La reaparición del panista Diego Fernández de Cevallos en un operativo mediático, enmarcado en un discurso plagado de mentiras y de renovada violencia de la derecha mexicana, se está revirtiendo contra el gobierno panista, que se hunde en un desprestigio cada vez mayor que le hace muy difícil el poder gobernar en los próximos meses.
1. La reaparición escénica de Diego Fernández de Cevallos en vísperas de la Navidad de este 2010, siete meses después de haber sido presuntamente secuestrado el 14 de mayo en su rancho de La Cabaña, en el municipio de Pedro Escobedo, en Querétaro, se ha saldado por una serie de hechos tan turbios como los que marcaron su publicitado rapto, que ponen en tela de duda todo lo acontecido y que crean nuevas responsabilidades al gobierno de facto de Felipe Calderón.
2. La información dada a conocer ayer por La Jornada sobre el caso, revelando que la liberación de Diego, lejos de haber sucedido la noche del 20 al 21 de diciembre –como anunció Joaquín López Dóriga en Televisa la mañana del lunes 20, y se pretendió poco después en un show mediático–, había ocurrido nueve días antes de ese mediodía en que ante la presencia de los medios el barbón se presentara arrogante y perfectamente atildado en su domicilio al volante de un Mercedes Benz con su nuevo look matusalénico, no hace más que arrojar nuevas dudas sobre el caso y desprestigiar aún más a los panistas en el poder, confirmando la descomposición del poder.
1. La reaparición escénica de Diego Fernández de Cevallos en vísperas de la Navidad de este 2010, siete meses después de haber sido presuntamente secuestrado el 14 de mayo en su rancho de La Cabaña, en el municipio de Pedro Escobedo, en Querétaro, se ha saldado por una serie de hechos tan turbios como los que marcaron su publicitado rapto, que ponen en tela de duda todo lo acontecido y que crean nuevas responsabilidades al gobierno de facto de Felipe Calderón.
2. La información dada a conocer ayer por La Jornada sobre el caso, revelando que la liberación de Diego, lejos de haber sucedido la noche del 20 al 21 de diciembre –como anunció Joaquín López Dóriga en Televisa la mañana del lunes 20, y se pretendió poco después en un show mediático–, había ocurrido nueve días antes de ese mediodía en que ante la presencia de los medios el barbón se presentara arrogante y perfectamente atildado en su domicilio al volante de un Mercedes Benz con su nuevo look matusalénico, no hace más que arrojar nuevas dudas sobre el caso y desprestigiar aún más a los panistas en el poder, confirmando la descomposición del poder.