Ahora sí la investigación
03 de mayo de 2009
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eluniversal.com.mx/COLUMNASARASEFCHOVICHOK030509.mp3
La Secretaría de Hacienda anuncia que hay 6 mil millones de pesos “para apoyar acciones de preparación, respuesta, adquisición de insumos e investigación sobre el brote de influenza”, y el Gobierno del DF ofrece un millón de pesos a la institución o al investigador que presente “un método eficiente de diagnóstico” y un millón a quien desarrolle la vacuna.
Además habla de “financiar proyectos que contribuyan al diagnóstico, prevención y erradicación de esta enfermedad vía la investigación científica y tecnológica”, y hace un llamado a las instituciones de educación superior, centros de investigación, laboratorios y organizaciones no gubernamentales para presentar propuestas antes del 4 de mayo.
Estos anuncios parecen muy correctos pues dan fe de la preocupación gubernamental frente a la epidemia, pero solamente quien no tiene idea de lo que significa hacer investigación, del tiempo y formas de trabajo que requiere, de la manera como se consiguen resultados, plagada de errores y esfuerzos que no conducen a nada o de hallazgos en los lugares menos esperados y en temas que parecen poco relacionados con el que se investiga, puede creer que es posible en unos cuantos días resolver un asunto de esta naturaleza, aun —el león que cree que todos son de su condición— ofreciendo dinero.
México es un país en el que se apoya poco a la investigación, porque en nuestra cultura política sólo se da dinero a lo que da resultados inmediatos y a lo que se ve y se puede presumir. Por eso estamos llenos de carísima publicidad sobre lo que hacen nuestros diputados y senadores pero nunca alcanza el dinero para las universidades, para salarios adecuados para los profesores e investigadores, para importar tecnología, para becar estudiantes, invitar a expertos, comprar libros y revistas y asistir a congresos en los que ponerse al día.
Pero de lo que tampoco parecen darse cuenta nuestras autoridades es de que la investigación para atender emergencias no solamente se puede hacer en un campo. El de ahora parece un asunto epidemiológico, como una inundación parece una cuestión ingenieril o un temblor un problema geológico, pero tan importante como eso es la investigación que nos permite entender cómo reaccionan los ciudadanos (porque eso somos, aunque el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, nos califique de “opinión pública”) en esas situaciones y por qué pasan entre nosotros del modo en que pasan. En este caso particular, por ejemplo, habría que entender por qué en México el virus hizo más estragos que en otras partes (esto lo dijo la Organización Mundial de la Salud): ¿tiene que ver con lo que comemos, con cómo nos lavamos las manos, con la forma de reunirnos con los demás? Y entender también por qué nos es tan difícil creerle a las autoridades. Dicho de otro modo: comprender cuestiones de tipo cultural y social nos permitiría enfrentar mejor los problemas. Y esto sólo se consigue con la investigación.
Al pretender que la emergencia de hoy es solamente médica y que se le puede resolver de la noche a la mañana si se da dinero, se está reproduciendo el patrón de siempre: el de hacer medidas espectaculares en reacción a lo inmediato pero que no miran a largo plazo. Si alguien va a poder sacar esa vacuna que quiere el gobierno para mañana es porque hay años y años de investigación atrás, pero apenas pase el problema todo volverá a ser igual. Mientras no apoyen en serio la investigación en ciencia, tecnología, sociología, historia, filosofía, cultura y artes —pues como dice el físico Ian Sigal, así como la educación es para enseñar lo que ya se sabe, así la investigación es para conocer lo que no sabemos—, México seguirá siendo el mismo y los problemas llegarán y se irán sin que sepamos cómo ni por qué y atenidos a Dios, la suerte o los vecinos del norte.
Hay que en serio dar dinero para investigación, eliminar la burocracia y la tramitología (hoy por hoy importar reactivos, pretender usar fotografías de algún archivo público o llenar informes de trabajo son tareas que requieren más tiempo y esfuerzo que el trabajo mismo de investigación) y, oh, imposible, hay que escuchar a los que saben, epidemiólogos y sociólogos por igual.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
kikka-roja.blogspot.com/
La Secretaría de Hacienda anuncia que hay 6 mil millones de pesos “para apoyar acciones de preparación, respuesta, adquisición de insumos e investigación sobre el brote de influenza”, y el Gobierno del DF ofrece un millón de pesos a la institución o al investigador que presente “un método eficiente de diagnóstico” y un millón a quien desarrolle la vacuna.
Además habla de “financiar proyectos que contribuyan al diagnóstico, prevención y erradicación de esta enfermedad vía la investigación científica y tecnológica”, y hace un llamado a las instituciones de educación superior, centros de investigación, laboratorios y organizaciones no gubernamentales para presentar propuestas antes del 4 de mayo.
Estos anuncios parecen muy correctos pues dan fe de la preocupación gubernamental frente a la epidemia, pero solamente quien no tiene idea de lo que significa hacer investigación, del tiempo y formas de trabajo que requiere, de la manera como se consiguen resultados, plagada de errores y esfuerzos que no conducen a nada o de hallazgos en los lugares menos esperados y en temas que parecen poco relacionados con el que se investiga, puede creer que es posible en unos cuantos días resolver un asunto de esta naturaleza, aun —el león que cree que todos son de su condición— ofreciendo dinero.
México es un país en el que se apoya poco a la investigación, porque en nuestra cultura política sólo se da dinero a lo que da resultados inmediatos y a lo que se ve y se puede presumir. Por eso estamos llenos de carísima publicidad sobre lo que hacen nuestros diputados y senadores pero nunca alcanza el dinero para las universidades, para salarios adecuados para los profesores e investigadores, para importar tecnología, para becar estudiantes, invitar a expertos, comprar libros y revistas y asistir a congresos en los que ponerse al día.
Pero de lo que tampoco parecen darse cuenta nuestras autoridades es de que la investigación para atender emergencias no solamente se puede hacer en un campo. El de ahora parece un asunto epidemiológico, como una inundación parece una cuestión ingenieril o un temblor un problema geológico, pero tan importante como eso es la investigación que nos permite entender cómo reaccionan los ciudadanos (porque eso somos, aunque el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, nos califique de “opinión pública”) en esas situaciones y por qué pasan entre nosotros del modo en que pasan. En este caso particular, por ejemplo, habría que entender por qué en México el virus hizo más estragos que en otras partes (esto lo dijo la Organización Mundial de la Salud): ¿tiene que ver con lo que comemos, con cómo nos lavamos las manos, con la forma de reunirnos con los demás? Y entender también por qué nos es tan difícil creerle a las autoridades. Dicho de otro modo: comprender cuestiones de tipo cultural y social nos permitiría enfrentar mejor los problemas. Y esto sólo se consigue con la investigación.
Al pretender que la emergencia de hoy es solamente médica y que se le puede resolver de la noche a la mañana si se da dinero, se está reproduciendo el patrón de siempre: el de hacer medidas espectaculares en reacción a lo inmediato pero que no miran a largo plazo. Si alguien va a poder sacar esa vacuna que quiere el gobierno para mañana es porque hay años y años de investigación atrás, pero apenas pase el problema todo volverá a ser igual. Mientras no apoyen en serio la investigación en ciencia, tecnología, sociología, historia, filosofía, cultura y artes —pues como dice el físico Ian Sigal, así como la educación es para enseñar lo que ya se sabe, así la investigación es para conocer lo que no sabemos—, México seguirá siendo el mismo y los problemas llegarán y se irán sin que sepamos cómo ni por qué y atenidos a Dios, la suerte o los vecinos del norte.
Hay que en serio dar dinero para investigación, eliminar la burocracia y la tramitología (hoy por hoy importar reactivos, pretender usar fotografías de algún archivo público o llenar informes de trabajo son tareas que requieren más tiempo y esfuerzo que el trabajo mismo de investigación) y, oh, imposible, hay que escuchar a los que saben, epidemiólogos y sociólogos por igual.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM