- Estados Unidos de America USA, hace reconocimento aereo según ellos no es una invasión a México, con aceptación de Fox, pues gobernación no se ha pronunciado, ¿Intromisión a la soberanía nacional?
- Hoy comienza el proceso de impugnación en el Tribunal TEPJF o TRIFE, con cabildeo de los panista, el cabildeo no es ilegal, pero es una clara provocación a la voluntad popular, los magistrados tienen una fuerte resposabilidad, autentificar su credibilidad como institución.
- El IFE y el PAN hecen hasta lo imposible por corromper las urnas resguardadas por el ejercito mexicano, ya se habia prohibido la apertura de urnas, sin embargo el IFE sigue con la apertura ilegal, En el IFE hay un fraude comprobado, nadie confia en el IFE.
- En el PRI hay una grave crisis partidista. Expulsan a Elba Esther Gordillo, por traicionar los estatutos del PRI vendiendo sus votos al PAN, se despide diciendo: Servi a México, Madrazo nunca será presidente.
- FeCal decide no hacer su gira de agradecimiento por toda la república, ésto era ya un abuso, no hay presidente electo, sólo iba a recibir protestas.
- López Obrador un verdadero lider nacional es apoyado por contingentes en todo el país para defender su triunfo y la democracia, el conteo de voto por voto dará la transparencia al proceso electoral, ¿se entiende el miedo o curiosidad de los Estados Unidos?
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viernes, 14 de julio de 2006
Panorama Postelectoral
jueves, 13 de julio de 2006
¿Recuerdan la mega Marcha?
Ciudad de México Marcha del Silencio en contra del desafuero de López Obrador, abril 2005 1millon 200 mil personas. El domingo 16 julio 2006 se estiman 3 millones de personas... yo digo que esta vez serán más, AMLO ganó la presidencia
¡El pueblo sabe manifestarse!
Comenzó la marcha por la democracia
Caravanas de simpatizantes de AMLO en todo el país se dirigen hacia la capital
DE LOS CORRESPONSALES La jornada
Simpatizantes de López Obrador llegaron ayer al Zócalo
Desde numerosas sedes distritales del Instituto Federal Electoral (IFE) en todo el país, decenas de caravanas salieron ayer hacia la ciudad de México para exigir que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) recuente los votos emitidos el 2 de julio, y para participar en la segunda asamblea informativa que encabezará este domingo Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos.
En todos los casos solicitaron que se permita el recuento voto por voto, y "si el resultado no nos favorece sabremos aceptarlo". Llamaron a los miembros del Ejército que custodian las sedes distritales a no permitir que se abran las bodegas donde se guardan los paquetes electorales, y a los simpatizantes de la coalición Por el Bien de Todos a no caer en provocaciones. En Guadalajara, Jalisco, los manifestantes se reunieron afuera de las oficinas del TEPJF, a cuyos magistrados solicitaron formalmente el recuento de los votos emitidos en la contienda presidencial. Poco antes, un grupo de universitarios entregó un documento en el consulado español, donde corearon "Zapatero a tus zapatos", en alusión a la felicitación que hizo el jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, a Felipe Calderón Hinojosa, como supuesto presidente. En Iguala, donde se reunieron los contingentes provenientes de los nueve distritos de Guerrero, el dirigente del PRD, Sebastián de la Rosa Peláez, anunció que la dirigencia nacional solicitará juicio político contra Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE, a quien acusó de actuar fraudulentamente. Los manifestantes gritaban: "¡No sean ojetes, abran los paquetes!", "¡Voto por voto, el resultado es otro!" y "¡El pueblo no se vende, el IFE no lo entiende!" Antes de que unos mil 500 habitantes de Guanajuato viajaran hacia Silao, el dirigente estatal del partido del sol azteca, José Luis Barbosa Hernández, dijo que en las pruebas que López Obrador presentó sobre el presunto embarazo de urnas "se cometió un exceso de interpretación", pues lo que el video presentaba era un reacomodo de boletas mal depositadas, "lo que no implica que se cometió una irregularidad". La secretaria general del PRD en San Luis Potosí, Irma Ramos Galindo, aceptó que entre 5 y 10 por ciento de los representantes de la coalición Por el Bien de Todos en las casillas pudieron haber sido sobornados y comprados por el PAN para no vigilar las urnas; el pago habría sido de entre mil y 2 mil pesos. Un breve mitin se efectuó en el zócalo de Puebla antes de que 300 personas comenzaran la marcha nacional por la democracia. José Luis Pandal, representante de las redes ciudadanas, llamó a panistas y priístas "de buena voluntad" a que se sumen a la defensa del voto. En Tabasco, la tierra de López Obrador, cientos de personas partieron desde los seis distritos electorales para nutrir la marcha nacional por la democracia. En el contingente iban estudiantes, campesinos, obreros, militantes, dirigentes y hasta damas acomodadas, quienes repudiaron "el fraude electoral". Desde Villahermosa, unos 300 marchistas caminaron 11 kilómetros encabezados por el candidato de la coalición Por el Bien de Todos a la gubernatura, Raúl Ojeda Zubieta, así como por el virtual senador Arturo Núñez. En Chiapas miles de simpatizantes de López Obrador se movilizaron en Bochil, Ocosingo, Ocozocuautla, San Cristóbal, Tonalá, Comitán, Villaflores, Huixtla y Tapachula en apoyo al recuento. En Tuxtla Gutiérrez, capital del estado, la marcha estuvo encabezada por Pío López Obrador, hermano del candidato presidencial. En las 40 juntas distritales con sede en el estado de México también hubo concentraciones en protesta por la actuación del que debió ser árbitro electoral, y en algunos municipios hubo marchas, informó el dirigente estatal del PRD, Ricardo Moreno Bastida. Aproximadamente 400 perredistas, encabezados por el presidente municipal electo de Valle de Chalco, Ramón Montalvo, marcharon más de 12 kilómetros desde la autopista México-Puebla hasta el palacio municipal de Nezahualcóyotl, adonde llegaron después de tres horas y media.
Hildelisa González Morales, dirigente del PRD en Sonora, acusó de "delincuencia electoral" al gobernador Eduardo Bours Castelo, pues fue clara su intromisión en el proceso comicial para que en el estado ganara Felipe Calderón. Informó que una delegación partió de Hermosillo a la ciudad de México. Los priístas Mario Anguiano Moreno, alcalde electo de Colima, y Roberto Chapula de la Mora, diputado local electo, se sumaron un kilómetro a la marcha que unos 150 simpatizantes de López Obrador iniciaron hacia la capital del país. Decenas de personas acusaron en Campeche a las empresas radiofónicas de haberse negado a difundir espots para invitar a la gente a participar en el mitin contra presunto el fraude. Autobuses de Oriente, por su parte, les canceló la renta de tres autobuses para trasladarse a la ciudad de México. Marchas similares ocurrieron en todas las sedes distritales de Yucatán, Quintana Roo, Veracruz, Hidalgo, Querétaro, Zacatecas, Sinaloa, San Luis Potosí, Coahuila, Aguascalientes, Tamaulipas, Michoacán, Nuevo Léon, Tlaxcala y Morelos. Edna Lorena Fuerte, coordinadora de campaña de Por el Bien de Todos en Ciudad Juárez, Chihuahua, informó que las protestas serán pacíficas, sin caer en provocaciones, "no como las que los panistas hicieron en 1986 y en 2004, cuando bloquearon puentes y calles, y ahora se llaman a asombro".
miércoles, 12 de julio de 2006
Si no votas ¡Cállate!
PRIANISTAS! Respeten mi voto, YO VOTÉ por que siga la nacionalización de Pemex, IMSS e ISSSTE, no a la privatización, No más privilegios a empresarios corruptos que no pagan impuestos. Por políticas sociales más justas, Educación gratuita y laica. Presupuesto a Ciencia y Tecnología. Presupuesto a la Cultura. No a la ley Televisa. Precios de Luz y Gas más justos. Respeto a los derechos Indigenas. Fuera el clero de la politica. Justicia a Delitos del pasado. Juicio politico a Fox, Marta y los Bribiesca..... ¡AMLO Presidente!
¿Que pedo con los panistas?
La rivalidad entre partidos políticos, ya dejó de ser lo humanamente aguantable, no existe un límite para seguir atropellando a un adversario. La clase política mexicana tiene su organización, sus reglas, sus códigos. Se conocen bien, tienen amistades de años, hacen ligas familiares, respetan a los luchadores sociales así como respetan a los poderosos de abolengo. Están haciendo uso de los medios de comunicación, radio, televisión, prensa escrita e internet para difundir su trabajo, se hacen publicidad de la buena y de la mala. ¿Tendrán consciencia de lo que están provocando?, ¿Se les está olvidando que son de carne y hueso? y que la gente que los sigue con atención también siente, desde aquí pregunto ¿Sabrán que generan indignación?, ¿Que no les cala en los huesos el desprecio? no hace falta preguntar porqué no quieren a AMLO, es obvio que de llegar al poder, se acabarán los saqueadores enquistados, terminarán los negocios ilegales. La clase política vive del pueblo, que además está enojado, no creo que México sea un pueblo ostión, insensible, incapáz de analizar que se raya en el insulto a la inteligencia. ¡Ya se dieron cuenta!. Los politicos son afortunados hasta son bien comprendidos, en su "estatus", pero merecen un severo llamado de atención, de cualquier manera casi todos roban, todos se transan los puestos, si alguno sobresale como lider, como verdadero estadista, le inventan delitos y lo hacen a un lado. Fox llegó al poder porque convenció a la gente de ser la esperanza del cambio. ¡Gobernó la esposa!, al final del sexenio deja la continuidad de la misma rancia corrupción. Los panistas nos piden mesura, confianza para seguir en el poder. Algunos ciudadanos ven lo peligroso que resulta un gobierno ultraconservador, otros no tienen la más remota idea de lo que significa la radicalización. Felizpillo Calderón destruye humillando, al mismo tiempo que tiende su mano "amiga" nada limpia, a los valedores electores, después anuncia que dará la vuelta por el país para agradecer el voto que le dió la mayoria y el supuesto triunfo ¿Tendrá idea de lo que encontrará en su gira triunfal? ¿Que inmoralidad le mentarán? Una cosa si está clara, con ayuda de los medios de comunicación, los panistas comenzaron una guerra sucia nunca antes vista, inventando "peligros con miedos" (es inédito e historico...que la gente por segunda vez "se tragara" la estafa.) El odio panista se ha evidenciado, se proclama presidente sin serlo. Y no se trata de políticas macroeconómicas, se trata de justicia y Justeza. El que escupe pa'rriba en la cara le cae... ¡ Y a ver cabrones... salgan de sus congresos, por sus pinches votos !El miedo sin fundamento se convierte en disgusto.
martes, 11 de julio de 2006
Derecha Extrema
El Presidente Fox lanza frase, con todo y freno (bucal) puesto: "A pesar de los renegados el país avanza", lo que el presidente quiso decir: renegado: grosero, malhablado, quejoso. Guillermo Velasco Arzac y las organizaciones: "A favor de lo mejor", "Vida y Familia", "Provida", "Red de la Familia", acusan en tono despectivo a los manifestantes ciudadanos de "comunistas" y arremeten contra López Obrador, recriminandole que haya impugando las elecciones. Velasco Arzac llama a organizarse civicamente. Calderon llama a la calma ciudadana y agradece a los que votaron él. La violenta derecha extrema es representada por la organización "el Yunque" de base religiosa católica, racista, elitista, clasista, opera con provocadores disfrazados de civil. Ante este doble discurso es necesario tener cautela, no responder a insultos ni agresiones. Por su parte López Obrador, debe seguir una estrategia inteligente y Sencible para que la polarización de la sociedad no se salga de control. Debe presentar sus pruebas bien fundamentadas, no desperdiciar "sus cartuchos" pues Calderon representa a grupos de doble moral sin escrúpulos. López Obrador tiene el apoyo de la gente y le asiste la ley. Tengamos certeza y seguridad, Confiemos en los tribunales.
27 marchas del PRD, serán "banqueteras"
También se organizan movilizaciones en el Edomex para este miércoles
Realizarán movilizaciones estructuras de PRD, PT y Convergencia
Alejandra Martínez
El Universal
El PRD en el Distrito Federal realizará mañana 27 marchas banqueteras simultáneas que saldrán de los 27 consejos distritales con destino al zócalo capitalino, sobre las banquetas, como parte de las movilizaciones, en todo el país en defensa de la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. En sesión extraordinaria, el Consejo Estatal de ese partido en el DF aprobó el plan de acción de las tareas que los perredistas realizarán en las próximas dos semanas, entre las que destaca el uso y promoción de un moño tricolor como el que se utilizó durante el proceso de desafuero. Por unanimidad, los perredistas aprobaron un documento en que se instruye a los órganos de dirección, dirigentes y candidatos de ese partido a no tener ningún tipo de negociación o contacto con el PAN o sus gobiernos, hasta que "concluya la lucha para limpiar la elección del 2 de julio". Martí Batres, presidente del PRD-DF, presentó el plan de acción que establece que las marchas serán pacíficas y no desquiciarán el tránsito. El jueves por la tarde se hará un volanteo en las 175 estaciones del Metro para invitar el domingo a la marcha nacional del Museo de Antropología al zócalo, encabezada por López Obrador. El sábado por la tarde dirigentes y candidatos acudirán a los cinco accesos carreteros al DF (Puebla, Pachuca, Querétaro, Toluca y Cuernavaca) para recibir a las caravanas que lleguen de los 273 consejos distritales de todo el país que se unirán a la movilización del domingo. Para la semana próxima se harán movilizaciones en las que se invitará a intelectuales y artistas, quienes encabezarán las jornadas de información y se incorporará a los jóvenes a la defensa. Por su parte, el Comité Ejecutivo provisional del PRD en el estado de México anunció la realización de movilizaciones y mítines en las sedes de las 40 juntas distritales donde interpuso recursos legales para reclamar el conteo voto por voto. Anunciaron también que ya interpusieron las denuncias correspondientes.
lunes, 10 de julio de 2006
Ridícula Agencia Notimex
Agencia de noticias Notimex del Gobierno mexicano, altera declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, para proteger al Presidente Fox. Omitió la frase "Vicente Fox traidor a la democracia" Según el periodista Abraham Zabludovsky esto no ocurría desde los tiempos de la "dictadura perfecta" cuando era gobierno el PRI.
"Fox, traidor a la democracia"
"Si les permitimos que se impongan mediante el fraude, va a ser una regresión. Por eso molesta la actitud de Vicente Fox, que llega a la Presidencia gracias a los avances democráticos y cuando está en el poder se convierte en un traidor a la democracia". El escritor Fernando del Paso, quien habló antes que el candidato perredista, expuso que el "fraude brutal" no se dio sólo el 2 de julio, sino mucho antes, en una campaña política "de agresividad sin precedentes para enlodar, difamar y descalificar al adversario". López Obrador expuso que además de la campaña de corte "fascista" que lo presentó como "un peligro para el país", el Instituto Federal Electoral (IFE) se convirtió en ariete del PAN y se entregó por entero a la simulación y al servicio de los grupos de poder, que ahora quieren imponer en la Presidencia de la República a "un empleado incondicional, a un pelele que les garantice perpetuar la corrupción, el influyentismo y la impunidad".
Esta declaración el día sábado en el Zócalo capitalino, fue "suavizada" para no dañar la imagen del Presidente Fox, ante medios nacionales e internacionales. Esto no pasó desapercibido, para los periodistas independientes, a la agencia noticiosa, la calificaron de "vergonzosa y ridícula" para éstos tiempos de libertad de prensa y expresión. Zabludovsky dice: "Todos los críticos de la televisión en 1988, están ahí metidos, son empleados de televisa, y callan y ahora cobran, son parciales a Calderón, en especial Televisa" . Televisa terrorista y cómplice del gran fraude electoral.
http://kikka-roja.blogspot.com
domingo, 9 de julio de 2006
El PAN Corrompido
Álvaro Delgado en Proceso
http://kikka-roja.blogspot.comDespués de seis años de ejercicio en el poder federal, de 17 en gobiernos estatales, como Baja California, y de seis períodos consecutivos en municipios, como León, Guanajuato, se observa una mutación en el Partido Acción Nacional (PAN), que por décadas defendió el voto libre de los ciudadanos para consolidar un cambio político.
El PAN es, efectivamente, el partido del cambio: Se parece cada vez más al PRI.
La abierta intervención de los gobiernos, federal y estatales, así como del propio presidente Vicente Fox en los procesos electorales; el uso partidista de programas sociales; la utilización de instituciones contra adversarios políticos; los cargos en la administración pública para beneficio personal; la creación de estructuras clientelares y corporativas; los pactos de impunidad a cambio de apoyo político, entre otros comportamientos, han desdibujado a ese partido.El PAN, que proclama que la política es ética y apego a la ley, en el actual proceso electoral puso varios ejemplos que contradicen su doctrina y su historia:El domingo 2, en un episodio que pone en duda la autonomía del Instituto Federal Electoral (IFE), apenas concluyó su mensaje en cadena nacional Luis Carlos Ugalde, presidente de ese organismo, Fox apareció en pantalla para leer otro de respuesta, previamente redactado y leyéndolo en un teleprónter.El jueves 6, unos minutos después de que Ugalde dijo que “la regla de oro de la democracia establece que gana el candidato que tenga más votos”, Calderón lo tomó como declaración oficial y proclamó –en un discurso también previamente redactado– su triunfo, que todavía está sujeto a litigio en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), instancia que declara la validez de la elección.El propio Fox no guardó las formas: Felicitó a Calderón por una victoria que no existe legalmente y, de la misma manera que el PAN y el gobierno consintieron la intervención en asuntos internos de José María Aznar en febrero –con el argumento de que no conocía la Constitución y la ley–, ahora convalidaron las llamadas de felicitación a Calderón de mandatarios extranjeros. Y en la misma lógica del proceso electoral, el PAN inició una campaña de radio y televisión, desde el viernes 7, en la que aparecieron la imagen y voz de Manuel Espino, presidente de ese partido, afirmando que Calderón es el sucesor de Fox. Se trata de comportamientos que el PAN condenó en cada elección, particularmente en la de 1988, cuando Carlos Salinas se impuso bajo la tenaz protesta opositora de fraude, en la que Fox fue protagonista como diputado federal y que, como candidato al gobierno de Guanajuato, en 1991, la sostuvo.
Actas “llenas de marranadas”
El propio Fox, quien aprobó la creación del IFE y el nuevo Código Electoral Federal, lo descalificó por los malos resultados del PAN en las elecciones intermedias de 1991.“Se invirtieron arriba de 500 mil millones de (viejos) pesos en la nueva Ley Electoral, en el nuevo padrón, en las nuevas instituciones, en toda esta estructura, para terminar dándonos cuenta de que todo sigue igual, que el elector no cuenta y que quienes deciden son Los Pinos y (la Secretaría de) Gobernación”, decía. “En la práctica, no ha cambiado nada. Hasta ahorita la nueva ley y todo lo que se gastó en ella ha sido dinero tirado a la basura, igual que el tiempo de mucha gente”, clamaba Fox, quien sin embargo se sentía seguro de convertirse en gobernador de Guanajuato. “Si el voto nos favorece, como estamos viendo que va a ser, si tenemos el triunfo en las manos, en las actas, y tratan de no reconocerlo, iremos hasta donde sea necesario. Estoy absolutamente preparado para ir hasta donde los ciudadanos quieran, mediante la resistencia civil, activa, pacífica, la no violencia, y habremos de lograr ese reconocimiento.
“–¿Cómo?
“–Como sea: con plantones, mítines, meterme a Los Pinos, a donde sea; ir a deshacer el Tratado de Libre Comercio, ir a gritar adonde sea. Me canso que lo vamos a hacer” (Proceso 768).
Perdida oficialmente la elección para gobernador, celebrada en agosto y previamente a la denominada concertacesión con Carlos Salinas, el PRI se ofreció dispuesto a cotejar públicamente las actas que tenía en su poder el PAN –como retó Calderón a Andrés Manuel López Obrador–, este partido se negó “por motivos estratégicos”. Y Fox exclamó: “Las actas ya no son un instrumento para saber quién ganó, porque están llenas de marranadas.” Calderón también asumió una conducta pública a favor de “limpiar” elecciones, como en Michoacán, en 1995, cuando fue candidato al gobierno de Michoacán: Advirtió que no reconocería el triunfo del candidato priista, Víctor Manuel Tinoco, hasta que se hubiera revisado “acta por acta”. Inclusive, ya con órganos electorales supuestamente ciudadanizados, como en las elecciones para gobernador de Tabasco, en 2000, en las que fueron candidatos López Obrador y Roberto Madrazo, dijo siendo coordinador de la diputación federal panista: “Yo estoy por que la elección se depure. Es decir, que se revise voto por voto, que se revise irregularidad por irregularidad, que se le dé curso conforme a la ley, independientemente de condenar lo que yo considero que es un atraso en las prácticas políticas del madracismo” (Proceso 1251). El legalismo, no la legalidad, es otro de los artilugios al que han recurrido los panistas cuando están de por medio sus triunfos, pero cuando son derrotados –sobre todo por escaso margen– actúan en sentido contrario, inclusive en los años recientes y con autoridades autónomas.
El viernes 7, el diario Reforma publicó que en las elecciones de 2003 en Sonora el candidato del PAN, Ramón Corral, exigió la misma medida que ahora exige López Obrador ante lo cerrado de las cifras con el candidato del PRI, Eduardo Bours, casualmente hoy aliado de Calderón: “Les pido a los sonorenses que tengamos calma y que exijamos que el Consejo Estatal Electoral cuente voto por voto.” Al año siguiente, en 2004, el PAN respaldó a su candidato al gobierno de Oaxaca, Gabino Cué, para exigir una revisión exhaustiva en la elección para gobernador ante el priista Ulises Ruiz: “No es nada más un tema de actas, esto es un tema muy complejo que no se agota con un acta. Tenemos que ir paso a paso viendo qué sucedió en cada casilla, qué dicen esas actas, ver por qué hay 23 mil votos anulados” El mismo año, pero un mes después, el PAN y su candidato al gobierno de Veracruz, Gerardo Buganza, también exigió lo mismo en la elección cerrada ante el priista Fidel Herrera: “Debe haber un recuento acta por acta y voto por voto. El Instituto Electoral Veracruzano no puede negarse a hacerlo, toda vez que la ley lo permite y hay tiempo suficiente” En noviembre de 2004, también se celebraron elecciones para gobernador en Sinaloa, cuyo candidato, Heriberto Félix, planteó una exigencia análoga ante la autoridad: “Exigimos al Comité Estatal Electoral que actúe con la mayor responsabilidad dentro del marco de la ley y a favor de la transparencia, que se reconozca el triunfo de todos los sinaloenses y que se limpie la elección por las irregularidades cometidas por los mapaches del PRI. Demando que se revise acta por acta y voto por voto para que se aclare el triunfo”. Los argumentos del PRI y de la autoridad fueron en el mismo sentido que ahora asume el IFE y el PAN. Hasta el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, se dio el lujo de ser portavoz de órganos electoral legalmente autónomos, para informar que no había votos perdidos y, además, que las tendencias en el cómputo no modificarían a las del Programa de Resultados Electorales Preliminares.
Pequeños dinosaurios
El propio presidente Vicente Fox, sin embargo, ha intervenido abiertamente en procesos electorales, como en el federal de 2003 y en el del Estado de México, mediante declaraciones y embates publicitarios, o como quedó constancia plena en el proceso de desafuero contra López Obrador.
Otras prácticas del PRI que el PAN ha hecho suyas son el uso de programas sociales para favorecer al PAN a nivel federal o en los estados, también con pruebas plenamente documentadas, así como el uso del aparato de justicia para inhabilitar a adversarios políticos, como contra el candidato priista a gobernador de Jalisco, Arturo Zamora. La Procuraduría General de la República (PGR) filtró información contra Zamora, puntero en las encuestas, y terminó por ser derrotado, y esa misma institución quiso persuadir al exsecretario de Finanzas capitalino, Gustavo Ponce, para declarar contra López Obrador, apenas unos días antes de la elección. En cambio, el PAN y Calderón depusieron la exigencia de renuncia y juicio político contra Mario Marín, gobernador de Puebla, pese a que fueron los primeros en exigir su renuncia cuando se difundieron las grabaciones que acreditaron la conspiración contra la periodista Lydia Cacho.
“No queremos partidizar este escándalo y no buscamos andar como zopilotes, para ver qué ventaja sacamos. No es lo correcto”, declaró Espino una semana antes de las elecciones.
sábado, 8 de julio de 2006
AMLO
No se doblen, el que se aflige se afloja
Por Óscar Camacho y Alejandro Almazán
Los videoescándalos: “Las cosas se van a poner feas”
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MEXICO ¡NO SE RAJA!
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Un recorrido de veinte años. Del Éxodo por la Democracia a la cruenta batalla por la Presidencia de la República. Dos décadas en las que Andrés Manuel López Obrador pasó por todo: la muerte de su esposa, la renuncia al PRI, la llegada al PRD, su triunfo en el Distrito Federal. Pero como en todo, la historia marca algunos momentos determinantes.
Los videoescándalos: “Las cosas se van a poner feas”
Al arrancar marzo de 2003 no existía político alguno en México que alcanzara la popularidad de López Obrador. Presumía las encuestas. Se jactaba de su suerte. Y hasta se permitía echar mano de las viejas reglas, al decir que no le interesaba la Presidencia de la República, que lo dieran “por muerto” en esa carrera. Pero la fortuna siempre tiene fecha de caducidad. El 1 de marzo toda su estrategia le estalló en la cara cuando veía el televisor: Gustavo Ponce, el secretario de Finanzas del gobierno capitalino, su colaborador, era exhibido, en el noticiero de Joaquín López Dóriga apostando en una mesa del hotel Bellagio, en Las Vegas. Esa misma noche el funcionario desapareció y Andrés Manuel sabría que los pactos con la fortuna no son eternos. Él, que creía tener controlado todo, tanto que a sus muy cercanos les confiaba sería hasta diciembre cuando anunciara su destape presidencial, se daba cuenta de que la guerra había llegado. Y ese 1 de marzo, en la reunión mañanera con su gabinete, percibió lo que nunca antes en sus más cercanos colaboradores: miedo. Había confusión. Varios de ellos no le dieron mayor importancia al tema, pensaron que era una noticia más, destinada a la anécdota, como la que había sacado a la luz el salario que ganaba Nicolás Mollinedo, el leal y eficiente chofer del tabasqueño. Pero López Obrador sabía que quienes pensaban así estaban equivocados. De hecho, unos días antes se reunió con un pequeño grupo de periodistas, a quienes les anunció lo que venía: “Las cosas se van a poner feas. Nos van a atacar con todo”.
El 3 de marzo lo confirmaría.
Luego del de Ponce, vendría el video de René Bejarano. Frente a las pantallas el ex secretario particular de Andrés Manuel se hacía de piedra mientras el payaso Brozo, convertido en ministerio público, le mostraba un video en el que Bejarano recibía fajos de billetes de parte de un hombre sin rostro, cuyo nombre luego se sabría: Carlos Ahumada, un empresario argentino venido de la nada, amor clandestino de Rosario Robles.
Algunos integrantes de su círculo cercano creyeron que aquello era el fin.
López Obrador, sin embargo, ordenó a sus colaboradores que se armara una investigación. Todo indicaba que los ataques eran parte de una estrategia para sacarlo de la carrera por la Presidencia. “Es un complot…”, diría hasta la saciedad. El escándalo creció al paso de los días. Carlos Ímaz sería exhibido; Ramón Sosamontes renunciaría al PRD por sus ligas con Ahumada; Rosario Robles también se iría cuando ya pesaba sobre ella la amenaza de expulsión.
Poco a poco López Obrador lograría administrar los daños. Investigó y demostró públicamente los lazos entre Carlos Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, el ex procurador Rafael Macedo de la Concha y Carlos Ahumada, a quien las autoridades panistas le darían toda clase de facilidades para que denunciara al Gobierno del Distrito Federal en el lobby de un hotel. Al final, Bejarano abandonaría el reclusorio sur, absuelto de los cargos. Ímaz pagaría con una fianza su libertad, y con el destierro político su cercanía con Robles. Ahumada y Ponce terminaban en las celdas de la prisión. Robles abandonaba el PRD. Y Brozo buscaría que se le reconociera como periodista, pues ese año envió su video para concursar en el Premio Nacional de Periodismo. Ninguno de los jurados lo tomó en serio. Y López Obrador supo que ningún político cuenta con certificado de inmunidad. Que en la política no hay indestructibles aunque lo diga su “dedito”. El desafuero: “No te
quiebres, cabrón”
La mañana del 7 de abril de 2005, en el Salón Virreyes del edificio que alberga el gobierno del DF, Pío López Obrador abrazó a su hermano Andrés Manuel y le dijo: “No te quiebres, cabrón”. Al final de ese día, la maquinaria de los diputados panistas y priistas se echaría a andar y le arrebatarían el fuero a López Obrador. El plan era destituirlo, que enloqueciera en su casa, llevarlo a juicio penal, encerrarlo y matarlo políticamente.
Ahí te quedas, de ahí ya no sales.
Y todo por construir una vía de acceso a un hospital privado en los terrenos de un predio (El Encino, de Santa Fe) cuya propiedad era reclamada por un tal Enrique Arcipreste, asesorado por los abogados de la familia Salinas y por el despacho de Fernández de Cevallos. La justicia acusaba a Andrés Manuel de haber cometido “desacato” a la orden de un juez, pues se había negado a suspender la obra. Y aunque nunca se demostró que López Obrador fuera la autoridad directamente responsable de tal desacato, el gobierno de Vicente Fox y el titular de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Mariano Azuela, consideraron que había elementos para procesarlo. Eso bastó para que desde Los Pinos se enviara a la Cámara de Diputados la petición de desafuero. Y aunque cada uno por su lado negaría haber hecho acuerdo alguno, pronto se sabría que Fox y Azuela habían sostenido un encuentro para discutir el curso del caso.
La decisión era simple: desaforar a López Obrador, someterlo a proceso penal y, con ello, suspender sus derechos políticos el tiempo que durara el juicio. Con sus derechos políticos suspendidos, López Obrador no podría inscribirse como candidato presidencial. De nada valdría que se demostrara que en la ley no existía, en el último de los casos, sanción alguna que penalizara la supuesta falta. De nada valdría que el diputado Horacio Duarte demostrara en la Comisión Instructora de la Cámara de Diputados la fragilidad de los argumentos del PAN y PRI. Ese día, 7 de abril, en su casa del Copilco, al sur del DF, López Obrador se sentiría roto, vacío, y confirmaría que nadie es políticamente indestructible. Por eso, ese 7 de abril sabía que comenzaba otra batalla. La de la resistencia y movilización. Pero la de la movilización pacífica. Estaba seguro de que tenía a la opinión pública de su lado porque no había razones para desaforarlo y porque la maniobra para sacarlo de la carrera presidencial era burda. Pero también sabía que la intención de desaforarlo lo haría crecer desmesuradamente en las encuestas, y que incluso mucha gente que no votaría por él, estaba decidida a defenderlo del desafuero. Andrés Manuel dejó que corrieran los días. Se asumió y se presentó como mártir. Y rechazó cuanta eventual propuesta de negociación llegó a recibir. Como cuando el subcoordinador de los diputados panistas, Germán Martínez, le propondría al abogado Javier Quijano exonerar a López Obrador, pero sancionar a quien fuera secretario de Gobierno del DF, José Agustín Ortiz Pinchetti. “No”, respondería López Obrador, mientras saboreaba cada mañana las encuestas que lo encumbraban más y más.
A eso le apostó.
Y por eso, al término de aquel multitudinario mitin en el Zócalo, que llenó la plancha y las calles aledañas con más de un millón de personas, López Obrador pudo sonreír y decirle a la gente que los quería “desaforadamente”. Ya luego, desde la tribuna de la Cámara baja, pudo restregarles al presidente Fox, a los panistas y a los priistas, su necedad de enjuiciarlo, y se marcharía antes de que lo lincharan los votos de los legisladores. El gobierno federal sabría, a partir de ese momento, que en política no hay enemigo pequeño. Y con el paso de los días, Vicente Fox terminaría por sufrir el mayor desgaste político de los seis años de su mandato. La ciudadanía y la opinión pública “desaforaron” a Fox a su manera. Lo descalificaron como presidente demócrata y los ecos del desafuero llevaron su descrédito hasta el extranjero.
No pudo más.
Colaboradores de Fox contactaron a gente como Ricardo Monreal y Manuel Camacho Solís. Se buscó una negociación. Y aunque hasta ahora no se sabe si hubo o no un trueque, lo que sí está confirmado es que ambas partes se sentaron a dialogar. Monreal, Camacho, Leonel Cota, por un lado; Emilio Goicoechea y Carlos Abascal, por el otro. El caso es que el presidente terminó apareciendo en cadena nacional para anunciarle a la nación que se indultaba a López Obrador, que el caso sería revisado y que nunca sería él quien le cerrara el paso a ningún mexicano en sus aspiraciones presidenciales. A la mañana siguiente, el diario Monitor sería el único que supo cabecear la esencia del anuncio: “Fox le da la candidatura a López Obrador”. Soberbia y guerra sucia: “¡Ya no estén diciendo, háganlo!”
La soberbia cegaría entonces a López Obrador. Con diez puntos de ventaja en las encuestas, López Obrador entró a la campaña presidencial más inflado que un globo. “No voy a gastar en medios” electrónicos, dijo retador en el arranque, en los primeros días de enero. Pero como en muchas otras cosas que anuncia como parte de sus principios, López Obrador tuvo que comerse sus palabras. Conforme su principal adversario, Felipe Calderón, reconocía errores, relanzaba su campaña y comenzaba a subir en las encuestas, el tabasqueño anunció que tendría un programa de media hora por TV Azteca, en un horario infame: las seis de la mañana. ¿Para qué gastaba más dinero en televisión?
Pero muy pronto se toparía con la realidad. El PAN había pasado a la ofensiva y lanzaba un ataque por dos flancos: el presidente Vicente Fox se subía al ring y no había día que no sacara decenas y cientos de spots en las televisoras y radiodifusoras del país, al tiempo en que Felipe Calderón desataba una andanada de anuncios y ataques verbales.
Era la guerra sucia, la que ellos gustan llamar “campaña de contraste”. Y esa estrategia, en pocas semanas, rendía frutos a los panistas. Calderón no sólo se acercaba, sino que llegaría a empatar a López Obrador. En la casa de campaña del candidato del PRD, gente como Ricardo Monreal, Jesús Ortega y Manuel Camacho Solís, tímidamente, propusieron responder al PAN. Pero Andrés Manuel insistía: ni para bien ni para mal. Personalmente él se encargaría: se lanzaría en sus discursos contra Fox y Calderón (“¡cállese, señor presidente!” y “cállate, chachalaca”, fue lo mejor de su repertorio lingüístico), y autorizaría a Elena Poniatowska para que apareciera en un spot y les dijera a los panistas que mentían, que en su gobierno no se había endeudado la capital. Pero cuando hubo un corte en las encuestas internas —y Andrés Manuel se rige por los sondeos—, López Obrador se dio cuenta de que la estrategia no era la correcta. ¿Fue lo de chachalaca? ¿Fue lo de “cállese, señor presidente”? ¿Eran los candidatos externos, los priistas cooptados con pasados cuestionables? Las encuestas decían que sí, pero sólo una parte. Pero lo que más le estaba pegando era la comparación que se hacía de Andrés Manuel con Hugo Chávez y que se hablara sobre el presunto mal manejo de las finanzas y la deuda del gobierno capitalino. —Debemos contestarles, nos están fregando —le dijo un colaborador. —¡Pues ya no estén diciendo, háganlo! —les respondió un López Obrador desencajado. Tere Struck, la publicista de la campaña, no entendió el mensaje, pero Gerardo Fernández Noroña, Martí Batres y Jesús Ortega sí. Y con ayuda del cineasta Luis Mandoki y la producción de Ricardo Rocha, los tres maquinaron spots más agresivos. Mientras, Horacio Duarte, como representante del PRD en el IFE, exigiría que se retiraran los spots en los que se comparaba a López Obrador con el presidente de Venezuela; lo logró. Era tarde. La ofensiva panista había funcionado: el candidato del PRD había perdido dos puntos, seguía a la baja y por primera vez se colocaba en segundo lugar. El miedo volvía a aparecer en la campaña del tabasqueño. La ausencia en el debate: “Al final decimos que no” El sábado 21 de enero la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión invitó a los candidatos a debatir; los exhortaba a que aceptaran un encuentro en las semanas siguientes para que los electores conocieran sus propuestas. Horacio Duarte no perdió tiempo: como representante de la coalición Por el Bien de Todos en el IFE debía recibir instrucciones para saber qué hacer, qué responder. Ese mismo sábado alcanzó a López Obrador en la caseta de Puerto Morelos, en los límites de Guerrero y Morelos. En diez minutos, Andrés Manuel le explicó que no iría al primer debate, que si acudía, tanto Calderón como Madrazo lo despedazarían y terminaría perdiendo puntos. Puso el ejemplo del boxeador que es campeón mundial y va a pelear con un sparring. Duarte no lo contradijo, pero le comentó que la consecuencia de no asistir sería también una caída en las encuestas.
“Ya lo decidí: no voy a ir. Pero digamos que lo estamos valorando. Al final decimos que no”.
El 6 de mayo, sin embargo, Calderón ganó el debate y el posdebate. Se apoderó de la agenda de los medios. Todo era Calderón. Las encuestas de Reforma, Milenio, Mitofsky y María de las Heras lo decían: Calderón había superado a López Obrador.
Era cierto, y aunque el propio López Obrador decía que no, las encuestas internas, las elaboradas por Parametría, decían que Felipe Calderón lo había rebasado, que tenía 36 puntos, y Andrés Manuel había bajado a 34.
Todos sabían que Andrés Manuel se había equivocado en su estrategia. Pero nadie se lo decía. Mucho menos le hablaban de la necesidad de dejar a un lado la soberbia con que arrancó la campaña.
Pero el caso es que el globo se había desinflado y había que echarlo de nuevo a volar. Abajo en las encuestas:
“El que se aflige, se afloja”
Todos los perredistas, entonces, voltearon a ver la tele.
Y López Obrador se tuvo que comer sus palabras. Y Televisa volvió a ser dueño y señor al que había que rendirle tributo.
Y las pautas de publicidad comenzarían a fluir. Y se designaron cuatro voceros: Claudia Sheinbaum, Porfirio Muñoz Ledo, Jesús Ortega y Horacio Duarte. En el cuarto de guerra, López Obrador era incluso otro: tenso y malhumorado. El ánimo general no era el mejor. Todos estaban hechos un nudo de nervios. Ahora sabían por qué los empresarios ya no querían aportar dinero para la campaña.
Después de un rato de recriminaciones mutuas, Andrés Manuel trazó la nueva estrategia: que Batres, Fernández Noroña y Ortega produjeran más spots donde se hablara del pasado de Calderón. El Fobaproa y esas cosas. Pero que fuera el CEN el que se hiciera responsable.
Los spots irían también para los mandos medios del partido, que a esas alturas parecían desalentados ante la falta de respuesta. La idea era clara: no mostrar debilidad, no hablar de que, en efecto, estaban debajo de las encuestas. Y, por si fuera poco, los cuatro voceros se encargarían de contestar cada una de las intervenciones de los panistas. Habría un equipo de monitoreo para ayudar a entrar al aire, en radio y en tv, y buscar replicar los comentarios. Mientras, esperarían a que el PAN regresara a la curva de la campana y le apostarían a no bajar más, una vez que Fox dejara de promover los logros del sexenio. Pero nadie mejor que López Obrador definiría la estrategia a seguir por esos días: “No se doblen, el que se aflige, se afloja”. La contraofensiva del PRD había empezado. Y en pocas semanas estaría respondiendo, en la tele, spot por spot, golpe por golpe. Segundo debate y el cuñado incómodo: “No te enojes…”
A fines de mayo, un grupo de hombres llegó a la casa de campaña de López Obrador. Querían verlo, con urgencia. Pero el candidato no estaba. La gente de prensa los subestimó y terminaron con Alberto Pérez Mendoza, el más fiel de los amigos de Andrés Manuel. Le dijeron que eran trabajadores de la empresa Hildebrando, cuyo director era Diego Zavala, cuñado de Felipe Calderón. Se desahogaron con Pérez Mendoza; le comentaron que eran empleados por honorarios y que tenían problemas para cobrar. Más allá de las frustraciones laborales, lo que había en el fondo era oro molido: la compañía había sido beneficiada por Calderón cuando éste había sido secretario de Energía.
Por si fuera poco, gracias al tráfico de influencias, la empresa había conseguido grandes contratos en Pemex, en el IFE y en varios gobiernos estatales. Pérez Mendoza reunió toda la información en secreto. Hasta que la tuvo completa se la proporcionó a López Obrador, quien también la mantuvo reservada para evitar alguna filtración.
Entonces llegaron los días del segundo debate. Andrés Manuel no hizo entrenamiento alguno: sólo pidió tarjetas informativas con temas y alguna sugerencia para responder. Fue entonces que les comunicó a sus colaboradores sobre la información de Hildebrando. “¿La información de Hildebrando? ¿De qué está hablando…?”, se preguntaron varios de sus más cercanos colaboradores, quienes sabrían de qué se trataba hasta la parte final del segundo debate.
Antes de entrar a escena, sólo se le pidió un favor a López Obrador: “No te enojes… si te enojas, Calderón va a ganar el debate”. Al final, como estaba previsto, López Obrador soltó lo de Hildebrando, lo del cuñado de Felipe Calderón, lo de los contratos con que se ha beneficiado el hermano de la esposa de Felipe. Y aunque las primeras reacciones de intelectuales y politólogos decían que Calderón había ganado el segundo debate, la realidad, terca, terminó por dictar cátedra. López Obrador había asestado un golpe tan certero y explosivo que el tema del cuñado incómodo de Calderón no se ha apagado aún.
Los panistas no supieron qué hacer con el petardo en las manos.
Nunca pudieron convencer de que no había nada y nunca pudieron contrarrestar el spot producido por el PRD en el que aparecía el propio Diego Hildebrando Zavala reconociendo que sólo se había beneficiado con ocho millones en contratos con Pemex cuando Felipe Calderón fue secretario de Energía.
El candidato panista dejó entonces de sonreír y López Obrador volvió a respirar y a creer en las encuestas que antes negaba. Poco margen, escasos tres, cuatro o cinco puntos, pero ventaja al fin y al cabo. Llegaba en la punta. Epílogo: mensajes a la nación Alguien, en la reunión de los lunes, comentó: “¿Por qué no le hacemos caso a Madrazo? Dice que sólo los jefes de Estado mandan mensajes a la nación. Que Andrés envíe uno”. Al principio, a López Obrador le pareció una locura, pero luego, pensándolo bien, concluyó que era una buena idea: no importa el mensaje que se dé, sino la expectativa que se genere. Era un arma propagandística. Entonces el cineasta Luis Mandoki, el equipo del periodista-publicista-perredista Ricardo Rocha y Tere Struck se pusieron a trabajar. Lo único que hacía falta era el dinero: un millón de pesos por cada spot, en cuatro canales. Darían cuatro millones de pesos por un minuto. Hicieron cuentas. No les alcanzaba. Y rápida, una orden recorrió el país, dirigida a comités estatales, municipales, senadores, diputados y a cuanto miembro del PRD pudiera: hay que aportar a la campaña para la recta final. Hasta que lo lograron.
Los reportes decían que cada uno de los tres spots tuvo en promedio siete puntos de rating. En las encuestas internas, eso les dio dos puntos y medio. Sólo faltaba el tránsito de llenar el Zócalo. Y lo hicieron, como en los mejores días del Frente Democrático Nacional del 88; como en los difíciles tiempos en que Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD se confrontaron con Carlos Salinas; como en los estrujantes momentos del desafuero. Como en ese miércoles 28 de junio de cierre de campaña. De esa campaña que López Obrador comenzaría aquella tarde de 1999, cuando decidió que aceptaría la candidatura a la jefatura de Gobierno del DF, luego de un mes de no saber qué rumbo le daría a su carrera política.
El 3 de marzo lo confirmaría.
Luego del de Ponce, vendría el video de René Bejarano. Frente a las pantallas el ex secretario particular de Andrés Manuel se hacía de piedra mientras el payaso Brozo, convertido en ministerio público, le mostraba un video en el que Bejarano recibía fajos de billetes de parte de un hombre sin rostro, cuyo nombre luego se sabría: Carlos Ahumada, un empresario argentino venido de la nada, amor clandestino de Rosario Robles.
Algunos integrantes de su círculo cercano creyeron que aquello era el fin.
López Obrador, sin embargo, ordenó a sus colaboradores que se armara una investigación. Todo indicaba que los ataques eran parte de una estrategia para sacarlo de la carrera por la Presidencia. “Es un complot…”, diría hasta la saciedad. El escándalo creció al paso de los días. Carlos Ímaz sería exhibido; Ramón Sosamontes renunciaría al PRD por sus ligas con Ahumada; Rosario Robles también se iría cuando ya pesaba sobre ella la amenaza de expulsión.
Poco a poco López Obrador lograría administrar los daños. Investigó y demostró públicamente los lazos entre Carlos Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, el ex procurador Rafael Macedo de la Concha y Carlos Ahumada, a quien las autoridades panistas le darían toda clase de facilidades para que denunciara al Gobierno del Distrito Federal en el lobby de un hotel. Al final, Bejarano abandonaría el reclusorio sur, absuelto de los cargos. Ímaz pagaría con una fianza su libertad, y con el destierro político su cercanía con Robles. Ahumada y Ponce terminaban en las celdas de la prisión. Robles abandonaba el PRD. Y Brozo buscaría que se le reconociera como periodista, pues ese año envió su video para concursar en el Premio Nacional de Periodismo. Ninguno de los jurados lo tomó en serio. Y López Obrador supo que ningún político cuenta con certificado de inmunidad. Que en la política no hay indestructibles aunque lo diga su “dedito”. El desafuero: “No te
quiebres, cabrón”
La mañana del 7 de abril de 2005, en el Salón Virreyes del edificio que alberga el gobierno del DF, Pío López Obrador abrazó a su hermano Andrés Manuel y le dijo: “No te quiebres, cabrón”. Al final de ese día, la maquinaria de los diputados panistas y priistas se echaría a andar y le arrebatarían el fuero a López Obrador. El plan era destituirlo, que enloqueciera en su casa, llevarlo a juicio penal, encerrarlo y matarlo políticamente.
Ahí te quedas, de ahí ya no sales.
Y todo por construir una vía de acceso a un hospital privado en los terrenos de un predio (El Encino, de Santa Fe) cuya propiedad era reclamada por un tal Enrique Arcipreste, asesorado por los abogados de la familia Salinas y por el despacho de Fernández de Cevallos. La justicia acusaba a Andrés Manuel de haber cometido “desacato” a la orden de un juez, pues se había negado a suspender la obra. Y aunque nunca se demostró que López Obrador fuera la autoridad directamente responsable de tal desacato, el gobierno de Vicente Fox y el titular de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Mariano Azuela, consideraron que había elementos para procesarlo. Eso bastó para que desde Los Pinos se enviara a la Cámara de Diputados la petición de desafuero. Y aunque cada uno por su lado negaría haber hecho acuerdo alguno, pronto se sabría que Fox y Azuela habían sostenido un encuentro para discutir el curso del caso.
La decisión era simple: desaforar a López Obrador, someterlo a proceso penal y, con ello, suspender sus derechos políticos el tiempo que durara el juicio. Con sus derechos políticos suspendidos, López Obrador no podría inscribirse como candidato presidencial. De nada valdría que se demostrara que en la ley no existía, en el último de los casos, sanción alguna que penalizara la supuesta falta. De nada valdría que el diputado Horacio Duarte demostrara en la Comisión Instructora de la Cámara de Diputados la fragilidad de los argumentos del PAN y PRI. Ese día, 7 de abril, en su casa del Copilco, al sur del DF, López Obrador se sentiría roto, vacío, y confirmaría que nadie es políticamente indestructible. Por eso, ese 7 de abril sabía que comenzaba otra batalla. La de la resistencia y movilización. Pero la de la movilización pacífica. Estaba seguro de que tenía a la opinión pública de su lado porque no había razones para desaforarlo y porque la maniobra para sacarlo de la carrera presidencial era burda. Pero también sabía que la intención de desaforarlo lo haría crecer desmesuradamente en las encuestas, y que incluso mucha gente que no votaría por él, estaba decidida a defenderlo del desafuero. Andrés Manuel dejó que corrieran los días. Se asumió y se presentó como mártir. Y rechazó cuanta eventual propuesta de negociación llegó a recibir. Como cuando el subcoordinador de los diputados panistas, Germán Martínez, le propondría al abogado Javier Quijano exonerar a López Obrador, pero sancionar a quien fuera secretario de Gobierno del DF, José Agustín Ortiz Pinchetti. “No”, respondería López Obrador, mientras saboreaba cada mañana las encuestas que lo encumbraban más y más.
A eso le apostó.
Y por eso, al término de aquel multitudinario mitin en el Zócalo, que llenó la plancha y las calles aledañas con más de un millón de personas, López Obrador pudo sonreír y decirle a la gente que los quería “desaforadamente”. Ya luego, desde la tribuna de la Cámara baja, pudo restregarles al presidente Fox, a los panistas y a los priistas, su necedad de enjuiciarlo, y se marcharía antes de que lo lincharan los votos de los legisladores. El gobierno federal sabría, a partir de ese momento, que en política no hay enemigo pequeño. Y con el paso de los días, Vicente Fox terminaría por sufrir el mayor desgaste político de los seis años de su mandato. La ciudadanía y la opinión pública “desaforaron” a Fox a su manera. Lo descalificaron como presidente demócrata y los ecos del desafuero llevaron su descrédito hasta el extranjero.
No pudo más.
Colaboradores de Fox contactaron a gente como Ricardo Monreal y Manuel Camacho Solís. Se buscó una negociación. Y aunque hasta ahora no se sabe si hubo o no un trueque, lo que sí está confirmado es que ambas partes se sentaron a dialogar. Monreal, Camacho, Leonel Cota, por un lado; Emilio Goicoechea y Carlos Abascal, por el otro. El caso es que el presidente terminó apareciendo en cadena nacional para anunciarle a la nación que se indultaba a López Obrador, que el caso sería revisado y que nunca sería él quien le cerrara el paso a ningún mexicano en sus aspiraciones presidenciales. A la mañana siguiente, el diario Monitor sería el único que supo cabecear la esencia del anuncio: “Fox le da la candidatura a López Obrador”. Soberbia y guerra sucia: “¡Ya no estén diciendo, háganlo!”
La soberbia cegaría entonces a López Obrador. Con diez puntos de ventaja en las encuestas, López Obrador entró a la campaña presidencial más inflado que un globo. “No voy a gastar en medios” electrónicos, dijo retador en el arranque, en los primeros días de enero. Pero como en muchas otras cosas que anuncia como parte de sus principios, López Obrador tuvo que comerse sus palabras. Conforme su principal adversario, Felipe Calderón, reconocía errores, relanzaba su campaña y comenzaba a subir en las encuestas, el tabasqueño anunció que tendría un programa de media hora por TV Azteca, en un horario infame: las seis de la mañana. ¿Para qué gastaba más dinero en televisión?
Pero muy pronto se toparía con la realidad. El PAN había pasado a la ofensiva y lanzaba un ataque por dos flancos: el presidente Vicente Fox se subía al ring y no había día que no sacara decenas y cientos de spots en las televisoras y radiodifusoras del país, al tiempo en que Felipe Calderón desataba una andanada de anuncios y ataques verbales.
Era la guerra sucia, la que ellos gustan llamar “campaña de contraste”. Y esa estrategia, en pocas semanas, rendía frutos a los panistas. Calderón no sólo se acercaba, sino que llegaría a empatar a López Obrador. En la casa de campaña del candidato del PRD, gente como Ricardo Monreal, Jesús Ortega y Manuel Camacho Solís, tímidamente, propusieron responder al PAN. Pero Andrés Manuel insistía: ni para bien ni para mal. Personalmente él se encargaría: se lanzaría en sus discursos contra Fox y Calderón (“¡cállese, señor presidente!” y “cállate, chachalaca”, fue lo mejor de su repertorio lingüístico), y autorizaría a Elena Poniatowska para que apareciera en un spot y les dijera a los panistas que mentían, que en su gobierno no se había endeudado la capital. Pero cuando hubo un corte en las encuestas internas —y Andrés Manuel se rige por los sondeos—, López Obrador se dio cuenta de que la estrategia no era la correcta. ¿Fue lo de chachalaca? ¿Fue lo de “cállese, señor presidente”? ¿Eran los candidatos externos, los priistas cooptados con pasados cuestionables? Las encuestas decían que sí, pero sólo una parte. Pero lo que más le estaba pegando era la comparación que se hacía de Andrés Manuel con Hugo Chávez y que se hablara sobre el presunto mal manejo de las finanzas y la deuda del gobierno capitalino. —Debemos contestarles, nos están fregando —le dijo un colaborador. —¡Pues ya no estén diciendo, háganlo! —les respondió un López Obrador desencajado. Tere Struck, la publicista de la campaña, no entendió el mensaje, pero Gerardo Fernández Noroña, Martí Batres y Jesús Ortega sí. Y con ayuda del cineasta Luis Mandoki y la producción de Ricardo Rocha, los tres maquinaron spots más agresivos. Mientras, Horacio Duarte, como representante del PRD en el IFE, exigiría que se retiraran los spots en los que se comparaba a López Obrador con el presidente de Venezuela; lo logró. Era tarde. La ofensiva panista había funcionado: el candidato del PRD había perdido dos puntos, seguía a la baja y por primera vez se colocaba en segundo lugar. El miedo volvía a aparecer en la campaña del tabasqueño. La ausencia en el debate: “Al final decimos que no” El sábado 21 de enero la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión invitó a los candidatos a debatir; los exhortaba a que aceptaran un encuentro en las semanas siguientes para que los electores conocieran sus propuestas. Horacio Duarte no perdió tiempo: como representante de la coalición Por el Bien de Todos en el IFE debía recibir instrucciones para saber qué hacer, qué responder. Ese mismo sábado alcanzó a López Obrador en la caseta de Puerto Morelos, en los límites de Guerrero y Morelos. En diez minutos, Andrés Manuel le explicó que no iría al primer debate, que si acudía, tanto Calderón como Madrazo lo despedazarían y terminaría perdiendo puntos. Puso el ejemplo del boxeador que es campeón mundial y va a pelear con un sparring. Duarte no lo contradijo, pero le comentó que la consecuencia de no asistir sería también una caída en las encuestas.
“Ya lo decidí: no voy a ir. Pero digamos que lo estamos valorando. Al final decimos que no”.
El 6 de mayo, sin embargo, Calderón ganó el debate y el posdebate. Se apoderó de la agenda de los medios. Todo era Calderón. Las encuestas de Reforma, Milenio, Mitofsky y María de las Heras lo decían: Calderón había superado a López Obrador.
Era cierto, y aunque el propio López Obrador decía que no, las encuestas internas, las elaboradas por Parametría, decían que Felipe Calderón lo había rebasado, que tenía 36 puntos, y Andrés Manuel había bajado a 34.
Todos sabían que Andrés Manuel se había equivocado en su estrategia. Pero nadie se lo decía. Mucho menos le hablaban de la necesidad de dejar a un lado la soberbia con que arrancó la campaña.
Pero el caso es que el globo se había desinflado y había que echarlo de nuevo a volar. Abajo en las encuestas:
“El que se aflige, se afloja”
Todos los perredistas, entonces, voltearon a ver la tele.
Y López Obrador se tuvo que comer sus palabras. Y Televisa volvió a ser dueño y señor al que había que rendirle tributo.
Y las pautas de publicidad comenzarían a fluir. Y se designaron cuatro voceros: Claudia Sheinbaum, Porfirio Muñoz Ledo, Jesús Ortega y Horacio Duarte. En el cuarto de guerra, López Obrador era incluso otro: tenso y malhumorado. El ánimo general no era el mejor. Todos estaban hechos un nudo de nervios. Ahora sabían por qué los empresarios ya no querían aportar dinero para la campaña.
Después de un rato de recriminaciones mutuas, Andrés Manuel trazó la nueva estrategia: que Batres, Fernández Noroña y Ortega produjeran más spots donde se hablara del pasado de Calderón. El Fobaproa y esas cosas. Pero que fuera el CEN el que se hiciera responsable.
Los spots irían también para los mandos medios del partido, que a esas alturas parecían desalentados ante la falta de respuesta. La idea era clara: no mostrar debilidad, no hablar de que, en efecto, estaban debajo de las encuestas. Y, por si fuera poco, los cuatro voceros se encargarían de contestar cada una de las intervenciones de los panistas. Habría un equipo de monitoreo para ayudar a entrar al aire, en radio y en tv, y buscar replicar los comentarios. Mientras, esperarían a que el PAN regresara a la curva de la campana y le apostarían a no bajar más, una vez que Fox dejara de promover los logros del sexenio. Pero nadie mejor que López Obrador definiría la estrategia a seguir por esos días: “No se doblen, el que se aflige, se afloja”. La contraofensiva del PRD había empezado. Y en pocas semanas estaría respondiendo, en la tele, spot por spot, golpe por golpe. Segundo debate y el cuñado incómodo: “No te enojes…”
A fines de mayo, un grupo de hombres llegó a la casa de campaña de López Obrador. Querían verlo, con urgencia. Pero el candidato no estaba. La gente de prensa los subestimó y terminaron con Alberto Pérez Mendoza, el más fiel de los amigos de Andrés Manuel. Le dijeron que eran trabajadores de la empresa Hildebrando, cuyo director era Diego Zavala, cuñado de Felipe Calderón. Se desahogaron con Pérez Mendoza; le comentaron que eran empleados por honorarios y que tenían problemas para cobrar. Más allá de las frustraciones laborales, lo que había en el fondo era oro molido: la compañía había sido beneficiada por Calderón cuando éste había sido secretario de Energía.
Por si fuera poco, gracias al tráfico de influencias, la empresa había conseguido grandes contratos en Pemex, en el IFE y en varios gobiernos estatales. Pérez Mendoza reunió toda la información en secreto. Hasta que la tuvo completa se la proporcionó a López Obrador, quien también la mantuvo reservada para evitar alguna filtración.
Entonces llegaron los días del segundo debate. Andrés Manuel no hizo entrenamiento alguno: sólo pidió tarjetas informativas con temas y alguna sugerencia para responder. Fue entonces que les comunicó a sus colaboradores sobre la información de Hildebrando. “¿La información de Hildebrando? ¿De qué está hablando…?”, se preguntaron varios de sus más cercanos colaboradores, quienes sabrían de qué se trataba hasta la parte final del segundo debate.
Antes de entrar a escena, sólo se le pidió un favor a López Obrador: “No te enojes… si te enojas, Calderón va a ganar el debate”. Al final, como estaba previsto, López Obrador soltó lo de Hildebrando, lo del cuñado de Felipe Calderón, lo de los contratos con que se ha beneficiado el hermano de la esposa de Felipe. Y aunque las primeras reacciones de intelectuales y politólogos decían que Calderón había ganado el segundo debate, la realidad, terca, terminó por dictar cátedra. López Obrador había asestado un golpe tan certero y explosivo que el tema del cuñado incómodo de Calderón no se ha apagado aún.
Los panistas no supieron qué hacer con el petardo en las manos.
Nunca pudieron convencer de que no había nada y nunca pudieron contrarrestar el spot producido por el PRD en el que aparecía el propio Diego Hildebrando Zavala reconociendo que sólo se había beneficiado con ocho millones en contratos con Pemex cuando Felipe Calderón fue secretario de Energía.
El candidato panista dejó entonces de sonreír y López Obrador volvió a respirar y a creer en las encuestas que antes negaba. Poco margen, escasos tres, cuatro o cinco puntos, pero ventaja al fin y al cabo. Llegaba en la punta. Epílogo: mensajes a la nación Alguien, en la reunión de los lunes, comentó: “¿Por qué no le hacemos caso a Madrazo? Dice que sólo los jefes de Estado mandan mensajes a la nación. Que Andrés envíe uno”. Al principio, a López Obrador le pareció una locura, pero luego, pensándolo bien, concluyó que era una buena idea: no importa el mensaje que se dé, sino la expectativa que se genere. Era un arma propagandística. Entonces el cineasta Luis Mandoki, el equipo del periodista-publicista-perredista Ricardo Rocha y Tere Struck se pusieron a trabajar. Lo único que hacía falta era el dinero: un millón de pesos por cada spot, en cuatro canales. Darían cuatro millones de pesos por un minuto. Hicieron cuentas. No les alcanzaba. Y rápida, una orden recorrió el país, dirigida a comités estatales, municipales, senadores, diputados y a cuanto miembro del PRD pudiera: hay que aportar a la campaña para la recta final. Hasta que lo lograron.
Los reportes decían que cada uno de los tres spots tuvo en promedio siete puntos de rating. En las encuestas internas, eso les dio dos puntos y medio. Sólo faltaba el tránsito de llenar el Zócalo. Y lo hicieron, como en los mejores días del Frente Democrático Nacional del 88; como en los difíciles tiempos en que Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD se confrontaron con Carlos Salinas; como en los estrujantes momentos del desafuero. Como en ese miércoles 28 de junio de cierre de campaña. De esa campaña que López Obrador comenzaría aquella tarde de 1999, cuando decidió que aceptaría la candidatura a la jefatura de Gobierno del DF, luego de un mes de no saber qué rumbo le daría a su carrera política.
López Obrador. Su defensa en el proceso de desafuero ante oídos sordos en San Lázaro. |
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