Los secretos del PRI
Ha resultado sorpresiva y enigmática la recuperación electoral del PRI, por su amplitud y significación. Mantuvo las plazas donde gobierna y recobró otras que había perdido. Lo cual es motivo de entusiasmo y esperanza para muchos y de indignación y preocupación para otros. El caso es que el PRInosaurio sigue ahí, lo que contradice el esquema que ha prevalecido en la mayoría de los partidos de Estado cuando perdieron el poder. Algunos se desplomaron en muy poco tiempo y otros perviven, pero en condición de franca marginalidad. Hubo también casos de renovación integral, gracias a lo cual los antiguos comunistas resurgieron bajo siglas nuevas, programas más modernos y líderes jóvenes y frescos. Lo singular de la recuperación del PRI es que no se ha dado una renovación semejante ni de programas ni de liderazgos (salvo excepciones) ni de siglas o logotipo. ¿Cómo explicar este fenómeno atípico? Pues fundamentalmente porque el PRI ha sido desde su nacimiento un partido atípico. Por ello es necesario considerar esas peculiaridades del PRI, para explicar su desempeño electoral, tanto a nivel federal como a nivel estatal.
1) Por más que el partido de la Revolución mostrara un parentesco institucional con los partidos únicos, nunca fue uno de ellos. Desde que nació fue un partido hegemónico, según el concepto que divulgó Giovanni Sartori y que nos vino de perlas para entender las peculiaridades del PRI. Un partido hegemónico, pese a ser monopólico en esencia, tiene por necesidad que ser más flexible institucionalmente, para mantener un difícil equilibrio entre el monopolio abierto (deslegitimador) y una competitividad real (que pone en riesgo la continuidad en el poder). De ahí su aceptación de partidos opositores legalmente registrados, que fueron ganando gradualmente posiciones de poder. Muchos opositores y disidentes tipificaban al tricolor como un partido único más, pero la dinámica de la hegemonía es muy distinta, pues otorga al partido en cuestión una mayor capacidad de adaptación institucional, que hoy ha sido de gran valía a los priistas. Son justo quienes no hacían dicha distinción los más sorprendidos con la preservación electoral del PRI, tras su derrota en 2000.
2) El carácter hegemónico del PRI le facilitó gobernar con un nivel de represión mucho menor del que suelen requerir los partidos únicos. Por lo cual la leyenda negra de los partidos comunistas —que, sin duda, explica su demolición fue mucho más pesada que la que generó el PRI. La corrupción siempre es más fácil de olvidar que la brutal represión. Y aunque en México hubo oscuros episodios de represión, no fue ni de lejos comparable a la que hubo bajo Stalin en la Unión Soviética, Pol Pot en Camboya, Ceausescu en Rumania o Hoxha en Albania.
3) Además, Vicente Fox fue muy complaciente y comprensivo hacia el PRI, perdonando todo su pasado para lograr su cooperación en el futuro, lo que no consiguió. Y Felipe Calderón parece repetir ese mismo esquema, lo que al PRI logra reducir el costo de su leyenda negra. 4) Si, además de ello, los partidos que sustituyen a los partidos de Estado, tras la alternancia, incurren igualmente en corrupción, mostrando además gran ineptitud en el arte de gobernar, entonces los ciudadanos no mostrarán demasiados problemas para devolver su voto al viejo partido (ahí donde no hay otra opción, como ocurre en la mayoría de las entidades federativas de México). En Polonia y Hungría, el comunismo (renovado, es cierto) regresó al poder muy pronto, pues los gobiernos que electoralmente los derrotaron a fines de los ochenta resultaron bastante ineptos. Algo parecido a lo sucedido en Chihuahua, Nuevo León y Yucatán.
5) Pero que al PRI le vaya bien a nivel estatal e incluso en los comicios federales intermedios no garantiza su retorno a Los Pinos, como muchos lo han creído. Se habló seriamente de ello luego de la holgada victoria priista en 2003 en los comicios intermedios. No es que no pueda ocurrir, sino que el principal problema del PRI consiste en que no ha resuelto su gobernabilidad interna, después de su remoción del poder nacional. Esa que, pese a ser antidemocrática, funcionó muy bien bajo el la conducción del Presidente de la República en turno, el “jefe nato” del partido. Al perderse lo que fue su columna vertebral, el PRI debe encontrar una nueva gobernabilidad de corte horizontal (es decir, no jerárquica, sino entre pares). No lo ha hecho, al menos en el momento culminante de la pugna por el poder: la selección del candidato presidencial. La burda confrontación de Roberto Madrazo con Elba Esther Gordillo y Arturo Montiel le costó mucho al PRI en imagen, al grado de enviarlo al tercer sitio en las encuestas (donde, gracias al “voto útil”, la caída se vuelve abrupta). Si de aquí a 2011 el PRI no resuelve esa asignatura pendiente, podría irse otra vez al tercer sitio. Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto debieran empezar a trabajar en eso (en vez de quererse apropiar del IFE).
6) En cambio, en los estados donde sigue gobernando el PRI no tiene grandes problemas de gobernabilidad, no porque haya construido una nueva de corte democrático, sino porque no ha perdido la tradicional. El eje sigue siendo el Ejecutivo, pero recae en el gobernador. La disciplina, la línea, la verticalidad, la movilización clientelar no es muy distinta a la que prevaleció a nivel nacional. Que la gobernabilidad vertical haya sobrevivido en los estados priistas se explica también en buena parte por el origen del PRI como confederación de partidos locales, a diferencia de lo ocurrido con los partidos únicos de corte único emanados del centro. Luego de 2000, el PRI retornó de alguna manera a la situación previa a 1929, cuando los gobernadores eran caciques, dueños y señores del partido dentro de su jurisdicción. Por todo ello es que aún puede conseguir “carros completos” a nivel estatal.
1) Por más que el partido de la Revolución mostrara un parentesco institucional con los partidos únicos, nunca fue uno de ellos. Desde que nació fue un partido hegemónico, según el concepto que divulgó Giovanni Sartori y que nos vino de perlas para entender las peculiaridades del PRI. Un partido hegemónico, pese a ser monopólico en esencia, tiene por necesidad que ser más flexible institucionalmente, para mantener un difícil equilibrio entre el monopolio abierto (deslegitimador) y una competitividad real (que pone en riesgo la continuidad en el poder). De ahí su aceptación de partidos opositores legalmente registrados, que fueron ganando gradualmente posiciones de poder. Muchos opositores y disidentes tipificaban al tricolor como un partido único más, pero la dinámica de la hegemonía es muy distinta, pues otorga al partido en cuestión una mayor capacidad de adaptación institucional, que hoy ha sido de gran valía a los priistas. Son justo quienes no hacían dicha distinción los más sorprendidos con la preservación electoral del PRI, tras su derrota en 2000.
2) El carácter hegemónico del PRI le facilitó gobernar con un nivel de represión mucho menor del que suelen requerir los partidos únicos. Por lo cual la leyenda negra de los partidos comunistas —que, sin duda, explica su demolición fue mucho más pesada que la que generó el PRI. La corrupción siempre es más fácil de olvidar que la brutal represión. Y aunque en México hubo oscuros episodios de represión, no fue ni de lejos comparable a la que hubo bajo Stalin en la Unión Soviética, Pol Pot en Camboya, Ceausescu en Rumania o Hoxha en Albania.
3) Además, Vicente Fox fue muy complaciente y comprensivo hacia el PRI, perdonando todo su pasado para lograr su cooperación en el futuro, lo que no consiguió. Y Felipe Calderón parece repetir ese mismo esquema, lo que al PRI logra reducir el costo de su leyenda negra. 4) Si, además de ello, los partidos que sustituyen a los partidos de Estado, tras la alternancia, incurren igualmente en corrupción, mostrando además gran ineptitud en el arte de gobernar, entonces los ciudadanos no mostrarán demasiados problemas para devolver su voto al viejo partido (ahí donde no hay otra opción, como ocurre en la mayoría de las entidades federativas de México). En Polonia y Hungría, el comunismo (renovado, es cierto) regresó al poder muy pronto, pues los gobiernos que electoralmente los derrotaron a fines de los ochenta resultaron bastante ineptos. Algo parecido a lo sucedido en Chihuahua, Nuevo León y Yucatán.
5) Pero que al PRI le vaya bien a nivel estatal e incluso en los comicios federales intermedios no garantiza su retorno a Los Pinos, como muchos lo han creído. Se habló seriamente de ello luego de la holgada victoria priista en 2003 en los comicios intermedios. No es que no pueda ocurrir, sino que el principal problema del PRI consiste en que no ha resuelto su gobernabilidad interna, después de su remoción del poder nacional. Esa que, pese a ser antidemocrática, funcionó muy bien bajo el la conducción del Presidente de la República en turno, el “jefe nato” del partido. Al perderse lo que fue su columna vertebral, el PRI debe encontrar una nueva gobernabilidad de corte horizontal (es decir, no jerárquica, sino entre pares). No lo ha hecho, al menos en el momento culminante de la pugna por el poder: la selección del candidato presidencial. La burda confrontación de Roberto Madrazo con Elba Esther Gordillo y Arturo Montiel le costó mucho al PRI en imagen, al grado de enviarlo al tercer sitio en las encuestas (donde, gracias al “voto útil”, la caída se vuelve abrupta). Si de aquí a 2011 el PRI no resuelve esa asignatura pendiente, podría irse otra vez al tercer sitio. Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto debieran empezar a trabajar en eso (en vez de quererse apropiar del IFE).
6) En cambio, en los estados donde sigue gobernando el PRI no tiene grandes problemas de gobernabilidad, no porque haya construido una nueva de corte democrático, sino porque no ha perdido la tradicional. El eje sigue siendo el Ejecutivo, pero recae en el gobernador. La disciplina, la línea, la verticalidad, la movilización clientelar no es muy distinta a la que prevaleció a nivel nacional. Que la gobernabilidad vertical haya sobrevivido en los estados priistas se explica también en buena parte por el origen del PRI como confederación de partidos locales, a diferencia de lo ocurrido con los partidos únicos de corte único emanados del centro. Luego de 2000, el PRI retornó de alguna manera a la situación previa a 1929, cuando los gobernadores eran caciques, dueños y señores del partido dentro de su jurisdicción. Por todo ello es que aún puede conseguir “carros completos” a nivel estatal.
Kikka Roja
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