- Vía crucis para llegar a Donceles y retorno a la Torre del Caballito
- Odisea itinerante de senadores de AN, por línea de Beltrones
- Los blanquiazules enfrentan la protesta de adelitas y electricistas
Los senadores del Partido Acción Nacional (PAN), con Santiago Creel Miranda a la cabeza, fueron literalmente sacados del edificio de Donceles, 15 minutos antes de las dos de la tarde, entre fuertes medidas de seguridad y la presencia de un helicóptero que no dejó de sobrevolar la zona. El rostro del ex secretario de Gobernación denotaba molestia, en tanto que sus compañeros lucían desencajados y algunos de plano no ocultaban la furia por haberse convertido en legisladores nómadas. Fue muy complicado que los blanquiazules pudieran pasar el cerco que extendieron adelitas y trabajadores de Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en torno al recinto senatorial.
Cuando lo lograron, con el auxilio de elementos de seguridad y el personal de resguardo parlamentario, se encontraron que debían salir nuevamente del edificio de la calle Donceles para regresar a la Torre del Caballito, donde el priísta Manlio Fabio Beltrones Rivera había decidido que se llevara a cabo la sesión. El coordinador de los senadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) argumentó al final que “no había condiciones” para acceder a su “recinto legislativo tradicional”. En realidad, desde muy temprano Beltrones “se acuarteló” en la Torre del Caballito, donde llevó a cabo la reunión previa de su grupo parlamentario.
La tercera vía
Incluso, durante ese encuentro –según versiones difundidas por legisladores asistentes– el sonorense expresó que a su juicio lo mejor era que se sesionara ahí, ya que el acuerdo signado por la mesa directiva permitía que fuera sede alterna cualquiera de las instalaciones del Senado de la República. Sin embargo, a la una de la tarde, junto con otros 30 senadores priístas, Beltrones abordó un autobús con rumbo al edificio de Donceles, donde se había sesionado el martes pasado ante la imposibilidad de hacerlo en la sede de Xicoténcatl. Sin embargo, a la altura de La Lagunilla, ordenó regresar al Caballito, ya que el carro guía de la Policía Federal Preventiva (PFP) no encontraba la salida. A esa misma hora, Creel anunciaba “la tercera vía” para llegar a un acuerdo con el Frente Amplio Progresista (FAP) en torno al debate sobre la reforma energética.
Los panistas salieron también de la torre de Reforma y Juárez en un autobús, junto con la senadora de Nueva Alianza Irma Martínez Manríquez. Cruzaron la zona de La Lagunilla y llegaron al estacionamiento del Colegio Belisario Domíguez –en la calle que lleva el nombre del senador chiapaneco asesinado por Victoriano Huerta–, donde los esperaban cinco camionetas Suburban blindadas y ampliamente resguardadas por escoltas. De ahí pasaron a otro estacionamiento, también en Belisario Domínguez, para salir a República de Cuba, posteriormente al Callejón del 57 y después a Donceles, lapso en que fueron acompañados por los gritos de las adelitas contra la privatización de Petróleos Mexicanos y las mentadas de los electricistas. El edificio de Donceles estaba resguardado ya por unos 50 policías del Distrito Federal e incluso un helicóptero con la leyenda “Policía Federal”, que sobrevoló el sitio más de una hora. Los panistas fueron llegando bajo la custodia de policías vestidos de civil que empujaron y agredieron a los reporteros.
–¿Sienten miedo, senador? –se le preguntó a Alejandro González Alcocer, quien prácticamente era obligado a entrar a Donceles para evitar que siguiera siendo entrevistado.
–Yo no tengo miedo de ninguna especie. No es justo llegar por la puerta de atrás, nos da hasta vergüenza.
El ex gobernador de Baja California lamentó que el martes pasado no hubieran arrebatado la tribuna a los legisladores de PRD, PT y Convergencia. Más molesto estaba después, cuando la orden fue reandar el camino y volver a enfrentarse, auque fuera dentro de vehículos seguros, a la protesta callejera incesante. En la Torre del Caballito, de manera “casi milagrosa”, se preparó el quinto piso para que se sesionara. Ahí estaban muy contentos los senadores del Verde Ecologista y del PRI. Nuevamente Beltrones se salió con la suya.
Mujeres brigadistas, conocidas como las adelitas, durante el plantón que realizaron sobre la calle de Perú con la pretensión de impedir que legisladores del PAN ingresaran a la sede alterna del Senado Foto: Alfredo Domínguez
“Te van a lastimar, levántate”, le pedían dos policías, uno de civil y otro uniformado, a la doctora Romana Sierra, quien tendida sobre el pavimento de Allende se cruzó frente al convoy que la Policía Federal Preventiva (PFP) armó para abrir paso a los senadores del PAN. “Te van a lastimar”, volvieron a decirle, pero ella se mantuvo firme. “¡Ni madres!”, les espetó. Las fuerzas federales, respaldadas por la policía preventiva capitalina, habían diseñado una ruta de acceso a la Cámara de Senadores para burlar el cerco de las adelitas en resistencia civil en defensa del petróleo. El diseño del operativo consistía en introducir, casi de manera subrepticia, a los legisladores panistas por un edificio del Instituto Politécnico Nacional (IPN) ubicado en el número 38 de Allende, pero antes tenían que pasar por la esquina con Perú.
Ahí se tendió la doctora.
Primero, los dos policías la tomaron de un brazo y de una pierna. Luego de ambos brazos y sólo así pudieron quitarla, por la fuerza. El autobús donde viajaban los panistas pudo entrar de reversa al edificio del Centro de Educación Continua a Distancia del IPN, gracias a que el resto de mujeres brigadistas estaban en las calles que tenían asignadas, y pocas pudieron respaldar la acción de Romana Sierra.
Y no pasaron
Los senadores priístas no tuvieron la misma suerte. Momentos después, Claudia Sheinbaum y otras mujeres se sentaron sobre el piso y el transporte asignado a los legisladores del tricolor no pudo pasar el cerco. “¡No pasarán, no pasarán..!”, exclamaban las brigadistas. Y no pasaron. A lo lejos, donde se quedaron y tuvieron que regresar, para ir a la Torre del Caballito, los priístas escucharon el Himno Nacional cantado por decenas de mujeres firmes, como Romana. Del autobús, los panistas fueron trasladados en grupos en tres camionetas Suburban y Van del traspatio del inmueble politécnico, en el número 22 de Belisario Domínguez, para cruzar la calle hacia un estacionamiento público rentado para la ocasión, que a su vez cuenta con una salida por el número 28 de Cuba, de donde dieron vuelta a la derecha, hasta el callejón del 57, y de ahí a Donceles, al recinto alterno.
Pero se quedaron esperando a los priístas.
Lo efectivo de la organización de las brigadas en defensa del petróleo cerró el camino a los senadores del PRI. Así que pasadas las dos de la tarde, los panistas desandaron la ruta en las mismas camionetas, y las mujeres de las brigadas 11, Leona Vicario, y 17, Benita Galeana, los despidieron con gritos de júbilo: “¡ratas, ratas…! ¡Sí se pudo, sí se pudo! ¡Lo logramos, compañeras!” La resistencia se anotó una victoria. El escritor Paco Ignacio Taibo II, que recorría las brigadas, celebró con ellas en Belisario Domínguez, donde las camionetas quedaban por segundos a descubierto. Y para acentuar el resguardo a los panistas, vigilantes del Senado viajaban en los estribos. “Miedo, miedo, miedo”, se burlaron de ellos. Ante esa visión, Paco Ignacio ironizó: “Los mexicanos no merecemos esta clase de políticos corruptos. Nosotros no hicimos ningún mal. No mordimos a nuestras mamás de chiquitos.”
El éxito del movimiento de resistencia civil fue tal que Paco Ignacio les contó una perla.
“Hace un rato que venía para acá –les dijo– se me acercó un turista gringo que me preguntó el mejor lugar para visitar. Y entonces le respondí: ‘a los campamentos, güey, ahí está lo mejor de este país’”. Ambas brigadas fueron las primeras en enterarse que los panistas se iban por Belisario Domínguez hacia Palma. Pero la noticia corrió rápido por el resto de las calles custodiadas, y el grito se volvió uno: “¡Se canceló la sesión! ¡Sí se pudo, sí se pudo!” Fue un éxito total, resumió Jesusa Rodríguez. “Nos dicen –abundó– que panistas y priístas se fueron a sesionar al piso quinto del Caballito, pero el objetivo se cumplió. Y si están ahí, esa sesión es ilegal, porque no puede convocarse a un recinto alterno con tanta premura”.
De voz en voz, como se dan las noticias en el cerco, la resistencia en Allende y Perú se platicó como una hazaña. “Se acostaron en el piso”, decían las mujeres entre sí. “Las empujó la policía con los escudos”. Muchas cejas se levantaron en muestra de admiración. A las seis de la tarde, tras la evaluación del efecto del cerco, se decidió levantarlo y se anunció que el fin de semana, mientras inicia la distribución, casa por casa, de folletos y dvd con la explicación de por qué el rechazo a las iniciativas de Felipe Calderón para abrir Petróleos Mexicanos a la iniciativa privada, se evaluará si esta acción de resistencia continúa. Para el domingo se ha convocado a decenas de asambleas informativas en las 16 delegaciones políticas del Distrito Federal y las principales plazas en los estados. Mientras se levantaban carpas, fogones y mesas, y eran guardadas, que no arriadas, las banderas, Jesusa Rodríguez anticipó: “este movimiento apenas comienza”.
Cuando lo lograron, con el auxilio de elementos de seguridad y el personal de resguardo parlamentario, se encontraron que debían salir nuevamente del edificio de la calle Donceles para regresar a la Torre del Caballito, donde el priísta Manlio Fabio Beltrones Rivera había decidido que se llevara a cabo la sesión. El coordinador de los senadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) argumentó al final que “no había condiciones” para acceder a su “recinto legislativo tradicional”. En realidad, desde muy temprano Beltrones “se acuarteló” en la Torre del Caballito, donde llevó a cabo la reunión previa de su grupo parlamentario.
La tercera vía
Incluso, durante ese encuentro –según versiones difundidas por legisladores asistentes– el sonorense expresó que a su juicio lo mejor era que se sesionara ahí, ya que el acuerdo signado por la mesa directiva permitía que fuera sede alterna cualquiera de las instalaciones del Senado de la República. Sin embargo, a la una de la tarde, junto con otros 30 senadores priístas, Beltrones abordó un autobús con rumbo al edificio de Donceles, donde se había sesionado el martes pasado ante la imposibilidad de hacerlo en la sede de Xicoténcatl. Sin embargo, a la altura de La Lagunilla, ordenó regresar al Caballito, ya que el carro guía de la Policía Federal Preventiva (PFP) no encontraba la salida. A esa misma hora, Creel anunciaba “la tercera vía” para llegar a un acuerdo con el Frente Amplio Progresista (FAP) en torno al debate sobre la reforma energética.
Los panistas salieron también de la torre de Reforma y Juárez en un autobús, junto con la senadora de Nueva Alianza Irma Martínez Manríquez. Cruzaron la zona de La Lagunilla y llegaron al estacionamiento del Colegio Belisario Domíguez –en la calle que lleva el nombre del senador chiapaneco asesinado por Victoriano Huerta–, donde los esperaban cinco camionetas Suburban blindadas y ampliamente resguardadas por escoltas. De ahí pasaron a otro estacionamiento, también en Belisario Domínguez, para salir a República de Cuba, posteriormente al Callejón del 57 y después a Donceles, lapso en que fueron acompañados por los gritos de las adelitas contra la privatización de Petróleos Mexicanos y las mentadas de los electricistas. El edificio de Donceles estaba resguardado ya por unos 50 policías del Distrito Federal e incluso un helicóptero con la leyenda “Policía Federal”, que sobrevoló el sitio más de una hora. Los panistas fueron llegando bajo la custodia de policías vestidos de civil que empujaron y agredieron a los reporteros.
–¿Sienten miedo, senador? –se le preguntó a Alejandro González Alcocer, quien prácticamente era obligado a entrar a Donceles para evitar que siguiera siendo entrevistado.
–Yo no tengo miedo de ninguna especie. No es justo llegar por la puerta de atrás, nos da hasta vergüenza.
El ex gobernador de Baja California lamentó que el martes pasado no hubieran arrebatado la tribuna a los legisladores de PRD, PT y Convergencia. Más molesto estaba después, cuando la orden fue reandar el camino y volver a enfrentarse, auque fuera dentro de vehículos seguros, a la protesta callejera incesante. En la Torre del Caballito, de manera “casi milagrosa”, se preparó el quinto piso para que se sesionara. Ahí estaban muy contentos los senadores del Verde Ecologista y del PRI. Nuevamente Beltrones se salió con la suya.
- Con apoyo de la PFP, los panistas sí llegaron a la reunión
- Adelitas impiden a senadores priístas llegar a sede alterna
- Estalla el júbilo entre brigadistas al cancelarse la sesión prevista
Mujeres brigadistas, conocidas como las adelitas, durante el plantón que realizaron sobre la calle de Perú con la pretensión de impedir que legisladores del PAN ingresaran a la sede alterna del Senado Foto: Alfredo Domínguez
“Te van a lastimar, levántate”, le pedían dos policías, uno de civil y otro uniformado, a la doctora Romana Sierra, quien tendida sobre el pavimento de Allende se cruzó frente al convoy que la Policía Federal Preventiva (PFP) armó para abrir paso a los senadores del PAN. “Te van a lastimar”, volvieron a decirle, pero ella se mantuvo firme. “¡Ni madres!”, les espetó. Las fuerzas federales, respaldadas por la policía preventiva capitalina, habían diseñado una ruta de acceso a la Cámara de Senadores para burlar el cerco de las adelitas en resistencia civil en defensa del petróleo. El diseño del operativo consistía en introducir, casi de manera subrepticia, a los legisladores panistas por un edificio del Instituto Politécnico Nacional (IPN) ubicado en el número 38 de Allende, pero antes tenían que pasar por la esquina con Perú.
Ahí se tendió la doctora.
Primero, los dos policías la tomaron de un brazo y de una pierna. Luego de ambos brazos y sólo así pudieron quitarla, por la fuerza. El autobús donde viajaban los panistas pudo entrar de reversa al edificio del Centro de Educación Continua a Distancia del IPN, gracias a que el resto de mujeres brigadistas estaban en las calles que tenían asignadas, y pocas pudieron respaldar la acción de Romana Sierra.
Y no pasaron
Los senadores priístas no tuvieron la misma suerte. Momentos después, Claudia Sheinbaum y otras mujeres se sentaron sobre el piso y el transporte asignado a los legisladores del tricolor no pudo pasar el cerco. “¡No pasarán, no pasarán..!”, exclamaban las brigadistas. Y no pasaron. A lo lejos, donde se quedaron y tuvieron que regresar, para ir a la Torre del Caballito, los priístas escucharon el Himno Nacional cantado por decenas de mujeres firmes, como Romana. Del autobús, los panistas fueron trasladados en grupos en tres camionetas Suburban y Van del traspatio del inmueble politécnico, en el número 22 de Belisario Domínguez, para cruzar la calle hacia un estacionamiento público rentado para la ocasión, que a su vez cuenta con una salida por el número 28 de Cuba, de donde dieron vuelta a la derecha, hasta el callejón del 57, y de ahí a Donceles, al recinto alterno.
Pero se quedaron esperando a los priístas.
Lo efectivo de la organización de las brigadas en defensa del petróleo cerró el camino a los senadores del PRI. Así que pasadas las dos de la tarde, los panistas desandaron la ruta en las mismas camionetas, y las mujeres de las brigadas 11, Leona Vicario, y 17, Benita Galeana, los despidieron con gritos de júbilo: “¡ratas, ratas…! ¡Sí se pudo, sí se pudo! ¡Lo logramos, compañeras!” La resistencia se anotó una victoria. El escritor Paco Ignacio Taibo II, que recorría las brigadas, celebró con ellas en Belisario Domínguez, donde las camionetas quedaban por segundos a descubierto. Y para acentuar el resguardo a los panistas, vigilantes del Senado viajaban en los estribos. “Miedo, miedo, miedo”, se burlaron de ellos. Ante esa visión, Paco Ignacio ironizó: “Los mexicanos no merecemos esta clase de políticos corruptos. Nosotros no hicimos ningún mal. No mordimos a nuestras mamás de chiquitos.”
El éxito del movimiento de resistencia civil fue tal que Paco Ignacio les contó una perla.
“Hace un rato que venía para acá –les dijo– se me acercó un turista gringo que me preguntó el mejor lugar para visitar. Y entonces le respondí: ‘a los campamentos, güey, ahí está lo mejor de este país’”. Ambas brigadas fueron las primeras en enterarse que los panistas se iban por Belisario Domínguez hacia Palma. Pero la noticia corrió rápido por el resto de las calles custodiadas, y el grito se volvió uno: “¡Se canceló la sesión! ¡Sí se pudo, sí se pudo!” Fue un éxito total, resumió Jesusa Rodríguez. “Nos dicen –abundó– que panistas y priístas se fueron a sesionar al piso quinto del Caballito, pero el objetivo se cumplió. Y si están ahí, esa sesión es ilegal, porque no puede convocarse a un recinto alterno con tanta premura”.
De voz en voz, como se dan las noticias en el cerco, la resistencia en Allende y Perú se platicó como una hazaña. “Se acostaron en el piso”, decían las mujeres entre sí. “Las empujó la policía con los escudos”. Muchas cejas se levantaron en muestra de admiración. A las seis de la tarde, tras la evaluación del efecto del cerco, se decidió levantarlo y se anunció que el fin de semana, mientras inicia la distribución, casa por casa, de folletos y dvd con la explicación de por qué el rechazo a las iniciativas de Felipe Calderón para abrir Petróleos Mexicanos a la iniciativa privada, se evaluará si esta acción de resistencia continúa. Para el domingo se ha convocado a decenas de asambleas informativas en las 16 delegaciones políticas del Distrito Federal y las principales plazas en los estados. Mientras se levantaban carpas, fogones y mesas, y eran guardadas, que no arriadas, las banderas, Jesusa Rodríguez anticipó: “este movimiento apenas comienza”.
Kikka Roja
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