Tercer tiempo
Roberto Zamarripa
1 Feb. 10
Describe Félix Fernández en Guantes blancos la importancia del tercer tiempo para los futbolistas. "Los amateurs (que jugaron y se divirtieron) prefieren el austero kiosco al equipado vestidor, donde en lugar de Gatorade se destapa una chela bien fría" y ahí, divertida y apasionadamente, discuten las incidencias del partido recién finalizado.
En el caso de los profesionales, en el equivalente del tercer tiempo, dice Félix, "los futbolistas pasamos la tarde con una bolsa de hielo en la parte golpeada y, si perdimos, mejor que ni nos hablen" (Guantes Blancos. Ediciones del Futbolista. Editado por Marcial Fernández).
Salvador Cabañas vivía hace una semana en el Bar Bar el tiempo de compensación de su tercer tiempo. Seguro ya había reflexionado sobre el hielazo que recibió desde la tribuna del estadio de Morelia y la derrota de su equipo la noche del sábado. Con su esposa y cuñado a la primera hora del lunes 25, acudía a un lugar cuyo atractivo no sólo tenía que ver con el funcionamiento a inusuales horas sino la discreción que permitía. Artistas, políticos, empresarios, futbolistas preferían el escondite porque únicamente se encontrarían con los suyos, ajenos a las impertinencias y con libertades de diversión.
Para que ese lugar funcionara bajo esas condiciones había una fórmula: sobornar a los responsables de impedir la violación de normas.
Pero el Bar Bar, como tantos antros, creció al ritmo de la descomposición social del país y de la hidra que ha atrapado y controlado distintos territorios sociales: el crimen organizado.
Parecen anécdotas pero en realidad son síntomas de la dominancia criminal sobre las actividades cotidianas. Un condominio que ofrecía en Cuernavaca lujo, seguridad y confort resultó el infierno porque uno de los inquilinos era un capo del narco y cuyas fiestas eran amenizadas por los músicos gruperos de tradición. Una reina de belleza en Sinaloa que aspiraba a títulos mundiales resultó que tenía de pretendiente al eslabón de lavado de uno de los principales cárteles. Una casona colonial de San Ángel que era el set preferido para las telenovelas resultó el refugio de otro capo. Se tiene conocimiento que en varias averiguaciones policiacas aparecen los nombres de actrices vinculadas sentimentalmente con los jefes de las bandas a las que el gobierno federal les ha declarado la guerra.
El disparo contra Salvador Cabañas en el baño del Bar Bar ha impactado de lleno en el corazón de la cultura de la industria de la televisión y de la élite mediática.
Los famosos ahora se saben rehenes de un entramado criminal. Sus pasos ocurren cada vez más en zonas de fango. Los financiamientos ilícitos de la política empequeñecen con los estratosféricos movimientos financieros y negocios ilícitos en el medio deportivo y el artístico. Los dueños de la diversión abrieron la puerta y hasta regaron la hidra para su crecimiento. Ahora la padecen.
El incidente del Bar Bar es algo más que un pleito de cantina. El antro de la élite resultó ser una cueva de criminales y la reacción de la autoridad caminó en un sentido presuntamente de eficacia para convertirse en una exhibición de debilidades y de impotencia ante la dominancia del crimen organizado en los territorios que antes eran propiedad del inspector delegacional.
Cuando la crisis del News Divine (un Bar Bar de jodidos), la reacción fue drástica: los dueños terminaron en la cárcel y el antro fue expropiado. Destituyeron al procurador y al jefe de Seguridad capitalinos. En el Bar Bar, el apoderado legal tuvo tiempo privilegiado en la televisión para dar su versión mientras que el delegado en Álvaro Obregón fue protegido en la Asamblea Legislativa sin llamarle a cuentas.
Qué bueno que hay acción expedita para buscar a los culpables de la agresión a Cabañas. Quiere decir que los abusos pueden solucionarse.
Quedan sin aclarar 765 ejecuciones en el país ocurridas en enero de este año. De ésas, 23 han sido en la Ciudad de México.
Y la noche del sábado una docena de muchachos que celebraban en una colonia popular de Ciudad Juárez la conquista de un campeonato de futbol llanero fueron ejecutados por un comando armado con metralletas.
Estaban, como Cabañas, en los minutos extras de su tercer tiempo. Pero encontraron, igual que Cabañas, que el derecho a la diversión comienza a ser triturado en este país. Para los ídolos y para los anónimos. A estas alturas del partido todos claman ante las pifias: ¡árbitro vendido!
En el caso de los profesionales, en el equivalente del tercer tiempo, dice Félix, "los futbolistas pasamos la tarde con una bolsa de hielo en la parte golpeada y, si perdimos, mejor que ni nos hablen" (Guantes Blancos. Ediciones del Futbolista. Editado por Marcial Fernández).
Salvador Cabañas vivía hace una semana en el Bar Bar el tiempo de compensación de su tercer tiempo. Seguro ya había reflexionado sobre el hielazo que recibió desde la tribuna del estadio de Morelia y la derrota de su equipo la noche del sábado. Con su esposa y cuñado a la primera hora del lunes 25, acudía a un lugar cuyo atractivo no sólo tenía que ver con el funcionamiento a inusuales horas sino la discreción que permitía. Artistas, políticos, empresarios, futbolistas preferían el escondite porque únicamente se encontrarían con los suyos, ajenos a las impertinencias y con libertades de diversión.
Para que ese lugar funcionara bajo esas condiciones había una fórmula: sobornar a los responsables de impedir la violación de normas.
Pero el Bar Bar, como tantos antros, creció al ritmo de la descomposición social del país y de la hidra que ha atrapado y controlado distintos territorios sociales: el crimen organizado.
Parecen anécdotas pero en realidad son síntomas de la dominancia criminal sobre las actividades cotidianas. Un condominio que ofrecía en Cuernavaca lujo, seguridad y confort resultó el infierno porque uno de los inquilinos era un capo del narco y cuyas fiestas eran amenizadas por los músicos gruperos de tradición. Una reina de belleza en Sinaloa que aspiraba a títulos mundiales resultó que tenía de pretendiente al eslabón de lavado de uno de los principales cárteles. Una casona colonial de San Ángel que era el set preferido para las telenovelas resultó el refugio de otro capo. Se tiene conocimiento que en varias averiguaciones policiacas aparecen los nombres de actrices vinculadas sentimentalmente con los jefes de las bandas a las que el gobierno federal les ha declarado la guerra.
El disparo contra Salvador Cabañas en el baño del Bar Bar ha impactado de lleno en el corazón de la cultura de la industria de la televisión y de la élite mediática.
Los famosos ahora se saben rehenes de un entramado criminal. Sus pasos ocurren cada vez más en zonas de fango. Los financiamientos ilícitos de la política empequeñecen con los estratosféricos movimientos financieros y negocios ilícitos en el medio deportivo y el artístico. Los dueños de la diversión abrieron la puerta y hasta regaron la hidra para su crecimiento. Ahora la padecen.
El incidente del Bar Bar es algo más que un pleito de cantina. El antro de la élite resultó ser una cueva de criminales y la reacción de la autoridad caminó en un sentido presuntamente de eficacia para convertirse en una exhibición de debilidades y de impotencia ante la dominancia del crimen organizado en los territorios que antes eran propiedad del inspector delegacional.
Cuando la crisis del News Divine (un Bar Bar de jodidos), la reacción fue drástica: los dueños terminaron en la cárcel y el antro fue expropiado. Destituyeron al procurador y al jefe de Seguridad capitalinos. En el Bar Bar, el apoderado legal tuvo tiempo privilegiado en la televisión para dar su versión mientras que el delegado en Álvaro Obregón fue protegido en la Asamblea Legislativa sin llamarle a cuentas.
Qué bueno que hay acción expedita para buscar a los culpables de la agresión a Cabañas. Quiere decir que los abusos pueden solucionarse.
Quedan sin aclarar 765 ejecuciones en el país ocurridas en enero de este año. De ésas, 23 han sido en la Ciudad de México.
Y la noche del sábado una docena de muchachos que celebraban en una colonia popular de Ciudad Juárez la conquista de un campeonato de futbol llanero fueron ejecutados por un comando armado con metralletas.
Estaban, como Cabañas, en los minutos extras de su tercer tiempo. Pero encontraron, igual que Cabañas, que el derecho a la diversión comienza a ser triturado en este país. Para los ídolos y para los anónimos. A estas alturas del partido todos claman ante las pifias: ¡árbitro vendido!
tolvanera06@yahoo.com.mx
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