Una gran política exterior
Con Mayúsculas
Una Política Exterior -así, con mayúsculas- sólo se puede diseñar y sostener como parte de otra mayor: la de un auténtico proyecto nacional.
En México, un caso exitoso de gran Política Exterior como parte de un designio mayor fue el cardenismo. No es ese el único caso, pero sí uno de los más claros y que arrojó dividendos de tal magnitud que beneficiaron a los sucesores y aún hoy se sigue estudiando y reinterpretando. En contraste, un caso de política exterior con minúsculas es la actual. Y no es que hoy el equipo de profesionales en la Secretaría de Relaciones Exteriores sea de una calidad menor al que se tuvo en los años treinta; al contrario, la preparación del servicio exterior actual es mejor que la del pasado. El problema no está en la Secretaría sino en el gobierno al que sirve, que nunca logró plasmar la idea ni tuvo la voluntad para dar forma a un proyecto nacional que otorgase fuerza y sentido a una política exterior con genuino interés y respaldo social.
El Cardenismo y su Política Exterior
Una de las últimas reinterpretaciones de la política exterior cardenista producto de una mirada externa, se presentó justo al inicio de la transición política que llevaría al PAN -la fuerza anti cardenista por antonomasia- a asumir el control de la presidencia y, por tanto, de la política exterior. Se trata del trabajo del profesor norteamericano Friedrich E. Schuler, “México entre Hitler y
Roosevelt”, (“Mexico between Hitler and Roosevelt. Mexican foreign relations in the age of Lázaro Cárdenas, 1934-1940”, Albuquerque: University of New Mexico Press, 1998). Esta reinterpretación está sostenida en la bibliografía ya acumulada sobre el tema y por una nueva búsqueda de datos en archivos mexicanos, norteamericanos, británicos y alemanes.
Para Schuler, es claro que el objetivo externo del cardenismo no fue tanto confrontar a la fuerza que en el pasado había afectado de manera muy negativa el esfuerzo mexicano para dar forma y consolidar a un Estado nacional viable y soberano: Estados Unidos. El autor propone ver al cardenismo menos como una reacción al imperialismo norteamericano y más como un esfuerzo por usar la política exterior y la relación con su poderoso vecino del norte y el resto del mundo, como un instrumento para apoyar la modernización económica de un México muy atrasado. El cardenismo, por tanto, no sería primordialmente una reacción nacionalista frente el capitalismo mundial -que también lo fue- sino un esfuerzo bastante exitoso para neutralizar lo negativo y aprovechar lo positivo de los procesos que estaban entonces cambiando de manera dramática al sistema internacional -procesos desatados por los poderes inconformes con el status quo resultante de la I Guerra Mundial e
ineficazmente defendido por parte los beneficiados. No se trató, según este punto de vista, de lanzar a México a una lucha contra el capitalismo como lo presentaron los adversarios de derecha de Cárdenas -los panistas originales, entre otros- sino de controlar y usar al capitalismo local y externo para fortalecer un proyecto nacional diseñado por el régimen mexicano y plasmado en el Plan Sexenal de 1933. Por ello, la política exterior cardenista fue notable en su pragmatismo y efectividad.
Quizá Schuler exagera, aunque no mucho, al sostener que: “[C]ada relación que el Estado mexicano [de la época cardenista] estableció, mantuvo o se apropió en su trato con el exterior, se transformó en un elemento más de poder para el Estado posrevolucionario en formación. Además, de manera indirecta, también le sirvió para negarle a los adversarios tanto internos como externos, elementos importantes para diseñar una visión alternativa [a la cardenista]”, (pp. 199-200). En suma, las acciones mexicanas de cara al exterior en la segunda mitad de los años treinta no tuvieron desperdicio: fortalecieron el proyecto nacional del grupo gobernante y ayudaron neutralizar los esfuerzos de sus adversarios, en particular aunque no exclusivamente, los de la derecha.
Desde la perspectiva de Schuler, el puñado de profesionales dentro del aparato burocrático mexicano que se encargó de elaborar y llevar a cabo la política exterior del cardenismo, no necesariamente estuvo conformado por personajes identificados con la esencia del proyecto cardenista, pero finalmente el responsable del gran diseño político en marcha -el presidente- tuvo la capacidad de encuadrarlos en su esquema y usarlos con gran efectividad.
Los Movimientos del Ajedrez Cardenista
La principal relación política y económica del México cardenista con el exterior fue, obviamente, con Estados Unidos, pero Schuler sostiene que en lo cultural y en lo social, la relación básica fue con la República Española. La relación con el resto de los grandes actores internacionales en pugna fue secundaria.
Es claro que en los 1930 como ahora, México era un actor secundario en el gran juego de la política mundial. Sin embargo, a diferencia de lo que hoy ocurre, la política mexicana frente al mundo estaba dotada de una gran confianza en sí misma y, sobre todo, muy dispuesta a explotar las oportunidades que surgieron de la dinámica que dominaba al sistema internacional. El centro de este juego fue entender el proyecto político de Roosevelt -“El Nuevo Trato” y “La Política de la Buena Vecindad”- y adecuar los movimientos del ajedrez mexicano a los que hacía Roosevelt para aprovechar al máximo la orientación progresista y buena disposición del embajador norteamericano: Josephus Daniels.
Para Schuler, los aspectos centrales en que la política de Cárdenas supo y pudo aprovecharse de la política de Roosevelt fueron: a) la venta de plata mexicana a Washington, b) lograr el apoyo del Departamento del Tesoro norteamericano al gobierno en la coyuntura económica de 1937, c) conseguir la protección que le dio el embajador Josephus Daniels cuando grupos económicos en Estados Unidos demandaron acciones punitivas contra México, d) actuar de tal manera que Washington no eligiera desestabilizar al gobierno mexicano para resolver el problema creado por la expropiación petrolera de 1938 y no escuchara a la oposición encabezada por Juan Andrew Almazán y e) facilitar la negativa de Washington a recrear el frente anglo norteamericano para echar por tierra la política petrolera mexicana y para que no impidiera el duro trato que dio Cárdenas a los intereses petroleros británicos.
Las potencias de El Eje no tuvieron, obviamente ninguna simpatía por el cardenismo, pero tras calcular el costo y el beneficio de perder su buena relación con la empresas petroleras internacionales, Alemania e Italia optaron por llevar adelante un intercambio de productos por el petróleo mexicano en tanto que Japón pagó en efectivo, al menos parte del petróleo recibido. En este campo, Schuler sostiene que a diferencia de Roosevelt, los gobiernos fascistas no le cumplieron a cabalidad a Cárdenas, pero tampoco la República Española. En relación con este último país, Schuler subraya que el triunfo del franquismo y la derrota del bando republicano representó un revés muy serio para Cárdenas al darle aliento a la derecha mexicana, pero justamente entonces el pacto entre Stalin y Hitler (el Ribbentrop-Mólotov) de agosto de 1939 le sirvió al gobierno cardenista para neutralizar los efectos del desastre español en el delicado momento de la sucesión de 1940.
Las fuerzas en pugna en el revuelto panorama internacional de 1930 buscaron y tuvieron eco dentro de México: comunistas, nacional socialistas, trotskistas, protestantes y sindicalistas norteamericanos, falangistas. Frente a tal arcoíris ideológico, el contra discurso nacionalista que armó el cardenismo resultó bastante efectivo. Además del discurso, estuvieron las maniobras políticas: contra los fascistas se uso a Lombardo Toledano y a los comunistas; para neutralizar a los comunistas se dio asilo a Trotsky y Diego Rivera se pronunció contra Stalin; para enfrentar a los remanentes cristeros hubo un acercamiento con la iglesia católica, etcétera.
En fin, la brújula de un gran proyecto nacional le sirvió a Cárdenas para que, cuando se desató la nueva guerra mundial, el Estado mexicano tuviera el control efectivo de las relaciones e influencias entre México y su entorno externo.
Conclusión
El cardenismo muestra que la condición necesaria para tener una Política Exterior, es volver a contar con un gobierno y una sociedad capaces de elaborar y sostener un gran proyecto nacional. El actual proceso electoral es un buen momento para plantear la posibilidad de recuperar el impulso perdido frente al mundo externo.
Con la muerte del doctor Javier Garrido, la izquierda pierde a un notable intelectual aunque nos deja una obra de lectura obligada para quien busque comprender la vida política del México contemporáneo.
Resumen
“Las experiencias del pasado muestran que una relación externa que realmente sirva al interés mexicano debe partir de un proyecto nacional”.
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