TV: monopolio y competencia
PLAZA PÚBLICA
Dueño de una de las empresas más beneficiadas por la política gubernamental de todos los tiempos, Emilio Azcárraga Jean se dolió la semana pasada de que en México el gobierno no defiende a sus empresas como lo hace el de Estados Unidos. Contradictoriamente, lo dijo respecto de Telemundo, la cadena norteamericana que transmite en español que, según sus propias palabras “ha querido entrar a México” y no ha podido hacerlo precisamente por obstáculos gubernamentales que favorecen el duopolio de la televisión en que a Televisa le corresponde la mayor parte. Azcárraga Jean, a quien Dios no llamó por el camino de la elocuencia, ofreció una conferencia el viernes pasado en el Global Alumni Forum, organizado en la Ciudad de México por el Instituto de Empresa (IE) de Madrid. Sucedió en la tribuna a Roberto Hernández que después de vender Banamex cuenta entre sus nuevos intereses su creciente inversión en Televisa, donde es hoy el segundo mayor tenedor de acciones. Los socios coincidieron y discreparon, seguramente sin proponérselo y tal vez sin saberlo. Azcárraga Jean y Hernández se manifestaron desdeñosos de la clase política de la que ambos han obtenido pingüe provecho. Pero discreparon en sus concepciones sobre el funcionamiento de la economía. Hernández se mostró contrario a los monopolios (de seguro pensando en el de la telefonía contra el que combatió sin éxito cuando tuvo Avantel, y contra el que lucha su amigo y antiguo empleado Francisco Gil, cabeza mexicana de Telefónica) mientras que el presidente de Televisa se defendió de las acusaciones que lo ubican como oferente dominante de un servicio: “¿Me van a castigar porque se ha competido y porque gano?”, preguntó retóricamente al explicar la concentración de medios en su empresa: “Si tenemos el Canal 9 es porque el canal 8 no pudo, y si Sky está solo es porque DirectTV no pudo”. Mientras que Hernández criticó la “mediocridad política” prevaleciente y que impide el combate a los monopolios, Azcárraga lanzó ante un vasto auditorio empresarial un comentario que por su carácter general es frecuente en charlas de café o desahogos familiares sin consecuencias, pero que no se esperaría fuera repetido por un miembro relevante del sistema, así lo hiciera para justificar el papel preponderante del consorcio que encabeza: “En Televisa a nosotros no nos regalaron nada, nosotros hemos pasado por varias crisis, varios presidentes y varios políticos que sí han robado muchísimo dinero”. ¿En cuáles presidentes pensaba Azcárraga al decirlo? Quizá no en Antonio López de Santa Anna, convertido en terrateniente local e internacional, ni en Plutarco Elías Calles que forjó su fortuna con préstamos del Banco de México cuyo consejo de administración presidía cuando se concedió cuantiosos créditos para sus ingenios. Quizá pensaba sólo en los más recientes, los que le ha tocado conocer y tratar en su breve existencia y en su aún más corta experiencia al frente del mayor negocio mediático en nuestro país. Pero si se le pidiera particularizar, dar nombres (como tendría que hacer, responsablemente, dado su auditorio y dado el papel que desempeña en la economía privada) de seguro excluiría a Carlos Salinas, pues de lo contrario no lo invitaría a actos relevantes de Televisa y de su vida privada, como ha hecho. Y a Ernesto Zedillo, que al visitarlo en su oficina de Televisa San Ángel consagró su liderazgo dentro del consorcio, puesto en cuestión por conflictos familiares poco después de que en marzo de 1997 recibió su agobiante herencia. Y a Vicente Fox, que con la intercesión de su esposa Marta Sahagún refrendó y reforzó los privilegios de Televisa en su negocio principal, y los expandió al muy productivo campo de los juegos de azar. Y a Felipe Calderón, que a favor de ese consorcio no saca las consecuencias de la decisión judicial que abatió las columnas torales de la Ley Televisa y deja funcionar a una Comisión federal de telecomunicaciones disminuida y sin prestigio. Además de mentir al afirmar que a su empresa no le han regalado nada (a menos que informe cuánto tuvo que pagar por las concesiones de radio y televisión que posee y administra) miente al comparar la situación de Telemundo, impedida de entrar en México, con la suya propia al otro lado de la frontera: “A mí me corrieron de Estados Unidos. Ahí vemos cómo los americanos y su gobierno defienden a las empresas americanas”. No, nadie “lo corrió” de Estados Unidos. En junio del 2006 no presentó la mejor oferta para ganar el control de Univisión y esta cadena fue vendida al consorcio que presentó mejor oferta, en una típica operación de mercado, y porque existía el riesgo de que la autoridad echara atrás una operación que dejara en manos de un extranjero más del 25% de las acciones de una empresa de televisión, como antes había ocurrido a su padre en sucesivos intentos de expandirse a territorio norteamericano. Es que allí se toma en serio esa prohibición, a diferencia de lo que ocurre en México con una norma semejante y aun más restrictiva: el propio Azcárraga Jean, usando a Vicente Fox como testigo, pasó por alto que la ley mexicana excluye rigurosamente a los extranjeros de la radio y la televisión, y cedió al consorcio español Prisa el 50% de las acciones de su división de radio. Y le cedió asimismo, contra lo dispuesto por la Ley de Inversión Extranjera, el control de las operaciones, como ha tenido que reconocer Televisa hace apenas tres semanas. |
Kikka Roja
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