Carlos Fernández-Vega
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- En el hoyo
- Con o sin reforma, resultados mediocres
- Caramelos salen del micrófono oficial
- Calderón le cumplió a Repsol
Condiciones de vida en la colonia Puente Colorado, de la Delegación Alvaro Obregón Foto: Carlos Ramos Mamahua
Preparaos, porque, tratándose de resultados económicos, 2008 será exactamente igual de raquítico que 2007, y éste con similar registro al que se ha reportado, en igual renglón, a lo largo y ancho de los últimos cinco lustros. Cierto es que nadie esperaba mayor cosa del llamado paquete económico para el próximo ejercicio fiscal (por aquello del fanatismo macroeconómico que rige a los neo científicos que van por su año 26 consecutivo en el gobierno), pero si en él se resume la promesa de campaña (“para que vivamos mejor”, Calderón dixit) y determina el alcance de miras de la “continuidad”, México está condenado a permanecer en el hoyo. Con o sin “reforma” fiscal, en 2008 los resultados serían igual de mediocres que en el periodo referido: crecimiento económico de mentiritas, con tendencia a las mentirotas, sin desarrollo, con un gasto burocrático vergonzoso y una de las rebanadas más gruesas engullida por el servicio de la deuda pública, al que se destinará casi 12 por ciento del presupuesto de egresos del ejercicio. Para dar una idea, ese última proporción resulta siete veces mayor a los dineros públicos propuestos para la Secretaría de Desarrollo Social, y cuatro tantos superior a los que de canalizarían a la Secretaría de Salud. Además, a lo largo del próximo año la “continuidad” pretende contratar deuda adicional (interna y externa) por 21 mil 500 millones de dólares. Por cierto, el “problema de la deuda” se ha “resuelto” en dos ocasiones: Salinas en 1990 y Fox, durante el “cambio”.
En fin, la pregonada “reforma” fiscal calderonista no sirve para mayor cosa. De acuerdo con sus propias estimaciones, sin dicha “reforma” el producto interno bruto “sólo crecería” 3.5 por ciento en 2008. En cambio, de aprobarse, las puertas del cielo se abrirían para los mexicanos: en igual año, esa misma economía, ese mismo PIB, aumentaría 3.7 por ciento, esto es una abismal “diferencia”, entre una y otra posibilidad, de dos décimas de punto porcentual. Tras presentar la “reforma” fiscal en sociedad, el 20 de junio pasado, han transcurrido alrededor de diez semanas, y durante ese lapso del micrófono oficial no ha salido más que caramelos y bombones: si la “reforma” se aprueba, la panacea, porque habría (para citar sólo unas cuantas virtudes, porque el inventario de ofertas es inagotable) crecimiento y desarrollo; pago de la deuda social; generación de empleo; incremento de la inversión; distribución de la riqueza y el ingreso; finanzas públicas mucho menos dependientes de los recursos petroleros; infraestructura social; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; supercarreteras; servicios más elementales para la población y un México más justo (Ya lo dijo Félix María de Samaniego en su cuenta de la lechera: “no seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna; que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro: mira que ni el presente está seguro”).
Eso en el micrófono, porque en los hechos la propuesta calderonista de “reforma” fiscal sólo aportaría, en el mejor de los casos, un “crecimiento adicional” de 0.2 puntos porcentuales, o lo que es lo mismo, lo que la economía nacional logró avanzar en una quincena cualquiera del primer semestre de 2007. Lo anterior contrasta con las sensibles declaraciones que el inquilino de Los Pinos hiciera en Sydney, Australia, durante su más reciente periplo, en torno a los dineros públicos para 2008: el presupuesto de egresos por él propuesto al Congreso “desafortunadamente contiene severas restricciones en algunos programas, es un presupuesto acotado que necesita el aporte de nuevos recursos para que sea suficiente en los rubros más importantes; a mí me hubiera gustado presentar un presupuesto que tuviera mayores recursos asignados para infraestructura, que es un propósito clave de mi gobierno, para desarrollo social; es evidente que el presupuesto que se presentó, lo admito, es insuficiente, pero para que sea un presupuesto acorde con las necesidades del país es indispensable que se apruebe la reforma hacendaria, de otra manera, no alcanza, no habrá dinero suficiente para asignarle a todos los problemas prioritarios. El presupuesto que he enviado tiene limitaciones importantes, que responden a una realidad, los ingresos públicos son insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de la población y, sobre todo para transformar, para cambiar la estructura del país en diversos planos, básicamente en el área social y de infraestructura; espero que pueda aprobarse la reforma hacendaria y los recursos se apliquen a las prioridades del país. Si no hay reforma fiscal las perspectivas del programa de infraestructura van a ser más reducidas y estaríamos en el escenario inercial, que no es evidentemente el mejor escenario para el país”.
Entonces, según Calderón y su equipo de neocientíficos ¿con cuánto dinero se atenderían los “problemas prioritarios del país”? ¿Cuánto valen los “problemas que aún frenan el desarrollo nacional”? ¿Qué cantidad se requiere para evitar el “escenario inercial”, erradicar las severas restricciones y “satisfacer las necesidades básicas de la población”? Sencillo: dos décimas de punto porcentual, según sus propios cálculos.
Las rebanadas del pastel:
Fox prometió a la trasnacional el “negocio energético del siglo”, pero no pudo, porque un presidente honesto, Evo Morales, lo impidió. Pero para eso está la “continuidad”, y Calderón puso manos a la obra: México importará gas natural ya no de Bolivia sino de Perú, y se construirá una planta regasificadora en Manzanillo, Colima. ¿Quién ganó? La española Repsol, a la que el de las botas largas y las ideas cortas no pudo cumplir, pero, todo indica, Felipe sí... Y en pleno sadismo, algunos legisladores proponen que el impuesto “especial” a gasolinas, diesel y gas automotriz se clave “gradualmente” a los consumidores.
Preparaos, porque, tratándose de resultados económicos, 2008 será exactamente igual de raquítico que 2007, y éste con similar registro al que se ha reportado, en igual renglón, a lo largo y ancho de los últimos cinco lustros. Cierto es que nadie esperaba mayor cosa del llamado paquete económico para el próximo ejercicio fiscal (por aquello del fanatismo macroeconómico que rige a los neo científicos que van por su año 26 consecutivo en el gobierno), pero si en él se resume la promesa de campaña (“para que vivamos mejor”, Calderón dixit) y determina el alcance de miras de la “continuidad”, México está condenado a permanecer en el hoyo. Con o sin “reforma” fiscal, en 2008 los resultados serían igual de mediocres que en el periodo referido: crecimiento económico de mentiritas, con tendencia a las mentirotas, sin desarrollo, con un gasto burocrático vergonzoso y una de las rebanadas más gruesas engullida por el servicio de la deuda pública, al que se destinará casi 12 por ciento del presupuesto de egresos del ejercicio. Para dar una idea, ese última proporción resulta siete veces mayor a los dineros públicos propuestos para la Secretaría de Desarrollo Social, y cuatro tantos superior a los que de canalizarían a la Secretaría de Salud. Además, a lo largo del próximo año la “continuidad” pretende contratar deuda adicional (interna y externa) por 21 mil 500 millones de dólares. Por cierto, el “problema de la deuda” se ha “resuelto” en dos ocasiones: Salinas en 1990 y Fox, durante el “cambio”.
En fin, la pregonada “reforma” fiscal calderonista no sirve para mayor cosa. De acuerdo con sus propias estimaciones, sin dicha “reforma” el producto interno bruto “sólo crecería” 3.5 por ciento en 2008. En cambio, de aprobarse, las puertas del cielo se abrirían para los mexicanos: en igual año, esa misma economía, ese mismo PIB, aumentaría 3.7 por ciento, esto es una abismal “diferencia”, entre una y otra posibilidad, de dos décimas de punto porcentual. Tras presentar la “reforma” fiscal en sociedad, el 20 de junio pasado, han transcurrido alrededor de diez semanas, y durante ese lapso del micrófono oficial no ha salido más que caramelos y bombones: si la “reforma” se aprueba, la panacea, porque habría (para citar sólo unas cuantas virtudes, porque el inventario de ofertas es inagotable) crecimiento y desarrollo; pago de la deuda social; generación de empleo; incremento de la inversión; distribución de la riqueza y el ingreso; finanzas públicas mucho menos dependientes de los recursos petroleros; infraestructura social; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; supercarreteras; servicios más elementales para la población y un México más justo (Ya lo dijo Félix María de Samaniego en su cuenta de la lechera: “no seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna; que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro: mira que ni el presente está seguro”).
Eso en el micrófono, porque en los hechos la propuesta calderonista de “reforma” fiscal sólo aportaría, en el mejor de los casos, un “crecimiento adicional” de 0.2 puntos porcentuales, o lo que es lo mismo, lo que la economía nacional logró avanzar en una quincena cualquiera del primer semestre de 2007. Lo anterior contrasta con las sensibles declaraciones que el inquilino de Los Pinos hiciera en Sydney, Australia, durante su más reciente periplo, en torno a los dineros públicos para 2008: el presupuesto de egresos por él propuesto al Congreso “desafortunadamente contiene severas restricciones en algunos programas, es un presupuesto acotado que necesita el aporte de nuevos recursos para que sea suficiente en los rubros más importantes; a mí me hubiera gustado presentar un presupuesto que tuviera mayores recursos asignados para infraestructura, que es un propósito clave de mi gobierno, para desarrollo social; es evidente que el presupuesto que se presentó, lo admito, es insuficiente, pero para que sea un presupuesto acorde con las necesidades del país es indispensable que se apruebe la reforma hacendaria, de otra manera, no alcanza, no habrá dinero suficiente para asignarle a todos los problemas prioritarios. El presupuesto que he enviado tiene limitaciones importantes, que responden a una realidad, los ingresos públicos son insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de la población y, sobre todo para transformar, para cambiar la estructura del país en diversos planos, básicamente en el área social y de infraestructura; espero que pueda aprobarse la reforma hacendaria y los recursos se apliquen a las prioridades del país. Si no hay reforma fiscal las perspectivas del programa de infraestructura van a ser más reducidas y estaríamos en el escenario inercial, que no es evidentemente el mejor escenario para el país”.
Entonces, según Calderón y su equipo de neocientíficos ¿con cuánto dinero se atenderían los “problemas prioritarios del país”? ¿Cuánto valen los “problemas que aún frenan el desarrollo nacional”? ¿Qué cantidad se requiere para evitar el “escenario inercial”, erradicar las severas restricciones y “satisfacer las necesidades básicas de la población”? Sencillo: dos décimas de punto porcentual, según sus propios cálculos.
Las rebanadas del pastel:
Fox prometió a la trasnacional el “negocio energético del siglo”, pero no pudo, porque un presidente honesto, Evo Morales, lo impidió. Pero para eso está la “continuidad”, y Calderón puso manos a la obra: México importará gas natural ya no de Bolivia sino de Perú, y se construirá una planta regasificadora en Manzanillo, Colima. ¿Quién ganó? La española Repsol, a la que el de las botas largas y las ideas cortas no pudo cumplir, pero, todo indica, Felipe sí... Y en pleno sadismo, algunos legisladores proponen que el impuesto “especial” a gasolinas, diesel y gas automotriz se clave “gradualmente” a los consumidores.
Kikka Roja
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