Erika Carpio
El Universal
Jueves 02 de julio de 2009
erika.carpio@eluniversal.com.mx
Amigos y familiares de los hermanos Alberto y Alejandro Jiménez, conocidos en el mundo de la lucha libre como La Parkita y Espectrito II, resumieron su tristeza y resignación en una frase: “juntos nacieron y juntos se fueron”.
Alberto y Alejandro recibieron las últimas ovaciones en el lugar en el que crecieron y del cual salieron hacia los encordados.
Su vivienda, ubicada en el número 1417, de la calle Cutberto Aroche, de la colonia, Ejidal Santa Martha Acatitla, en la delegación Iztapalapa, estuvo llena de flores, coronas y veladoras que hacían llegar los asistentes.
Sus restos fueron cubiertos por sus máscaras y los rezos llenaron el lugar donde fueron velados. El pasado lunes, sus cuerpos fueron encontrados en un hotel de la colonia Centro, donde decidieron seguir su festejo, pues el domingo por la tarde ambos habían luchado en Cuajimalpa.
La aventura de estos intrépidos del pancracio inició a sus 15 años, cuando ambos deciden seguir los pasos de su hermano mayor, Mario Pérez. Dejaron a un lado sus estudios al terminar la primaria, para dedicarse de lleno a la lucha.
Doña María Jiménez Bautista, de 66 años, madre de los luchadores, los recuerda como hombres “de mucha entrega”.
Sin embargo, nunca estuvo totalmente de acuerdo con la profesión que eligieron. “Siempre que salían en la tele, me tapaba los ojos o me volteaba porque sentía que me los iban a deshacer”. Pese a ello, su apoyo fue incondicional.
A Espectrito II le sobreviven cuatro hijos, Jordy, Erick, José Alejandro y Cristian, éste último ha sido el único de los hermanos que decidió seguir el oficio de su padre, con quien entrenaba desde hace dos meses.
“Era una de sus ilusiones, que nos subiéramos los dos juntos al ring”, recordó Cristián, de 16 años, quien al tiempo que miraba el féretro de su padre dijo que buscará seguir con los entrenamientos.
A La Parkita le sobreviven sus tres hijas: Estefani, Alejandra y Yanet, quienes solían acompañar a su padre y tío durante sus funciones.
Mario, el hermano mayor de los luchadores, recordó que ese domingo iba a luchar con ellos, pero debido a un compromiso no pudo acompañarlos.
“Después de luchar se les antojó un trago, creo que eso no es maldad, tuvieron la oportunidad de conocer a estas damas y pasó lo que ya sabemos”.
Por la trayectoria que tuvieron en la Arena México entre 1997 a 2000 se planea brindarles un homenaje, que se realizaría en San Juan, Neza y Azteca Budokan. Los restos de los luchadores serán sepultados el mediodía de este jueves, en el panteón San Lorenzo Tezonco.
kikka-roja.blogspot.com/
Alberto y Alejandro recibieron las últimas ovaciones en el lugar en el que crecieron y del cual salieron hacia los encordados.
Su vivienda, ubicada en el número 1417, de la calle Cutberto Aroche, de la colonia, Ejidal Santa Martha Acatitla, en la delegación Iztapalapa, estuvo llena de flores, coronas y veladoras que hacían llegar los asistentes.
Sus restos fueron cubiertos por sus máscaras y los rezos llenaron el lugar donde fueron velados. El pasado lunes, sus cuerpos fueron encontrados en un hotel de la colonia Centro, donde decidieron seguir su festejo, pues el domingo por la tarde ambos habían luchado en Cuajimalpa.
La aventura de estos intrépidos del pancracio inició a sus 15 años, cuando ambos deciden seguir los pasos de su hermano mayor, Mario Pérez. Dejaron a un lado sus estudios al terminar la primaria, para dedicarse de lleno a la lucha.
Doña María Jiménez Bautista, de 66 años, madre de los luchadores, los recuerda como hombres “de mucha entrega”.
Sin embargo, nunca estuvo totalmente de acuerdo con la profesión que eligieron. “Siempre que salían en la tele, me tapaba los ojos o me volteaba porque sentía que me los iban a deshacer”. Pese a ello, su apoyo fue incondicional.
A Espectrito II le sobreviven cuatro hijos, Jordy, Erick, José Alejandro y Cristian, éste último ha sido el único de los hermanos que decidió seguir el oficio de su padre, con quien entrenaba desde hace dos meses.
“Era una de sus ilusiones, que nos subiéramos los dos juntos al ring”, recordó Cristián, de 16 años, quien al tiempo que miraba el féretro de su padre dijo que buscará seguir con los entrenamientos.
A La Parkita le sobreviven sus tres hijas: Estefani, Alejandra y Yanet, quienes solían acompañar a su padre y tío durante sus funciones.
Mario, el hermano mayor de los luchadores, recordó que ese domingo iba a luchar con ellos, pero debido a un compromiso no pudo acompañarlos.
“Después de luchar se les antojó un trago, creo que eso no es maldad, tuvieron la oportunidad de conocer a estas damas y pasó lo que ya sabemos”.
Por la trayectoria que tuvieron en la Arena México entre 1997 a 2000 se planea brindarles un homenaje, que se realizaría en San Juan, Neza y Azteca Budokan. Los restos de los luchadores serán sepultados el mediodía de este jueves, en el panteón San Lorenzo Tezonco.
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