Roberto Rock Expedientes abiertos 27 de octubre de 2008 Calderón ante el derrumbe Todavía no se expresan aquí los verdaderos efectos de la crisis financiera mundial, pero sí se asoma una actitud medrosa de la autoridad, renuente a regular los apetitos de aquellos que nunca pierden. No existe sector de la economía que no planee despidos masivos en los siguientes meses. Los programas de vivienda, orgullo del régimen están paralizados, sin explicación alguna. Los bancos montaron a ojos de todos un ducto de dólares baratos hacia sus matrices extranjeras. La especulación y el acaparamiento cosechan triunfos todos los días. El dinero se acabó. La duda del momento no es si la crisis aún está por golpearnos. El dilema radica en si el gobierno tendrá la capacidad de emprender medidas pragmáticas que, como está ocurriendo en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, lo harán intervenir en un mercado que ahora menos que nunca se regulará solo. En la esencia del momento se halla la capacidad de la autoridad para inspirar confianza en los inversionistas y en el público en general. Pero también la cercanía del proceso electoral de 2009, donde el balance de las urnas puede arrojar un gobierno con los menores márgenes de maniobra que haya conocido México. “Las dificultades previstas para este 2008 impondrán a Los Pinos el dilema de impulsar cambios verdaderos o correr el riesgo de tener una Presidencia de sólo tres años”, se publicó en este espacio el 31 de diciembre de 2007, en una entrega cuyo título, “El ‘año horrible’ de Calderón”, atrajo duras críticas, por pesimista. No le recetaré a usted el recurso bobo de una auto-cita; el punto es subrayar que aquel diagnóstico sombrío se quedó notablemente corto: la recesión que ya se anunciaba con indicios que aquí eran vistos de soslayo, está en vías de convertirse en el peor terremoto económico de los últimos 50 años. Algo nunca visto por las últimas dos generaciones en el mundo entero. El gobierno de Calderón ha anunciado un programa de infraestructura que apunta en el rumbo correcto, pues imprimirá fortaleza a la economía. Pero no será suficiente. A contrapelo, la construcción de vivienda se paralizó virtualmente de un día a otro. Los bancos han cancelado o limitado líneas de financiamiento ya pactadas, y el propio Infonavit está recibiendo a sus derechohabientes con la noticia de que el dinero se agotó, o fue puesto bajo el colchón de la administración. En la línea de la desconfianza, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, podría adelantar en febrero su salida —programada para noviembre— y hacer un forzado mutis a fin de ocupar una posición en una institución financiera internacional. Con ello subrayaría la creciente distancia que guarda con Calderón y con su secretario de Hacienda, Agustín Carstens. Más allá de las virtudes o defectos de Ortiz, su partida hará recordar los primeros días del gobierno de Zedillo, cuando Jaime Serra Puche sólo ocupó la cartera de Hacienda el suficiente tiempo para desatar una devaluación y echarle la culpa a la guerrilla zapatista. A la sombra de este proceso, sectores monopólicos como las empresas cementeras del país, encabezadas por Cemex, ya decretaron el tercer aumento en sus precios en lo que va del año. Este tipo de actos, y el desgarramiento de vestiduras que despertaron las críticas de Carstens a los especuladores contra el peso, imponen temores al gobierno sobre el camino a tomar. Nuevamente, el dubitativo Hamlet en palacio. ¿Qué será de nosotros? APUNTES PATRICIO PATRÓN, el titular de la Profepa, volverá en los próximos días al escenario de los escándalos. A las evidencias de que miembros de su familia son investigados por la DEA, se sumará que su política de clausuras contra construcciones hoteleras que dañan la ecología en el Caribe mexicano ha sido omisa cuando se trata de proyectos manejados a trasmano por uno de sus hermanos. El mismo que gusta alardear de que cuentan con la protección del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, por el presunto hecho de que tienen negocios entre ambas familias. PESAR por la muerte de Gustavo Iruegas, quien en los momentos de la torpeza diplomática del sexenio foxista, con Jorge Castañeda como operador e instigador, encarnó la dignidad de la diplomacia mexicana. |
Kikka Roja
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