DESAFUERO DE LÓPEZ OBRADOR: DISCURSO HISTORICO Ciudadanas diputadas y diputados: Pueblo de México: Comparezco con dignidad ante éste tribunal por el juicio de desafuero en mi contra. Muy poco voy a argumentar en términos jurídicos sobre la falsedad de éste juicio. Hemos reiterado nuestra defensa en numerosas ocasiones. Sólo diré que no he violado la ley, que jamás he actuado en contra de la justicia y que nunca ha sido mi intención hacerle mal a nadie. Nunca firmé ningún documento ni ordené que no se respetara la suspensión del amparo otorgado al presunto dueño del predio El Encino. Por el contrario, hay constancia de que todos los servidores públicos responsables del caso cumplieron con su deber. A pesar de que el Ministerio Público pretendió llevarlos a que me inculparan-como ustedes pueden constatarlo en el expediente-, planteándoles interrogatorios insidiosos, no logró su cometido. Nadie me hizo responsable. El juez administrativo no se tomó la molestia de presentarse en El Encino para verificar con sus propios ojos si se daban o no las conductas de violación que me atribuyen. Tuvo, sin embargo, la ruindad de otorgar valor probatorio pleno a supuestas inspecciones judiciales practicadas por actuarios. Es decir, el juez se limitó a recibir los dichos de sus empleados. Con éstas pruebas ilegales se me condena. Es más: el supuesto dueño de El Encino primero reclamaba una propiedad de cien mil metros cuadrados; luego presentó una escritura de 86 mil metros y, en el Registro Público de la Propiedad, aparece que sólo posee 83 mil metros cuadrados, y que el tramo en cuestión ni siquiera es de su propiedad. Pero esto no se aceptó como prueba porque en la Sección Instructora se opusieron a realizar un deslinde del terreno. El expediente está plagado de falsedades. Me acusan, simple y llanamente por ser el superior jerárquico del Gobierno del Distrito Federal. Por último, les preguntaría a ustedes:¿dónde está el dolo y la mala fe, si el camino no se construyó?. Tuvimos que hacer un camino alterno para comunicar al Hospital ABC. Ahí va a quedar la brecha que constata que no hubo ningún desacato. El dolo y la mala fe es de quienes me acusan. Tengo la conciencia tranquila. Desde hace muchos años que lucho por mis ideas y lo haga apegado a principios, uno de éstos es, precisamente, hablar con la verdad y conducirme con rectitud. Tengo la certeza absoluta de que no se me juzga por violar la ley sino por mi manera de pensar y actuar y por lo que pueda representar, junto con otros mexicanos, para el futuro de nuestra patria. Atendamos lo evidente: hoy en México se debaten dos proyectos de nación, y de nación en la globalidad, distintos y contrapuestos, y a los que verdaderamente mandan junto con los que mal gobiernan al país, les preocupa y les molesta que nuestro programa en la Ciudad-de crecimiento económico, de generación de empleos, construcción de obras públicas, de educación, salud, vivienda y de apoyo a los más humildes y olvidados- se propague cada día más, se acredite entre la gente y se aplique a nivel nacional. Éste es el fondo del asunto. Por eso y por ninguna otra causa, nos quieren atajar y me quieren quitar mis derechos políticos, con miras a las elecciones de 2006. Quienes me difaman, calumnian y acusan son los que se creen amos y señores de México. Son los que en verdad dominan y mandan en las cúpulas del PRI y del PAN. Son los que mantienen a toda costa una política antipopular y entreguista. Son los que ambicionan las privatizaciones del petróleo y de la industria eléctrica, algo que aún no consiguen tras la entrega sucesiva de los bienes nacionales. Son los que utilizan al Estado para defender intereses particulares y rescatar instituciones financieras en quiebra. Son los que al mismo tiempo, consideran al Estado una carga y quieren desvanecerlo en todo lo tocante a la promoción del bienestar de los pobres y de los desposeídos, que es también, si bien se ve, el bienestar de una nación corroída por la desigualdad. Son los que manejan el truco de llamar “populismos” o “paternalismo” a lo poco que se destina en beneficio de las mayorías, pero nombran “fomento” o “rescate” a lo demasiado que se le entrega a minorías rapaces. Son los partidarios de privatizar las ganancias y socializar las deudas. Son los que han triplicado en veinte años la deuda pública de México. Son los que defienden la política económica imperante , no obstante su serie de fracasos, que dan como resultado el cero crecimiento y el aumento constante del desempleo. Son los que quieren cobrar IVA a los medicamentos y los alimentos, pero exentan de impuestos a sus amigos y protectores. Que la mayoría lo pague todo y que la minoría selecta nos de de favor una limosna. Son los que ha socavado la calidad de vida de las clases medias. Son las que han convertido al país en un océano de desigualdades, con mas diferencias económicas y sociales que cuando Morelos proclamó que debía moderarse la indigencia y la opulencia. Son los que quieren perpetuar a la corrupción, el influyentismo y la impunidad, que son sus señas de identidad. Son ellos los que tienen mucho miedo a que el pueblo opte por un cambio verdadero. Y ése miedo cobarde de perder privilegios los lleva a tratar de aplastar a cualquiera que atente contra sus intereses y proponga una patria para todos, y patria para el humillado. Por eso utilizan al ciudadano presidente, a quien encumbraron para seguirse devorando al país y a quien lanzan en mi contra para impedir que avance el movimiento de transformación nacional, capaz de crear una nueva legalidad, una nueva economía, una nueva política: una nueva convivencia social, con menos desigualdad, con más justicia y dignidad. Un empresario me contó que el 10 de junio del año pasado, en una reunión en casa de Rómulo O’Farril ese grupo compacto de intereses le dijo al ciudadano presidente-palabras más, palabras menos- “No has quedado mal; nos has podido llevar a cabo las privatizaciones y la reforma fiscal, pero eso ya nos es lo que nos importa. Ahora lo único que te pedimos es que por ningún motivo permitas que ese populista de Andrés Manuel llegue a la Presidencia”. Tal vez a partir de entonces o de una lectura febril de las encuestas, al Presidente de la República se le volvió una obsesión hacer campaña en mi contra. Eso es lo que explica este desafuero tramado desde Los Pinos. Por eso, con seguridad y firmeza, desde esta tribuna: Acuso al ciudadano presidente de la República Vicente Fox Quesada, de estos procedimientos deshonrosos para nuestra incipiente democracia. Lo acuso de actuar de una manera facciosa, con el propósito de degradar las instituciones de la República. Acuso también por complicidad al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Mariano Azuela Güitrón, por supeditar los altos principios de la justicia y de la Constitución a las meras consignas políticas ordenadas por los intereses creados del momento. Días antes de iniciar el procedimiento en mi contra, en abril del año pasado, el presidente de la Corte acudió a un encuentro con el ciudadano presidente, olvidándose de que su deber no es encubrir las arbitrariedades del titular del Poder Ejecutivo, sino de proteger a los ciudadanos del atropello y del abuso. Es más: dos días después de presentada la solicitud de desafuero, la Suprema Corte hizo publicar un desplegado donde, por anticipado, se trataba de legitimar este aberrante procedimiento en mi contra y se alababa la actuación de quienes actuaron por consigna haciéndose pasar por jueces. Claro está que quienes me acusasn tratan de justificar su actuación, hablando en nombre de la ley invocando el Estado de derecho. Así ha sucedido siempre: todo acto autoritario suele encubrirse en un discurso de aparente devoción por la legalidad. Lo cierto es que estos personajes no sólo están envileciendo a las instituciones sino haciendo el ridículo, Ahora resulta que en el país del Fobaproa, de Los Amigos de Fox, del Pemexgate y otros latrocinios cometidos, permitidos o solapados por los que ahora me acusan y juzgan, a mi me van a desaforar, a encarcelar y a despojarme de mis derechos políticos por haber intentado abrir una calle para comunicar un hospital. Repito: un hospital. Ahora resulta que los Defensores del Derecho Supremo del Privilegio han convertido en “un grave delito” una supuesta infracción jurídica que amerita despojarme del cargo que legal y legítimamente me fue otorgado por los ciudadanos del Distrito Federal. ¿Es éste el Estado de derecho que pregonan? ¿Cuál Estado de Derecho puede haber si en México los encargados de impartir justicia, en vez de proteger al débil solo sirven para legalizar los despojos que comete el fuerte?. ¿De cuál Estado de derecho hablamos si sólo se castiga a los que no tienen con qué comprar su inocencia? ¿Qué Estado de Derecho existe si la mayoría de los jueces, magistrados y ministros no tienen el arrojo para sentirse libres, y todavía se comportan como empleados del Poder Ejecutivo Federal? ¡No señoras y señores! Eso no es Estado de derecho. En México, desgraciadamente, el derecho ha significado por lo común lo opuesto a su razón de ser; el derecho que ha imperado ha sido el del dinero por encima de todo; el derecho de un modelo de país exclusivo para los privilegiados y el derecho a destruir a quienes se opongan a ese modelo. Es un timbre de orgullo, que se me juzgue como en otros tiempos se condenó a quienes han actuado en defensa de los derechos sociales, civiles y políticos. Por ejemplo, cuando la dictadura porfirista presintió que sería derrotada en las urnas por Francisco I. Madero, decidieron sacarlo de la carrera presidencial inventándole cargos y conduciéndolo, finalmente, a prisión. Ya desde abril de 1910, para impedir su asistencia a la Convención Antirreeleccionista, se le había acusado de invadir un predio ajeno para robarse una carga de guayule. Cuando éste cargo fracasó, por ridículo e infundado, se le acusó-siendo ya candidato a la Presidencia de la República- de proteger de la policiía al orador Roque Estrada quien había pronunciado un supuesto “discurso injurioso” en contra de las autoridades. De ese modo, Francisco I. Madero fue detenido en Monterrey y trasladado a la cárcel de San Luis Potosí, en donde radicaban los cargos. Desde la prisión, Madero escribió a uno de sus partidarios: Efectivamente, es un atentado incalificable el que se ha cometido conmigo, pero ha servido para quitar definitivamente la careta a nuestros gobernantes, para exibirlos como tiranos vulgares y para desprestigiarlos completamente ante la opinión pública, a la vez que nuestro partido se ha fortalecido de una manera increíble. Por estas circunstancias no me aflige mi prisión, pues aquí descansando, creo que estoy prestando grandes servicios a nuestra causa. También cuando se obtuvieron con engaños las renuncias de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, la mayoría de la Cámara de Diputados cometió la indignidad de desaforarlos-que a eso equivalió aceptar sus renuncias-y de prestarse a la farsa de “legalizar” un nombramiento que duró en el poder 45 minutos, tiempo sólo suficiente para que el tal Pedro Lascuaráin nombrara como Secretario de Relaciones ÇExterioresa Victoriano Huerta y luego renunciara convirtiendo al “chacal” en presidente de la República. Un dato más para comprender la historia, que es la maestra de la vida. Y que no se tome como un insulto porque la verdad no es injuria: el bisabuelo de Santiago Creel, Enrique Creel, fue Ministro de Relaciones de Porfirio Díaz y su abuelo, Luis R. Creel, fue huertista y participó en la Decena Trágica. También, para quienes padecen de amnesia, para los que creen que la política es una enciclopedia del conocimiento de las mañas y del golpe artero, a ellos conviene recordarles otro hecho indigno que pasó por ésta Cámara de Diputados. Me refiero a la renuncia forzada ante la amenaza de desafuero de Carlos Madrazo Becerra. Es ese entonces, el pretexto fue un supuesto fraude con tarjetas de braceros cuando, en el fondo, se trataba de una venganza política porque Carlos Madrazo Becerra apoyaba, para la sucesión presidencial, al entonces regente Javier Rojo Gómez. Tan es así que, luego de ser encarcelado por cerca de nueve meses, una vez que se eligió a Miguel Alemán como candidato a la Presidencia, Carlos Madrazo obtuvo su libertad. También estoy orgulloso de ser acusado por quienes engañaron al pueblo de México; por quienes ofrecieron un cambio y mintieron; por quienes se aliaron a los personajes más siniestros de la vida pública del pasado como Carlos Salinas de Gortari y mantienen la misma política de siempre, ésa donde todos los intereses cuentan, menos el interés del pueblo. Lamento que el “voto útil” se haya convertido en “voto inútil”, que se haya perdido tristemente el tiempo con el llamado “gobierno del cambio” y no se haya logrado nada, habiendo tantas demandas insatisfechas. Pero no hay mal que por bien no venga; hacía falta conocer a fondo a los santurrones, a los intolerantes, a los que hipócritamente hablan de “buenas conciencias” y del “bien común”. Hacía falta que esas personas se exhibieran sin tapujos, con toda su torpeza, frivolidad, desparpajo, codicia y mala fe para saber con claridad a que atenernos. Diputadas y diputados: Como deben suponer, estoy acostumbrado a luchar, no soy de los que aceptan dócilmente condenas injustas. Me voy a defender y espero contar con el apoyo de hombres y mujeres de buena voluntad que creen en la libertad, en la justicia y en la democracia. Les repito: no me voy a amparar ni solicitaré libertad bajo fianza porque, sencillamente, no soy culpable y porque así protestaré de manera pacífica ante la arbitrariedad que se comete en mi contra y en contra de los que luchan por la democracia y rechazan la injusticia. Tampoco voy a recurrir a artimañas o a negociaciones vergonzosas. Nada, ni siquiera la aspiración al cargo más elevado de la República, podría justificar el hacer a un lado la dignidad y los principios. No soy un ambicioso vulgar. No llevaré a nadie al enfrentamiento. Todo lo que hagamos se inscribirá en el marco de la resistencia civil pacífica. Por último, diputadas y diputados, con sinceridad les digo que no espero de ustedes una votación mayoritaria en contra del desafuero. No soy ingenuo. Ustedes ya recibieron la orden de los jefes de sus partidos y van a actuar por consigna, aunque se hagan llamar representantes populares. Claro está que otros diputados, los menos desgraciadamente, votarán con dignidad y decoro. Pero los que van a votar en mi contra y los que cobardemente se abstendrán, pensando que hay justo medio entre ser consecuente o cortesano, no deben ufanarse por haber logrado un desafuero patriótico, porque la condena de ustedes tendrá que pasar por el escrutinio público, por la opinión y por la decisión de la gente. Estoy seguro de que la mayoría de ustedes votará a favor del desafuero sin medir las consecuencias de sus actos, o porque piensan que podrán justificarse como lo expresó increíblemente una diputada, que llegó a decir “¡Con esto empieza el Estado de derecho en México!”. Conste que el Estado aludido no se tardó y debutó muy mal. Repito: ¿De cuando acá los más tenaces violadores de la ley, los saqueadores quieren aparecer como garantes del Estado de Derecho? Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia. ¡Viva la dignidad! ¡Viva México! |
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