Chiquilladas
Roberto Zamarripa
3 May. 10
Maestra, ¿me da permiso de ir al baño para quitarme la esquirlas?
Hoy los niños mexicanos no tienen sueños sino tienen pesadillas. Ya no quieren ser policías, soldados o bomberos. Mejor sicario o capo. Los lugares públicos no son suyos. Los parques atemorizan, las casas encierran, los padres golpean, los sacerdotes violan, los extraños matan. De los soldados dudan, de los maestros se mofan, de la familia huyen y del país, aunque lo quieran, lo ven maltrecho, herido, lastimado.
El libro Un, dos, tres por mí y todos mis amigos, editado por el Programa Infancia en Movimiento, es una pequeña muestra de la orfandad generada. La edición concentra una decena de dibujos y pensamientos de infantes de Ciudad Juárez. Algunos dibujan la escuelita y otros prefieren dibujar el panteón.
Describen a Ciudad Juárez: "Hay mucha tierra y no hay pavimento... y están los soldados" (Vladimir, 8 años). "Los soldados nos cuidan pero me dan miedo" (Úrsula, 6 años). "Me han ofrecido droga y le dije en ese momento a mi mamá pero estaba hablando por teléfono y me dijo espérate, entonces mejor ya no le dije nada" (Estefani Brisa, 8 años). "Me siento insegura en lugares extraños como parques" (Leslie, 8 años). "Llegaron las guerras y el chapo Guzmán" (Clara, 7 años).
Describen su entorno: "En mi casa un día a mi primo lo iban a balacear y haga de cuenta que entró una bala a mi casa y me iba a tocar a mí pero yo me quité" (Alma Guadalupe, 7 años Colonia México 68). "Yo duermo en los pies de mi mamá. Antes dormía en el sillón pero la cobija como que me salta, como a Bob Esponja" (Raúl, 7 años).
"¿Y se pelean muchas veces tus papás?" -No tantas, como una vez al día, dice José de 8 años.
Irving Leonardo, también de 8 años, vecino de la colonia Cazadores Juarenses, trazó un rectángulo cuadriculado. En el ángulo superior derecho agregó trazos de una bolita -la cabeza- y palitos, las extremidades de una persona. "Soy yo en un hotel de narcos, con perillas de oro. El que se va a echar un clavado en la alberca soy yo".
Les preguntan: ¿Cuándo hablas con tus papás de qué platicas?
"Nunca hablamos", responde Alex de 7 años.
A ver mi'jo te vas atrás o adelante. Atrás te tocan las granadas. Adelante, los balazos.
La celebración institucional del Día del Niño en México tuvo tintes macabros. Fue la fecha elegida por el gobierno federal para dar a conocer los resultados de la investigación militar sobre la muerte de los niños Martín y Bryan Almanza, de 9 y 5 años de edad, respectivamente, en la carretera Reynosa-Nuevo Laredo.
El informe del procurador de Justicia Militar, José Luis Chávez García, casi un mes después del incidente, afirma: "Los impactos de proyectiles de arma de fuego que presenta la camioneta Tahoe en su parte frontal corresponden a los disparos efectuados por el personal militar y los que presenta en la parte posterior, incluido el impacto de la granada, fueron realizados por el grupo delictivo", aseguró.
La camioneta de la familia Almanza, concluye el informe oficial, quedó en medio de un convoy de sicarios y los niños murieron por los granadazos en fuego cruzado de criminales con el Ejército.
La versión de la familia agraviada es distinta. Cynthia Salazar, madre de Bryan y Martín, dice que no había otros vehículos más que los del Ejército y que bajaron la velocidad al pasar frente a un retén militar: "Al momento que pasamos, ellos (los soldados) nos empezaron a balear por la espalda. Nos poncharon las llantas para que la troca se parara (y ésta) se detuvo al lado de la carretera... Me arrimé a la troca por atrás para bajar a Martincito (ya muerto), cuando abrí el vidrio me aventaron una granada. Entonces las esquirlas de las granadas me cayeron en la mano, sentí bien caliente mi cuerpo, espalda, brazos", afirmó.
Un, dos tres, por Ramón que se quedó del lado de los narcos.
Los estudiantes de excelencia del Tec de Monterrey Jorge Mercado y Javier Arredondo murieron en fuego cruzado, según el reporte de la PGR dado 43 días después del incidente. No hubo granadas -ya se aclara- sino solo balas. No hay señalamientos sobre responsabilidades de esas muertes.
El gobierno federal ha decidido encajonarse en un peligroso y fanático discurso. Sólo hay dos motivos para morirse en medio de la Guerra contra el narco: la agresión del crimen o la equivocación del ciudadano de plantarse en el fuego cruzado. Puede ser. Pero ese discurso de tener Fuerzas Armadas infalibles no corresponde a una sociedad democrática. Refuerza la impunidad y a quien primero lastima es a los propios uniformados que se baten en el campo.
Mala herencia para la joven generación. La perdemos y la dejamos huérfana.
Hoy los niños mexicanos no tienen sueños sino tienen pesadillas. Ya no quieren ser policías, soldados o bomberos. Mejor sicario o capo. Los lugares públicos no son suyos. Los parques atemorizan, las casas encierran, los padres golpean, los sacerdotes violan, los extraños matan. De los soldados dudan, de los maestros se mofan, de la familia huyen y del país, aunque lo quieran, lo ven maltrecho, herido, lastimado.
El libro Un, dos, tres por mí y todos mis amigos, editado por el Programa Infancia en Movimiento, es una pequeña muestra de la orfandad generada. La edición concentra una decena de dibujos y pensamientos de infantes de Ciudad Juárez. Algunos dibujan la escuelita y otros prefieren dibujar el panteón.
Describen a Ciudad Juárez: "Hay mucha tierra y no hay pavimento... y están los soldados" (Vladimir, 8 años). "Los soldados nos cuidan pero me dan miedo" (Úrsula, 6 años). "Me han ofrecido droga y le dije en ese momento a mi mamá pero estaba hablando por teléfono y me dijo espérate, entonces mejor ya no le dije nada" (Estefani Brisa, 8 años). "Me siento insegura en lugares extraños como parques" (Leslie, 8 años). "Llegaron las guerras y el chapo Guzmán" (Clara, 7 años).
Describen su entorno: "En mi casa un día a mi primo lo iban a balacear y haga de cuenta que entró una bala a mi casa y me iba a tocar a mí pero yo me quité" (Alma Guadalupe, 7 años Colonia México 68). "Yo duermo en los pies de mi mamá. Antes dormía en el sillón pero la cobija como que me salta, como a Bob Esponja" (Raúl, 7 años).
"¿Y se pelean muchas veces tus papás?" -No tantas, como una vez al día, dice José de 8 años.
Irving Leonardo, también de 8 años, vecino de la colonia Cazadores Juarenses, trazó un rectángulo cuadriculado. En el ángulo superior derecho agregó trazos de una bolita -la cabeza- y palitos, las extremidades de una persona. "Soy yo en un hotel de narcos, con perillas de oro. El que se va a echar un clavado en la alberca soy yo".
Les preguntan: ¿Cuándo hablas con tus papás de qué platicas?
"Nunca hablamos", responde Alex de 7 años.
A ver mi'jo te vas atrás o adelante. Atrás te tocan las granadas. Adelante, los balazos.
La celebración institucional del Día del Niño en México tuvo tintes macabros. Fue la fecha elegida por el gobierno federal para dar a conocer los resultados de la investigación militar sobre la muerte de los niños Martín y Bryan Almanza, de 9 y 5 años de edad, respectivamente, en la carretera Reynosa-Nuevo Laredo.
El informe del procurador de Justicia Militar, José Luis Chávez García, casi un mes después del incidente, afirma: "Los impactos de proyectiles de arma de fuego que presenta la camioneta Tahoe en su parte frontal corresponden a los disparos efectuados por el personal militar y los que presenta en la parte posterior, incluido el impacto de la granada, fueron realizados por el grupo delictivo", aseguró.
La camioneta de la familia Almanza, concluye el informe oficial, quedó en medio de un convoy de sicarios y los niños murieron por los granadazos en fuego cruzado de criminales con el Ejército.
La versión de la familia agraviada es distinta. Cynthia Salazar, madre de Bryan y Martín, dice que no había otros vehículos más que los del Ejército y que bajaron la velocidad al pasar frente a un retén militar: "Al momento que pasamos, ellos (los soldados) nos empezaron a balear por la espalda. Nos poncharon las llantas para que la troca se parara (y ésta) se detuvo al lado de la carretera... Me arrimé a la troca por atrás para bajar a Martincito (ya muerto), cuando abrí el vidrio me aventaron una granada. Entonces las esquirlas de las granadas me cayeron en la mano, sentí bien caliente mi cuerpo, espalda, brazos", afirmó.
Un, dos tres, por Ramón que se quedó del lado de los narcos.
Los estudiantes de excelencia del Tec de Monterrey Jorge Mercado y Javier Arredondo murieron en fuego cruzado, según el reporte de la PGR dado 43 días después del incidente. No hubo granadas -ya se aclara- sino solo balas. No hay señalamientos sobre responsabilidades de esas muertes.
El gobierno federal ha decidido encajonarse en un peligroso y fanático discurso. Sólo hay dos motivos para morirse en medio de la Guerra contra el narco: la agresión del crimen o la equivocación del ciudadano de plantarse en el fuego cruzado. Puede ser. Pero ese discurso de tener Fuerzas Armadas infalibles no corresponde a una sociedad democrática. Refuerza la impunidad y a quien primero lastima es a los propios uniformados que se baten en el campo.
Mala herencia para la joven generación. La perdemos y la dejamos huérfana.
tolvanera06@yahoo.com.mx
kikka-roja.blogspot.com/
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