La (mala) influencia
Lorenzo Meyer
3 Sep. 09
En México, la verdadera guerra contra el crimen se debería dar en el campo de la educación, pero ahí el enemigo está dentro del propio gobierno
En el fondo, no hubo error
Si alguien padece dislexia o no pone toda su atención en el texto que está leyendo, puede cometer el error que cometió la profesora Elba Esther Gordillo, presidenta nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el lunes 24 de agosto en la ceremonia de inicio del ciclo escolar y, al momento de demandar una vacuna contra un mal que ya es pandemia, decir influencia en vez de influenza y virus AHLNL por virus A H1N1.
Sin embargo, quizá no hubo error y México, efectivamente, hace mucho que debió vacunar a sus maestros no contra la influenza sino contra la influencia de un viejo virus, el del corporativismo autoritario y corrupto, que en buena medida es el responsable de que hoy el magisterio sea más eficaz como estructura política y grupo de interés que como transmisor de los conocimientos que necesitan los estudiantes de educación primaria y secundaria con urgencia para participar con éxito en un mercado global altamente competitivo.
Hace algunas décadas, Corea del Sur, devastada por la guerra, estaba en una situación de subdesarrollo político y económico similar al de México, pero hoy esa Corea es un país con un PIB per cápita de más del doble que el nuestro y, en buena medida, su éxito se debe a la excelencia de su sistema educativo. En las cifras comparativas publicadas en 2006 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico sobre los resultados de la prueba diseñada por el Programa para la Evaluación de los Estudiantes o PISA, por sus siglas en inglés, Corea estaba en primer lugar entre 56 países por lo que se refiere a la capacidad de lectura de sus estudiantes de 15 años y en cuarto por lo que se refiere al dominio de las matemáticas, en cambio México estaba en los lugares 43 y 48 respectivamente.
La importancia económica de la educación
En su edición del 10 al 17 de agosto de este año, la revista norteamericana Newsweek dedica una sección a examinar el problema de la educación a nivel global. La tesis central es impactante: los efectos económicos negativos de una mala educación son peores que los de la recesión o depresión económica que actualmente asuela al mundo. Y el caso ejemplar es Estados Unidos. Según los cálculos aparecidos en un reporte de la empresa McKinsey de abril de este año, el costo anual para la economía norteamericana de que su educación secundaria no tenga la calidad que tiene la de Corea es equivalente al 9 por ciento y 16 por ciento de su PIB. Y si tal es el costo para nuestro vecino del norte, cuya educación en promedio es mejor que la nuestra, ¿cuál será para México? ¿A cuánto asciende aquí el valor de lo perdido por la mala calidad de la educación? No estaría de más que alguna organización o partido interesado en la reforma educativa mexicana le encargara a McKinsey hacer el cálculo, a ver si se encuentra el acicate que nos hace falta para empezar a cambiar.
La inversión estratégica
Ahora que el gobierno se propone hacer recortes en el gasto público como resultado de una crisis fiscal, el rector de la UNAM se ha manifestado en contra de cualquier disminución en los presupuestos de las universidades públicas pues sus consecuencias económicas a largo plazo serán superiores al supuesto ahorro, y tiene razón. Sin embargo, lo que el estudio publicado por Newsweek encuentra es que si la inversión en educación en general es un buen negocio para cualquier país, la inversión dedicada a corregir la calidad de la educación elemental es realmente mejor, pero de todas las inversiones sociales, la óptima será la que se haga en la educación de los sectores y zonas marginadas, esas que actualmente tienen la peor educación pública de todas las disponibles.
México dedica a la educación más del 5 por ciento de su PIB y, tomando las cifras internacionales del 2005, resulta que ésa es una proporción incluso superior a la que se gasta en la multicitada Corea del Sur, entonces, ¿por qué se obtienen resultados tan distintos? Una parte de la respuesta es que, en términos de dólares, el gasto coreano es el doble que el mexicano pero la respuesta verdadera, de fondo, está en la calidad de los profesores.
En 2008 se firmó entre el gobierno federal y el SNTE una Alianza por la Calidad de la Educación. Pero ¿de dónde sacar la calidad? ¿Con qué profesores? No hace mucho nos enteramos que tras la aplicación del Examen Nacional de Conocimientos y Habilidades Docentes a 123 mil 856 aspirantes -de los cuales 35 por ciento son profesores en activo- el 74.9 por ciento simplemente no lo aprobó y eso que llegar a aprobar no requirió de un puntaje excesivamente alto. Según la información publicada, entre los examinados había 6 mil 552 que ya eran docentes con más de 20 años de servicio pero que deseaban regularizar su situación. Pues bien, de ese total de veteranos del aula 4 mil 913 de plano no son rescatables o deben de "capacitarse" para conseguir el nivel mínimo aceptable (La Jornada, 24 de agosto). Lo anterior significa que de aquellos que ya habían hecho una carrera docente y fueron evaluados, por coincidencia, también 2/3 partes no resultaron aptos para el puesto. Desde luego que no se pueden extrapolar las cifras de fallas a todo el universo del cual provienen esos más de 6 mil maestros que ya llevan dos decenios educando a niños y jóvenes sin tener los conocimientos adecuados para ello, pero los números no dejan de ser un indicador, y muy revelador, de lo que está detrás de las fallas en las evaluaciones hechas por el PISA.
De la 'guerra contra el narco' a la guerra contra la ignorancia
Del artículo citado del Newsweek destaca una conclusión: una educación de alta calidad no es sólo un buen negocio sino que también es una de las mejores formas de "crear ciudadanía" y combatir la delincuencia en su etapa inicial.
Desde una óptica de ganancia política inmediata, se entiende que apenas llegado a "Los Pinos" Felipe Calderón se vistiera de militar y se lanzara a una espectacular "guerra contra el narco" -la derecha siempre tiene debilidad por la mano fuerte que impone ley y orden- para afianzar una legitimidad prendida con alfileres tras la manera poco clara con que se supone ganó en el 2006. Sin embargo, una forma un tanto menos espectacular pero mucho más efectiva de enfrentar a la criminalidad, y el deterioro social en general, hubiera sido declarar la guerra a la mala educación primaria y secundaria y haber iniciado una auténtica revolución educativa para encaminar a México por la vía coreana. Claro que una "guerra a la mala educación" sólo mostraría resultados visibles a largo plazo, es decir, se trata de una empresa propia de un estadista y no de un simple político, pero hubiera tenido mucha legitimidad entre los padres de familia, muy conscientes del desastre que viven sus hijos.
Un combate a la mala calidad de la educación en sus niveles primario y secundario daría ganancias inmediatas al gobierno pero tendría un costo: el enfrentamiento con el SNTE, es decir, sería retar a "la influencia" de una de las fuerzas políticas que hizo posible el tipo de victoria electoral que llevó a Calderón a la Presidencia. Sin embargo, conviene recordar que ya una vez hubo en México un movimiento político de gran envergadura que intentó, con bastante éxito, cimentar su legitimidad, o al menos una parte de ella, mediante la transformación del sistema educativo oficial. Fue con el gobierno del general Álvaro Obregón (1920-1924) y bajo el liderazgo intelectual y político de José Vasconcelos que la Revolución Mexicana inició su etapa verdaderamente constructiva. La batalla por la educación resultó ser una de las vías con que aquellos revolucionarios se presentaron como auténticos transformadores sociales.
La solución tan obvia como imposible
Todos los especialistas saben de los enormes beneficios económicos y sociales que puede traer una inversión bien dirigida en el campo de la educación. Sin embargo, en casi todas partes y no sólo en México, los intereses creados, en particular los sindicales, hacen muy difícil modificar las inercias que premian el espíritu burocrático y castigan el innovador.
En teoría, los mejores profesores deberían prestar sus servicios no en las escuelas de élite sino en las zonas con los índices de desarrollo humano más bajos. Desafortunadamente eso sólo se ha logrado en momentos extraordinarios, revolucionarios, y por un tiempo no muy prolongado, cuando en nombre de un gran proyecto nacional se apela al sacrificio de los jóvenes y de los mejores, y cuando los líderes ponen el ejemplo. Hoy, en México, ese espíritu es simplemente imposible. La lógica social y política dominante es la poderosa mezcla de corrupción y mercado. De Vasconcelos sólo queda el recuerdo, en el mejor de los casos.
kikka-roja.blogspot.com/
En el fondo, no hubo error
Si alguien padece dislexia o no pone toda su atención en el texto que está leyendo, puede cometer el error que cometió la profesora Elba Esther Gordillo, presidenta nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el lunes 24 de agosto en la ceremonia de inicio del ciclo escolar y, al momento de demandar una vacuna contra un mal que ya es pandemia, decir influencia en vez de influenza y virus AHLNL por virus A H1N1.
Sin embargo, quizá no hubo error y México, efectivamente, hace mucho que debió vacunar a sus maestros no contra la influenza sino contra la influencia de un viejo virus, el del corporativismo autoritario y corrupto, que en buena medida es el responsable de que hoy el magisterio sea más eficaz como estructura política y grupo de interés que como transmisor de los conocimientos que necesitan los estudiantes de educación primaria y secundaria con urgencia para participar con éxito en un mercado global altamente competitivo.
Hace algunas décadas, Corea del Sur, devastada por la guerra, estaba en una situación de subdesarrollo político y económico similar al de México, pero hoy esa Corea es un país con un PIB per cápita de más del doble que el nuestro y, en buena medida, su éxito se debe a la excelencia de su sistema educativo. En las cifras comparativas publicadas en 2006 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico sobre los resultados de la prueba diseñada por el Programa para la Evaluación de los Estudiantes o PISA, por sus siglas en inglés, Corea estaba en primer lugar entre 56 países por lo que se refiere a la capacidad de lectura de sus estudiantes de 15 años y en cuarto por lo que se refiere al dominio de las matemáticas, en cambio México estaba en los lugares 43 y 48 respectivamente.
La importancia económica de la educación
En su edición del 10 al 17 de agosto de este año, la revista norteamericana Newsweek dedica una sección a examinar el problema de la educación a nivel global. La tesis central es impactante: los efectos económicos negativos de una mala educación son peores que los de la recesión o depresión económica que actualmente asuela al mundo. Y el caso ejemplar es Estados Unidos. Según los cálculos aparecidos en un reporte de la empresa McKinsey de abril de este año, el costo anual para la economía norteamericana de que su educación secundaria no tenga la calidad que tiene la de Corea es equivalente al 9 por ciento y 16 por ciento de su PIB. Y si tal es el costo para nuestro vecino del norte, cuya educación en promedio es mejor que la nuestra, ¿cuál será para México? ¿A cuánto asciende aquí el valor de lo perdido por la mala calidad de la educación? No estaría de más que alguna organización o partido interesado en la reforma educativa mexicana le encargara a McKinsey hacer el cálculo, a ver si se encuentra el acicate que nos hace falta para empezar a cambiar.
La inversión estratégica
Ahora que el gobierno se propone hacer recortes en el gasto público como resultado de una crisis fiscal, el rector de la UNAM se ha manifestado en contra de cualquier disminución en los presupuestos de las universidades públicas pues sus consecuencias económicas a largo plazo serán superiores al supuesto ahorro, y tiene razón. Sin embargo, lo que el estudio publicado por Newsweek encuentra es que si la inversión en educación en general es un buen negocio para cualquier país, la inversión dedicada a corregir la calidad de la educación elemental es realmente mejor, pero de todas las inversiones sociales, la óptima será la que se haga en la educación de los sectores y zonas marginadas, esas que actualmente tienen la peor educación pública de todas las disponibles.
México dedica a la educación más del 5 por ciento de su PIB y, tomando las cifras internacionales del 2005, resulta que ésa es una proporción incluso superior a la que se gasta en la multicitada Corea del Sur, entonces, ¿por qué se obtienen resultados tan distintos? Una parte de la respuesta es que, en términos de dólares, el gasto coreano es el doble que el mexicano pero la respuesta verdadera, de fondo, está en la calidad de los profesores.
En 2008 se firmó entre el gobierno federal y el SNTE una Alianza por la Calidad de la Educación. Pero ¿de dónde sacar la calidad? ¿Con qué profesores? No hace mucho nos enteramos que tras la aplicación del Examen Nacional de Conocimientos y Habilidades Docentes a 123 mil 856 aspirantes -de los cuales 35 por ciento son profesores en activo- el 74.9 por ciento simplemente no lo aprobó y eso que llegar a aprobar no requirió de un puntaje excesivamente alto. Según la información publicada, entre los examinados había 6 mil 552 que ya eran docentes con más de 20 años de servicio pero que deseaban regularizar su situación. Pues bien, de ese total de veteranos del aula 4 mil 913 de plano no son rescatables o deben de "capacitarse" para conseguir el nivel mínimo aceptable (La Jornada, 24 de agosto). Lo anterior significa que de aquellos que ya habían hecho una carrera docente y fueron evaluados, por coincidencia, también 2/3 partes no resultaron aptos para el puesto. Desde luego que no se pueden extrapolar las cifras de fallas a todo el universo del cual provienen esos más de 6 mil maestros que ya llevan dos decenios educando a niños y jóvenes sin tener los conocimientos adecuados para ello, pero los números no dejan de ser un indicador, y muy revelador, de lo que está detrás de las fallas en las evaluaciones hechas por el PISA.
De la 'guerra contra el narco' a la guerra contra la ignorancia
Del artículo citado del Newsweek destaca una conclusión: una educación de alta calidad no es sólo un buen negocio sino que también es una de las mejores formas de "crear ciudadanía" y combatir la delincuencia en su etapa inicial.
Desde una óptica de ganancia política inmediata, se entiende que apenas llegado a "Los Pinos" Felipe Calderón se vistiera de militar y se lanzara a una espectacular "guerra contra el narco" -la derecha siempre tiene debilidad por la mano fuerte que impone ley y orden- para afianzar una legitimidad prendida con alfileres tras la manera poco clara con que se supone ganó en el 2006. Sin embargo, una forma un tanto menos espectacular pero mucho más efectiva de enfrentar a la criminalidad, y el deterioro social en general, hubiera sido declarar la guerra a la mala educación primaria y secundaria y haber iniciado una auténtica revolución educativa para encaminar a México por la vía coreana. Claro que una "guerra a la mala educación" sólo mostraría resultados visibles a largo plazo, es decir, se trata de una empresa propia de un estadista y no de un simple político, pero hubiera tenido mucha legitimidad entre los padres de familia, muy conscientes del desastre que viven sus hijos.
Un combate a la mala calidad de la educación en sus niveles primario y secundario daría ganancias inmediatas al gobierno pero tendría un costo: el enfrentamiento con el SNTE, es decir, sería retar a "la influencia" de una de las fuerzas políticas que hizo posible el tipo de victoria electoral que llevó a Calderón a la Presidencia. Sin embargo, conviene recordar que ya una vez hubo en México un movimiento político de gran envergadura que intentó, con bastante éxito, cimentar su legitimidad, o al menos una parte de ella, mediante la transformación del sistema educativo oficial. Fue con el gobierno del general Álvaro Obregón (1920-1924) y bajo el liderazgo intelectual y político de José Vasconcelos que la Revolución Mexicana inició su etapa verdaderamente constructiva. La batalla por la educación resultó ser una de las vías con que aquellos revolucionarios se presentaron como auténticos transformadores sociales.
La solución tan obvia como imposible
Todos los especialistas saben de los enormes beneficios económicos y sociales que puede traer una inversión bien dirigida en el campo de la educación. Sin embargo, en casi todas partes y no sólo en México, los intereses creados, en particular los sindicales, hacen muy difícil modificar las inercias que premian el espíritu burocrático y castigan el innovador.
En teoría, los mejores profesores deberían prestar sus servicios no en las escuelas de élite sino en las zonas con los índices de desarrollo humano más bajos. Desafortunadamente eso sólo se ha logrado en momentos extraordinarios, revolucionarios, y por un tiempo no muy prolongado, cuando en nombre de un gran proyecto nacional se apela al sacrificio de los jóvenes y de los mejores, y cuando los líderes ponen el ejemplo. Hoy, en México, ese espíritu es simplemente imposible. La lógica social y política dominante es la poderosa mezcla de corrupción y mercado. De Vasconcelos sólo queda el recuerdo, en el mejor de los casos.
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