Candidatura blanquiazul
Pese a las dudas introducidas por el equipo de Ernesto Cordero sobre la precisión de las encuestas que pronosticaban un amplio triunfo de Josefina Vázquez Mota, éste se confirmó. Decían que no tomaban en cuenta los liderazgos y operadores locales que inciden sobre los militantes, o que los panistas tienen la cultura de no externar su intención de voto. Más probable es que confiaran en que el operativo oficial, del cual hubo varios indicios, alcanzaría para impedir el triunfo de Josefina en primera vuelta, y después para dar el triunfo a Cordero en la segunda vuelta. Por eso mismo desde el gobierno se intentó impulsar una “consulta indicativa” que nos mostraría que Cordero no estaba tan abajo como lo señalaban las encuestas, de modo que su eventual triunfo no resultara inverosímil. El operativo no logró su propósito, pero sí ubicar a Cordero en segundo lugar, muy por encima de Santiago Creel (que no disponía de aparato alguno ni respaldos oficiales, y a quien los panistas no le dieron la segunda oportunidad que pidió, al haber desperdiciado la de oro que tuvo en la Secretaría de Gobernación). Se decía también que Felipe Calderón no es Fox, que sí conocía a su partido y tendría la disposición de forzar la máquina a favor de Cordero. Pues lo intentó, pero aunque el PAN no es un partido impoluto en sus elecciones primarias (como lo pretenden los panistas) tampoco responde mayoritariamente a la línea oficial, como sí ocurría en el PRI cuando era gobierno. Por eso, quienes sostuvieron que Cordero sería el candidato panista por ser el favorito de Calderón, no conocen al PAN suficientemente. Tenemos ya dos precedentes que llevan a concluir que los panistas descontentos e inconformes aprovechan las elecciones internas para pasarle la factura al presidente en turno, votando por un precandidato distinto al oficial. Y tanto en 2006 como ahora los descontentos fueron mayoría.