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domingo, 12 de julio de 2009

Subrogación ilegal e inmoral : Javier González Garza


Subrogación ilegal e inmoral
Javier González Garza
11 Jul. 09

Aunque el modelo de administración de los actuales gobiernos predica la no intervención del Estado, éste sigue ahí, en prácticas corruptas, como en el IMSS

Los derechos que reconoce el Estado en México han evolucionado a la par de importantes movimientos sociales. La seguridad social es una de las conquistas que se fraguaron por generaciones, y aspira a conformar un sistema que debiera proteger a todos los mexicanos. Sin embargo, en los últimos años se ha ido desmantelando.

Las guarderías, como parte del sistema de seguridad social, son reconocidas como un derecho en la Constitución. El servicio de guarderías se preveía desde 1931 en la Ley Federal del Trabajo (LFT) como una obligación que debían proveer los patrones. Más adelante durante el periodo conocido como "desarrollo estabilizador", en que transcurría la industrialización de México, se multiplicaron las guarderías. El presidente López Mateos estableció que todas las empresas que tuvieran a más de 50 madres trabajadoras a su servicio deberían contar con el servicio de guardería. Aquella disposición trajo como consecuencia el despido masivo de mujeres e incluso la división de empresas para evadir aquella obligación.

En 1943 nace el Seguro Social basado en un sistema tripartita en que patrones, trabajadores y el Estado aportan para garantizar el acceso de los trabajadores a la seguridad social. En 1962 la LFT endosó al IMSS la prestación del servicio de guarderías, y en la Ley del Seguro Social de 1973 éste asume plenamente tal prestación y comienza la construcción de guarderías, destinando para ello una cotización del 1 por ciento del salario base. Pronto esos recursos fueron insuficientes por la caída del valor real del salario, además en la reforma de 1995 a la Ley del IMSS se cargaron otras prestaciones al 1 por ciento originalmente destinado sólo a guarderías.

Aunado a ello, se ha dado una franca defraudación a todo el sistema de seguridad social por parte de patrones, líderes sindicales y autoridades. Los famosos bonos, estímulos y compensaciones que adelgazan el salario base provocan que la cotización al Seguro Social sea insignificante.

Todo el sistema de seguridad social se ha visto minado por completo a lo largo de décadas por la corrupción imperante y los constantes recortes presupuestales, causados por la renuencia del gobierno a cobrar impuestos a los que más tienen.

Quienes han gobernado este país hasta ahora, aceptaron un modelo que "venía de fuera" y lo adecuaron a la corrupción imperante en el país. La idea de que es nocivo que el Estado intervenga en el funcionamiento de la economía y que se debe limitar a su mínima expresión resultó una gran hipocresía, porque el Estado sigue ahí, funcionando, interviniendo y gastando, sólo que ahora se olvida de la población en general y prioriza a unos cuantos poderosos de diversa índole: empresarios, políticos, líderes sindicales y medios de comunicación. Ahora los beneficios no son de carácter general, sino esencialmente privados y dirigidos.

La subrogación de servicios y prestaciones del IMSS ejemplifica esto. Las decisiones de política pública tienen consecuencias en la vida de las personas. La muerte de 48 infantes y lesiones en 28 más nos han mostrado que la decisión de desmantelar la seguridad social en el país causa tragedias. Es imperante que la Suprema Corte de Justicia de la Nación contribuya a hacer justicia en este lamentable caso.

La subrogación a privados de guarderías en el IMSS es ilegal e inmoral.

Es ilegal, porque vulnera expresamente el artículo 213 de la Ley del Seguro Social. En noviembre de 1995 discutimos en la Cámara de Diputados la Ley del Seguro Social. Entonces nos opusimos al intento de añadir un segundo párrafo al citado artículo que textualmente decía: "El Instituto también podrá celebrar convenios de subrogación de servicios con personas físicas o morales en los términos que señale el reglamento respectivo". En la discusión y en la votación ese párrafo fue descartado específicamente para no permitir la subrogación de un servicio tan delicado como el de las guarderías. Eso no importa para las autoridades, porque se saben impunes. El "espíritu del legislador" se violenta flagrantemente cuando se subroga a terceros esta prestación. Sin embargo, el secretario de Salud, José Ángel Córdova, promueve ese esquema con una declaración torpe, cínica e irresponsable, tal vez defendiendo intereses millonarios del círculo del poder.

Pero es inmoral porque reproduce fielmente el esquema de "capitalismo de cuates" que padecemos. El director del IMSS, más de un mes después de la tragedia en Hermosillo, dio a conocer la lista de los nombres de quienes presumiblemente son dueños de las guarderías subrogadas. Aparecen ya "célebres apellidos", que son indicadores de la colusión de funcionarios y beneficiarios del sistema corrupto que prevalece en el IMSS y en el país.

Esta obligación que originalmente tenían los patrones se endosa al Estado, pero por la corrupción y malos manejos se traslada a los empresarios, muchos de ellos irresponsables que sólo buscan ganancias y, al final, el problema se traduce en una tragedia para las familias trabajadoras.

Partidos políticos comprometidos y solidarios, funcionarios públicos honrados, empresarios nacionalistas y la movilización social organizada tal vez podrán detener la corrupción y el influyentismo que ahogan el futuro de nuestro país.
kikka-roja.blogspot.com/

Jorge Moch : Carta al candidato / Tele para hipocondriacos CABEZALCUBO



Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Carta al candidato

Para los que con valentía y dignidad anularon el voto

Oiga, candidato o candidata (va a perdonar que no empiece yo esta pública misiva con un adjetivo falsamente amable o amistoso como “estimada” o “apreciado”; es que a este aporreateclas no se le da mucho la hipocresía connatural a la política mexicana, y olvídese también de los nombramientos patéticos de “licenciada” o “doctor”, eso se lo dejamos a las decenas, cientos, miles de lameculos de los que se hace o hará rodear, porque de eso está hecha la burocracia mexicana):

Fíjese que a pesar de la instintiva desconfianza que me inspiran usted y sus alecuijes partidistas, a pesar del asco que me causa casi siempre lo que usted llama “trabajo” o “carrera” y, además, considerando que por nada del mundo hubiera yo pensado que le iba a dirigir la palabra algún día, tengo algo que decirle: gracias. Gracias, candidato, de que por fin se calló usted. Debo confesarle que me importa muy poco (a mí y a muchos) si ganó o perdió, y salvo contadas, contadísimas excepciones, me importa un bledo (a mí y a muchos) a qué partido dice usted pertenecer. Esto por muchas razones, la principal que, no tardando, cualquier día lo vemos a usted pavoneándose con los colores de quien hoy es su adversario o hasta su enemigo, y es que no son la lealtad ideológica ni la coherencia ética precisamente virtudes de las que puedan presumir ni usted ni sus correligionarios, sino más bien esa tendencia a lo camaleónico, a ir sumando postulaciones de distintos partidos en su huacal, a ser poseedores de una honestidad digamos que al menos variopinta por acomodaticia.

Pero reitero el agradecimiento porque ya no hay que soportar los merolicos de su vocería mediática, los horribles anuncios de la radio, toda esa basura que cuelgan ustedes en postes y puentes, ensuciando nuestras calles, que son nuestras, de la ciudadanía, oiga, y no suyas en tanto no demuestre que usted sí paga impuestos, sí se soba el lomo trabajando (si trabajo tiene), que vive con miedo a los balazos de los delincuentes, pero con más miedo a los policías que se pueda topar en la noche o, peor, que conoce el pavor que resbala por el espinazo cuando se topa con un retén del ejército; que ha perdido su trabajo o su patrimonio por las trapacerías y estupideces de funcionarios como usted, que son del gobierno de usted o del sindicato del crimen que es en realidad su partido… que es usted ciudadano de a pie, vaya, pero usted y yo sabemos que eso en realidad no pasa en un país de castas y oligarquías como el nuestro. Ojalá tenga al menos la decencia de mandar pintar las bardas ahora de un color que oculte sus pintas majaderas de electorera parafernalia.

Pero sobre todo le agradezco infinitamente que deje usted de plantar su jeta a cuadro en mi televisión, que ya me deje en paz, que no vuelva nunca, aunque eso también sabemos usted y yo que es poco probable, porque a la primera oportunidad, aunque tenga usted cuentas pendientes con la justicia, aunque su administración anterior sea un cochinero, aunque tenga usted fama y pruebas en contra de ratero, de delincuente, de corrupto, de déspota o hasta de lenón, va usted a volver intentarlo algún día, porque las enfermedades del poder y del dinero y de los negocios sucios no se curan nomás porque sí, y porque entre los de su clase, candidata, candidato, la vocación verdadera del servicio público, el valor cívico y las ganas genuinas de enderezar este barco que hace mucho, por culpa suya y de sus contlapaches o patrones empezó a escorar hasta enseñar impúdicamente el pantoque, son babas de perico.

Sonría incómodo porque ganó o porque perdió. Si perdió ya no es usted amenaza, al menos por un tiempo. Si ganó, le deseo sinceramente que esto que le hace sonreír los mofletes sea la rifa del tigre. Hágase mientras tanto el que la virgen le habla. Hágase guaje. Hágase el sordo, el disimulado, el simpático, el valiente. Hágase rico, ándele, que esos son menesteres que a usted y a los que son como usted poco o nada les cuesta.

Hasta el día en que termine de desperezarse –cosa por lo pronto harto difícil, eso se lo tengo que conceder a usted– el monstruo de las mil justicieras cabezas que presuntamente es el pueblo, ese día que se levante, le digo, y se sacuda del lomo las garrapatas que son como usted y los que son como usted y allá vayan a dar, a esa ecuménica lejanía que para los mexicanos empieza con la “ch”, porque resultó que sí, que muchos como yo ya estábamos hartos de usted. Hasta entonces, candidato o candidata, espero no tener que volver a oír su jodido pregón.

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Tele para hipocondriacos

Para don Rubén Mújica, por el señalamiento

¿De cuándo para acá la televisión tiene cédula de médico o licencia para extender recetas,? ¿Cómo podría pálidamente atreverse a recomendar medicinas si es medio de una sola vía que no admite réplicas? ¿Quién le otorgó facultades de diagnóstico a distancia?

Porque desde hace rato se despacha sola sugiriendo, recomendando, recetando medicamentos no siempre de origen confiable. Desde mejunjes aparentemente inocuos para los granos que típicamente atormentan la dermis de los adolescentes, hasta complicados tratamientos para una agresiva gastritis de ésas que trepanan el duodeno, pasando por toda clase de analgésicos, ungüentos, bálsamos, lociones capilares, desinfectantes, antiinflamatorios, catalizadores metabólicos, antigripales y una numerosa variedad de placebos disfrazados de medicinas que no sirven para nada más que embaucar incautos, desde complejos vitamínicos hasta supuestos potenciadores de la energía sexual. Hasta hace muy poco, el gobierno federal y sus presuntas dependencias corresponsables en un asunto como éste, que involucra la veracidad publicitaria lo mismo que la tan vapuleada salud pública de los mexicanos –la Procuraduría del Consumidor, la Secretaría de Comunicaciones, la de Economía, la de Educación Pública, pero sobre todo la de Salud– se mantuvieron al margen, haciéndose ojo de hormiga ante el cinismo y la insistencia machacona del merolico televisivo auspiciado por empresas de toda farmacéutica laya, desde trasnacionales de vigorosos tentáculos hasta laboratorios de reciente aparición, y cuyos verdaderos propietarios, si bien escudados en sociedades anónimas, prestanombres y toda clases de vericuetos legaloides para ocultar genealogías, suelen estar, directa o indirectamente, demasiado cerca de puestos públicos o de reputados apellidos del jet set empresarial y político, ése cuyos distinguidos personeros y guapas embajadoras suelen tapizar las odiosas secciones de sociales.

El origen de todo esto es, desde luego, la mórbida enfermedad de la publicidad, mal que aqueja a la televisión harto más que a otros medios de comunicación y cuyos síntomas toman cuerpo, principalmente, en ausencia de escrúpulos. Así que la televisión es perfectamente capaz de ponerse a anunciar un producto que en la teoría absorbe la grasa de los alimentos que uno consume, para convertirla en una especie de bolo nauseabundo del que uno se deshará maravillosamente en cuestión de segundos por vía, que nunca lo dicen, rectal. Qué importa que la posibilidad de que el bebistrajo en efecto cause la pérdida inmediata de la materia grasa en los alimentos a la par que le acarrea a quien lo consuma una complicación gástrica o una descompensación cardiovascular que lo lleve, en el mejor de los casos, a un área hospitalaria de terapia intensiva. Qué importa que el cándido sujeto experimente inesperadas reacciones cutáneas, de alergia, o síntomas de alguna clase de envenenamiento, o simplemente una diarrea de córrele que te alcanzo, si lo realmente importante para los fronterizos ejecutivos de la televisora es haber obtenido el contrato publicitario de marras. ¿La salud?, hombre, esa es asunto y responsabilidad de cada quién… qué importa que sus ruidosos anuncios proclamen categóricamente la cura de sus migrañas o de su gordura, si es responsabilidad del comprador leer las letras chiquitas que vienen con el empaque… Mal pensado el asunto se podría llegar a sospechar de un perverso contubernio que involucraría desde luego a las televisoras y los fabricantes de medicinas reales y presuntas, pero también, como beneficiarios colaterales, a algunos médicos y hospitales.

Hace poco se anunciaban impunemente antigripales a base de efedrina, pero entonces se la consideró, por empujón de nuestros vecinos del norte, sustancia perniciosa. Durante años tanto los fabricantes como sus personeros del gobierno sabían de los aspecto oscuros de la efedrina, y los anuncios allí siguieron. Allí están otros de productos de esa misma clase que entre sus efectos secundarios disparan la presión arterial, pero como no requieren receta y los anuncian en la tele… qué importa que la hipertensión sea una de las principales causas de mortalidad entre adultos en México.

Qué importan tantas cosas, tanta turbiedad, tanta omisión –por cobarde indolencia– oficial. Si al fin y al cabo los principales responsables, los laboratorios farmacéuticos y los publicistas de la tele, están haciendo con la credulidad y la salud del mexicano uno de los mejores negocios de nuestra historia…
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