Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Haga usted de tripas corazón y prenda la tele. Busque noticieros nacionales, los de Televisa y tv Azteca. Aguántese las ganas de cambiar el canal a los siete segundos. Soporte las interminables ristras de anuncios que ofrecen todas las porquerías que usted en realidad no necesita. Tolere la petulancia de conductores y presuntos analistas. Trague la rabia que le van a provocar el cinismo, la zalamería, la hipocresía durante las entrevistas a políticos, sobre todo ahora que pululan candidatos por todas partes tal que larvas de mosca, y más si resulta que el entrevistado es de esos politicastros ligados a grupos de poder, a la oligarquía o al clero. Asimile todo. Deje que le haga la digestión aunque le den basca y retortijones. O igual véalo todo esto como lo ve todos los días: cómodo, cotidiano, sin espíritu crítico, dejándose llevar, modorro.
Ahora dígame quiénes son los malos de la película. Le ayudo: en noticias internacionales los malos son el presidente de Corea del Norte, el de Irán, el venezolano Hugo Chávez y sus correligionarios del sur, el ecuatoriano Correa, la chilena Bachelet, el presidente de Bolivia, Evo Morales, la de Argentina, Cristina Fernández, y menos, pero también, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva. El lado rojo del mundo si obviamos a los cubanos hermanos Castro. Puros mandatarios de izquierda, moderados algunos, radicales otros, pero todos, eso sí, aunque también en una variopinta gama de intensidades, en desacuerdo con las preceptivas leoninas que dictan los bancos estadunidenses y sus redes de poder imperial. La izquierda recalcitrante. Los dogmáticos del gulag.
Del otro lado en una vasta colección de poderes y pecados históricos estaría lo que mal llamamos Occidente. Estados Unidos y sus satélites lamentables, como nuestro México hoy, y algunas potencias de Europa y Asia, como Alemania o Francia y Japón. Con los chinos no se mete nadie. Para Occidente, sinología ha devenido en sinónimo de respeto acobardado. Allí sí que nadie menciona que si los derechos humanos esto o aquello, primero porque, según parece, China es el coloso comunista más capitalista del mundo, y segundo porque se pueden enojar los chinos. Allí sí nadie rezonga por una prueba de misil balístico, o por el desarrollo de más sofisticadas maneras de rostizar al prójimo, ni por las redes internacionales de contrabando. Para qué pinchar al monstruo.
Pero con los otros, casi todos paisitos, tolerancia cero. Pinches países comunistas, de locos, de forajidos que se enriquecen del trabajo de la gente decente, de sus ahorros perdidos. La televisión mexicana ya no necesita ser explícita ni presentar pruebas de sus dichos; ha sido durante tanto tiempo el brazo propagandístico de la derecha que ya basta con hacer un gesto, una sonrisita ponzoñosa, una mueca de ya veremos para descalificar a la izquierda, a cualquier izquierda. Han hecho de izquierda sinónimo de horda, cuando en la izquierda lo que debemos encontrar es comprensión, solidaridad, tolerancia, pluralismo, misericordia, conceptos todos que en la televisión mexicana, en su ideario de intransigencia significan nada, pérdida de tiempo, incomodidad.
Puertas adentro la cosa es igual. El malo es Andrés Manuel, un hombre coherente y honesto al que odian millones de mexicanos porque desayunan y comen y cenan todos los días la basura que les sirven la televisión y la radio, los Lorets de Mola, los Pedro Ferriz, los Alatorre o Ayala o Téllez o Arce o como quiera llamarse sucesivamente el palafrenero, el amanuense, el escuderito del empresariato mediático, el alecuije de la televisión siempre al servicio del sistema político sin importar que sea sinónimo de abuso, de mediocridad, de arribismo, de transa y de un sofisticado maquillaje con el que intentar pasar por alto nuestra horrible realidad mientras se pueda seguir mamando del erario.
Allí vienen las elecciones. Allí vienen las mentiras arropadas con cinismo multiplicador de promesas. Allí viene la mierda. Allí la intención derechista de borrar a la izquierda incómoda instalando un bipartidismo lo mismo lamentable que inadmisible, allí el falso debate de los mafiosos ya puestos de acuerdo. Allí, otra vez, increíblemente, el fraude electoral.
Allí millones de mexicanos que creen que están convencidos de que en lugar de arreglar las injusticias históricas hay que borrar a la izquierda, a sus líderes carismáticos, porque son un peligro para México. Para el México de sus patrones.
Porque lo dijo la televisión. O un cura.
Ahora dígame quiénes son los malos de la película. Le ayudo: en noticias internacionales los malos son el presidente de Corea del Norte, el de Irán, el venezolano Hugo Chávez y sus correligionarios del sur, el ecuatoriano Correa, la chilena Bachelet, el presidente de Bolivia, Evo Morales, la de Argentina, Cristina Fernández, y menos, pero también, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva. El lado rojo del mundo si obviamos a los cubanos hermanos Castro. Puros mandatarios de izquierda, moderados algunos, radicales otros, pero todos, eso sí, aunque también en una variopinta gama de intensidades, en desacuerdo con las preceptivas leoninas que dictan los bancos estadunidenses y sus redes de poder imperial. La izquierda recalcitrante. Los dogmáticos del gulag.
Del otro lado en una vasta colección de poderes y pecados históricos estaría lo que mal llamamos Occidente. Estados Unidos y sus satélites lamentables, como nuestro México hoy, y algunas potencias de Europa y Asia, como Alemania o Francia y Japón. Con los chinos no se mete nadie. Para Occidente, sinología ha devenido en sinónimo de respeto acobardado. Allí sí que nadie menciona que si los derechos humanos esto o aquello, primero porque, según parece, China es el coloso comunista más capitalista del mundo, y segundo porque se pueden enojar los chinos. Allí sí nadie rezonga por una prueba de misil balístico, o por el desarrollo de más sofisticadas maneras de rostizar al prójimo, ni por las redes internacionales de contrabando. Para qué pinchar al monstruo.
Pero con los otros, casi todos paisitos, tolerancia cero. Pinches países comunistas, de locos, de forajidos que se enriquecen del trabajo de la gente decente, de sus ahorros perdidos. La televisión mexicana ya no necesita ser explícita ni presentar pruebas de sus dichos; ha sido durante tanto tiempo el brazo propagandístico de la derecha que ya basta con hacer un gesto, una sonrisita ponzoñosa, una mueca de ya veremos para descalificar a la izquierda, a cualquier izquierda. Han hecho de izquierda sinónimo de horda, cuando en la izquierda lo que debemos encontrar es comprensión, solidaridad, tolerancia, pluralismo, misericordia, conceptos todos que en la televisión mexicana, en su ideario de intransigencia significan nada, pérdida de tiempo, incomodidad.
Puertas adentro la cosa es igual. El malo es Andrés Manuel, un hombre coherente y honesto al que odian millones de mexicanos porque desayunan y comen y cenan todos los días la basura que les sirven la televisión y la radio, los Lorets de Mola, los Pedro Ferriz, los Alatorre o Ayala o Téllez o Arce o como quiera llamarse sucesivamente el palafrenero, el amanuense, el escuderito del empresariato mediático, el alecuije de la televisión siempre al servicio del sistema político sin importar que sea sinónimo de abuso, de mediocridad, de arribismo, de transa y de un sofisticado maquillaje con el que intentar pasar por alto nuestra horrible realidad mientras se pueda seguir mamando del erario.
Allí vienen las elecciones. Allí vienen las mentiras arropadas con cinismo multiplicador de promesas. Allí viene la mierda. Allí la intención derechista de borrar a la izquierda incómoda instalando un bipartidismo lo mismo lamentable que inadmisible, allí el falso debate de los mafiosos ya puestos de acuerdo. Allí, otra vez, increíblemente, el fraude electoral.
Allí millones de mexicanos que creen que están convencidos de que en lugar de arreglar las injusticias históricas hay que borrar a la izquierda, a sus líderes carismáticos, porque son un peligro para México. Para el México de sus patrones.
Porque lo dijo la televisión. O un cura.
kikka-roja.blogspot.com/
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