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Procacidad como virtud

Hoy, ejemplos similares a los mencionados son rareza. Parece que en la televisión abierta (a riesgo de estar cometiendo una injusticia con esta pésima memoria mía) no hay ni uno. Lo poco que se puede poner en la mesa estará entonces indefectiblemente en la programación de los sistemas cerrados, sea por cable o por recepción satelital. Allí se cocinan, por ejemplo, las todavía frescas Pellizcadas de Márgara que se orean en Telehit, canal de música y programas de variedad para un nicho de mercado específico, de adolescentes y jóvenes menores a los cuarenta, que realiza esa que al parecer es la filial más progresista e insolentona de Televisa.
Las pellizcadas de Márgara es un programa de entrevistas que en principio sabe a pan con lo mismo: artistas de la empresa y bajo presupuesto, pero con altos niveles de una heterodoxia formal que se agradece ante las acartonadas fórmulas de conducción que parecen ser materia única en las escuelitas de actuación de Televisa. Conducción, por cierto, que está a cargo de una “quesadillera” salida del heroico lumpenaje nacional, tal vez oriunda de la Portales, la Bondojo o cualquier colonia de la periferia, de ésas que suelen llamarse Luis Donaldo Colosio, Yecapixtla o Porvenir: Márgara Francisca (interpretada por el humorista Eduardo España, quien parece que ha encontrado un espacio propio, más libre, menos censurado) es una luchona y malhablada madre mexicana, lépera que ha engendrado media docena de léperos, a su vez arquetipos postmodernos que sectorizan la “raza de bronce”: el mecánico, el maricón de la estética, el raterillo. Luchona, obcecada y sobre todo insolente dueña de su espacio, Márgara lleva las entrevistas por donde le da la gana con comentarios procaces y todo el léxico de la calle, y donde algunos ven exceso otros vemos catarsis, porque si bien es cierto que a ratos Márgara-España hacen del lenguaje un cliché abusivo, es más cierto que el contexto empresarial del que proviene el histrión es de suyo morigerante y bobamente homogéneo. Siendo de reciente aparición, habrá de verse cuánto dura el fresco a las quedadillas; por lo pronto España ha sabido darle a su personaje un talante de insolencia, de enojo permanente con el que la señora , muy dueña de su quesadillería, es perfectamente capaz de mandarnos a todos, público, invitados, censores y ejecutivos de televisora a la puritita chingada. Provechito.
Kikka Roja
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