Futuro del PRD
Miguel Ángel Granados Chapa
1 Dic. 08
Aunque ya empezó a producirse la salida de militantes, el PRD no se fracturará, pero no vivirá en paz. La gestión cotidiana de sus tareas, el uso de sus recursos, y sobre todo las candidaturas en la elección del año próximo, serán causa de fricciones permanentes
Jesús Ortega es, por fin, presidente del Partido de la Revolución Democrática. Intentó serlo varias veces, en que fue derrotado por Andrés Manuel López Obrador, Amalia García y Rosario Robles. Su victoria de hoy la debe no a los 440 mil 891 votos que le reconoció la justicia electoral, sino a los de los siete magistrados del Tribunal Federal correspondiente. En una decisión polémica que en aras del respeto a unos militantes agravió a otros, ese órgano en vez de confirmarla corrigió la resolución interna de anular los comicios. De ese modo, la Sala Superior del TEPJF, una instancia ajena a ese partido, modeló el futuro de esa organización, que se halla en crisis manifiesta desde marzo pasado, cuando se pretendió renovar la dirección nacional partidaria.
Después de muchas peripecias que exhibieron las debilidades, los vicios, la inmadurez perredistas, la Comisión Nacional de Garantías había dicho la última palabra respecto de la contienda entre Ortega, al frente de Nueva izquierda, y Alejandro Encinas, de Izquierda Unida (cada uno aliado a otras corrientes). También había sido cuestionable su decisión de anular los comicios, por la suma de irregularidades, y la gravedad de algunas de ellas que mancharon el complicado proceso a que se aventuró el PRD el 16 de marzo. Pero era la resolución interna final e inapelable. En vez de acatarla, Ortega acudió al Tribunal Federal Electoral que lejos de confirmar la decisión estatutaria le halló tales defectos que la revocó e hizo su propia cuenta de donde resultó presidente Ortega.
El proceso electoral y la sentencia de la justicia electoral provocaron un ahondamiento de la brecha que separa a los bloques de corrientes que se situaron al lado de Ortega y de Encinas. La integración de los órganos que con Ortega gobernarán el partido durante los próximos tres años, realizada este fin de semana por su Consejo Nacional, es al mismo tiempo un intento de superar la crisis electoral con nuevas formas de conducción, y la simiente de discordias que mantendrán al partido en permanente tensión.
Nunca lo hubo en realidad pero quedó eliminado el riesgo de una escisión del partido que lo fracturara y debilitara aún más. Encinas, que al perder la presidencia por una instancia ajena al partido ganó la secretaría general, rehusó ocuparla pero se mantuvo dentro del partido y con él la gran mayoría de los 404 mil 490 militantes cuyo voto le reconoció el cómputo del tribunal, diferente de otros que dentro del partido más de una vez indicaron que el voto mayoritario favoreció a Encinas. Hostil a la nueva dirección, por considerarla fruto de componendas inadmisibles, Encinas encabezará la oposición interna, en la forma de un movimiento para rescatar a la izquierda perredista, que se conectaría con la corriente afín pero ajena a ese partido.
Colaborador de Andrés Manuel López Obrador en el gobierno capitalino, su sucesor al frente del mismo, y apoyado por él en la disputa electoral, se tiene a Encinas como representante del lopezobradorismo perredista, vista la distancia y aun el desdén que el ex candidato presidencial manifiesta ante el partido que encabezó y lo postuló sin adversario al frente a la Presidencia de la República. Aunque la Convención Nacional Democrática, que lo nombró Presidente legítimo, aprobó una estrategia que combinó hasta hace poco el partido y el movimiento, dos formas de ejercicio político legítimas y conciliables, el predominio de Nueva Izquierda en el PRD, que López Obrador no quiso nunca enfrentar expresamente, lo ha orillado a desentenderse de los asuntos partidarios, a privilegiar la movilización en que su influencia es incontrastable y hasta a inclinarse a los otros partidos del Frente Amplio Progresista del que la nueva dirección del PRD abomina.
Los dirigentes y legisladores perredistas contrarios a López Obrador se sumaron a su candidatura sin gran entusiasmo pero se beneficiaron de ella, pues la caudalosa votación del 2006, que permitió integrar grupos legislativos numerosos, hubiera sido imposible sin el empuje del aspirante presidencial, que más que duplicó la votación promedio del PRD. Aunque Nueva Izquierda, que es mayoría en los grupos parlamentarios perredistas, se mantuvo en la línea fijada por López Obrador en torno a la reforma petrolera, en los meses de la contienda electoral interna fue ensanchándose la brecha entre esa corriente dominante en la estructura partidaria y López Obrador. Tan amplia es hoy la distancia entre esas expresiones que por momentos pareció inminente una escisión, motivo por el cual Encinas tuvo que declarar que él no se marcharía del partido, lo que fue interpretado como una decisión del propio López Obrador.
No se quebrará el partido pero no vivirá en paz. Es posible que las partes en pugna logren acuerdos (como el que Hortensia Aragón sea la secretaria general del partido, como candidata que fue a ese puesto en la fórmula de Encinas). Pero a cada paso de la vida cotidiana del partido y de sus grupos en el Congreso se plantearán, a veces de modo inconciliable, las diferencias entre las dos corrientes que se condenaron a convivir. El año próximo la selección de candidatos a diputados federales y sus campañas serán fuente de disensos, como lo son ya hoy mismo los aprestos electorales que implican la ruptura del FAP. Eso no ocurrirá, sin embargo, en el Distrito Federal, el principal bastión perredista en el país, donde Nueva Izquierda no es mayoritaria en la base pero domina la Asamblea Legislativa.
Cajón de sastre
Cuando nació el Partido de la Revolución Democrática, el 5 de mayo de 1989, no fue necesario que pugnara por su registro ante la Comisión Federal Electoral. Actuó desde entonces con el que el Partido Comunista Mexicano había obtenido una década atrás. También recibió de esa agrupación un importante patrimonio inmobiliario, constituido a lo largo del tiempo merced a una honesta administración de sus magros recursos. En consecuencia, es un acto de amnesia moral, de deslealtad al origen, de mezquindad el que las negociaciones coyunturales hayan dejado fuera de la lista de consejeros eméritos del PRD a Arnoldo Martínez Verdugo y a Gerardo Unzueta, miembros de aquel partido comunista y de su comité central que consiguió la incorporación de la izquierda a la contienda electoral.
Jesús Ortega es, por fin, presidente del Partido de la Revolución Democrática. Intentó serlo varias veces, en que fue derrotado por Andrés Manuel López Obrador, Amalia García y Rosario Robles. Su victoria de hoy la debe no a los 440 mil 891 votos que le reconoció la justicia electoral, sino a los de los siete magistrados del Tribunal Federal correspondiente. En una decisión polémica que en aras del respeto a unos militantes agravió a otros, ese órgano en vez de confirmarla corrigió la resolución interna de anular los comicios. De ese modo, la Sala Superior del TEPJF, una instancia ajena a ese partido, modeló el futuro de esa organización, que se halla en crisis manifiesta desde marzo pasado, cuando se pretendió renovar la dirección nacional partidaria.
Después de muchas peripecias que exhibieron las debilidades, los vicios, la inmadurez perredistas, la Comisión Nacional de Garantías había dicho la última palabra respecto de la contienda entre Ortega, al frente de Nueva izquierda, y Alejandro Encinas, de Izquierda Unida (cada uno aliado a otras corrientes). También había sido cuestionable su decisión de anular los comicios, por la suma de irregularidades, y la gravedad de algunas de ellas que mancharon el complicado proceso a que se aventuró el PRD el 16 de marzo. Pero era la resolución interna final e inapelable. En vez de acatarla, Ortega acudió al Tribunal Federal Electoral que lejos de confirmar la decisión estatutaria le halló tales defectos que la revocó e hizo su propia cuenta de donde resultó presidente Ortega.
El proceso electoral y la sentencia de la justicia electoral provocaron un ahondamiento de la brecha que separa a los bloques de corrientes que se situaron al lado de Ortega y de Encinas. La integración de los órganos que con Ortega gobernarán el partido durante los próximos tres años, realizada este fin de semana por su Consejo Nacional, es al mismo tiempo un intento de superar la crisis electoral con nuevas formas de conducción, y la simiente de discordias que mantendrán al partido en permanente tensión.
Nunca lo hubo en realidad pero quedó eliminado el riesgo de una escisión del partido que lo fracturara y debilitara aún más. Encinas, que al perder la presidencia por una instancia ajena al partido ganó la secretaría general, rehusó ocuparla pero se mantuvo dentro del partido y con él la gran mayoría de los 404 mil 490 militantes cuyo voto le reconoció el cómputo del tribunal, diferente de otros que dentro del partido más de una vez indicaron que el voto mayoritario favoreció a Encinas. Hostil a la nueva dirección, por considerarla fruto de componendas inadmisibles, Encinas encabezará la oposición interna, en la forma de un movimiento para rescatar a la izquierda perredista, que se conectaría con la corriente afín pero ajena a ese partido.
Colaborador de Andrés Manuel López Obrador en el gobierno capitalino, su sucesor al frente del mismo, y apoyado por él en la disputa electoral, se tiene a Encinas como representante del lopezobradorismo perredista, vista la distancia y aun el desdén que el ex candidato presidencial manifiesta ante el partido que encabezó y lo postuló sin adversario al frente a la Presidencia de la República. Aunque la Convención Nacional Democrática, que lo nombró Presidente legítimo, aprobó una estrategia que combinó hasta hace poco el partido y el movimiento, dos formas de ejercicio político legítimas y conciliables, el predominio de Nueva Izquierda en el PRD, que López Obrador no quiso nunca enfrentar expresamente, lo ha orillado a desentenderse de los asuntos partidarios, a privilegiar la movilización en que su influencia es incontrastable y hasta a inclinarse a los otros partidos del Frente Amplio Progresista del que la nueva dirección del PRD abomina.
Los dirigentes y legisladores perredistas contrarios a López Obrador se sumaron a su candidatura sin gran entusiasmo pero se beneficiaron de ella, pues la caudalosa votación del 2006, que permitió integrar grupos legislativos numerosos, hubiera sido imposible sin el empuje del aspirante presidencial, que más que duplicó la votación promedio del PRD. Aunque Nueva Izquierda, que es mayoría en los grupos parlamentarios perredistas, se mantuvo en la línea fijada por López Obrador en torno a la reforma petrolera, en los meses de la contienda electoral interna fue ensanchándose la brecha entre esa corriente dominante en la estructura partidaria y López Obrador. Tan amplia es hoy la distancia entre esas expresiones que por momentos pareció inminente una escisión, motivo por el cual Encinas tuvo que declarar que él no se marcharía del partido, lo que fue interpretado como una decisión del propio López Obrador.
No se quebrará el partido pero no vivirá en paz. Es posible que las partes en pugna logren acuerdos (como el que Hortensia Aragón sea la secretaria general del partido, como candidata que fue a ese puesto en la fórmula de Encinas). Pero a cada paso de la vida cotidiana del partido y de sus grupos en el Congreso se plantearán, a veces de modo inconciliable, las diferencias entre las dos corrientes que se condenaron a convivir. El año próximo la selección de candidatos a diputados federales y sus campañas serán fuente de disensos, como lo son ya hoy mismo los aprestos electorales que implican la ruptura del FAP. Eso no ocurrirá, sin embargo, en el Distrito Federal, el principal bastión perredista en el país, donde Nueva Izquierda no es mayoritaria en la base pero domina la Asamblea Legislativa.
Cajón de sastre
Cuando nació el Partido de la Revolución Democrática, el 5 de mayo de 1989, no fue necesario que pugnara por su registro ante la Comisión Federal Electoral. Actuó desde entonces con el que el Partido Comunista Mexicano había obtenido una década atrás. También recibió de esa agrupación un importante patrimonio inmobiliario, constituido a lo largo del tiempo merced a una honesta administración de sus magros recursos. En consecuencia, es un acto de amnesia moral, de deslealtad al origen, de mezquindad el que las negociaciones coyunturales hayan dejado fuera de la lista de consejeros eméritos del PRD a Arnoldo Martínez Verdugo y a Gerardo Unzueta, miembros de aquel partido comunista y de su comité central que consiguió la incorporación de la izquierda a la contienda electoral.
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com
kikka-roja.blogspot.com/