ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
El niño lusitano
Foto: Reuters Madrid, 25 de enero.
El Nobel portugués José Saramago regresó a su pueblo natal, Azinhaga, para rememorar los días de "hambre y frío" de su infancia, y descubrir cuáles son los orígenes del escritor de 84 años que hoy asume la vida con escepticismo, timidez y melancolía. En la presentación de la edición en español de su libro Las pequeñas memorias (Alfaguara), Saramago alzó la voz para señalar: "Estamos hundidos en la mierda del mundo y no se puede ser optimista; el que es optimista es estúpido o millonario, y le importa un pepino lo que ocurre a su alrededor. "Sólo yo sabía, sin conciencia de saberlo, que en los ilegibles folios del destino y en los ciegos meandros del acaso había sido escrito que tendría que volver a Azinhaga para acabar de nacer". En esta frase, extraída del primer y único libro de memorias del Nobel, se resume el cariz con que Saramago afrontó la reconstrucción de su niñez, una época que, dice, es la única que importa en la historia de los hombres, pues en ella forja el carácter, filias y fobias de lo que somos después.
El año pasado, cuando inició la escritura del libro, fue particularmente difícil para la salud de Saramago: un hipo crónico y permanente le impedía dormir, le hizo perder peso y "estuvo a punto de matarme". En esas condiciones, el Nobel encaró sus recuerdos de infancia, la del niño de entre nueve y 15 años que se iniciaba a la vida en un pequeño pueblo rural de Portugal, inmerso en la pobreza y el hambre, y con el telón de fondo de una época convulsa: la Guerra Civil española, el nacimiento de las dictaduras de Hitler y Salazar, y la Europa de entreguerras. El libro llega a México en febrero Saramago reconoció que la idea de escribir Las pequeñas memorias le rumiaba desde hace dos décadas, cuando pensaba en volcar su memoria más íntima en un libro que iba a llamar El libro de las tentaciones. Cuando inició la escritura cambió de opinión y decidió ponerle el título actual, ya que "son memorias pequeñas, de un niño pequeño". El autor explicó que estas memorias no son tal, sino "cosas que están ocurriendo ahora, como la pasión y el arraigo que siento por la naturaleza, por los animales, por el río que pasa, por la ascensión a los árboles o por la caza de renacuajos". Incluso la melancolía y la timidez con la que se mueve por el mundo, pues "si no hubiera vuelto a ese pueblo hoy sería otra persona; si tuviera la oportunidad de revivir todo aquello lo haría sin duda, tanto el hambre o el frío, porque esa sería la única condición para volver a ser quien soy".
Saramago recordó que fue educado por una "familia de analfabetos, que me inculcaron dolores", aunque también le ayudaron a forjar el carácter y el pensamiento que lo ha llevado a convertirse en uno de los grandes escritores contemporáneos. "Todos están muertos. Mis abuelos, mis tíos y mis padres no dejaron nada tangible, estaban condenados a desaparecer, pero merced a estas memorias los he puesto de pie como si estuvieran vivos. Estaban muertos y yo les resucité. Inclusive, siento cierto temor por esta especie de poder taumatúrgico", señaló. En el libro hay pasajes "muy duros", que le dolieron mucho, como la reiterada violencia que ejercía su padre sobre su madre o el bofetón que él mismo recibió en una ocasión. En México se venderá a partir del próximo 3 de febrero.
El niño lusitano
Foto: Reuters Madrid, 25 de enero.
El Nobel portugués José Saramago regresó a su pueblo natal, Azinhaga, para rememorar los días de "hambre y frío" de su infancia, y descubrir cuáles son los orígenes del escritor de 84 años que hoy asume la vida con escepticismo, timidez y melancolía. En la presentación de la edición en español de su libro Las pequeñas memorias (Alfaguara), Saramago alzó la voz para señalar: "Estamos hundidos en la mierda del mundo y no se puede ser optimista; el que es optimista es estúpido o millonario, y le importa un pepino lo que ocurre a su alrededor. "Sólo yo sabía, sin conciencia de saberlo, que en los ilegibles folios del destino y en los ciegos meandros del acaso había sido escrito que tendría que volver a Azinhaga para acabar de nacer". En esta frase, extraída del primer y único libro de memorias del Nobel, se resume el cariz con que Saramago afrontó la reconstrucción de su niñez, una época que, dice, es la única que importa en la historia de los hombres, pues en ella forja el carácter, filias y fobias de lo que somos después.
El año pasado, cuando inició la escritura del libro, fue particularmente difícil para la salud de Saramago: un hipo crónico y permanente le impedía dormir, le hizo perder peso y "estuvo a punto de matarme". En esas condiciones, el Nobel encaró sus recuerdos de infancia, la del niño de entre nueve y 15 años que se iniciaba a la vida en un pequeño pueblo rural de Portugal, inmerso en la pobreza y el hambre, y con el telón de fondo de una época convulsa: la Guerra Civil española, el nacimiento de las dictaduras de Hitler y Salazar, y la Europa de entreguerras. El libro llega a México en febrero Saramago reconoció que la idea de escribir Las pequeñas memorias le rumiaba desde hace dos décadas, cuando pensaba en volcar su memoria más íntima en un libro que iba a llamar El libro de las tentaciones. Cuando inició la escritura cambió de opinión y decidió ponerle el título actual, ya que "son memorias pequeñas, de un niño pequeño". El autor explicó que estas memorias no son tal, sino "cosas que están ocurriendo ahora, como la pasión y el arraigo que siento por la naturaleza, por los animales, por el río que pasa, por la ascensión a los árboles o por la caza de renacuajos". Incluso la melancolía y la timidez con la que se mueve por el mundo, pues "si no hubiera vuelto a ese pueblo hoy sería otra persona; si tuviera la oportunidad de revivir todo aquello lo haría sin duda, tanto el hambre o el frío, porque esa sería la única condición para volver a ser quien soy".
Saramago recordó que fue educado por una "familia de analfabetos, que me inculcaron dolores", aunque también le ayudaron a forjar el carácter y el pensamiento que lo ha llevado a convertirse en uno de los grandes escritores contemporáneos. "Todos están muertos. Mis abuelos, mis tíos y mis padres no dejaron nada tangible, estaban condenados a desaparecer, pero merced a estas memorias los he puesto de pie como si estuvieran vivos. Estaban muertos y yo les resucité. Inclusive, siento cierto temor por esta especie de poder taumatúrgico", señaló. En el libro hay pasajes "muy duros", que le dolieron mucho, como la reiterada violencia que ejercía su padre sobre su madre o el bofetón que él mismo recibió en una ocasión. En México se venderá a partir del próximo 3 de febrero.
La verdad que los textos de Saramago no me entusiasman...no hay futuro... Y es bueno ver feliz a este importante hombre. (´toy frita, ni millonaria y estúpida, pasó a fastidiarme, Já!) pos como decía mi abuelo, pase lo que pase nunca te amargues...Kikka Roja
Es un gran escritor y un gran ser humano.
ResponderBorrarMe da mucha ternura el señor porque si se ve que la ha pasado mal
ResponderBorrarejemplo de disciplina y trabajo.
eratóstenes está en el blog:
EL PEDOTE DE FECAL
pos como decía mi abuelo, pase lo que pase nunca te amargues...
ResponderBorrarSi no hubieras puesto esto, tal vez te hubiera creido inteligente... pero bueno, veo que millonaria no eres, asi que... bueno, tu sabras entender.
tu también me das ternura
ResponderBorrarno te me pongas celosa!! ja jaa
saludos!!
¡¡funciona!!