Astillero
1) A Jesús Ortega y a los principales miembros de la corriente conocida como los Chuchos les persiguen tres fantasmas: el fraude electoral interno (también practicado por el encinismo), la traición al movimiento civil encabezado por López Obrador y el colaboracionismo con Felipe Calderón. Como le sucedió a éste, Ortega se hizo del cargo formal al que aspiraba pero no ha alcanzado legitimidad ni respeto reales. En cambio, factores de poder que normalmente regatean espacio y elogios a la izquierda más o menos congruente han abierto ventanas mediáticas y han vertido comentarios positivos para el grupo de la llamada Nueva Izquierda, cuyos líderes así aparecen en noticieros y programas de televisión, conferencias con empresarios, e incluso en reuniones protocolarias como la cena felipista ofrecida a Obama, haciendo compungidas confesiones respecto a los muchos errores y defectos que ha cometido la izquierda presuntamente representada por ellos y ofreciendo comportamientos rehabilitados. En realidad, Ortega y el bando de los Chuchos se prestan al juego mediático de flagelarse para de esa manera reconocer las pifias (las reales, las magnificadas y las inventadas) de López Obrador, colocándose al mismo tiempo como inequívocos aliados del calderonismo, en un proceso de aceptación fáctica de la condición presidencial del citado personaje panista. Por todo ello, en ese universo multiforme e impreciso de la izquierda social mexicana hay un sentimiento mayoritario de rechazo a las maniobras del chuchismo, agravado por la apropiación facciosa y bajuna de la mayoría de las candidaturas a puestos que se elegirán en julio próximo. Lo de ayer, pues (los abucheos a Ortega durante la toma de protesta de misceláneos candidatos), no necesita las autorías intelectuales que Ortega sugiere pero de las cuales se niega siquiera a dar una sola pista importante con nombre y apellido: Ortiga recoje las espinas que ha sembrado, a sabiendas de las muchas que le quedan en el camino. 2) Calderón se ha quedado solo y devaluado en el reacomodo de posiciones que han hecho el presidente de Estados Unidos y el grupo de mandatarios latinoamericanos identificables con la izquierda. El carácter derechista del mexicano Felipe le hacía compatible con el modelo Bush (un enemigo fabricado, violencia institucional para abolir derechos civiles y libertades varias, despilfarro del dinero público en aventuras bélicas finalmente beneficiarias de un grupo que desde la política hacía negocios), pero del texano apenas consiguió algunas palmaditas menores a las dadas en su momento a George W. Fox. Pero ahora Calderón ha sido rebasado por la izquierda: a Obama lo que le interesa es acoplar a Washington a una realidad política subcontinental que está permeada por el pensamiento progresista en todos sus matices, y los afanes del afroestadunidense están centrados en Hugo, Evo, Lula, los Castro y el resto de los mandatarios progresistas, y no en la excepción anormal (gracias al fraude de 2006) de un mexicano que, por lo demás, sólo tiene como horizonte político la guerra contra el narcotráfico. En América Latina hoy se está hablando de una recomposición histórica, pero Calderón ni quiere ni sabe leer Las venas abiertas de América Latina. Cuba está en el sendero de una rectificación histórica que sería el máximo homenaje a Fidel Castro antes de su muerte, pero Calderón mantiene a México en la obsesión sangrienta de los reacomodos comerciales del narcotráfico en favor del cártel panista transexenal. Obama saluda y sonríe a Chávez y busca a Evo para saludarlo, mientras Calderón se queda políticamente fuera de lugar, sin proyecto ni lugar destacables, la excepción derechista (con compañeros de viaje como el colombiano Uribe) forzada por el cierre de filas de la oligarquía mexicana y los intereses gringos dominantes en 2006. 3) Es irónico que hasta un arzobispo como el de Durango acabe colocando a la administración calderónica en el extremo de la incompetencia criminal. Héctor González Martínez se permitió decir que el famoso Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, vive adelantito de Guanaceví, cosa que todo mundo sabría, menos las autoridades. Las palabras del jerarca católico fortalecen la hipótesis generalizada de que la guerra contra el narcotráfico está cargada a un solo lado, el de los adversarios comerciales del concesionario oficial, y que la violencia extrema que vive el país no sólo se debe a pleitos entre bandos opositores o a enfrentamientos al azar, sino a golpes selectivos y a venganzas de los delincuentes específicamente perseguidos contra autoridades que no están siendo imparciales en el uso de su fuerza institucional. El grave señalamiento del arzobispo duranguense no mereció ni siquiera un citatorio de la autoridad para que el prelado dé más datos o abunde en su dicho. A Dios lo que es de Dios, y al Chapo... lo que es del dominio público. 4) A López Obrador también le va llegando la hora de definirse frente a conflictos sociales regionales que hasta ahora ha evadido o tocado superficialmente, como sucedió con el de Oaxaca y la APPO. Centrado en lo electoral y en la defensa de grandes temas nacionales, el tabasqueño ha anunciado que irá a Cananea para expresar solidaridad a los mineros amenazados con el despido por el neoporfirismo panista que actualmente tiene a Javier Lozano y al abogado de la Minera México, Fernando Gómez Mont, como verdugos y antes, con Fox, a Carlos Abascal y a Francisco Javier Salazar Sáenz (ahora premiado con un primer lugar de lista para diputados de representación plurinominal, acompañado en el tercer lugar por el ex secretario de Agricultura, Javier USAbiaga, promovidos ambos por el ex presidente que ayer calificó de locos y mentirosos a los diputados que le rechazaron cuentas públicas de su sexenio). Y, mientras el Frente Nacional contra la Represión sesiona en Hermosillo, Sonora, para dar cuenta de las graves y constantes violaciones a los derechos humanos en el norte del país, ¡hasta mañana, con la abuela cuidando al nieto para que cobre más réditos panaleros por fuera de San Lázaro! 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