizar las nueve regiones de Bolivia, separando las áreas urbanas de las rurales, los hogares en el área rural de Potosí enfrentan las mayores desventajas estructurales regionales cuando se comparan con otras áreas. La tasa media de bienestar baja en 28 por ciento para el área rural de Potosí con respecto a otras regiones rurales. Las áreas rurales de Tarija, Santa Cruz y Beni tienen algunas ventajas regionales sobre La Paz, como también el área rural de Pando, que muestra la mayor ventaja regional. Es evidente que aunque este país muestra diferencias similares entre regiones y entre áreas urbanas y áreas prósperas, las desigualdades no son tan impactantes. Esto no debe disminuir el hecho de que la pobreza en todas las áreas es muy alta. Aun en las áreas urbanas más ventajosas, como lo es Pando, la tasa de pobreza es de 38 por ciento, mientras que la extremadamente pobre área rural de Potosí tiene la asombrosa tasa de pobreza de 92 por ciento.
No son las únicas naciones en América Latina, pero las citadas muestran cabalmente cómo funcionan los naturales reacomodos del mercado.
Las rebanadas del pastel
Como lo peor ya pasó, la FAO informa que sufre hambre uno de cada seis habitantes del planeta, y no por escasez de alimentos (La Jornada, Roberto González Amador). Mil 20 millones de personas se encuentran en tal condición, 200 millones más que al arrancar el siglo XXI. Y el modelito económico va por más.
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