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jueves, 1 de mayo de 2008

Lorenzo Meyer: ICE

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“Aquí ICE no es hielo, sino una agencia norteamericana que está haciendo más dura la vida de los indocumentados”

Hielo en la Relación Bilateral. No, el título de esta columna no está escrito en inglés, al menos no es ésa la intención, aunque sí tiene que ver con algo que enfría el ánimo de los indocumentados en Estados Unidos. En efecto, este ICE corresponde a una nueva Policía Federal norteamericana de la que aquí se tienen pocas noticias: la Immigration and Customs Enforcement –las siglas parecieran inspiradas en una novela de Ian Fleming y donde James Bond, el protagonista, tiene que enfrentar a organizaciones desalmadas. En principio, la tarea central de ICE es evitar que terroristas extranjeros tengan acceso a instalaciones estratégicas de Estados Unidos, pero también debe combatir a contrabandistas, a pandillas de origen extranjero, la exportación ilegal de armas y cartuchos, el tráfico de personas, el “lavado” de dinero… y detectar, arrestar y deportar a migrantes cuyos papeles no estén en regla. Para los trabajadores indocumentados, ICE es una Border Patrol más allá de la zona fronteriza, lo que es una mala noticia.

Una Larga Historia. A diferencia de la mexicana, la historia de los Estados Unidos, especialmente su éxito material, está ligada a la marginación de la población original –los indios- y su reemplazo con una migración proveniente del otro lado del Atlántico -voluntaria la europea y forzada la africana-, para luego añadirle la asiática y finalmente la del Sur del continente: la “latina”.

Sin embargo, esa historia demográfica tampoco podría entenderse si no se toma en cuenta la resistencia que cada una las olas migratorias ha encontrado por una parte de quienes le antecedieron. La resistencia de los habitantes originales -las naciones indígenas- fue vencida por la fuerza a lo largo de varios siglos. Los europeos no encontraron ninguna razón de peso para abstenerse de una política de exterminio o marginación de los dueños originales del rico territorio. Más tarde, ciertos europeos se opondrían a la llegada de otros, por ejemplo, los de origen inglés a los de origen irlandés. Los africanos llevados de manera forzada a Estados Unidos tuvieron que luchar no sólo por su libertad sino también por echar abajo el proyecto de los blancos para repatriarlos al África después de la guerra civil del siglo XIX. Por un tiempo, el proyecto de un retorno de los antiguos esclavos a su continente de origen –Liberia nació de este esfuerzo- fue apoyado por el propio Abraham Lincoln, quien finalmente se convenció de lo difícil e injusto de la empresa.

Al finalizar el siglo XIX la política para prohibir la entrada de los chinos –la Chinese Exclution Act de 1882- recibió por un tiempo respaldo popular lo mismo que otra legislación de 1913 en contra de los japoneses. La última ola de migración hacia Estados Unidos es la proveniente de América Latina, y donde destaca, por la cercanía geográfica, la mexicana. Son estos migrantes morenos, de habla castellana y sin documentos, los que hoy despiertan la animadversión de una parte del público norteamericano y es básicamente contra ellos que ha empezado a actuar ICE.

La Nueva Policía. ICE depende de Michael Chertoff, el secretario de la Seguridad Interna. Supuestamente, la agencia fue creada en marzo de 2003 como una de las tantas reacciones al ataque de los islamistas radicales a Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001.

En la actualidad, la agencia cuenta con 75 equipos que en 2006 capturaron y deportaron a 195 mil ilegales. Según la presentación hecha por el profesor Néstor Rodríguez de la Universidad de Houston en una reunión celebrada ahí el 17 de abril de este año, presentación que concuerda con lo publicado ese mismo día por The Wall Street Journal, es difícil cuadrar la supuesta prioridad de la lucha de ICE contra el terrorismo, con las redadas hechas por esa agencia en contra de trabajadores indocumentados en varias plantas avícolas de Pilgrim’s Pride Corp., (ahí se arrestó a 280 personas) o en Microsolutions Enterprises (130 arrestados). Es por lo anterior que el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, acompañado por un par de centenares de miembros de la Cámara de Comercio local, se trasladó este año a Washington para pedir a Chertoff que el ICE dirija sus recursos y esfuerzos contra las verdaderas amenazas al interés nacional de Estados Unidos –los terroristas- y no contra trabajadores que, aunque indocumentados, son indispensables.

Según las estadísticas de ICE, en el año fiscal de 2006, sus agentes capturaron a 3,667 personas en sus centros de trabajo, es decir, cuando estaban cumpliendo una función productiva y benéfica para la sociedad norteamericana. Se puede argumentar que los afectados no han sido muchos, pero la tendencia va al alza y eso es justamente lo que preocupa a Villaraigosa, a los empresarios y, sobre todo, a la gran comunidad de los trabajadores sin papeles en Estados Unidos.

Necesidades Mutuas en un Marco de Asimetría Aguda. Los cálculos sobre el total de indocumentados en Estados Unidos varían, pero se supone que son alrededor de doce millones, de los cuales un millón radica en Los Ángeles y sobre quienes se proyecta la sombra de un ICE a quien no le importa que los indocumentados no tengan ninguna conexión con los terroristas y se ganen la vida honradamente. La posibilidad de ser arrestados y deportados en cualquier lugar afecta no sólo a los trabajadores sino a sus empleadores, pues además de dislocar su fuerza de trabajo el arresto les puede hacer acreedores a multas hasta por dos mil dólares por cada indocumentado.

En el país del Norte siempre ha habido quienes desean limitar la inmigración y quienes la alienten porque le sacan buen provecho como mano de obra barata y disciplinada. Justamente esa contradicción entre quienes exigen detener la “ola indocumentada” y quienes la alientan para convertirla en mano de obra, es lo que ha impedido que Washington legisle para deshacer ese Nudo Gordiano en que se ha convertido su política migratoria, pues la necesidad y el rechazo se han entrelazado y han dado por resultado una realidad que no deja satisfecho a nadie.

De acuerdo con el profesor Rodríguez, la ya de por sí complicada situación de los indocumentados la ha complicado más el ICE. En la vida cotidiana de millones el temor de la deportación es un peso que afecta todo. Un buen ejemplo es la pareja que ha decidido nunca estar juntos fuera del hogar, pues si uno es arrestado y deportado el otro puede intentar quedarse con los hijos en casa. Y es que si el deportado reincide, la va a pasar muy mal pues la gravedad de su falta va a aumentar desproporcionadamente. ¿Es ésa una vida familiar o parte de una tortura psicológica?

Los centros de detención del ICE tienen capacidad para albergar y procesar a 27,500 detenidos a la vez y los casos se resuelven rápido. Según el profesor Rodríguez, esos centros se han construido en condados relativamente aislados y donde, como sucede con otras prisiones, se han convertido en fuentes bienvenidas de trabajo para los habitantes locales.

¿Y si la Contradicción se Agudiza? La economía mexicana sigue sin tener el crecimiento que necesita para crear empleos en la cantidad y calidad mínimas para retener a sus ciudadanos, generalmente jóvenes, que requieren respuesta a su demanda de una forma aceptable de vida. De acuerdo a las últimas cifras disponibles las remesas enviadas desde Estados Unidos a México han aumentado hasta convertirse en el equivalente a más del 2% del Producto Bruto Interno. Ésa es ya una suma de la que México no puede prescindir sin sufrir daño. Pero resulta que en la actualidad Estados Unidos experimenta dificultades económicas al punto que los expertos se preguntan si no están -estamos- en la puerta de algo similar a lo ocurrido en 1929.

La respuesta que se dé a esa pregunta es vital para los indocumentados, pues fue precisamente a raíz de la depresión del 29 que Estados Unidos recurrió a una expulsión masiva de mexicanos en su territorio: alrededor de un tercio del millón de mexicanos entonces residentes allende el Río Bravo, bajo el argumento que ocupaban puestos de trabajo que debían corresponder a norteamericanos.

Para el grueso de los indocumentados en Estados Unidos, el ICE es una amenaza menos seria que un fallo en la economía de ese país. Sin embargo, si se agudiza allá la recesión, el ICE incrementa su actividad contra indocumentados, Washington prosigue con su proyecto de construcción del muro en la frontera y se dota a la Patrulla Fronteriza de más efectivos, entonces la “válvula de escape” migratoria perdería su capacidad para evitar que se agudicen aquí unas contradicciones sociales ya de por sí graves. Ojalá nada de lo anterior ocurra, pero esperando lo mejor hay que prepararse para lo peor.

Kikka Roja

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