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viernes, 30 de abril de 2010

Claustrópolis : Juan Villoro

Claustrópolis
Juan Villoro
30 Abr. 10

Los cataclismos ya no son como antes. La crisis de la influenza en 2009; los terremotos de Haití, Chile y China, y la erupción del volcán de Islandia en 2010 han mostrado que el planeta duerme sin tomar en cuenta las aventuras de la naturaleza.

Paul Virilio, "filósofo de la velocidad", ha propuesto la creación de un Museo del Accidente. No se trata de una atracción para morbosos, sino de un sitio para estudiar la repercusión del desastre en las nuevas condiciones de vida.

"Cada tecnología inventa su accidente", ha dicho el autor de El crepúsculo de los lugares. La prevención automática en los artefactos, ajena a los designios del usuario, industrializa los accidentes.

Además, la era postindustrial está sujeta a una menospreciada influencia externa: el aire se calienta, las mareas suben, el hielo se derrite. El clima, que determinó las pinturas rupestres y el arte de la conversación en Inglaterra, tiene consecuencias específicas para una sociedad obsesionada por el desplazamiento y los aparatos.

Los virus, los terremotos y las cenizas volcánicas no son desgracias locales. Su dimensión trágica también tiene que ver con la fractura de un orden global: el vuelo se cancela, la pantalla se apaga, un país se aísla, el celular no tiene cobertura.

Los edificios de 200 pisos crearon riesgos novedosos. Después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York se replanteó la conveniencia de la verticalidad arquitectónica. ¿Hemos aquilatado los desafíos de cambiar de escala? Para Virilio, la tecnociencia es un dopaje: acelera el rendimiento sin calcular los efectos secundarios.

La globalización ha traído una sensación de finitud. ¡Bienvenidos a Claustrópolis, el gueto colectivo! Todo está articulado o parece estarlo. Lo que antes era una catástrofe limitada se trasforma en una desgracia incalculable. ¿Cuál es la verdadera magnitud de lo que ocurre? En la era de la información carecemos de medida. Un desastre natural es el prólogo de otra historia. Resulta imposible saber cuántas cosas dejarán de funcionar.

Las prótesis tecnológicas pertenecen a nuestra segunda naturaleza. ¿Es esto tranquilizador? De nuevo Virilio: "Los aparatos dejan de ser inteligibles cuando su uso se vuelve necesario", es decir, cuando los damos por sentados. No podemos prescindir de ellos, pero ellos ya prescindieron de nosotros.

La tecnología borra las alternativas anteriores para hacer lo mismo. Quienes estuvimos en Chile durante el terremoto salimos de ahí en vuelos "inexistentes". No había computadoras y no hubo forma de crear un registro alterno. Quienes se quedaron varados en Europa por las cenizas del volcán no pudieron salir por mar porque esas rutas se han cancelado. El cataclismo ocurre en un escenario inédito; afecta una tecnología sin vocación de error, ajena a la idea de accidente. ¿Necesitamos un temor preventivo ante los inventos similar al que provocan las placas tectónicas?

Los protagonistas de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, van a Islandia a sumirse en un volcán. El profesor Lindenbrock y su sobrino Axel toman "lecciones de abismo" para soportar el descenso por las cavidades del impronunciable monte Snaefellsjökull.

Bajo el indiferente cielo de abril, otro volcán islandés puso a prueba la calma y la dicción. El Eyjafjallajökull recordó que el vulcanismo está en plena forma.

No hay nada raro en ello; lo raro es que no anticipemos su impacto en la excesiva urgencia de desplazarnos ni en la "vida en red" que construimos como una fuga hacia delante. ¿Es necesario que cada año 20 millones de personas visiten un país? ¿Es un consuelo saber que tu maleta se perdió con otras 10 mil?

De acuerdo con el antropólogo Robin Durban, los primates se relacionan con un número de congéneres proporcional al tamaño de su cerebro. Sus investigaciones, hechas en los lentos años noventa, informan que el homo sapiens puede mantener relaciones emocionales con unas 150 personas. Más allá de ese límite (ya excesivo para los tímidos, los misántropos o los muy ocupados), el trato tiende de disolverse. Y sin embargo, las redes sociales de Facebook permiten tener 3 mil "amigos" o más. Los SMS, los twits y los chats articulan una tribu desbordada, superior a cualquier cálculo antropológico. ¿El cerebro ha cambiado lo suficiente para vincularse con esa galaxia de direcciones electrónicas que tal vez sean personas?

Aunque los cataclismos del presente son globales, la respuesta no ha consistido en revisar la evolución histórica de los accidentes ni su impacto en las costumbres contemporáneas. Las autoridades de la aviación europea han solicitado más rutas aéreas para enfrentar otra crisis como la de abril. Es obvio que así multiplican los efectos potenciales de un colapso futuro, pero la época se ha sometido a un automatismo de la innovación y juzga terrible volver a la carreta.

La lección del volcán islandés y la del terremoto en Chile: el vértigo ha dejado de estar en las profundidades. Hay que tomar lecciones de abismo para habitar la superficie de la Tierra.

kikka-roja.blogspot.com/

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