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Al igual que ocurrió tras la revelación, en abril de 2004, de los crímenes que perpetraba el Pentágono en el campo de tortura y exterminio montado en Abu Ghraib, Irak, ahora Washington se rasga las vestiduras ante la difusión del video referido, anuncia una investigación y arguye, en voz del secretario de Defensa, Leon Panetta, que los actos de ensañamiento de sus soldados son totalmente inapropiados para los militares estadunidenses y no reflejan las normas o los valores que nuestras fuerzas armadas han jurado defender. Sin embargo, Wa-shington ha permanecido impasible ante la difusión de crímenes tanto o más agraviantes perpetrados por su aparato militar, como las condiciones de secuestro en las que se ha mantenido por años a varios centenares de individuos en el campo de concentración de Guantánamo, la red aérea montada por la CIA y el Pentágono para el trasiego de desaparecidos –presuntos combatientes enemigos capturados– a lo ancho de tres continentes, a fin de transportarlos a centros clandestinos de tortura, o las atrocidades contra civiles iraquíes y afganos retratadas en documentos divulgados por Wikileaks el año antepasado.