Discurso completo del periodista Julio Scherer García, fundador de la revista Proceso, durante el homenaje que le rindieron en la XXVII Feria del Libro Oaxaca.
Me alegra sobremanera encontrarme entre ustedes y desearía abrazarlos. Razones me sobran para expresarme de esta manera. Ni en uno que otro de mis sueños narcisistas habría imaginado una feria del libro que se ocupara de mi trabajo como escritor. Viejo como soy cabe en mí el estupor, un aliciente para continuar la crítica al poder impune que nos asfixia. Salvo, El Indio que Mató al Padre Pro, y un primer intento fallido de La Piel y la Entraña , mis libros han sido escritos en el marco humano y profesional de Proceso. No podía ser de otra manera. Las amplias líneas que recorren las páginas de la revista y la línea que me recorre, marcan una vía congruente. Hemos hecho nuestras las ideas de don Daniel Cosío Villegas, pensador contemporáneo. Decía que si la hubiéramos emprendido contra la corrupción del poder, la batalla habría tenido por sí misma el valor eminente de una revolución social. Don Daniel se expresaba así a mediados del siglo pasado y de entonces para acá no ha dejado de caernos lluvia ácida. Nunca pensó en la violencia como solución, nunca en las armas.
En la Presidencia de la República hemos tenido de todo: perversos, falsarios, ladrones, traidores, asesinos. Juntos, cómplices en el silencio, han matado a disidentes políticos, han masacrado estudiantes, han arrebatado a la Nación sus mejores tierras, han exprimido al erario, han vulnerado la prístina concepción del Estado, han arrasado pueblos enteros, han empobrecido nuestros recursos no renovables, han asistido a la extinción de algunas etnias, han propiciado un éxodo que no cesa y han culminado su tarea colectiva en el dato que más duele: en la misma geografía y en la misma historia, lado a lado conviven 60 millones de mexicanos sin recursos con fortunas cotizadas entre las más altas del mundo. La salvaje inequidad cobra aquí su verdadero carácter: ruin, infame.
Vicente Fox ha labrado su estigma indeleble. No le recuerdo un acto de grandeza, la noble actitud que conmueve y persevera. Sus seis años resumen necedades, desplantes, degradación propia y del gobierno, exhibicionismo con una mujer hoy cercada por su personal bajeza. Ya como ex presidente asestó un golpe a Felipe Calderón. Ocurrió el día en que él, él, él declaró que había derrotado a Andrés Manuel López Obrador. Frase tan breve trajo de vuelta la turbiedad en la elección del 2006. Ya sabemos que contra hechos no hay argumentos y Fox, Presidente de todos por mandato supremo de nuestras leyes, tomó partido en la contienda política, hizo burla de la Constitución y alteró para mal la ya difícil convivencia entre los mexicanos.
Dividido el país, en declive la economía, imbatible el narco, en bancarrota la educación, en su ocaso la seguridad social, Felipe Calderón tiene ante sí, además de problemas de esta magnitud, la inocultable riqueza de Vicente Fox y un criminal tráfico de influencias que se va develando poco a poco. Si deja correr los días como hasta ahora y se lava las manos en “el agua sucia” de que hablaba Jesús Reyes Heroles, vestido de azul terminará en línea con los priistas más distinguidos, cómplices todos, corruptos por omisión o por comisión en el despojo a la República.
Algo más. Oaxaca se me impone como un deber de conciencia. Inmensamente rico e inmensamente pobre, el Estado padece por un gobierno sin honor. Fortalecido por la impunidad e insensible a la desdicha que siembra, seguirá en lo que está: el poder a costa de lo que sea.
La tragedia se ahonda, tarda la solución civilizada y no cabe olvidar, menos desdeñar, que la desesperación nace de situaciones extremas.
Me conmueve el trato amable y la generosidad con la que me ha recibido la Feria. Sin palabras que pudieran dar cuenta de mis sentimientos, he de llevarlos a todos ustedes en la memoria.
En la Presidencia de la República hemos tenido de todo: perversos, falsarios, ladrones, traidores, asesinos. Juntos, cómplices en el silencio, han matado a disidentes políticos, han masacrado estudiantes, han arrebatado a la Nación sus mejores tierras, han exprimido al erario, han vulnerado la prístina concepción del Estado, han arrasado pueblos enteros, han empobrecido nuestros recursos no renovables, han asistido a la extinción de algunas etnias, han propiciado un éxodo que no cesa y han culminado su tarea colectiva en el dato que más duele: en la misma geografía y en la misma historia, lado a lado conviven 60 millones de mexicanos sin recursos con fortunas cotizadas entre las más altas del mundo. La salvaje inequidad cobra aquí su verdadero carácter: ruin, infame.
Vicente Fox ha labrado su estigma indeleble. No le recuerdo un acto de grandeza, la noble actitud que conmueve y persevera. Sus seis años resumen necedades, desplantes, degradación propia y del gobierno, exhibicionismo con una mujer hoy cercada por su personal bajeza. Ya como ex presidente asestó un golpe a Felipe Calderón. Ocurrió el día en que él, él, él declaró que había derrotado a Andrés Manuel López Obrador. Frase tan breve trajo de vuelta la turbiedad en la elección del 2006. Ya sabemos que contra hechos no hay argumentos y Fox, Presidente de todos por mandato supremo de nuestras leyes, tomó partido en la contienda política, hizo burla de la Constitución y alteró para mal la ya difícil convivencia entre los mexicanos.
Dividido el país, en declive la economía, imbatible el narco, en bancarrota la educación, en su ocaso la seguridad social, Felipe Calderón tiene ante sí, además de problemas de esta magnitud, la inocultable riqueza de Vicente Fox y un criminal tráfico de influencias que se va develando poco a poco. Si deja correr los días como hasta ahora y se lava las manos en “el agua sucia” de que hablaba Jesús Reyes Heroles, vestido de azul terminará en línea con los priistas más distinguidos, cómplices todos, corruptos por omisión o por comisión en el despojo a la República.
Algo más. Oaxaca se me impone como un deber de conciencia. Inmensamente rico e inmensamente pobre, el Estado padece por un gobierno sin honor. Fortalecido por la impunidad e insensible a la desdicha que siembra, seguirá en lo que está: el poder a costa de lo que sea.
La tragedia se ahonda, tarda la solución civilizada y no cabe olvidar, menos desdeñar, que la desesperación nace de situaciones extremas.
Me conmueve el trato amable y la generosidad con la que me ha recibido la Feria. Sin palabras que pudieran dar cuenta de mis sentimientos, he de llevarlos a todos ustedes en la memoria.
Kikka Roja
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