19/04/2009
EL FRAUDE ELECTORAL Y LA USURPACION :
ENTONCES TAMBIÉN EN EL FRAUDE ELECTORAL LA PRENSA DE DERECHA, SE ATACÓ Y SE BURLÓ LA VOLUNTAD DEL PUEBLO. RIVA PALACIO NO MENCIONA MÁS DETALLES, SÓLO REPITE LA HISTORIA FALSA DEL GOBIERNO.
En el naufragio de la campaña de Felipe Calderón en la primavera de 2006, el entonces candidato hizo unos ajustes de emergencia en su equipo. Entre quienes se integraron fue un joven pero experimentado diplomático que era cónsul en Nueva York, Arturo Sarukhán, a quien prácticamente nadie conocía en el entorno de Calderón. Por sus características de asesor en política exterior lo incorporaron al cuarto de guerra de la campaña, donde habían visto, impotentes, cómo el equipo externo de su adversario Andrés Manuel López Obrador había marchado sobre ellos en todo el mundo.
La prensa extranjera procuraba a López Obrador, quien con 20 puntos de ventaja estaba caminando hacia Los Pinos. El cuerpo diplomático en México veía como un lunático a quien sugiriera que la elección podría cerrarse. Las cancillerías del mundo estaban convencidas de que López Obrador sería el próximo presidente de México, que era lo que sus diplomáticos, corresponsales y los equipos editoriales de los grandes medios, estaban proyectando.
En ese contexto empezó Sarukhán. Antes de Nueva York había sido el jefe de asesores del canciller Jorge Castañeda, y antes encabezó la sección sobre temas del narcotráfico en la embajada de México en Washington, donde se relacionó con el Capitolio. Como nadie en el equipo de Calderón conocía la materia, lo dejaron actuar. Sarukhán empezó a viajar por el mundo, principalmente en Estados Unidos, hablando con los directores de los medios y mostrándoles, con datos, cómo la elección no estaba tan decantada como les informaban sus corresponsales.
Los medios empezaron a ver el proceso electoral en México de una forma más objetiva, lo que se reflejó en una cobertura más equilibrada y una visión más crítica de López Obrador. En un caso, inclusive, tuvieron que enviar a una periodista para contrarrestar los excesos a los que los había llevado el trabajo parcializado de su corresponsal. En pocas semanas, la estrategia internacional se empató. “Realmente era bueno”, dijo uno de los principales estrategas de Calderón. “No lo conocíamos, pero de todos en aquél cuarto de guerra, fue de los más eficientes”.
Sarukhán se formó en donde históricamente se educó la diplomacia mexicana, El Colegio de México, y cursó historia en la UNAM, donde su padre José Sarukhán, fue rector. Desde joven trabajó las relaciones con Estados Unidos, estudió la maestría en la Universidad Johns Hopkins, que tiene una de las escuelas de estudios estratégicos más sofisticadas del mundo. Colaboró con ex cancilleres de Estados Unidos y viejos embajadores mexicanos, enfocándose a las áreas de seguridad y armamentismo.
Cuando Calderón ganó la elección, él encabezó el equipo de transición en el área internacional y fue su vocero ante el mundo. Pocos dudaban que él sería designado el siguiente canciller, 13 años después de haber ingresado al Servicio Exterior, y 10 días después de haber sido elevado al rango de embajador. Pero en vísperas del anuncio del gabinete, los acomodos de última hora desequilibraron la cuota de género que deseaba Calderón y decidió, dados los hechos, que el lugar donde menos daño político tendría era Relaciones Exteriores. Cuarenta y ocho horas antes del anuncio, hizo viajar de urgencia desde Viena a Patricia Espinosa y le ofreció el despacho a la embajadora.
Para Sarukhán, reveló en aquella época un asesor de Calderón, habría como premio de consolación la Embajada en Washington -que él mismo veía como opción-, y la zanahoria de que en dos años regresaría a México como secretario. Espinosa hizo bien su trabajo hasta el año pasado, cuando Calderón recibió al candidato republicano John McCain y la canciller no hizo nada por traer a México a Barack Obama. Obama necesitaba más a México, por el voto latino, que México a él, razonó equivocadamente. Obama obtuvo el voto latino sin la ayuda de México.
Espinosa tampoco tenía puentes con los demócratas. Fue Sarukhán quien desde la precampaña tejió relaciones con el equipo de Obama, por lo que cuando ganó la Casa Blanca y le urgió a Calderón entrevistarse con él como presidente electo, resolvió el problema. Y cuando empezó la embestida antimexicana en los medios, fue nuevamente él quien salió a los mismos medios a hacer la defensa de su gobierno. Espinosa se paralizó, y cuando en Los Pinos lo obligaron a declarar sobre el tema, fue tan desastrosa su intervención que casi se arrepienten de haberla forzado a saltar en defensa de Calderón.
En la reciente visita de Obama a México, tan pronto pisó suelo nacional y la vio a la escalerilla del avión, el Presidente estadounidense le dio una palmada en la espalda. No quiere decir nada. Ella no representa más allá de la investidura para Washington, ni tampoco entiende lo que está sucediendo en la relación bilateral. Calderón ya se dio cuenta y la salida de Espinosa será cuestión de tiempo. ¿Quién la relevará?
Las señales son claras. Cuando estalló el escándalo del secretario de Comunicaciones, Calderón le ofreció a Luis Téllez ser embajador en Washington. Pero no iba a mover a Sarukhán a otra embajada. Habría sido ridículo. El paso probable era la cancillería. Téllez declinó la oferta, pero la decisión de Calderón debe estar tomada. Sarukhán por Espinosa, quien terminó el ciclo que había vislumbrado Calderón. Nada será seguro hasta que sea un hecho, pero la sorpresa mayúscula sería que nada de esto sucediera. La semana de Obama en México también lo fue la de Sarukhán, y el principio del fin de la secretaria Espinosa.
La prensa extranjera procuraba a López Obrador, quien con 20 puntos de ventaja estaba caminando hacia Los Pinos. El cuerpo diplomático en México veía como un lunático a quien sugiriera que la elección podría cerrarse. Las cancillerías del mundo estaban convencidas de que López Obrador sería el próximo presidente de México, que era lo que sus diplomáticos, corresponsales y los equipos editoriales de los grandes medios, estaban proyectando.
En ese contexto empezó Sarukhán. Antes de Nueva York había sido el jefe de asesores del canciller Jorge Castañeda, y antes encabezó la sección sobre temas del narcotráfico en la embajada de México en Washington, donde se relacionó con el Capitolio. Como nadie en el equipo de Calderón conocía la materia, lo dejaron actuar. Sarukhán empezó a viajar por el mundo, principalmente en Estados Unidos, hablando con los directores de los medios y mostrándoles, con datos, cómo la elección no estaba tan decantada como les informaban sus corresponsales.
Los medios empezaron a ver el proceso electoral en México de una forma más objetiva, lo que se reflejó en una cobertura más equilibrada y una visión más crítica de López Obrador. En un caso, inclusive, tuvieron que enviar a una periodista para contrarrestar los excesos a los que los había llevado el trabajo parcializado de su corresponsal. En pocas semanas, la estrategia internacional se empató. “Realmente era bueno”, dijo uno de los principales estrategas de Calderón. “No lo conocíamos, pero de todos en aquél cuarto de guerra, fue de los más eficientes”.
Sarukhán se formó en donde históricamente se educó la diplomacia mexicana, El Colegio de México, y cursó historia en la UNAM, donde su padre José Sarukhán, fue rector. Desde joven trabajó las relaciones con Estados Unidos, estudió la maestría en la Universidad Johns Hopkins, que tiene una de las escuelas de estudios estratégicos más sofisticadas del mundo. Colaboró con ex cancilleres de Estados Unidos y viejos embajadores mexicanos, enfocándose a las áreas de seguridad y armamentismo.
Cuando Calderón ganó la elección, él encabezó el equipo de transición en el área internacional y fue su vocero ante el mundo. Pocos dudaban que él sería designado el siguiente canciller, 13 años después de haber ingresado al Servicio Exterior, y 10 días después de haber sido elevado al rango de embajador. Pero en vísperas del anuncio del gabinete, los acomodos de última hora desequilibraron la cuota de género que deseaba Calderón y decidió, dados los hechos, que el lugar donde menos daño político tendría era Relaciones Exteriores. Cuarenta y ocho horas antes del anuncio, hizo viajar de urgencia desde Viena a Patricia Espinosa y le ofreció el despacho a la embajadora.
Para Sarukhán, reveló en aquella época un asesor de Calderón, habría como premio de consolación la Embajada en Washington -que él mismo veía como opción-, y la zanahoria de que en dos años regresaría a México como secretario. Espinosa hizo bien su trabajo hasta el año pasado, cuando Calderón recibió al candidato republicano John McCain y la canciller no hizo nada por traer a México a Barack Obama. Obama necesitaba más a México, por el voto latino, que México a él, razonó equivocadamente. Obama obtuvo el voto latino sin la ayuda de México.
Espinosa tampoco tenía puentes con los demócratas. Fue Sarukhán quien desde la precampaña tejió relaciones con el equipo de Obama, por lo que cuando ganó la Casa Blanca y le urgió a Calderón entrevistarse con él como presidente electo, resolvió el problema. Y cuando empezó la embestida antimexicana en los medios, fue nuevamente él quien salió a los mismos medios a hacer la defensa de su gobierno. Espinosa se paralizó, y cuando en Los Pinos lo obligaron a declarar sobre el tema, fue tan desastrosa su intervención que casi se arrepienten de haberla forzado a saltar en defensa de Calderón.
En la reciente visita de Obama a México, tan pronto pisó suelo nacional y la vio a la escalerilla del avión, el Presidente estadounidense le dio una palmada en la espalda. No quiere decir nada. Ella no representa más allá de la investidura para Washington, ni tampoco entiende lo que está sucediendo en la relación bilateral. Calderón ya se dio cuenta y la salida de Espinosa será cuestión de tiempo. ¿Quién la relevará?
Las señales son claras. Cuando estalló el escándalo del secretario de Comunicaciones, Calderón le ofreció a Luis Téllez ser embajador en Washington. Pero no iba a mover a Sarukhán a otra embajada. Habría sido ridículo. El paso probable era la cancillería. Téllez declinó la oferta, pero la decisión de Calderón debe estar tomada. Sarukhán por Espinosa, quien terminó el ciclo que había vislumbrado Calderón. Nada será seguro hasta que sea un hecho, pero la sorpresa mayúscula sería que nada de esto sucediera. La semana de Obama en México también lo fue la de Sarukhán, y el principio del fin de la secretaria Espinosa.
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