Juan E. Pardinas
11 Oct. 09
En junio de 1947, el secretario de Estado norteamericano, George Marshall, anunció en un discurso, en la Universidad de Harvard, un plan de apoyo para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Marshall anunció que la ayuda financiera no era para un país en específico sino para combatir "el hambre, la pobreza, la desesperación y el caos". A pesar de que en aquellos años Harry Truman era Presidente, el plan fue bautizado con el apellido del diplomático más prominente de Estados Unidos. El mandatario temía que de haberse llamado el "Plan Truman", el proyecto no hubiera sobrevivido a la oposición republicana en el Congreso. Después de varios recortes y forcejeos con el Capitolio, finalmente Truman firmó el Plan en abril de 1948. A partir de ese año y hasta 1951, Reino Unido, Francia, Alemania y otros 14 países europeos recibieron un total de 13 mil millones de dólares de aquellos años. Durante sus cuatro años en operación, el Plan Marshall (PM) puso la semilla para que un continente devastado se transformara en una tierra de promesa y prosperidad.
A partir de entonces, el PM se convirtió en un sinónimo de proyectos exitosos para financiar el crecimiento económico. Cualquier país en vías de desarrollo soñaría con tener una generosa bolsa de recursos para financiar infraestructura, capital humano y estimular el cambio tecnológico. México ya tuvo propio su PM. No fueron los contribuyentes gringos, sino una bendición de la naturaleza quien puso los recursos en nuestras manos. En los años sesenta, el pescador campechano Rudesindo Cantarell reportó al personal de Pemex que había una mancha de chapopote en la región de la sonda de Campeche. El yacimiento de hidrocarburos, bautizado con el nombre de su descubridor, transformó a México en uno de los principales países productores de petróleo. La riqueza de nuestro subsuelo acabó en las arcas de los erarios públicos de los tres niveles de gobierno.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) realizó una comparación de los recursos del PM y los fondos transferidos a estados y municipios mexicanos. El primer paso fue traer los 13 mil millones de dólares del PM a precios actuales. La Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos ofrece en internet una calculadora de inflación basada en el Índice de Precios al Consumidor. De acuerdo a esta fuente, un dólar de 1948 tiene un valor de 8.96 dólares del 2009. Dos operaciones aritméticas después, el IMCO transformó el dinero del PM a pesos actuales: 1.6 millones de millones de pesos. La suma de todas las transferencias a las entidades de la República, entre 2006 y 2008, sumaron 2.4 millones de millones de pesos. Nuestros gobernadores y alcaldes gastaron en tres años, 33 por ciento más dinero del plan de ayuda para reconstruir Europa.
Nos gastamos más fondos que el Plan Marshall y explotamos el yacimiento de Cantarell hasta el borde del agotamiento. ¿Dónde están los nuevos aeropuertos y los trenes de alta de velocidad? ¿En qué estados se construyeron las universidades para la producción de alta tecnología? ¿Cuándo se inauguran las fábricas de vacunas, las plantas de tratamiento de agua y los centros de investigación para energías renovables? ¿En qué cuentas de banco se encuentran los fondos para respaldar las jubilaciones de cientos de miles de trabajadores del IMSS, el ISSSTE, Pemex, CFE y LyFC? ¿Qué acaso se pagaron por completo todas las deudas y compromisos financieros del gobierno federal? Basta de sarcasmos.
El Plan Marshall no nos alcanzó ni para ponerle baños a todas las escuelas públicas del país. De acuerdo a información de la SEP, 6 mil planteles escolares no tienen instalaciones sanitarias dignas de ese nombre. ¿En qué se gastaron esas montañas de dinero? ¿A dónde se fue esa lana propiedad de los mexicanos? Eso no lo sabemos. Lo único claro es que todavía quieren más. ¿Adivina quién lo va a pagar?
kikka-roja.blogspot.com/
A partir de entonces, el PM se convirtió en un sinónimo de proyectos exitosos para financiar el crecimiento económico. Cualquier país en vías de desarrollo soñaría con tener una generosa bolsa de recursos para financiar infraestructura, capital humano y estimular el cambio tecnológico. México ya tuvo propio su PM. No fueron los contribuyentes gringos, sino una bendición de la naturaleza quien puso los recursos en nuestras manos. En los años sesenta, el pescador campechano Rudesindo Cantarell reportó al personal de Pemex que había una mancha de chapopote en la región de la sonda de Campeche. El yacimiento de hidrocarburos, bautizado con el nombre de su descubridor, transformó a México en uno de los principales países productores de petróleo. La riqueza de nuestro subsuelo acabó en las arcas de los erarios públicos de los tres niveles de gobierno.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) realizó una comparación de los recursos del PM y los fondos transferidos a estados y municipios mexicanos. El primer paso fue traer los 13 mil millones de dólares del PM a precios actuales. La Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos ofrece en internet una calculadora de inflación basada en el Índice de Precios al Consumidor. De acuerdo a esta fuente, un dólar de 1948 tiene un valor de 8.96 dólares del 2009. Dos operaciones aritméticas después, el IMCO transformó el dinero del PM a pesos actuales: 1.6 millones de millones de pesos. La suma de todas las transferencias a las entidades de la República, entre 2006 y 2008, sumaron 2.4 millones de millones de pesos. Nuestros gobernadores y alcaldes gastaron en tres años, 33 por ciento más dinero del plan de ayuda para reconstruir Europa.
Nos gastamos más fondos que el Plan Marshall y explotamos el yacimiento de Cantarell hasta el borde del agotamiento. ¿Dónde están los nuevos aeropuertos y los trenes de alta de velocidad? ¿En qué estados se construyeron las universidades para la producción de alta tecnología? ¿Cuándo se inauguran las fábricas de vacunas, las plantas de tratamiento de agua y los centros de investigación para energías renovables? ¿En qué cuentas de banco se encuentran los fondos para respaldar las jubilaciones de cientos de miles de trabajadores del IMSS, el ISSSTE, Pemex, CFE y LyFC? ¿Qué acaso se pagaron por completo todas las deudas y compromisos financieros del gobierno federal? Basta de sarcasmos.
El Plan Marshall no nos alcanzó ni para ponerle baños a todas las escuelas públicas del país. De acuerdo a información de la SEP, 6 mil planteles escolares no tienen instalaciones sanitarias dignas de ese nombre. ¿En qué se gastaron esas montañas de dinero? ¿A dónde se fue esa lana propiedad de los mexicanos? Eso no lo sabemos. Lo único claro es que todavía quieren más. ¿Adivina quién lo va a pagar?
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