Sonora 09
Roberto Zamarripa
14 Sep. 09
Hace 18 años, Felipe Calderón y Fernando Gómez Mont, entonces los más noveles integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, acudieron a Hermosillo comisionados por su dirigencia para encabezar los reclamos de fraude electoral en las elecciones estatales y municipales en Sonora.
Entonces las credenciales de elector no tenían fotografía, los gobiernos estatales eran dueños de los tiempos de propaganda, la calificación final de los comicios corría a cargo del Congreso del estado y no de un tribunal autónomo, y las reglas de las contiendas favorecían inequívocamente al entonces partido oficial, el PRI.
Aquellos comicios de Sonora, de 1991, llevaron a Manlio Fabio Beltrones a la gubernatura pero provocaron conflictos poselectorales en municipios de todas las regiones de la entidad como San Luis Río Colorado o Puerto Peñasco en el norte o Guaymas en el sur, donde las movilizaciones encabezadas por panistas perduraron por más de tres meses.
Los atracos electorales en Sonora tenían antecedentes. Si bien el PAN había gobernado entre 1979 y 1982 la alcaldía de Cajeme (Ciudad Obregón), con la proyección de una figura política popular como Adalberto El Pelón Rosas, fue justamente en 1985 cuando se presentó uno de los movimientos cívico-electorales más importantes en la entidad con la cuestionada elección del priista Rodolfo Félix, quien ganó la gubernatura a la mala.
El candidato panista fue Adalberto Rosas, quien entre otras manifestaciones de protesta protagonizó una caminata por toda la entidad.
Ayer, Gómez Mont regresó a Sonora representando al presidente de la República, Felipe Calderón, para testificar la asunción de Guillermo Padrés como gobernador de Sonora, en un acontecimiento histórico de alternancia política en una de las entidades de mayor raigambre priista.
De Sonora es el fundador del PNR, el abuelo del PRI, Plutarco Elías Calles, quien también fuera presidente de la República; tres ex presidentes más, Abelardo Rodríguez, Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón. De Sonora proviene una vena fundamental del movimiento revolucionario del siglo pasado y sin duda el fermento autoritario que sometió a las distintas capillas políticas en esa época.
Del municipio de Magdalena, Sonora, era originario Luis Donaldo Colosio, el otro mito del priismo asesinado en el prolegómeno de una de las crisis más severas del entonces partido de Estado.
La victoria del PAN en esa entidad es una afrenta al orgullo y la historia del priismo. Mucho se atribuye a la maldita tragedia de la guardería ABC, a la pésima reacción gubernamental estatal y la increíble falta de sensibilidad de sus funcionarios, el empujón definitivo de la derrota priista.
En realidad, la tragedia fue el corolario de décadas de formas de gobierno distantes de la sociedad y sus necesidades.
Padrés asume la gubernatura en medio de la decepción, el enojo y la desesperanza. También con regiones extremadamente pobres en una entidad afortunadamente rica. Pero sobre todo en un ambiente de inseguridad pública y el aumento del narcotráfico. Padrés nombró como secretario de Gobierno a Héctor Larios, curtido en la coordinación de la Cámara de Diputados pero con la obligación de mirar hacia la reconciliación en la entidad. Y como secretario de Seguridad Pública colocó a un veterano de las lides del 91, a Ernesto Munro, nativo de Puerto Peñasco, ex pitcher profesional de béisbol y quien sufriera un atraco electoral hace 18 años cuando contendía por la alcaldía de su municipio.
¿Qué tanto del impulso cívico y del reclamo de democratización electoral y política le queda a estos panistas sonorenses? ¿Qué tanto conservan de sus ímpetus opositores cuando reclamaban justicia?
La alternancia en Sonora es histórica. Calderón y Gómez Mont tienen ahora la obligación de responderle a Sonora en la misma medida que hace tres sexenios protestaron por las inequidades sociales y los abusos políticos.
El nuevo gobierno estatal parece bisoño para los desafíos en la entidad. Uno de ellos, el de justicia. En el caso ABC, en el caso del reportero desaparecido Alfredo Jiménez Mota, en el caso de la mina de Cananea, en los casos de miles de ciudadanos agraviados por la inseguridad. ¿Podrán?
Entonces las credenciales de elector no tenían fotografía, los gobiernos estatales eran dueños de los tiempos de propaganda, la calificación final de los comicios corría a cargo del Congreso del estado y no de un tribunal autónomo, y las reglas de las contiendas favorecían inequívocamente al entonces partido oficial, el PRI.
Aquellos comicios de Sonora, de 1991, llevaron a Manlio Fabio Beltrones a la gubernatura pero provocaron conflictos poselectorales en municipios de todas las regiones de la entidad como San Luis Río Colorado o Puerto Peñasco en el norte o Guaymas en el sur, donde las movilizaciones encabezadas por panistas perduraron por más de tres meses.
Los atracos electorales en Sonora tenían antecedentes. Si bien el PAN había gobernado entre 1979 y 1982 la alcaldía de Cajeme (Ciudad Obregón), con la proyección de una figura política popular como Adalberto El Pelón Rosas, fue justamente en 1985 cuando se presentó uno de los movimientos cívico-electorales más importantes en la entidad con la cuestionada elección del priista Rodolfo Félix, quien ganó la gubernatura a la mala.
El candidato panista fue Adalberto Rosas, quien entre otras manifestaciones de protesta protagonizó una caminata por toda la entidad.
Ayer, Gómez Mont regresó a Sonora representando al presidente de la República, Felipe Calderón, para testificar la asunción de Guillermo Padrés como gobernador de Sonora, en un acontecimiento histórico de alternancia política en una de las entidades de mayor raigambre priista.
De Sonora es el fundador del PNR, el abuelo del PRI, Plutarco Elías Calles, quien también fuera presidente de la República; tres ex presidentes más, Abelardo Rodríguez, Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón. De Sonora proviene una vena fundamental del movimiento revolucionario del siglo pasado y sin duda el fermento autoritario que sometió a las distintas capillas políticas en esa época.
Del municipio de Magdalena, Sonora, era originario Luis Donaldo Colosio, el otro mito del priismo asesinado en el prolegómeno de una de las crisis más severas del entonces partido de Estado.
La victoria del PAN en esa entidad es una afrenta al orgullo y la historia del priismo. Mucho se atribuye a la maldita tragedia de la guardería ABC, a la pésima reacción gubernamental estatal y la increíble falta de sensibilidad de sus funcionarios, el empujón definitivo de la derrota priista.
En realidad, la tragedia fue el corolario de décadas de formas de gobierno distantes de la sociedad y sus necesidades.
Padrés asume la gubernatura en medio de la decepción, el enojo y la desesperanza. También con regiones extremadamente pobres en una entidad afortunadamente rica. Pero sobre todo en un ambiente de inseguridad pública y el aumento del narcotráfico. Padrés nombró como secretario de Gobierno a Héctor Larios, curtido en la coordinación de la Cámara de Diputados pero con la obligación de mirar hacia la reconciliación en la entidad. Y como secretario de Seguridad Pública colocó a un veterano de las lides del 91, a Ernesto Munro, nativo de Puerto Peñasco, ex pitcher profesional de béisbol y quien sufriera un atraco electoral hace 18 años cuando contendía por la alcaldía de su municipio.
¿Qué tanto del impulso cívico y del reclamo de democratización electoral y política le queda a estos panistas sonorenses? ¿Qué tanto conservan de sus ímpetus opositores cuando reclamaban justicia?
La alternancia en Sonora es histórica. Calderón y Gómez Mont tienen ahora la obligación de responderle a Sonora en la misma medida que hace tres sexenios protestaron por las inequidades sociales y los abusos políticos.
El nuevo gobierno estatal parece bisoño para los desafíos en la entidad. Uno de ellos, el de justicia. En el caso ABC, en el caso del reportero desaparecido Alfredo Jiménez Mota, en el caso de la mina de Cananea, en los casos de miles de ciudadanos agraviados por la inseguridad. ¿Podrán?
tolvanera06@yahoo.com.mx
kikka-roja.blogspot.com/
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