Miguel Nazar Haro parecía desde hace años un abuelo cariñoso. Menudo, chupado por la vida y, sobretodo, por los problemas judiciales que aguantó por una década; pero siempre claro del papel que jugó en la historia negra de México. Nazar Haro, el arquetipo del policía político inescrupuloso y tallado en acero, acusado de tortura y asesinato que murió en su casa este jueves, nunca se doblegó. No cometió crímenes, dijo una vez, sirvió, protegió y salvaguardó al Estado mexicano.
Pero ese Estado, cuando lo persiguió desde 2003 para que rindiera cuentas sobre su participación en los años de la Guerra Sucia, lo lastimó en los últimos años de su vida. Nazar Haro siempre se dijo un soldado en los tiempos de otra guerra, la Guerra Fría, donde enfrentó al comunismo y a sus expresiones ideológicas en México, como los movimientos armados. Pero, llevarlo a juicio por crímenes que le achacaron en los años 70 cuando estuvo al frente de la Dirección Federal de Seguridad, cuyo acrónimo era DFS, fue un pago miserable por los servicios cumplidos.
Pero ese Estado, cuando lo persiguió desde 2003 para que rindiera cuentas sobre su participación en los años de la Guerra Sucia, lo lastimó en los últimos años de su vida. Nazar Haro siempre se dijo un soldado en los tiempos de otra guerra, la Guerra Fría, donde enfrentó al comunismo y a sus expresiones ideológicas en México, como los movimientos armados. Pero, llevarlo a juicio por crímenes que le achacaron en los años 70 cuando estuvo al frente de la Dirección Federal de Seguridad, cuyo acrónimo era DFS, fue un pago miserable por los servicios cumplidos.